La piel es inusitadamente suave bajo las yemas de tus dedos. Puedes sentir el cambio de temperatura en cada zona que rozas: calor y frío. Un leve sabor salado se cuela hasta tu boca cuando besas su mejilla. "Tendría que haber parado entonces".

Afuera llueve y el viento hace que las hojas de los árboles provoquen una melodía casi fantasmagórica acompañada de los truenos. La luz intermitente de los relámpagos ilumina la habitación, sólo un breve instante, el tiempo justo para mirarla y saber que deberías parar. Luego, todo se vuelve oscuridad y los remordimientos sobran.

De manera delicada, demasiado quizás, acaricias sus labios. La única parte de su cuerpo que no te pertenece; ni lo hará. Lo supiste cuando trataste de besarla en la puerta de su propia casa y ella sólo giró la cara, contrarrestando el gesto con un firme tirón de tu camisa, hasta llevarte a la cama. El segundo en que tu boca rozó su mejilla en lugar de sus labios, fue como una revelación.

Si de algo estás seguro es de que ése no eres tú. De ninguna manera eres el hombre que, en un exceso de valentía dice palabras que cree que concuerdan con la situación, y que son recibidas con los ojos cerrados, pero en una mueca que expresa una reacción totalmente distinta a la esperada. Ahora es tu piel la que se eriza por lo fría que resulta la escena. Es en ese momento, en el que te das cuenta de que no ha sonreído en toda la noche.

Un nombre que no es el tuyo escapa de sus labios, y cuando quieres reaccionar, ya es tarde para disculparte. La miras y sientes que todo a tu alrededor da vueltas y la sensación de vértigo repentino te provoca náuseas. La sueltas con rapidez y le das la espalda en la cama tratando de borrar tu culpa, porque ella sólo es culpable de estar sola.

Sales a la calle y la lluvia se encarga de empapar tu ropa sin pedir permiso. El frío de la noche te hiela los huesos y envía señales a tu cerebro: "No volverá a pasar".

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¿Cómo está Cuddy? - nunca le había preguntado, en dos meses de internamiento, y precisamente en ese momento tenía que sacar el tema.

Bien – la respuesta salió de sus labios sin juntarse con ninguna emoción. No podía mentirle, pero ella no merecía la traición de contarle al verdad.

¿Estás... estás cuidando de ella? - quiso gritarle, tirar de su camisa, ponerle en pie y golpearle hasta que recuperara la razón. Si House tenía alucinaciones, él tenía pesadillas.

Claro - "No volverá a pasar".

FIN