Glee y sus personajes no me pertenecen, así como tampoco esta historia, pertenece a Kate Sweeney. Solo la adapto a Faberry.


Capítulo 1

Un pasillo oscuro y estéril se extendió ante Rachel al abrirse las puertas del ascensor. ¿Cuántas veces había recorrido aquellos mismos pasillos en los últimos tres meses? Pasó junto al puesto de enfermeras y sus rostros familiares le dedicaron una sonrisa triste. La morena que las había llegado a conocer a todas, les devolvió la sonrisa mientras recorría el camino a la habitación por última vez. Cuando llegó a la puerta, tuvo que tragar saliva para aplacar las náuseas y en ese instante salió Elaine.

Elaine Hanson era la enfermera jefa de la planta de oncología. Se había tomado un interés especial por Rachel y esta se lo agradecía, ya que habían sido tres meses muy duros. Era una mujer mayor, puede que anduviera cerca de los sesenta. Se apartó un mechón oscuro canoso de la frente en gesto ausente y apoyó las manos en los hombros de Rachel.

- ¿Estás bien, cariño?

Rachel asintió, entre lágrimas repentinas.

-Quería estar aquí cuando...

Elaine la estrechó entre sus brazos.

-No podías saber que Demi nos dejaría tan deprisa. Es una bendición, Rachel.

Rachel dio un paso atrás, inspiró hondo y se secó las lágrimas de las mejillas.

-Lo sé.

-Estaré aquí. Ella ya descansa -aseguró Elaine, y le abrió la puerta.

Rachel asintió otra vez y la invadió cierta sensación de irrealidad al entrar en la habitación. Estaba oscura, salvo por el tenue resplandor que arrojaba la pequeña luz de la cama de hospital. Ladeó la cabeza al aproximarse a la cama; Demi se veía muy tranquila, como si estuviera dormida. Sin embargo, al acercarse más, la fría palidez de Demi no dejaba lugar a dudas. Observó la figura inerte de la que hasta hacía poco había sido su pareja, se puso la mano con delicadeza sobre el vientre, en donde crecía su bebé, y le acarició la helada mejilla a su compañera.

-Ya no llegarás a conocerla. Lo siento muchísimo, Demi -susurró Rachel, sin poder evitar que le rodaran las lágrimas mejillas abajo- Ahora ya no sufres.

Y se quedó mirando al vacío por un segundo al recordar un tiempo en que no había dolor, sino únicamente risas.

- ¿Qué haremos hoy? -preguntó Rachel, mientras recogía los platos del desayuno. Demi abrió el lavavajillas, con cara pensativa.

-Mmm, no lo sé. Hace un día de otoño precioso. Creo que necesitamos una calabaza.

Rachel meneó la cabeza y se dio la vuelta.

-Ya tenemos una, boba. Si pasaras más tiempo en casa la habrías visto en el porche.

- ¿Tenemos una? ¿Y cuándo fuimos a buscarla?

Rachel se secó la mano en un trapo de cocina y se apoyó en el mármol.

-Tú no fuiste. Fuimos Skye y yo el sábado pasado cuando estabas en San Diego -replicó, sin poder disimular el enojo.

Demi percibió el tono mordaz en su voz y trató de defenderse.

-Cariño, es mi trabajo.

-Lo sé, lo sé, eres piloto. Lo entiendo. Pero podrías coger trayectos más cortos.

-Ganaría menos dinero -la interrumpió Demi con el ceño fruncido.

-Eso nunca me ha importado -objetó Rachel en voz calma, y respiró hondo.

-Oye, hace semanas que no estoy en casa, no quiero volver a discutir por lo mismo -le dijo Demi, que se le acercó, le rodeó la cintura con los brazos y la atrajo para sí-. ¿Y si no salimos? - murmuró contra sus labios.

Rachel suspiró y le devolvió el beso, rodeándole los hombros con los brazos.

-Siempre te libras de las discusiones con sexo -le dijo, recostándose contra el mármol.

Demi sonrió y le bajó la cremallera de los tejanos lentamente.

-No es cierto -refunfuñó, juguetona-. Solo me encanta sentirte -añadió, deslizando la mano bajo la tela-. Skye está durmiendo la siesta, ¿verdad?

Rachel cerró los ojos y asintió; Demi le bajó los tejanos hasta las caderas y le arrancó un respingo al bailar con los dedos sobre ella.

Esbozo una sonrisa triste al evocar aquellos recuerdos felices, tan poco frecuentes. Durante los cinco años que estuvieron juntas, Demi no había dejado de trabajar ni un solo instante y no había visto crecer a Skye. La morena volvió a ponerse la mano sobre la barriga y dejó escapar un suspiro.

-Adiós, Demi-susurró.

Se inclinó, la besó en la fría mejilla y salió de la habitación. Ya fuera, se tapó la boca con la mano y se le escapó un sollozo desgarrado. Elaine acudió a su lado y la acompañó a la sala de espera.

-Siéntate un momento.

-Gracias. ¿Sabes? Llevaba seis meses preparándome para esto. Demi y yo lo hemos dejado todo arreglado, pero por alguna razón... -Rachel se interrumpió y se llevó una mano temblorosa a la frente.

-Has sido muy fuerte durante todo este trance, Rachel -le aseguró Elaine para consolarla.

-He tenido que serlo. La pobrecita Skye no sabe lo que pasa. Es muy pequeña. Le he dicho que Dios estaba solo y que necesitaba a Demi más que nosotras, pero no lo entiende y casi me alegro de que sea así. Ella pasaba mucho tiempo fuera por su trabajo y, por poco que me gustase, eso seguramente hará las cosas más fáciles para Skye. -Rachel suspiró pesadamente antes de continuar-. Nunca habría estado de acuerdo con tener a este bebé si hubiera sabido lo enferma que estaba. Lo único que queríamos era un hijo de las dos. ¿Te parece algo tan egoísta? -le preguntó a Elaine con mirada suplicante.

-No, las dos os queríais. Skye es una niñita preciosa y feliz, y esta de aquí... -le dio una palmadita a Rachel en la barriga-... será igual de feliz. Y es gracias a ti y a Demi. Aunque si quieres que sea sincera, es sobre todo gracias a ti.

-Lo sé. Demi quería tener hijos, pero no le gustaba la responsabilidad. Recuerdo suplicarle que cambiara los turnos con la línea aérea para poder pasar más tiempo en casa -suspiró, y echó la cabeza hacia atrás.

La batalla que había librado Demi con el cáncer durante seis meses había sido devastadora y su muerte representaba casi un alivio. Rachel se sentía culpable de pensar así, pero no podía evitarlo.

Cuando descubrieron que Demi tenía cáncer de huesos, la enfermedad se extendió muy deprisa. Verla sufrir tanto había sido insoportable.

-Ya no sufre.

Las dos mujeres permanecieron sentadas en silencio un momento, hasta que la puerta del ascensor se abrió y Rachel salió de su ensimismamiento al ver aparecer a una mujer joven con una niña castaña de pelo rizado en brazos, que cacareaba como una gallinita.

Nada más ver a Rachel, estiró los brazos hacia ella; la mujer la dejó en el suelo y Skye corrió hacia su madre sin dejar de reír. Rachel también se rio y la abrazó cuando la niña fue a subirle al regazo.

-No, espera, cariño. Siéntate al lado de mamá. -Rachel levantó la mirada y sonrió-. ¿Se ha portado bien mi niña, Joanne?

-Por supuesto, como siempre -repuso esta.

Las dos mujeres se miraron a los ojos y Rachel sonrió con tristeza y negó con la cabeza. A Joanne se le saltaron las lágrimas, pero se las enjugó rápidamente.

-Gracias por cuidar a Skye, Joanne.

-De nada. Nos lo hemos pasado muy bien -aseguró Joanne, recuperando la compostura. Le desordenó el pelo a Skye. - ¿Verdad, chiquitina?

Skye asintió y Rachel rodeó a su hija con el brazo.

- ¿Te lo has pasado bien, pastelito? -le preguntó Rachel, apartándose el pelo de la cara.

La niña sonrió de oreja a oreja y la miró con sus ojitos cafés.

-Siiii, Skye comido helado.

- ¿Y le has dado las gracias a Joanne?

Skye asintió y Rachel se levantó con un gruñido, la cogió de la mano y le susurró.

-Venga, Skye. Nos vamos a casa.

-Mamá, aúpa.

Rachel la cogió en brazos y se la sentó en la cadera.

-Dentro de poco mamá ya no podrá llevarte en brazos –le dijo, y le dio un beso en la cabeza.

Todas se dirigieron al ascensor en silencio. Rachel se preguntaba qué iba a pasar ahora. No les quedaba dinero, tendría que dejar su trabajo a media jornada cuando tuviera al bebé. De repente odió a Demi, la odió por morirse y por no estar allí como debía ser para cuidar de la familia que quería. Tomó aire entrecortadamente y abrazó a Skye más fuerte.

-Llámame para lo que sea. -Elaine la besó en la mejilla-. Ya me dirás cuándo es el funeral y si puedo hacer algo. -Se rio cuando Skye también le ofreció la mejilla. Besó a la niña y la miró a los ojos-. Cuida mucho a mamá.

-Vale.

-Gracias por todo, Elaine -musitó Rachel, tratando desesperadamente de no echarse a llorar.

Skye frunció el ceño y observó a su madre.

-No llora, mamá.

Rachel se reprimió las lágrimas y se rio.

-No lloro, pastelito. Vámonos a casa. ¿Quieres cenar perritos calientes?

Skye abrió unos ojos como platos y asintió.

-¡Y helado!

A la mañana siguiente, Rachel se sentó a la mesa de la cocina para darle el desayuno a Skye.

-Esa boquita bien abierta para mamá -le dijo, y Skye esperó con la boca abierta como un pajarillo-. Aquí viene -rio Rachel, haciéndole el avión con una cucharada de avena.

-Más -pidió Skye, golpeando la mesa con la cuchara.

Rachel dejó escapar una carcajada y volvió a hacerle el avión.

-Ahora, cielo, tú solita -la animó Rachel.

Skye agarró la cuchara de buena gana y se puso a comer muy concentrada. Veinte minutos después, Rachel había fregado el suelo, la mesa y le había limpiado la avena del cabello a Skye

-Cada vez lo haces mejor, pastelito. Igual que ir al lavabo-la felicitó Rachel.

En cuanto la bajó de la trona, Skye echó a correr hacia el baúl de los juguetes, sacó un par de cosas inútiles de en medio y encontró el libro que buscaba. Entonces se sentó con él en medio de la habitación.

-Juega bien, ¿eh, Skye? -le susurró Rachel, besándola en la cabeza.

Echó un vistazo al escritorio y vio la pila de facturas sin pagar, pero como no quería comerse la cabeza con eso por el momento, se fijó en una fotografía de Demi y ella, en donde salían riendo y abrazadas. Al mirarla de cerca, se dio cuenta por primera vez de que ella no sonreía: mientras

que Demi se reía, a ella se la veía pensativa.

- ¿Dónde estábamos y por qué no sonreía, Skye? -le preguntó Rachel a su hija, que rio y trató de ponerse en pie, solo para caerse de culo-. ¡Ups! Culetazo.

Skye se echó a reír y dio palmas.

-Mamá graciosa.

Rachel se rió con su hija y se frotó el vientre con delicadeza. El bebé se estaba moviendo, como si quisiera formar parte del chiste familiar. Y de repente, sin venir a cuento, Rachel rompió a llorar y se sentó al escritorio con la cara entre las manos. Skye la estudió con el entrecejo fruncido.

-Mamá llora -murmuró, y le tembló la barbilla.

Rachel se limpió las lágrimas enseguida y se obligó a sonreír.

-No, mamá no llora -le aseguró, y echó un vistazo a su alrededor-. Joder... jolines, ¿qué voy a hacer?

Sonó el teléfono y Rachel gimió y estiró la espalda antes de agacharse a descolgar. - ¿Sí?

- ¿La señora Rachel Berry? -preguntó una voz masculina.

-Sí, soy yo

-Me llamo John Harris y soy el abogado de la señora Smith. Siento molestarla en un momento como este, pero hay algunos asuntos que tendría que tratar con usted. ¿Podría pasar por mi despacho cuando le sea posible? Se trata del testamento de Demi.

- ¿Testamento? No tenía ni idea de que hubiera hecho testamento -contestó Rachel, frunciendo el ceño.

¿Por qué Demi no le había hablado nunca de ningún testamento? Estaba segura de que nunca lo habían discutido. Fue tanta la sorpresa que casi se perdió las siguientes palabras del señor

Harris.

-Sí, está su testamento y también otro asunto, pero me gustaría hablarlo con usted en persona.

-Ningún problema, señor Harris. - Rachel anotó la dirección y luego tiró el bolígrafo y el teléfono encima de la mesa-. Fantástico. Más facturas.


Los días siguientes pasaron como sumidos en una espesa neblina y Rachel daba gracias a Dios por contar con Elaine y Joanne. Por fin terminó el funeral, porque ya no era capaz de llorar más. Por suerte, Joanne cuidaba a Skye en el apartamento y la morena se quedó a solas en el cementerio cuando los escasos asistentes se marcharon. Allí tuvo la extraña sensación de que Demi aparecería de un momento a otro para reírse del chiste que acababa de gastarle. Eso sería muy propio de ella, pensó, mientras se pasaba la mano por el estómago en gesto ausente.

Notaba moverse al bebé, y pensar en la vida que crecía en su interior le arrancó una sonrisa. Al cabo de un segundo se encontró preguntándose cómo iba a sacar adelante a su familia. Mientras se alejaba de la tumba, deseó que el misterioso testamento fuera la respuesta, aunque en el fondo de su corazón sabía que era mucho esperar.

Sentada en la sala de espera del abogado, Rachel se sentía hinchada y tenía calor. Era el mes de agosto y estaba embarazada de cinco meses. Gracias a Dios se había cuidado y no había engordado demasiado, pero aun así se sentía como el Hindenburg en su viaje inaugural. Echó un vistazo alrededor; se moría por un cucurucho de helado de chocolate.

- ¿Señora Berry?

Rachel levantó la vista y un sonriente señor Harris le hizo un gesto para que pasara. La mujer se levantó despacio.

- ¿Quiere que la ayude?

Ella le hizo un gesto con la mano y lo siguió dentro.

-No, gracias. Puedo sola -le aseguró, antes de tomar asiento con un suspiro en la butaca que le ofrecía.

-Bien, vamos a ver -empezó el abogado, abriendo el expediente.

Rachel le escuchó leer los preliminares del testamento de Demi y sintió que la invadía de nuevo un sentimiento de irritación. No sabía que Demi se había tomado el tiempo de hacer testamento, porque era algo de lo que nunca habían hablado.

-Lo siento, señora Berry. Demi no tenía seguro de vida. El seguro médico de la compañía aérea pagó los gastos de médicos y hospitales, pero...

-Ya lo sé, señor Harris. Demi creía que viviría para siempre

No pudo evitar enfadarse con ella de repente. Sin seguro de vida, sin haber dejado nada para

Skye o para el bebé...

-Me he tomado la libertad de estudiar el caso y, si desea conservar el seguro médico de su hija, puede convertir la póliza en una póliza privada. Por desgracia eso sería...

-Asquerosamente caro -completó Rachel, enfadada-. Pero no me queda otra.

-Si quiere, veré qué puedo hacer -se ofreció el señor Harris.

-Gracias -aceptó Rachel.

-Bien, continuemos. Todo el dinero está en una cuenta conjunta, como bien sabe, así que no tendrá ningún problema para acceder a los fondos.

-No queda mucho dinero, señor Harris -informó Rachel -. Cuando decidimos tener una hija gastamos la mayoría de nuestros ahorros. Yo trabajo solo media jornada y tendré que dejarlo cuando nazca la niña. Lo que queda lo usaré para pagar las facturas pendientes.

Rachel también estaba enfadada consigo misma. ¿Había sido egoísta por su parte querer otro hijo? Demi y ella lo habían planeado así.

Ahora se sentía culpable por las veces que se había enfadado con Demi por trabajar tanto. Solo intentaba mantenerlas a Skye y a ella. De repente se sintió muy sola, y pensar en el futuro le resultó aterrador.

- ¿Señora Berry? -la llamó el señor Harris, para devolverla a la realidad.

-Lo siento, ¿qué decía?

-Una carta. La dejó para usted. Tengo otra para la señora Quinn Fabray.

Rachel abrió mucho los ojos.

- ¿Quinn Fabray? ¿Demi le ha dejado algo a esa mujer? -inquirió, indignada.

Su reacción sorprendió al señor Harris.

-La carta está sellada y, como abogado de Demi, naturalmente no se lo puedo decir. Le ruego que lea su carta.

Rachel cogió el sobre y lo abrió con impaciencia.

Hola, cariño:

Las dos sabemos cómo estarán las cosas si estás leyendo esto.

Lo siento mucho. Pero, oye, quiero que me hagas un favor. Me voy a poner en contacto con Quinn Fabray, no te cabrees.

Sabes que te quiero, pero Quinn es una mujer fuerte y te ayudará con el bebé. Sé que lo hará por mí, tiene buen corazón. Y sé que ha sido como una espina clavada para ti, pero eso es culpa mía.

Al principio me costó dejarla marchar, pero yo te quería a ti. Sé que no he sido la mejor compañera. Formamos una bonita familia, pero yo no estuve lo bastante con vosotras y lo siento mucho.

Tú eras tan buena madre y yo... bueno, lo hice lo mejor que pude.

Deja que cuide de ti, de Skye y de la pequeña que está al llegar, solo hasta que puedas salir adelante tú sola.

Perdóname por no estar contigo. Perdóname por no haber estado contigo... Pero no olvides que te quería.

Demi

Rachel suspiró y apoyó la carta sobre el regazo, tragándose las lágrimas que se le agolpaban en la garganta. La dobló por la mitad con manos temblorosas y luego la volvió a doblar. Un sentimiento de soledad desesperado la desgarraba por dentro y a duras penas podía respirar. Notó que el señor Harris la observaba detenidamente.

- ¿Conoce a Quinn Fabray?

Rachel reconoció la nota de amabilidad en su voz, pero la ignoró y contestó con un gruñido.

-Quinn Fabray es la exnovia de Demi, con la que rompió hace cinco años porque era una fresca arrogante y egotista que no quería sentar la cabeza -siseó, con los dientes apretados. Que en los momentos descontrolados de pasión Demi hubiera gritado el nombre de Quinn en más de una ocasión no ayudaba precisamente a reprimir su ira-. No -dejó escapar un hondo suspiro-. Nunca llegué a conocerla.

El señor Harris le dedicó una leve sonrisa y flexionó el cuello con nerviosismo. Rachel le miró

- ¿Está casado, señor Harris?

-Sí, tengo tres hijos.

Rachel asintió.

-Entonces sabe que los embarazos son una locura.

-Sí -rio él-. Cuando mi mujer estaba embarazada era igual. Lo mejor era mantenerme alejado de la cocina cuando tenía un cuchillo en la mano.

Los dos se quedaron callados un segundo. Luego, el señor Harris continuó:

-Me temo que va a tener que conocer a esa tal Quinn Fabray. Esta es correspondencia legal, así que tengo que entregársela a su abogado y asegurarme de que la lee. Lo que pase después ya es cosa...

-Quinn Fabray -repitió Rachel con un gruñido sordo-. Ahora sí que necesito helado.

-Demi creía que sería bueno para usted contar con la ayuda de una mujer fuerte -ofreció.

Rachel arqueó una ceja en gesto de duda, pero no dijo nada.


¿Quinn Fabray diosa en la cama como creía Demi o fresca arrogante y egoísta que no quiere sentar cabeza como piensa Rachel?

¿Rachel habrá conseguido su helado? jaja

Bueno hola J, esta es la primera historia que adapto y obviamente es un Faberry porque ya casi no hay historias sobre Quinn Y Rachel ,y realmente amo este ship :3 entonces espero que le den una oportunidad a esta historia y disfruten leyéndola. Nos vemos pronto.

May We Meet Again.