Nota de Autor. Siempre quise hacer un fanfic de Halloween por lo que hice este plot un poco genuinamente 'creepy', aunque también encontrarán la adecuada dosis de romance. Más que nada quería enfocarme en la personalidad del Arnold adolescente, tratando de hacerlo lucir como un verdadero jovencito (o sea, aún obsesionado con hacer el bien y siempre preocupado por el bienestar de los otros, no sólo sus amigos). Espero que lo disfruten. ¡Feliz Halloween!


Dulce o Travesura

(Something Wicked de Heidi Patacki)


Arnold corría por la selva, empujando hojas y ramas fuera de su camino y jadeando de agotamiento. Algo iba persiguiéndolo - no estaba seguro de lo que era, - pero sabía que quería hacerle daño. Podía oír las sólidas pisadas detrás de él mientras corría, pero temía darse la vuelta. Podía sentir detrás de él el aliento de la persona o cosa que lo perseguía a través del espeso follaje.

De repente llegó a un claro lodoso. Tropezó y cayó en el barro a pesar de intentar evitarlo, sus manos se hundieron hasta las muñecas. Presa del pánico, se levantó y siguió corriendo, pero cuando lo hizo se dio cuenta de que había una pequeña chozuela improvisada más delante en el claro. Se quedó mirándola, incapaz de moverse. Se olvidó por completo de lo que lo había estado persiguiendo – ya ni siquiera lo escuchaba moviéndose por entre la frondosa selva detrás de él. Se limpió las embarradas manos en los pantalones, y se acercó a la pequeña casucha.

Justo antes de llegar a la puerta, su respiración se detuvo. Esta no podía ser - ¿o sí? ¿Podía esta alocada carrera haberlo llevado exactamente al lugar que había estado buscando? Se metió la mano en el bolsillo de atrás, con el corazón acelerado de pensar que fuera posible. Sacó el gastado mapa que había encontrado en el diario de su padre hacía cinco años, lo desdobló y lo apretó contra su pecho para que le diera suerte. Podía sentirlo ahora - este era el lugar. El lugar en el que por fin encontraría a sus padres.

Se armó de valor antes de entrar al interior - no estaba seguro de por qué, pero estaba nervioso. Se dijo que no debía estarlo, que cuando entrara encontraría a sus padres, quienes se pondrían locos de alegría al verlo, y que entonces iban a regresar con él a los Estados Unidos, a su casa, a donde pertenecían.

Se inclinó hacia delante e hizo a un lado la tela raída que cubría la puerta.

Tan pronto como entró en la choza, un terrible hedor se alzó a su encuentro. Luego, cuando sus ojos se acostumbraron a la escasa luz del interior, el estómago se le revolvió: sentados en una cama baja apoyada contra la pared opuesta había dos esqueletos putrefactos.

Antes de que pudiera gritar, o vomitar, o salir tambaleándose de la cabaña, uno de los esqueletos sacudió su cabeza y lo miró.

"Arnold," dijo la ruda y enojada voz de una mujer "Llegas tarde."


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Arnold se despertó con un grito ahogado, se dio la vuelta y casi se cayó de la cama. Rodó sobre su espalda y se frotó los ojos, como si pudiera deshacerse del recuerdo de la pesadilla solo con barrerla de sus ojos. Pero nunca podría olvidarlo – lo sabía bastante bien ya. Había estado teniendo el mismo sueño al menos una vez al mes durante los últimos dos años.

Se sentó en la cama, sintiéndose enfermo y asustado. Su corazón latía acelerado, su frente estaba empapada con una fina capa de sudor. Respirando hondo, trató de calmarse. No es más que un sueño, se dijo, arrojando las mantas a un lado y saliendo de la cama.

Pero era más que un sueño, y lo sabía. La pesadilla representaba todas sus inseguridades y decepciones respecto a sus padres, respecto a ese estúpido mapa, respecto a ese lugar aterrador y misterioso en el que habían desaparecido. Hacía cinco años, cuando tenía diez años de edad, había encontrado un mapa en el diario de su padre - un mapa del que había asumido- eventualmente lo conduciría al hallazgo de sus padres perdidos. Pero en cambio, cuando su abuelo y él lo llevaron a la policía, estos abrieron el viejo archivo de personas desaparecidas, pero del mapa no habían sacado absolutamente nada. Agentes policiacos fueron a América del Sur, pero volvieron afirmando que la ubicación en el mapa simplemente no existía.

Arnold nunca se lo había creído. Una parte de él todavía infantilmente pensaba que si tomaba el mapa e iba a Sudamérica sería capaz de encontrar a sus padres, aunque nadie más pudiera. Sentía que los había decepcionado al dar el mapa a la policía en lugar de tomar el reto de buscarlos por su cuenta. Sentía como si los había dejado morir.

Pero ¿qué podía haber hecho? No era más que un niño de diez años cuando encontró el mapa, y sus abuelos hacía mucho tiempo que había renunciado, que habían dado a sus padres por muertos, les habían llorado y trataban de seguir adelante. Consideraban las esperanzas de Arnold de que sus padres todavía estuvieran vivos como la ingenuidad de un niño pequeño, igual que todos los demás. El ir con la policía fue lo más que habían estado dispuestos a hacer, e incluso si hubieran querido buscar la ubicación del mapa como Arnold proponía, no tenían el dinero para viajar a América del Sur; y ni hablar tampoco de que ya no tenían la resistencia física necesaria para peinar la selva.

Arnold tomó su bata y la toalla y se dirigió al baño, suspirando y todavía tratando de sacudirse la persistente presencia de su recurrente pesadilla. Cada vez que tenía ese sueño pasaba de nuevo por ese ciclo: primero el sentimiento de culpa, luego el golpe con la realidad. Como los demás, la parte racional de sí mismo le decía que sus padres habían muerto. Pero eso no lograba hacer retroceder su idealista ilusión - a pesar de que no los recordaba en lo absoluto- no podía dejarlos ir.

Se duchó, fue a su habitación y se sentó frente a su computadora. Le gustaba ver el estado del tiempo en línea antes de vestirse - era el tipo de hábito nerd del que Gerald se burlaba, pero no podía evitarlo. Le gustaba estar preparado, y además era práctico. El sitio web que frecuentaba le dijo que bajaría hasta los dieciocho grados al atardecer - Arnold miró la fecha en su calendario de escritorio y vio que ya era finales de octubre, el día antes de Halloween.

La idea de Halloween lo animó un poco. Siempre le había gustado ese festejo, y este año continuaría con sus tradiciones habituales: iría a la fiesta de disfraces de Rhonda Lloyd, donde tenía previsto en vestirse como Luke Skywalker este año. Phoebe le había ayudado a hacer el traje - ella iría como la Princesa Leia, y Gerald sería Han Solo. El trío de mejores amigos siempre hacían trajes en grupo - el año pasado habían ido de Mario, Luigi y Peach. Arnold había sido Luigi - él solía ser la tercera rueda, incluso en Halloween, desde que Gerald y Phoebe habían comenzado a salir formalmente al final de la secundaria. Se decía que no le importaba, y en realidad así era - pero la realidad era que en el fondo ya deseaba conseguirse una novia para sí mismo.

Arnold pensó en Lila mientras se ponía un sweater azul marino y un par de jeans. Había estado postergando la posibilidad de tener novia con la esperanza de salir con ella, pero ella había estado negando persistentemente sus intentos desde el día uno. Todavía eran amigos, pero no tan cercanos como lo habían sido cuando eran más chicos. Lila salía con chicos mayores ahora – fornidos jugadores de futbol que se llamaban 'Kip', 'Bud' y otros nombres por el estilo. Era la chica más hermosa de toda la escuela, por supuesto; y Arnold se decía a sí mismo que era un tonto por seguir esperando por ella – es decir, nunca había tenido una novia real porque todavía esperaba que ella cambiara de parecer, ¡como si fuera a hacerlo algún día! Se decía a sí mismo todos los días que se olvidara de eso, pero luego al volver a caminar junto a ella por los pasillos y verla dirigirle esa increíble sonrisa, volvía a hacerse ilusiones.

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Diciéndose a sí mismo, como de costumbre, que debería quitarse de la cabeza a Lila, Arnold agarró sus libros y se dirigió escaleras abajo. Él tomó una Pop Tart de la alacena y se despidió de sus abuelos, encaminándose a la escuela.

Era una brillante y fresca mañana de otoño, y el aire frío se sentía bien en sus mejillas. Apartó de sus pensamientos a sus padres y el ser un miserable fracasado en el departamento del amor, y trató de concentrarse para el examen de geografía que estaría tomando en cuanto llegara a la escuela. Había estudiado toda la noche con Phoebe y Gerald, y se sentía preparado, gracias a tarjetas de estudio bien diseñadas de Phoebe.

Arnold vio a alguien caminando por delante, y sus pasos se desaceleraron. Era Helga Pataki. Esta era siempre la parte incómoda de su paseo matinal - Helga vivía más arriba por su calle, a medio camino entre la preparatoria y el Sunset Arms. Por lo general se cruzaba en su camino por la mañana - ella siempre caminaba lento, pateando basura de la calle mientras avanzaba, casi como si quisiera retrasar eternamente el llegar a su destino. Arnold nunca podía decidir si saludarla o si simplemente seguir caminando y pasarla, fingiendo que no la veía. A veces, cuando le hablaba, era al menos razonablemente decente, murmurando respuestas a su conversación, pero otras veces de plano lo miraba furiosa y avanzaba a grandes zancadas dejándolo atrás. Aunque sabía que no debería afectarlo, sus temperamentales reacciones siempre herían sus sentimientos - ¿qué demonios estaba haciendo mal?- Helga ahora era bastante educada, aunque intencionadamente distante, con el resto de la antigua pandilla del barrio en los últimos años. Pero todavía trataba a Arnold como un parásito que quería quitar de en medio y tirarlo lejos.

"Hey, Helga," Arnold llamó, a sabiendas de que probablemente sería infructuoso, pero decidió intentarlo de todos modos.

'Realmente debería aprender a darme por vencido con cierta gente', pensó, cuando Helga dio la vuelta y rodó los ojos. Helga y Lila nunca iban a cambiar, se dijo, mirando al suelo.

"Hey, perdedor, ¿qué hay de nuevo?" Helga respondió sin ganas mientras Arnold la alcanzaba. Bajó la velocidad y cayó en paso con ella. No sabía si estaba siendo amistosa o hostil - tal vez con Helga no había alguna diferencia.

"No mucho", respondió en un murmullo, resintiendo el hecho de que permitía que lo llamara perdedor. Con cualquier otro se hubiera enojado y se marcharía, pero con Helga - bueno, por alguna razón siempre dejaba que ella se saliera con la suya al tratarlo como basura.

"¿Estudiaste para el examen de geografía?" Preguntó, recordando que ella estaba en su misma clase.

"No, Papá," Helga gruñó sarcásticamente, rodando sus ojos de nuevo. "No soy una perfecta estudiante como tú, me temo."

"¡Eso no fue lo que quise decir!" Arnold insistió, con las mejillas encendidas de color rosa por la frustración y, aunque fuera infundada, auténtica vergüenza. ¿Realmente sonaba así, como si la estuviera regañando?

"Curly y yo fuimos a la casa embrujada en Watkinsville anoche", dijo Helga con tranquilidad, con un tono que sugería que pensaba que su tiempo se había gastado mucho más sabiamente. "Fue una completa pérdida de tiempo, por supuesto", agregó.

"Por supuesto," Arnold murmuró, preguntándose si había algo que Helga no considerara una completa pérdida de tiempo. Echó un vistazo a los libros que llevaba y vio dos volúmenes de poesía - Alan Ginsburg y Gregory Corso. Él abrió la boca para preguntarle sobre su afición por los escritores de la generación beat, pero en su lugar algo inesperado fue lo que salió de su boca:

"¿Así que Curly y tú están saliendo?" preguntó, sintiéndose increíblemente estúpido en el momento en que se escuchó decirlo. Ni siquiera estaba seguro de por qué lo hizo, Curly y Helga pasaban mucho tiempo juntos, siempre sentados en la que llamaban 'La Mesa de los Rechazados' en la cafetería, a veces acompañados por Brainy y Eugene, a quienes ignoraban o fastidiaban, respectivamente. Pero incluso si estuvieran saliendo, ¿a él qué le importaba?

"¡No!" Helga escupió al instante, forzando una risa confundida. "¡Diablos, no! Quiero decir, Curly me cae bien y todo ¡¿Pero salir con él?! Ugh! Es como - mi hermano o algo así. Y, además," Añadió, "Está enamorado de Rhonda Lloyd, el idiota."

"¿Todavía?" Arnold preguntó con incredulidad.

"No le digas que te dije eso," dijo Helga rápidamente, deteniéndose en seco. Arnold también se detuvo, se quedó de pie, mirándola - eran casi de la misma estatura, para su disgusto. Helga tenía la estatura normal para una chica - alrededor de uno sesenta y ocho, - y la de Arnold era normal, también - para una chica. Todos los otros chicos de sus clases se habían disparado hasta rondar el uno ochenta durante el verano, incluso Eugene. Pero Arnold parecía destinado a ser un 'hombre pequeño," como su abuelo solía llamarlo.

"Está totalmente obsesionado con ella," Helga soltó, como si no pudiera contenerlo ya dentro de su pecho y necesitara sacarlo. "Es tan malditamente molesto. Quiero decir, ¿qué sentido tiene? Como si Rhonda se dignara a mirar en su dirección."

Arnold sonrió ante el uso de la palabra 'dignarse.' Siempre le había gustado escuchar hablar a Helga, incluso cuando lo estuviera humillando con sus palabras. Ella tenía el vocabulario de un escritor, mientras que la mayoría de los otros chicos apenas si decían algo más allá que palabras como 'jodido' y 'no me digas?!' y '¡que padre!'.

"¿No admiras el sueño romántico e imposible?" Le preguntó Arnold, pensando en su propia patética obsesión con Lila. Helga se encogió un poco.

"No he dicho eso", dijo ella, apartando la mirada de él, y mirando hacia la calle. Su escuela estaba a sólo unos cincuenta metros de distancia. Ya había chicos rodeando los escalones de la entrada en los grupos habituales, pasando el rato y platicando antes de que la campana para el primer período sonara.

"¿No estás arruinando tu reputación?" Helga le preguntó bruscamente, mirándolo con una mirada desafiante.

"¿Qué?" Preguntó Arnold.

"Hablando conmigo," dijo Helga con un bufido. "Tú, el Sr. Popular, amado por todos, hablando con un bicho raro."

"Tú no eres un bicho raro," dijo Arnold con severidad, sorprendido. A él siempre le había parecido que Helga era quien consideraba bichos raros a todos los otros chicos de la escuela - era seguro que parecía evitar a todos como si fueran la peste,- excepto a Curly, incluso evitaba a su ex mejor amiga, Phoebe.

"Tú sabes que no me fijo en esas cosas," dijo Arnold en voz baja, mirando hacia abajo, a la parte superior de su cabeza mientras ella miraba sus zapatos.

"Lo sé," Helga murmuró en voz baja.

Ella se alejó hacia la escuela entonces, con su ritmo rápido, con las manos en los bolsillos de su largo y andrajoso suéter púrpura. Arnold la vio marcharse, entonces escuchó la campana de advertencia para el primer periodo y cayendo en la cuenta de que iba a llegar tarde a su examen de geografía se echó a correr hacia su salón de clases.


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Esa misma tarde, Arnold llevaba su almuerzo en una bandeja hacia fuera, hacia el patio de la escuela, donde los estudiantes de segundo año y tercer año de prepa almorzaban. Había sido una de las ventajas más agradables de llegar a décimo grado ya que el año pasado habían estados obligados a almorzar en la lúgubre cafetería, con el resto de los estudiantes de primer año. Observó a los de cuarto año salir a través de la cerca de malla que rodeaba el patio; a ellos se les permitía salir de la escuela para almorzar. Se dio cuenta de que Ruth McDougal iba entre ellos, riendo con un chico alto de gafas que llevaba su brazo colgando sobre sus hombros. Arnold recordó que estuvo enamorado platónicamente alguna vez de Ruth y sonrió para sus adentros. Se volvió hacia su mesa habitual y vio a Lila, su actual amor platónico, de pie justo al lado del banco de concreto donde él habitualmente se sentaba. Se tragó feliz y nerviosamente el nudo en la garganta que le producía verla y se dirigió hacia ella.

"¡Hey, Lila!" dijo, sonriéndole y poniendo la bandeja sobre la mesa. Phoebe y Gerald estaban sentados en el banco frente a él, Phoebe envuelta en la chaqueta de cuero de Gerald y Gerald mordiendo enorme sándwich cubano que había traído para el almuerzo.

"Hola, Arnold, ¿cómo estás?" Preguntó Lila, devolviéndole la sonrisa. Arnold se derritió, las rodillas tambaleándose un poco. Esos profundos ojos marrones, esas pecas adorables, ese rojo y precioso cabello, esos…. Se sonrojó y se obligó a no dejar que sus ojos se perdieran más allá de su cuello, donde también había sido bastante bendecida ahora que se había hecho mayor.

"Muy bien", dijo. "¿Cómo te fue en el examen de geografía?"

"¡Oh, estuvo tan difícil!" Lila exclamó, su expresión de tierna mascota era tan encantadora ahora como siempre antes. "Pero estudié anoche en la biblioteca, por lo que espero al menos pasarlo."

"Estoy seguro de que te va a ir mejor que eso, Lila," dijo Arnold, sabiendo que estaba siendo característicamente humilde. Lila casi rivalizaba con Phoebe por las más altas calificaciones en su clase.

"Hubo algunas preguntas inesperadas", dijo Phoebe, pensativa. "Sin embargo, los mapas fueron bastante fáciles."

"¡Basta de geografía, ya!" Gerald declaró, dando a Phoebe un apretón. "Mi cabeza va a estallar si oigo una palabra más sobre ese examen - Ya me estuvieron fastidiando durante toda la semana. Por dios - Es viernes - Halloween es mañana - vamos a cambiar de tema."

"¿Vas a la fiesta de Rhonda?" Arnold preguntó de pronto, mirando de nuevo a Lila. Sintió que sus mejillas se ponían rojas y esperaba que ella no se diera cuenta.

"Claro que voy", dijo Lila, sonriendo. "James y yo nos vamos a ir vestidos de Jack y Kate de Titanic. Fue idea de James," añadió con un suspiro de ensoñación. "¿No es el chico más tierno?"

"Er - sí," dijo Gerald tras una pausa incómoda. Arnold era incapaz de hablar, por temor a ser inadvertidamente honesto en su decepción. Casi se había olvidado del último novio de Lila - James Whitmore, el presidente de los de tercer año.

"¡Lila!" La voz de un muchacho la llamó a través del patio, y, efectivamente, era James. Estaba sentado en la mesa 'popular', donde los estudiantes más pretenciosos de segundo y tercer año se sentaban. Rhonda Lloyd y su desagradable novio Teddy estaban entre ellos. Lila se volvió y le devolvió el saludo.

"Me tengo que ir," dijo ella, sonriendo a los tres. "¡Nos vemos mañana en la fiesta!" añadió antes de irse trotando.

Arnold se sentó pesadamente y empezó a picar su pizza, de repente, de mal humor, a pesar de que ésta era su comida favorita y de que estaba seguro de que iba a sacar un 100 en la prueba de geografía. Nada lo deprimía mas que los apuestos y mayores novios de Lila.

"¡Aww, Arnold, vamos, hombre!" Gerald gimió. "No te estás deprimiendo otra vez por esa misma pelirroja, ¿verdad?"

"Eso parece bastante ilógico," Phoebe añadió con simpatía.

"Lo sé, lo sé," Arnold gimió, abriendo de golpe su lata de soda. "Pero no puedo evitarlo. Es que es - tan - perfecta."

"Lo que tú digas, Arnold," dijo Gerald, lanzando una mirada amorosa a Phoebe, obviamente pensando que ella era mucho más perfecta que Lila. Se sonrieron el uno al otro y Arnold trató de no vomitar. Se alegraba que sus dos mejores amigos estuvieran felices juntos, pero siempre lo hacían sentir incómodo cuando se miraban el uno al otro de esa manera - Gerald sonriendo y levantando una ceja y Phoebe batiendo tímidamente sus pestañas y sonriendo. Era lindo al principio, pero ahora estaba francamente harto de ser testigo de ello, al menos mientras no tuviera una chica a su lado para girarse y mirarla de la misma manera.

"Así que, hoy es la noche de hacer travesuras", dijo Gerald, aplaudiendo con sus manos juntas y mirando a Arnold. "Y mañana es Halloween. Debería ser bueno este año. Hay luna llena."

"¿Tienes tus historias listas?" Arnold preguntó con una sonrisa. Siempre tenía ganas de oír las espeluznantes leyendas urbanas que Gerald contaba. Le diría a un pequeño grupo de viejos amigos que se reunieran en el Sunset Arms después de la fiesta de Rhonda para sentarse en la oscuridad y tratar de asustarse unos a los otros, comiendo dulces y engullendo soda, quedándose despiertos hasta por lo menos tres de la madrugada. El ánimo de Arnold levantó un poco, pensando en su ritual anual.

"Oh, sí", dijo Gerald con un movimiento de cabeza. "Tengo algunas muy buenas este año."

"Ustedes chicos no están planeando ninguna travesura para esta noche, ¿verdad?"

Preguntó Phoebe. Era una tradición en el barrio gastar bromas a la gente durante la noche antes de Halloween. El año pasado Arnold y Gerald habían ayudado a Stinky a aplicar crema de afeitar al carro del novio de Rhonda, su muy preciado y reluciente Mustang convertible. Ellos siempre trataban de hacer algo inofensivo - pero sólo a quien se mereciera ser fastidiado. Y Teddy - que era un notorio y arrogante matón – ciertamente lo tenía merecido.

"No este año", dijo Arnold. "Estaba pensando en ir a la función nocturna - estarán pasando Frankenstein y Drácula, en una función doble por sólo cinco dólares."

"Hey, eso suena genial," dijo Gerald.

"Me encantaría ir," Phoebe intervino; Arnold mostró una sonrisa - otra cita de cine con Gerald y Phoebe. Le gustaba que fueran con él, pero se sentía un poco fuera de lugar sentado junto a los dos mientras ellos se tomaban de la mano y se abrazaban.

"¡Oh, pero acabo de recordar!" Phoebe dijo de nuevo, dándose una palmada en la frente. "Le prometí a mamá que le ayudaría a decorar la casa para Halloween. Ustedes saben, tallar y vaciar las calabazas y todo eso."

"Está bien", dijo Arnold. "Yo podría tampoco ir, de todos modos. Ahora que lo pienso, probablemente debería ayudar a los abuelos a montar guardia en la Casa de Huéspedes, en caso de que a algún bromista se le ocurra hacer una visita."

"¡Como si tu abuela necesitara ayuda!" dijo Gerald, sonriendo. "Pero está bien, creo que me voy a ahorrar mis cinco dólares también. Hablando de travesuras, sin embargo, ¿han oído lo que el Dúo de Dementes tiene planeado?"

"¿Helga y Curly?" Preguntó Arnold, reconociendo el apodo que Gerald tenía para ellos dos. Se dio la vuelta y los vio sentados en la mesa de siempre, pero en vez de susurrar y reírse juntos como siempre estaban echados hacia atrás en sus asientos y hablaban con un pequeño grupo de chicos que se habían reunido alrededor de ellos.

"Sí, esos dos bobos", dijo Gerald, mirando hacia ellos.

"¡Gerald!" Phoebe lo regañó. Aunque Helga la había abandonado en gran medida desde que empezaron la preparatoria, Phoebe todavía defendía a su antigua mejor amiga.

"Bueno, están locos, ¿no?" Dijo Gerald. "En fin, dicen que van a colarse en Clayton mañana por la noche y que buscarán fantasmas."

"¿El viejo manicomio?" Preguntó Arnold, girándose para mirar a Gerald. El Hospital Clayton estaba en las afueras de la ciudad, más allá de la antigua estación del ferrocarril. Había sido abandonado desde principios de los años setenta, y aunque estaba marcado como propiedad privada y bloqueado con una valla de tela metálica, los niños todavía se colaban en los terrenos de vez en cuando, para conseguir un poco de emoción, durante el día, sólo para salir despavoridos después de ser asustados. Arnold nunca había estado allí, pero había oído que provocaba miedo.

"Sí," dijo Gerald. "Son un par de bobos, no hay otra explicación." Se estremeció.

"Es muy peligroso", dijo Arnold, con el ceño fruncido. "He escuchado que han arrestado por allanamiento a los chicos que se meten, y que hay malvivientes viviendo en el interior del antiguo edificio."

"Además, el lugar está condenado", dijo Phoebe. "El edificio en sí podría colapsarse."

"¡De ninguna manera van a ir allí", dijo Arnold, sacudiendo la cabeza.

"¿Qué vas a hacer? ¡Decirles que no pueden hacerlo?" Gerald le preguntó con una sonrisa. "Como si les importara."

"Helga va a escuchar razones," dijo Arnold, poniéndose de pie. Gerald soltó una carcajada.

"Arnold, hermano, estás más loco que ellos si piensas que eso es verdad."

Arnold ignoró a Gerald y cruzó el patio hacia la mesa de Helga y Curly. No estaba seguro de cómo, pero sabía que tenía que hacer algo para que se olvidaran de hacer una tontería tan mal planeada. ¿Querían conseguir ser arrestados? ¿Heridos, o algo peor? Se puso de pie delante de su mesa, después de haberse empujado a través de la pequeña multitud de curiosos que escuchaban hablar a Curly.

"Clayton era muy parecido al lugar al que me enviaron," dijo Curly con una sonrisa oscura, mirando a su audiencia. "Totalmente inhumano. Con un montón de muertes inexplicables."

"Sí, claro," una chica que estaba escuchando dijo con una sonrisa burlona.

"¿No me crees?" Preguntó Curly, mirándola con sus habituales ojos salvajes. "¿Estuviste ahí acaso? Me alojaron con un tipo en mi primera semana; me dijo que tenía miedo de las enfermeras, que estaban conspirando para matarlo. Una semana más tarde se había ido. Las enfermeras me dijeron que lo habían dado de alta, pero yo sabía que estaban mintiendo. Este chico ni siquiera había sido objeto de revisión médica durante meses".

Arnold suspiró para sus adentros, escuchando. Curly estaba hablando de su estancia de seis meses en un hospital mental en el otro lado de la cuidad. La escuela lo había obligado a ir allí después de que se metiera en problemas al pelear con un chico de último año, Alex, quien había estado molestándolo durante todo el año. Curly finalmente explotó – tal como solía hacer - y tiró un golpe de suerte, consiguiendo sacarle los dientes a Alex. Los padres de Alex, que eran ricos vecinos de los Wellington Lloyd, habían amenazado con demandar a la escuela a menos que Curly fuera enviado a "rehabilitación". Su condena había sido por un año, pero los padres de Curly habían luchado para sacarlo en seis meses. Clamaron 'prejuicio pasado' debido a que la muy particular personalidad de Curly había causado que lo juzgaran mal, ya que él debió simplemente haber sido suspendido por una semana o dos.

"¿Por qué demonios quieres colarte de nuevo en una institución mental, idiota?" uno de los chicos que estaba escuchando le preguntó, frunciendo el ceño y cruzando los brazos sobre el pecho. "¿Te gustaba estar ahí o algo así?"

"No es un hospital en funciones, neandertal," Helga respondió por Curly, gruñéndole al chico. "Queremos entrar a revisar la actividad de los espíritus."

"Necesito hacer paz con las almas que han sido atormentadas como yo," dijo Curly con una mirada enloquecida mirando en torno al grupo. Siempre le encantaba actuar, Arnold pensó con tristeza, adivinando que parte de esto era sólo una actuación que Curly estaba poniendo. Sabía que debía haber sido difícil para él estar encerrado con personas que tenían problemas reales durante medio año. A pesar de que podía ser impredecible, Arnold creía que Curly era más bien excéntrico, pero ciertamente no peligroso.

"¡Dios, estás tan lleno de mierda", dijo el mismo chico, rodando los ojos.

"¡Dios, y tú estás tan asustado que tu miedo no cabe en tu cabeza del tamaño de un guisante!," Curly replicó. "Apuesto a que no durarías ni cinco segundos dentro de Clayton."

"Sí, claro. Yo no creo en fantasmas", dijo el muchacho con burla.

"Entonces ven con nosotros mañana por la noche", dijo Curly. "Y demuéstralo. ¿Quién más va con nosotros?" preguntó, mirando alrededor en el grupo.

"Nadie va a ir a ninguna parte," dijo Arnold, dando un paso al frente de la multitud. "Ustedes no pueden acercarse a ese lugar. Es patrullado por la policía y los van a arrestar."

"Eso es sólo un rumor", dijo Curly con un gesto de la cabeza. "No hay policías alrededor de Clayton, lo he comprobado."

"Bueno, ¿y qué si hay vagabundos que vivan allí?" Arnold respondió, "Personas sin hogar, traficantes de drogas..."

Curly se rió.

"Arnold, suenas como mi mamá," dijo. Arnold vio a Helga sonreír, y recordó su comentario de más temprano. Sus hombros decayeron.

"Es peligroso", murmuró, pensando que Gerald tenía razón - no había manera de que lo fueran a escuchar. Miró a Helga. "Podrían salir lastimados", dijo. No estaba seguro por qué, pero siempre había sentido la necesidad de proteger a esta chica tan independiente, desde el primer día que la conoció, cuando iba caminando sola bajo la lluvia, sin un paraguas.

"Arnold, es que no escuchaste toda la historia", dijo Curly, poniéndose de pie, al tiempo que la campana del almuerzo sonaba y los chicos de alrededor se dispersaban. "Si lo hubieras hecho te darías cuenta que vale totalmente la pena el riesgo."

"Entonces cuéntame," dijo Arnold, con ganas de, al menos, mantener su atención por un rato más. Siguió a Helga y Curly mientras dejaban el patio.

"A finales de los años sesenta, había una rica debutante que vivía en este barrio," Curly comenzó, mientras caminaban al interior y se dirigían por los pasillos llenos de gente. "Siempre había sido una chica muy correcta, pero luego comenzó a entrar en el movimiento hippie, y sus padres se asustaron. La enviaron a Clayton, pensando que necesitaba un poco de 'descanso'. En realidad querían castigarla por pensar por sí misma," añadió sombríamente, y Arnold miró a Helga, sintiendo que el conflicto de Curly consigo mismo estaba investido en este asunto. Helga lo miró rápidamente y luego desvió los ojos.

"De todos modos, había un chico que estaba enamorado de ella," Curly continuó, mientras pasaban las filas de casilleros, más allá de las aulas que se estaban empezando a llenar para el próximo período. "Él fue a la escuela con ella y pensaba que era hermosa. No podía soportar la injusticia de verla encerrada así, por lo que consiguió un trabajo en Clayton, como conserje."

"¿A dónde vamos?" Preguntó Arnold, mientras seguía a Helga y Curly dentro de la biblioteca. Se suponía que él tenía una hora de estudio libre en este período - oyó sonar la campana tardía.

"A la sala de prensa", dijo Curly, moviéndose a través de la biblioteca prácticamente vacía, hacia una puerta que conducía al sótano, donde los viejos diarios se mantenían en microfilm. "Quiero demostrarte que esto es real", dijo, dirigiéndose a Arnold antes de abrir la puerta del sótano. Arnold se quedó de pie en la parte superior de las escaleras de madera que crujían y observó a Helga y Curly descender a la poco iluminada sala del sótano de la biblioteca.

"Se supone que no debemos entrar allí", dijo con cansancio. Helga se volvió hacia él y le dirigió una mirada molesta.

"Deja de ser tan buen niño y entra," espetó ella, volviéndose alrededor y pisando fuerte por el resto de la escalera. Arnold suspiró, y empezó a descender, cerrando la puerta detrás de él.

Estaba oscuro en la sala de prensa - no había luces en el techo, sólo luces de escritorio y un poco de la luz del sol que entraba por las pequeñas ventanas que estaban cerca del techo a lo largo de la pared del fondo. Arnold siguió a Helga y Curly a través de las filas de estantes estrechos, llenas de periódicos impresos y cajas de microfilm.

"Ya lo tengo cargado", dijo Curly, mientras caminaban hacia el escáner de microfilm. "Porque se lo estaba mostrando a Helga antes."

"¿Estás en esto también?" Arnold susurró a Helga cuando llegaron al escáner, Curly se sentó y empezó a recorrer las imágenes en la pantalla.

"Sí," susurró Helga, volviéndose a medias. "Es genial. Y espeluznante." Entonces se volvió hacia él. "Vamos, Arnold, es Halloween."

"Sigamos," dijo Curly, mientras hojeaba el microfilm. "El chico consigue trabajo en Clayton como conserje, y crea un plan para liberar a la chica que ama. Encuentra una manera de comunicarse con ella, y le deja saber que la va a ayudar a salir. Planean reunirse una noche, justo después de la cena, y huir juntos".

"Aquí está," dijo luego de un rato, deteniendo el scan en la primera plana de un periódico viejo. Arnold se inclinó más cerca. El titular decía: CINCO MUERTOS DESPUÉS DE QUE ASESINO ESCAPA DE CLAYTON.

"¿Qué pasó?" Preguntó Arnold, enderezándose de nuevo. Cuando lo hizo se dio cuenta de que estaba incómodamente cerca de Helga en el pequeño espacio en que los tres se habían apretado para estar cerca del equipo. Ella parecía no darse cuenta, sin embargo, estaba mirando la pantalla del ordenador con una mirada triste en su rostro, hipnotizada.

"No contaba con que el horario de las comidas se rotaba," explicó Curly. "Sólo había estado allí durante un mes, y ella también. No sabían que los hombres y las mujeres comían en horarios diferentes cada mes. Así que entró a la cocina cuando algunos de los pacientes de sexo masculino estaban lavando los platos. El resto es historia", dijo, haciendo un gesto hacia el artículo.

"Seis pacientes del Hospital Mental Clayton escaparon la madrugada del sábado," dijo Arnold, inclinándose y leyendo el artículo. "La torpeza de un trabajador de limpieza le costó a él y a otros cuatro residentes sus vidas, ya que uno de los fugados era el infame Asesino de la Mano Izquierda."

"El Asesino de la Mano Izquierda", dijo Curly oscuramente, y tanto Helga como Arnold se acercaron más. Arnold sintió que la piel se le ponía de gallina, y luego sintió la manga del suéter de Helga cepillar su mano. Él la miró: se veía asustada.

"¿Quién era él?" Preguntó Arnold. Tenía la extraña inclinación a poner un brazo tranquilizador sobre los hombros de Helga, y casi se echa a reír ante la idea. A tan corta distancia Helga casi parecía una chica normal, no la verdugo de toda su vida.

"El Asesino de la Mano Izquierda era un psicópata que había matado a toda su familia después de que su padre le cortara la mano derecha," dijo Curly. "Eran locos religiosos fundamentalistas, y cuando su padre lo atrapó, hmm, haciendo lo que cualquier chico normal de diecisiete años hace en la soledad de su recamara por la noches, le cortó la mano."

"Eso suena familiar," Arnold murmuró, recordando una de las leyendas urbanas de Gerald.

"Así que 'Mano Izquierda' pasó los siguientes dos años aprendiendo a usar la otra mano, y el planeando su venganza," dijo Curly, "Y entonces, ¡zas! Una noche va y apuñala a toda su familia hasta matarlos mientras dormían… con su mano izquierda"

"Así que esa es la razón por la que terminó en Clayton?" Preguntó Arnold.

"Él mató a otras dos personas en la cuadra antes de que lo atraparan," Curly continuó, obviamente disfrutando de la oportunidad de contar una historia tan aterradora. "Matar a su familia lo convirtió en un total y delirante lunático, si no lo era ya para entonces. Él alegó demencia durante su juicio y quedó condenado de por vida en Clayton, en la sala de los violentamente perturbados."

"¿Y ese conserje lo dejó salir?", dijo Helga, abrazándose a sí misma.

"Mano Izquierda tuvo otra oportunidad para darle rienda suelta a sus instintos asesinos antes de que la policía finalmente lo persiguiera y le disparara," dijo Curly, señalando al artículo. "Y ese conserje que estaba tratando de liberar a su chica fue al primero que mató."

"Eso es terrible," dijo Arnold, no queriendo creer una historia tan terrible, pero incapaz de negarlo con el artículo del periódico justo en frente de él.

"Pero hay algo peor", dijo Curly, desplazándose hacia adelante en el documento, a los obituarios. Se detuvo y señaló a uno que presentaba una imagen de una adolescente sonriente.

"Esa es la chica que el conserje amaba," dijo, tocando su bonito rostro en la pantalla. Arnold se inclinó y leyó el obituario, dándose cuenta de que tenía sólo dieciocho años cuando murió.

"Trudy McCall," Arnold leyó: "Murió pacíficamente después de sufrir por enfermedad."

"Sí, claro," Curly murmuró con burla. "Después del escándalo debido a los pacientes liberados y los asesinatos de Mano Izquierda, Clayton fue cerrado. Pero mientras el incidente estaba siendo investigado, no se les dijo nada a los pacientes restantes, porque no querían que ellos también trataran de escapar. Así que la chica - Trudy - nunca supo qué pasó con el conserje que intentaba salvarla; pensó que la había abandonado".

"Pobre chica", dijo Arnold.

"Así es," dijo Curly. "Lo que ellos no quieren admitir en este pequeño y correcto obituario es que ella se colgó en el armario de su habitación en Clayton, pensando que había sido abandonada."

"Algo deprimente, ¿eh?" Helga dijo con una risa forzada, mirando a Arnold.

"Sí, sólo un poco," Arnold murmuró con un suspiro. "De todos modos, ¿por qué quieren ir allí? ¿Por qué acercarse a un lugar con un pasado tan terrible?"

"Porque el espíritu de Trudy todavía está atrapado allí, pensando que murió sin amor", dijo Curly, sus ojos poniéndose un poco salvajes. "Y el espíritu del conserje, también.. Murió sin entender por qué Mano Izquierda estaba allí cuando se suponía que Trudy iba a estar esperando."

"Incluso si pudiera creer eso," dijo Arnold, rodando los ojos un poco. "¿Qué crees que podrías hacer por ellos?"

"Todo el que intenta entrar en Clayton huye asustado, o le falta el respeto al lugar rociando grafiti o destrozándolo," dijo Curly. "Sólo queremos entrar y ofrecer a esos fantasmas un poco de consuelo en la víspera del día de Todos los Santos. Respetuosamente explicarles lo que pasó. Nunca supieron la verdad. Tienen que saber lo que en realidad pasó."

Arnold se mordió la lengua para no decirle él mismo a Curly lo loco que sonaba. Echó un vistazo a Helga, y vio a la romántica en ella tragándose cada palabra que Curly iba diciendo.

"Es muy peligroso," dijo Arnold, sacudiendo la cabeza. "Simplemente no pueden hacer esto." Miró fijamente a Helga al decir esto, pero ella no lo miraba.

"Mira, no hay nadie merodeando por allí, ningún policía", dijo Curly. "El espíritu de Mano Izquierda no permite que la policía se acerque mucho a ese lugar porque ellos fueron los que lo mataron."

"El Espíritu del Asesino de la Mano Izquierda!" Arnold exclamó, frustrado. "Si crees eso, ¿cómo le vas a hacer para entrar ahí?"

"Mano Izquierda siempre se va a rondar la antigua casa de su familia el día de Halloween," dijo Curly, con total naturalidad. "Todo el mundo lo sabe."

"Curly", dijo Arnold, incapaz de controlarse a sí mismo ahora. "Esto es una locura."

"No, no lo es," dijo Curly, apagando el escáner de microfilm. "Mira, te voy a mostrar el antiguo lugar. ¿Alguna vez has estado en Clayton?"

"No," dijo Arnold. "Pero de ninguna manera voy a pararme ahí por la noche", agregó, sintiéndose un poco cobarde, pero más que nada porque temía ser atrapado por entrar sin autorización, a pesar de la loca teoría de Curly de que la policía estaba impedida de vigilar la zona por un espíritu asesino.

"Entonces vamos ahora", dijo Curly, empezando a caminar de vuelta hacia las escaleras. Helga y Arnold le siguieron.

"¿Ahora?" Arnold dijo, mirando su reloj. "Tengo dos clases más hoy. Ya me estoy perdiendo la hora de estudio."

"Caray, Arnold," Helga gimió cuando llegaron a las escaleras. "¡Eres un adolescente, por el amor de Dios! Vive un poco."


. .

Arnold no podía creer que estaba faltando a clases con los dos 'bobos' de la escuela para ir a ver las ruinas de un hospital mental abandonado. Pero allí iba, sentado en el tren frente a Helga y Curly, dirigiéndose hacia la salida del pueblo, hacia donde el Hospital Mental Clayton había alguna vez operado.

Contempló el paisaje que pasaba volando por la ventana; navegaban pasando fábricas que parecían interminables, y no había mucho más que ver. Se volvió y miró a Helga, que estaba sentada frente a él, mirando por la ventana. De ninguna manera él la dejaría hacer esto; y no quería que Curly lo hiciera tampoco. Nunca sería capaz de vivir consigo mismo si los dejaba seguir adelante con esto y algo terrible sucedía. Pero ¿cómo iba a detenerlos?

Helga lo vio mirándola y se volvió, y Arnold rápidamente desvió la mirada también. Sólo había estado pensando que llevaba demasiado maquillaje, a diferencia de Lila, que casi nunca usaba. Era una de las cosas que le gustaban de la bella pelirroja - era tan natural-. Helga, por el contrario, llevaba delineador negro y lápiz labial carmesí, se cubría la cara con polvo pálido y se sacaba todo lo que podía de sus alguna vez gruesas cejas. Arnold se preguntaba qué aspecto tendría debajo de todo ese maquillaje. Probablemente no estaría mal, pensó, arriesgando otra mirada - ella estaba mirando por la ventana de nuevo-. A medida que se había hecho mayor Helga, de hecho, se había puesto bastante bonita, no muy diferente a su hermana mayor. Pero tendía a ocultarlo debajo de mal maquillaje, ropas andrajosas como ese viejo suéter púrpura, y el pelo desordenado que le caía sobre el rostro.

"¿Van a ir a la fiesta de Rhonda?" les preguntó mientras avanzaban, en ese tren que ahora pasaba por campos vacíos mientras se dirigía hacia el campo.

"No fuimos invitados", dijo Helga secamente. Arnold se mordió el labio, avergonzado. Pensó que Rhonda había invitado a toda la escuela a su enorme y elegante fiesta de Halloween; mayormente como ejercicio para presumir lo ricos que ella y su familia eran.

"¡Eres amigo de Rhonda?" Curly elevó la voz al instante, claramente emocionado.

"No realmente," dijo Arnold. "Supongo que es amable conmigo. Bueno, tan amable como Rhonda puede ser. Por lo general apenas la veo cuando voy a su fiesta de Halloween."

"Oh," dijo Curly, decepcionado, con los hombros un poco caídos.

Siguieron el resto del camino en silencio, hasta que el tren se detuvo en la última estación de la ruta: la desolada zona donde se encontraban los restos de Clayton. Arnold se bajó del tren con Curly y Helga y lo vio hacer su camino alrededor de la estación, y luego desaparecer en la distancia.

"Van a venir otro en treinta minutos," Curly le aseguró, sintiendo que se ponía nervioso. Arnold le dio una sonrisa a medias.

Pasaron por delante de lo que quedaba de esta parte de la ciudad: unas pocas casas destartaladas y una antigua tienda de comestibles llamada Food Lion que parecía que ya debía de ser derrumbada. Llegaron al final de la calle principal, que terminaba justo en una gran puerta de hierro. La puerta, que estaba oxidada y encadenada, tenía la palabra CLAYTON escrita en ella, estampada en letras grandes de hierro.

"Es por aquí," dijo Curly, caminando un poco más allá de la puerta principal. Había una sección rota que había sido sustituido por una laxa malla ciclónica que Curly retiró y mantenía abierta para que Helga pudiera meterse a los terrenos del hospital. Curly mantuvo la valla abierta y esperó a Arnold a que la siguiera. Arnold hizo una pausa por un momento, mirando a Helga en el otro lado de la valla. Se veía un poco nerviosa y Arnold se apresuró a través del hoyo para estar a su lado.

"¿Estás segura de que quieres venir aquí por la noche?" le preguntó mientras Curly los seguía.

"¿Qué es Halloween sin un poco de emoción?" Helga dijo, encogiéndose de hombros. "No seas un bebito," añadió con frialdad mientras avanzaba.

Caminaron por un largo camino semibloqueado y cubierto de maleza crecida, que los conducía a través de una zona densamente arbolada. Arnold escuchó pájaros cantores y otros animales correteando por entre la maleza que los rodeaba. Se cruzó los brazos sobre el pecho, el pelo en la parte posterior de su cuello se le erizó. Definitivamente había algún tipo de presencia negativa aquí. Se imaginaba los pacientes que habían sido internados en el asilo al tomar este último viaje por el bosque, echando una última mirada a la libertad antes de ser encerrados adentro.

Cuando llegaron al final de la ruta un gigante edificio de ladrillo con arquitectura de estilo gótico se alzó ante ellos, plantado en medio de un campo húmedo y lleno de yerbajos. El hospital se parecía a un castillo, y daba mal augurio. Las ventanas y las puertas habían sido cubiertas por tablas, pero algunas habían sido arrancadas, revelando vidrios rotos que parecía que sobresalir como cejas arqueadas sobre los ojos de la institución que los observaba acercarse.

Cuando estaban dentro de los cinco metros más cercanos al edificio Arnold dejó de caminar. Curly y Helga siguieron su ejemplo, los tres simplemente miraban la enorme, desmoronada estructura sobrecogidos. Los grillos zumbaban en la hierba alta alrededor de ellos, y el sol de la tarde que les daba en la espalda hacía poco para animar el lugar, o para hacerlo parecer menos espeluznante.

"¿Ves?" dijo Curly después de un rato. "No hay nadie alrededor."

"No has estado en el interior, sin embargo," dijo Arnold. "¿O has estado?"

"No," dijo Curly, después de una pausa. "Lo admito, estoy tratando de correr la voz sobre nuestra pequeña expedición aquí de mañana en la noche para conseguir que alguien más se una a nosotros. Sería bastante aterrador si fuéramos sólo Helga y yo."

"Pero aún así, vendremos incluso si nadie más se presenta," Helga añadió rápidamente, cruzando los brazos y mirando a Arnold. Arnold no creyó por un momento que este lugar no la asustara tanto como a él. Se preguntó, como siempre lo hacía, ¿por qué trataba con tanto ímpetu de ocultar sus sentimientos?

"Tengo que hacer esto," dijo Curly en silencio, quitando la atención de Arnold fuera de Helga. Estaba mirando hacia el edificio con una expresión genuinamente entristecida.

"Esta no es la mejor manera de llegar a un cierre," dijo Arnold, incapaz de contenerse. Curly se encogió de hombros y se volvió para mirarlo.

"Tal vez pueda darle su cierre a alguien más, entonces," dijo Curly, y Arnold iba a preguntarle de quién estaba hablando antes de recordar su plan para rescatar a los sentimientos heridos de los fantasmas.

"¿De verdad crees que hay espíritus en el mundo?" Preguntó Arnold. "¿O es sólo una bobada de Halloween?"

"No es una bobada, realmente lo creo", dijo Curly, su rostro serio. "¿Eso me convierte en loco?"

"No, Curly," Arnold respondió honestamente. "Mucha gente piensa que los fantasmas existen. Tal vez no sean mayoría, pero no por eso están locos. Ni tú tampoco", agregó. Curly sonrió.

"Eres un buen chico, Arnold," dijo.

"Pero aun así no seguirás mi consejo," dijo Arnold, sacudiendo la cabeza.

"Nop," dijo Curly, mirando hacia atrás, hacia el asilo. "Estaremos de vuelta aquí mañana por la noche. ¿Verdad, Helga?"

"Correcto," Helga respondió con facilidad. Arnold la miró. Deseó poder hablar con ella a solas, para ver si sólo estaba tratando de ayudar a Curly como un amigo o si ella realmente creía todo lo que estaba diciendo acerca de fantasmas.

Un cuervo voló sobre sus cabezas y graznó ruidosamente, haciendo que los tres se sobresaltaran ligeramente. Levantaron la vista y vieron que el pájaro negro se elevaba sobre una de las torres en el techo del asilo.

"Vámonos de aquí" Arnold les pidió, y todos ellos se volvieron y se dirigieron de nuevo hacia la carretera. A medida que se alejaban Arnold no podía evitar sentir que el edificio - o tal vez algo dentro de él - estaba viéndolos irse. Se estremeció y apresuró el paso, ansioso por largarse de allí.


. . . .

Más tarde esa noche, Arnold estaba en la cama, mirando el cielo oscuro a través de su tragaluz; su ritual nocturno. Era una noche nublada, y no podía ver ninguna estrella. Usualmente solía pasar estas tardes contemplando el cielo soñando despierto, hoy no podía dejar de pensar en Helga y Curly. Afuera la Noche de Travesuras estaba tomando lugar, como de costumbre. Se podían escuchar los gritos y alaridos de los niños y el silbido de los botes de serpentina en aerosol al ser vaciados. El abuelo estaba sentado en el porche frontal con el Sr. Hyunh, ambos sosteniendo bates de béisbol en sus regazos y mirando amenazadoramente a los transeúntes. Mientras tanto, su abuela estaba en la escalera de incendios del tercer piso, lanzando globos de agua a esos mismos transeúntes.

"¡Pookie, estás mojándonos a nosotros!" su abuelo gritó afuera. Escuchó a su abuela riéndose en respuesta. Sonrió para sí mismo en la cama. De pronto sintió que debería participar en la Noche de Travesuras; al menos para sacar de su mente la terrible historia de Curly, y la idea de que él y Helga irían a Clayton a la noche siguiente.

Se puso la chaqueta y corrió escaleras abajo, abriendo la puerta y saliendo al porche. El abuelo y el Sr. Hyunh se volvieron a verlo.

"Creo que voy a ir a ver una película," Arnold les dijo, caminando por delante de ellos.

"Muy bien, hombre pequeño," dijo el abuelo. "Ten cuidado - hay todo tipo de locos sueltos esta noche." Miró con desconfianza hacia arriba y abajo de la calle mientras lo decía. Arnold sonrió y se despidió con la mano, prometiendo que lo haría. Cuando empezó a caminar algo voló hacia abajo y salpicó sus pies.

"¡Abuela!" dijo, mirándola.

"Oh, ¿eras tú, Arnold?" ella gritó inocentemente de la escalera de incendios. Arnold gruñó y se alejó hacia el antiguo cine.

Mientras se abría camino por la calle, que estaba llena de serpentinas y de papel higiénico, se sintió abrumado por los recuerdos de todos los Halloweens de su juventud. Solía salir a pedir dulces todos los años con Gerald, y siempre se reunía con los niños del barrio al final de la noche para comparar e intercambiar dulces. Como que extrañaba esos días, pero aun así esperaba de buena gana la fiesta de Rhonda; y el contar y escuchar historias y comer comida chatarra después. Sólo deseaba no tener que preocuparse por la seguridad de Helga y Curly toda la noche, aunque sabía que no lo podría evitar.

Cuando llegó al viejo cine pagó los cinco dólares para la entrada de la función doble de Frankenstein y Drácula, y entró. Amaba este teatro. Había existido desde la década de 1930, y era prácticamente un lugar histórico. La alfombra en el interior era roja y estaba desgastada, y las palomitas de maíz todavía se hacían en una máquina pasada de moda. Arnold compró una pequeña bolsa del puesto de concesión antes de entrar a la oscura sala de proyección, que era enorme, la pantalla grande enmarcada por una pesada, apolillada cortina roja.

Caminó hacia el frente mientras sus ojos se acostumbraban a la oscuridad - Frankenstein ya había comenzado, pero el teatro no estaba muy lleno. Se sentó en la sexta fila y se acomodaba en su lugar con sus palomitas de maíz cuando notó que alguien estaba sentaba solo, dos filas por delante de él. Una chica con el cabello rubio revuelto, que comía de una caja de Milk Duds y miraba la pantalla.

"Helga," susurró, ganándose un shhh de otros cinéfilos. Helga se volvió y lo vio, y - antes de que pudiera evitarlo, al parecer - le dirigió una sonrisa. Arnold tomó eso como una señal de que estaba de ánimo amistoso, y se puso de pie, caminó hacia su fila y se sentó a su lado.

"Me sorprende que no estés afuera haciendo travesuras esta noche", bromeó, inclinándose para susurrarle al oído. Helga resopló, manteniendo sus ojos en la pantalla.

"Pensé en aventar huevos a la casa de Lila," dijo con una sonrisa traviesa. "Pero no quise desperdiciar una docena de huevos perfectos."

"¿Por qué odias a Lila?" Arnold preguntó, frunciendo el ceño.

"¡Qué pregunta!" Helga murmuró, forzando una risa.

"No te entiendo," Arnold murmuró, deseando poder dejar de intentarlo. Siempre había sido una especie de manía sádica suya: tratar de entender a Helga Pataki.

"¡Qué tragedia!" dijo ella con un bufido. Detrás de ellos, los otros espectadores les hicieron callar de nuevo.

"¿Dónde está Curly?" Arnold preguntó después de que se hubo calmado un poco. En la pantalla frente a ellos, el monstruo Frankenstein andaba desatado.

"Está en su casa," Helga respondió en breve. "¿Quién eres? ¿Su niñera? No necesitamos que nos cuides, Arnold."

"¿Quieres que me vaya?" Arnold preguntó en un susurro áspero, deseando poder preguntarle algo sin obtener una réplica insolente a cambio.

"No," Helga respondió en voz baja, después de una pausa. Arnold no estaba seguro por qué, pero sintió cierta emoción en su pecho cuando ella admitió que no quería que la dejara sola. En silencio le ofreció de sus palomitas de maíz, y ella tomó un poco. Observaron que el resto de las dos películas en silencio, hasta la mitad de Drácula, cuando los ojos de Arnold comenzó a cerrarse.

"Hey," dijo Helga, picándolo con su dedo. "Deja de babear en mi suéter."

Los ojos de Arnold se abrieron de golpe, y se dio cuenta avergonzado que se había quedado dormido por un momento, apoyando su cabeza en el hombro de Helga. Se enderezó, frotándose los ojos, y con las mejillas ardiendo. Cuando volvió a mirar a Helga le pareció ver que sus mejillas brillaban también, pero era difícil de decirlo en el salón oscuro.

"Lo siento", susurró. "No he estado durmiendo bien."

"¿Sueños de Lila te mantienen dando vueltas y vueltas en la cama?" Helga bromeó, levantando una ceja.

"No," dijo Arnold con firmeza. "Sueños de mis padres."

Tan pronto como lo dijo deseó no haberlo hecho. No le había dicho a nadie acerca de los sueños – ni siquiera a Gerald, ni siquiera a sus abuelos. ¿Por qué diablos se lo había soltado a Helga Pataki, de todas las personas? Medio esperaba que ella empezara a burlarse de su orfandad, como su padre lo hizo alguna vez, aquel Día de los Padres en la escuela primaria, pero luego se dio cuenta de que Helga nunca había sido tan cruel. De hecho, ella lo miraba con una expresión que podría haber jurado que estaba llena de simpatía.

"Oh," dijo en voz baja.

"Me voy a casa y directo a la cama," dijo Arnold, repentinamente incómodo. "¿Quieres que te acompañe a tu casa?"

"Supongo que insistirás," dijo Helga, rodando los ojos y poniéndose de pie. Lo siguió fuera de la sala, y cuando llegaron al vestíbulo tiró de su manga y señaló el baño de mujeres.

"Está embrujado," dijo. "Siempre oigo ruidos extraños cuando estoy allí sola durante una función nocturna."

Arnold casi le preguntaba si iba seguido a ver películas por su cuenta, pero luego se detuvo. Supuso que eso no era más patético que su costumbre de unirse a Gerald y Phoebe en sus citas para ir al cine.

"¿De verdad crees en todas esas cosas de fantasmas?" preguntó mientras salían del teatro, hacia el aire frío de la noche.

"No realmente", dijo Helga con un encogimiento de hombros, tirando de su suéter para protegerse del frío. Por segunda vez en el día Arnold tuvo el sorprendente deseo para poner un brazo alrededor de ella, y se sonrojó.

"Sólo creo que será divertido," Helga le dijo. "Conseguir asustarse le pone emoción al asunto; y las emociones son difíciles de conseguir en un barrio como éste."

"Tendrás más que una simple emoción si vas a Clayton con Curly mañana por la noche", dijo Arnold, sabiendo que estaba sermoneando otra vez, pero incapaz de evitarlo. "Podrías salir gravemente herida."

Helga gruñó.

"¿Por quién?" preguntó, "¿Un fantasma?" Ella le dio una sonrisa de lado. "Ahora, ¿quién es el que está loco?"

"No un fantasma," dijo Arnold. "sino por el deterioro de un edificio que no es seguro."

"Arnold, ¡Clayton cerró en 1970!" Dijo Helga. "No es como si el lugar se estuviera cayendo a pedazos - no es tan viejo."

"Simplemente no creo que haya que ir", dijo Arnold, sacudiendo la cabeza. "Tuve un mal presentimiento cuando estuvimos allí hoy con Curly."

"El mal presentimiento es lo que lo hace divertido", dijo Helga, al llegar a su casa.

"Tienes un concepto raro de lo que es divertido," dijo Arnold mientras ella subía al primer escalón de su entrada. Helga deslizó sus manos en los bolsillos de su suéter y lo miró desde arriba.

"¿Qué se supone que deba hacer?" preguntó ella, su voz más suave. "¿Dejar que Curly vaya solo? Porque lo hará, lo sabes."

"¿Por qué no escucha razones?" Preguntó Arnold. "Sé que no está realmente loco."

"Tú y yo podríamos ser los únicos en toda la escuela que se dan cuenta de eso," Helga murmuró. "Finge que no le molesta, pero - conozco a un mecanismo de defensa cuando lo veo-. Y esta cosa, esta obsesión que tiene con Clayton y los fantasmas que cree que están atrapados allí -"

"Debió haber sido terrible para él", dijo Arnold. "Esos seis meses en - ese lugar - a donde lo enviaron."

"Lo fue," dijo Helga secamente. Arnold creyó ver sus ojos ponerse húmedos, pero tal vez era un truco de la luz de la luna. "Es la persona más valiente que conozco por haber regresado a la escuela y enfrentar a todo el mundo de nuevo," agregó, mirando hacia el cielo.

"¿Por qué no vienen los dos al Sunset Arms mañana por la noche en vez de ir allá?" Preguntó Arnold. "Gerald va a contar historias de fantasmas y -"

"¡Oh, Arnold, termina con eso ya!" Helga se enojó. "¡Deja de tratar de decirle a todos cómo vivir sus vidas!"

"Helga, creo que sabes que esto es una mala idea," dijo, frunciendo el ceño, su cara poniéndose caliente de frustración. "Estás tratando de proteger a Curly."

"Bueno, ¡alguien tiene que hacerlo!" Helga respondió, cruzando los brazos sobre su pecho.

"No eres más que una chica," dijo Arnold. "No es tu trabajo protegerlo." Tan pronto como él hubo dicho se dio cuenta de que estaba siendo un gigantesco hipócrita - si eso era cierto, entonces ¿por qué estaba él tan empeñado en proteger a Helga? Se dijo a sí mismo que debería irse a casa ya, irse a la cama y decirse a sí mismo que había hecho todo lo que había podido. Pero sus pies se quedaron plantados en la parte inferior de la escalinata de Helga.

"Lo que sea, Arnold," murmuró, mirándolo con enojo.

"Entonces, ¿te veré mañana?" le preguntó. La pregunta se sentía extraña, fuera de lugar. Era el tipo de información que por lo general le pedía a Lila, no a Helga. Pero todo lo que quería era simplemente que ella y Curly eligieran su fiestecita de Halloween en lugar de ir a Clayton. Eso era todo.

"No lo sé", dijo Helga, después de un momento de lo que pareció un aturdido silencio, como sorprendida por la pregunta tanto como él.

"Siento como que hemos tenido una cita", dijo Arnold, pensando en voz alta. Casi se desmaya de la vergüenza al darse cuenta de que esas palabras salieron efectivamente de su boca, y no sólo se formaron en su mente.

"¡Bueno, amigo, estás realmente privado de sueño, entonces!" Helga dijo, con una risa aguda. Antes de Arnold pudiera responder se volvió rápidamente sobre sus talones y abrió la puerta principal, desapareciendo en el interior.

Arnold se fue a casa, sintiéndose medio idiota. Se apresuró por las calles ahora mayormente vacías, pensando en la historia de Curly sobre Mano Izquierda, y agarrando ritmo mientras avanzaba, casi iba corriendo para el momento en que alcanzó Sunset Arms. Cuando llegó al interior dejó escapar el aliento y cerró la puerta tras él.

Se apoyó contra la puerta cerrada y miró a su alrededor, a la oscuridad del vestíbulo de la casa de huéspedes. Deseó poder conseguir sacar a Helga Pataki de su cabeza. Estaba cansado de sus frustrantes cambios de humor; de su incapacidad para descifrar su personalidad, y de sus estúpidos planes peligrosos. También estaba un poco molesto por el hecho de que se había dado cuenta que se veía bonita esta noche, sobre todo estando al lado suyo, en el teatro con las luces de la pantalla de cine parpadeando en su rostro. . .

Negó con la cabeza, empujando los pensamientos a lo más profundo de su cabeza. La última cosa que necesito, -pensó mientras subía las escaleras hasta el segundo piso-, es enamorarme de alguien como Helga. Si la dulce Lila ya lo había hecho vérselas negras durante cinco años – no quería ni imaginar lo que alguien como Helga podría hacerle a su devastado corazón.

. . . . .


La segunda parte saldrá el día 26 o 27 si todo sale como está previsto. Ni Heidi ni yo poseemos Oye Arnold!

Gracias por leer, y como de costubre, si no queiren esperar por mi traduccción aqui dejo el link.

s/2092537/1/Something-Wicked

ya saben que esto va justo despúes del slash de punto net

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