ADVERTENCIA: HISTORIA REEDITADA.
CAPITULO: EL ODIO ES UN SENTIMIENTO MUTUO
Solía ser la chica invisible, la denominada "rara" en la clase. La chica a la que hacer amigos no parecía ser su meta cuando llegaba a clases. La que por más que se le acercaran con un ramo de rosas, las tiraría sin ver quién se las estaba dando. Tampoco, a la que le gustaría ninguno de los placeres adolescentes a todos los chicos de su edad parecían fascinarles. Las fiestas, el trago y el sexo, sólo, significaban vicios que no debían ni ser nombrados en su presencia.
Sakura Haruno era una joven delgada de suaves curvas y un pequeño busto que siempre trataba de ocultar con enormes sudaderas negras que eran dos tallas más grandes para su tamaño. El cabello lo tenía de color rosa y siempre atado con palitos chinos en forma de tomate con dos mechones enmarcaban su pequeño rostro. Su piel era blanca con ligeras pecas que ocultaban un poco su palidez, y sus mejillas parecían todo el tiempo sonrojadas. Los ojos verdes ocultos tras unas discretas gafas le daban el aspecto de una total intelectual, aunque en parte lo era, no de esas intelectuales destacadas, pero si sobresaliente con el demás grupo en el salón y sobre todo en materias específicas.
No tenía casi amigos, a excepción de Tenten, su única amiga del secundario y Hinata, una pequeña niña que atendía en el hospital en el que era voluntaria. Siendo hija de la directora del hospital ingresar al área de voluntariado había sido demasiado fácil. El voluntariado era una parte de su vida que amaba al ayudar a las personas. Desde muy pequeña siempre se interesó en conocimientos médicos y era la mejor en las áreas de anatomía y biología. Medicina era la carrera que algún día ejercería con orgullo, al igual que su madre.
Aquel día sería el primero de su último año en el secundario. Había pasado unas vacaciones sorprendentes, en término de los gustos de ella, ayudar a la gente en el hospital siempre era reconfortante y gratificante. Desde hacía años atrás había empezado a tener la misma rutina cuando las clases acababan.
Llegó temprano al instituto, una construcción enorme y una de las más antiguas de la ciudad; parecía de la edad media pues sus hermosas decoraciones daban al ambiente un aspecto entre tétrico y fascinador. Históricamente, era el secundario más antiguo de la ciudad.
Con los pasos frustrados, por las miradas que siempre la seguían por el bicho raro que era, caminó por los pasillos rumbo al salón de clases; sabía que solo faltaba un año para terminar al fin la preparatoria y empezar la universidad, que era lo que ella más deseaba. Entrar por fin a la universidad para continuar con su sueño de ayudar a los demás cuando ejerciera de médico. El solo imaginarse con una chaqueta de medico la hacía enrojecerse de la emoción.
Antes de llegar a la puerta del salón, que en la currícula había visto que le tocaba de acuerdo al horario, chocó con alguien, muy conocido para su pésima suerte. El aludido volteó solo para enseñar una sonrisa maliciosa en su rostro. Era el chico que siempre se burlaba de ella y el más popular de la clase y del colegio. Aquel muchacho que un año atrás se la había tomado personal, con ella por informarle al director de las cosas que hacía detrás de las graderías. Las demostraciones de afecto, subidas de tono estaban prohibidas en la escuela, no importaba si los padres pagaban altas colegiaturas.
Sakura, fingió ignorarlo y siguió su camino cuando un brazo la regreso de nuevo hacia el lugar de la persona con quien había chocado. El muchacho la miraba con el entrecejo fruncido y los labios semi abiertos, probablemente, listos para disparar sus burlas contra ella. Ella murmuró una maldición muy despacio, que creyó que nadie había escuchado. Cuatro miradas acusadoras envolvían su visión.
– Pero miren ¿Quién está aquí? – Escuchó cerca de donde estaba. – Si es el bicho raro de los cabellos rosas – Era Suitgetsu, el amigo del pesado de Sasuke.
– Cuatro ojos, a ver si tienes más cuidado– sugirió Sasuke, el tonto con el que había chocado, mientras la miraba con una sonrisa hipócrita y sus ojos negros totalmente brillando de diversión.
El rojo de la rabia se instauró en su rostro.
Sakura lo miró molesta. Ese chico era un fastidio eso podía decirlo con la total claridad, más aún a eso se sumaba los tres patanes que tenía como amigos. Desde hacía un año venía con las mismas, eso de acorralarla con sus amigos para hacerla ver como una torpe, era algo a lo que ya se estaba acostumbrando. Se las había agarrado con ella y eso no podía perdonárselo. Aunque moría de ganas por decirle todo lo que pensaba de él, prefería – como la mayor parte del tiempo – morderse los labios y no armar un escándalo. Lo que menos deseaba era llamar la atención de toda la clase y que los idiotas que estaban delante de ella se burlaran más aún.
– Lo siento – se disculpó, mordiéndose el orgullo, que cuan fiera poderosa amenazaba en salir en su auxilio.
Los amigos de Sasuke no tardaron en reírse con superioridad.
– No importa. Ni te noté– murmuró, mofándose de ella.
–No te notamos – corrigieron los chicos mirándola divertidos. Nada mejor que molestar a la rara de la clase. Para ellos solo ver su forma desaliñada y poco femenina de vestir era suficiente para hacerla su centro de burlas.
Pese a que pensó que con su fingida disculpa ellos la dejarían en paz aún cuchicheaban mirándola de la cabeza a los pies. Aquello volvió a hacerla enojar y su enojo fue dirigido al causante de todo.
– Si no me notaste – Expuso, Sakura, mirando a Sasuke y levantando un dedo acusador. –Déjame pasar, por favor. – suavizó su voz intentando conciliar con esa tira de patanes.
Sasuke, increíblemente, se hizo a un lado, dejando un hueco que permitiría que ella siguiera su camino. Sakura, no perdió la oportunidad y con pasos presurosos trató de ingresar al aula. Cosa que consiguió.
Antes de tomar asiento, una sonrisa burlona se escuchó en el ambiente. Consecuentemente el chico que tanto la molestaba, exclamó con voz fuerte como si quisiera que los pocos alumnos que ya estaban en el aula lo escucharan.
– ¡Parece que nadie te hizo "feliz" en vacaciones! – exclamó, Sasuke, con doble sentido, ensanchando más su sonrisa. Sakura, desvió el contacto visual con el rojo de vergüenza tiñendo sus mejillas. Las risas hacia su persona, no tardaron en venir de todos los asientos que ya estaban ocupados.
Solo la había dejado pasar para que todos los que ya estaban el aula se burlaran de ella.
─ A ti te hacen tan feliz tus amantes que te dejan con ganas de joder a los demás. ─ La voz a la espalda de Sakura llegó en su ayuda.
Las risas callaron y se convirtieron en ligeros sonrojos de parte de las chicas y risas aguantadas de parte de los chicos que, como todos, no deseaba quedar mal con Sasuke y sus amigos.
Sakura volteó automáticamente encontrándose con dos ojos marrones que retaban al chico que tenía frente suyo.
Tenten, como siempre, estaba defendiéndola. Sakura, automáticamente se puso al lado de ella. Y observó cómo Sasuke, sin palabras que objetar a su amiga, daba media vuelta con su grupo de amigos hacia la entrada del salón, en su antigua posición, totalmente cabreado.
Sakura contuvo la risa que le causó, la expresión de Sasuke. Una mezcla entre vergüenza e ira. Tenten siempre podía contra él.
─ Es un incordio ─ murmuró su amiga perfectamente alto para que los que estuvieran en la puerta escucharan. Sakura asintió con seguridad.
─ Ni pensar que tú fuiste la chica con la que lo encontré aquel día ─ respondió mirándola divertida. Esta vez en un tono de voz más personal, solo para las dos.
Tenten puso una cara de asco.
─ Ni me lo recuerdes ─ refutó. ─ Ni si quiera sé que le vi a ese engreído.
─ Es popular, guapo y tiene dinero. ─ Las palabras fluyeron de la boca de Sakura sin que ella se diera cuenta ─ Lo que la mayoría de nuestras compañeras busca. ─ remarcó como si a ella no le importara.
─ Y es bueno en la cama ─ añadió, Tenten pervertidamente.
Sakura se hizo roja.
─ Tenten, ya te he dicho que no me hables de tu vida sexual.
Tenten la miró divertida. Entre las dos Sakura era muy inocente y Tenten, bueno, ella Tenten. Había habido tantos chicos en su vida que Sakura creía que ya se había aburrido de ellos, por eso, ya estaba medio año soltera. Un record para ella.
─ Te apenas por pequeñeces. ─ convino.
Sakura no refutó nada. En cambio, cogió el asiento al costado de Tenten, quien al parecer había venido de vacaciones, más pervertida que nunca. Amaba esa parte de la personalidad de su mejor amiga. Ella, era la única que la comprendía. La única además de su madre, que sabía todo de ella. Con Tenten, la escuela no parecía tan mala.
El profesor ingresó mientras Tenten le ponía al día sobre los últimos chismes de la farándula. Una de las cosas que más las unía, era su amor por Taylor Swift y la poca censura en cuanto a indirectas que mandaba a través de sus letras. Tenten imitaba ese comportamiento de manera sarcástica cuando alguien la fastidiaba. Ella, por el contrario, pensaba demasiado las cosas antes de decirlas.
Las clases parecieron correr rápido aquel día.
…
El martes era su día favorito de la semana.
Era el día en que Hinata, iba al hospital para hacerse su chequeo de rutina. Ver siempre a la pequeña Hinata, la hacía feliz pues veía reflejado en ella, la hermana menor que siempre le pidió a su mamá y que por muchas razones, nunca pudo tener.
Hinata y Tenten eran las únicas razones que le ayudaban sobrellevar la ausencia de su padre, la adicción al trabajo de su madre y la distancia inmensa que la separaba de su hermano mayor quien estudiaba arquitectura en otro estado.
En cuanto la última clase del día fue dictada, junto con una "brevísima" tarea que la profesora había dejado en individual, Sakura, se marchó a casa. Tenía que ir inmediatamente al centro de salud, si quería ver a Hinata...
...
Llegó al hospital, pasada las tres.
El olor a desinfectante llegó a su nariz mientras paseaba por los extensos y blancos pasillos, que pertenecían al servicio de voluntarios. Su mirada curiosa que buscaba a su pequeña amiga paseando con su madre antes de que empezara la consulta, la encontró sola, escondida en un rincón con las manos tapando sus ojos en un gesto de querer esconderlos a cualquiera que se le acercara. Sakura miró al pasillo sólo para constatar si la madre de Hinata estaba cerca. Lastimosamente, no había nadie más.
Suponía que su pequeña amiga, estaba desorientada. Se acercó llamando su nombre para que inmediatamente la reconociera a través de su voz. La pequeña automáticamente supo de quien se trataba y le dejó ver una sonrisa. Pese a ello, no movió sus manos de su posición inicial, seguían tapando sus ojos en un intento de que nadie viese la ceguera.
Hinata, había nacido sin poder ver la luz del día y venía a realizarse un chequeo semanal para que puedan tomar un diagnóstico y ver que podrían hacer, por la vía médica. Los trasplantes de corneas eran procesos más largos y, aunque Hinata estaba en la espera, casi nadie en el país donaba sus órganos. Muchas personas pensaban en morir "completos" a dar vida, después de la vida. El egoísmo humano era demasiado grande y aunque, la vida siempre era injusta, la familia de Hinata quería agotar todos los medios químicamente posibles para ayudar a Hinata.
─ Quita tus manos del rostro ─ pidió Sakura. Su mano derecha se acercó a las frágiles muñecas de Hinata intentando alejarlas de sus vistas sin luz.
Hinata forcejeó con la firme idea de seguir en su misma posición.
– Hinata, ¿Pasó algo? – cuestionó.
Unas lágrimas resbalaron por las mejillas de Hinata.
– Nada pasó, hermana– mintió. Su voz sonaba ahogada, como si estuviera reprimiendo el llanto.
– sabes que cuentas conmigo para todo ¿no? – apuntó, Sakura mientras le acariciaba suavemente las mejillas.
– Lo sé, hermana– afirmó, Hinata.
– Tuvo que pasar algo. Estás demasiado decaída.
Hinata se debatió en contarle lo que había pasado, pero finalmente lo hizo.
Estaba en un parque con su madre cuando empezó todo. Una pelota cayó sobre sus pies y ella notó el contacto por lo que se agachó a recogerla. Luego, una voz a su espalda la llamó para que la devolviera pidiéndole disculpas por su descuido ya que estaban jugando futbol. Hinata volteó animada a la dirección de dónde provenía la voz y se desató todo. Tiró la pelota hacia donde estaba la voz y el niño en vez de agradecerle ella supuso que se quedó mirándola, pues el silencio se hizo presente, en lugar de un, gracias, lo que escuchó de parte del niño fue un "monstro" escupido con veneno hacia ella.
Los ojos sin luz de Hinata volvieron a desbordar lágrimas.
– ¿Sakura, que se siente jugar fútbol? – preguntó la pequeña Hinata mientras bajaba la cabeza.
Sakura se quedó estática sin saber que responderle. En su mente solo podía imagina lo crueles que eran los niños a veces.
Su amiga seguía esperando una respuesta de ella.
─ ¿Sakura? ─ Hinata creyó que se había ido.
Sakura susurró un "disculpa" casi inaudible.
Sakura, no jugaba fútbol, eso era seguro. La realidad de las cosas, nunca le había interesado para nada ningún deporte. En su mente, la escuela era solo un lugar para estudiar de los libros. Nunca le había mostrado interés a realizar ese tipo de actividades físicas y cabe decirlo, era pésima en ellos. Las notas con las que pasaba esa materia eran siempre seis. Nada más, nada menos. Para ella, el deporte era algo sin reluctancia que no debería ser exigido con tanto interés en las escuelas. Además, en su caso, había ciertas razones para no practicarlo.
– La verdad, no sé– finalmente, respondió, Sakura con sinceridad.
– Entiendo…– respondió Hinata apenada – Quería aprender. Aunque en mi condición, creo que eso nunca se dará.
Aprender…
Sakura abrió los ojos sorprendida.
– ¿Quieres aprender a jugar?
– La verdad, sí. Hiro siempre dice que hacer deporte te hace sentir vivo por dentro y ayuda a relajarte. ─ Hiro era el tío de Hinata. El hermano menor de su padre y el rebelde de su familia. ─ En un mundo sin luz lo que más quieres es sentir esa sensación de que vez con tus otros sentidos, – siguió hablando, Hinata, cuyas corneas opacas adquirían un pequeño destello de luz, ilusionada.
A Sakura se le formó un nudo en la garganta.
– No sé, pero... ─ Hinata centro su atención en ella. Sakura, iba a decir unas palabras de las que luego se arrepentiría. ─ puedo aprender y te enseñare. Lo prometo– reconfortó sonando firme en su promesa, aunque por dentro no tenía ni idea con lo que se había comprometido.
– Gracias, Sakura. Eres la mejor. Te quiero mucho– La pequeña Hinata se notaba de lo más feliz. Inmediatamente, Sakura, junto sus meñiques en forma de promesa. Hinata al sentir la cercanía abrazó a Sakura quien la recibió gustosa.
La madre de Hinata no tardó en encontrarlas. Salieron de la consulta luego de una hora. Hinata inmediatamente fue con Sakura para seguir sus pláticas de mejores amigas. Las siguientes charlas entre Hinata e Sakura eran para preguntar cómo había estado su semana y que cosas importantes habían hecho. Su amistad era poderosa y ambas eran demasiado cómplices en las cosas que hacían.
Al término de aquel día Sakura fue a su casa pensando que el día había mejorado totalmente después de haber ido al hospital.
Pero algo turbaba sus pensamientos.
¿Quién le ayudaría a aprender a jugar fútbol?
...
Sasuke estaba liando con una de las chicas de la escuela cuando pensó en ella. Esa cerebrito, siempre tenía a Tenten de su lado y claro, ella, siempre terminaba avergonzándolo delante de todos aprovechando su amistad con Sakura, en un tipo de resarcimiento contra él que muy bien sabía que tenía merecido. Decir que quería revancha por lo pasado el día anterior era poco. Él no descansaría hasta que ella fuera la burla del salón. Dejaría en claro que nadie debía meterse con Sasuke Uchiha, eso estaba seguro.
Llegó a su casa pasadas las diez de la noche y tiró las llaves de su auto en la mesita que decoraba su sala hasta donde la iluminación de la calle aún era visible. La casa parecía sola y vacía a esas horas. Prendió la luz con cuidado, notando una mata de cabellos asomándose por una sabana enrollada alrededor de alguien en uno de los muebles de la sala. Era Naruto, quien al parecer se había quedado dormido esperándolo. Sasuke movió ligeramente su hombro en afán de despertarlo y lo consiguió. Los ojos de Naruto, rápidamente se toparon con los suyos. Su hermano pequeño lo saludó muy contento con la voz rasposa por el sueño, él puso su mano en su cabeza y le removió un poco los cabellos rubios. Sasuke observó los ojos celestes de Naruto y recordó su promesa rota. Había quedado en llevarlo al cine ese día. Un nudo se le formó en la garganta. Naruto, lo había esperado en la sala hasta quedarse dormido y él en ningún momento de su encuentro con aquella chica de la que ni si quiera recordaba el nombre, había recordado la promesa.
Era un pésimo hermano definitivamente.
─ Debes tener hambre, hermano ─ afirmo Naruto.
Un sonido proveniente de su estómago confirmó a su hermano su afirmación.
En esa tarde había hecho de todo… Menos comer.
Naruto lo tomó de la mano y lo llevó a la cocina, donde había tres sándwiches preparados y una taza de chocolate.
Sasuke se sintió miserable. Aunque no fueran hermanos de sangre, pues Naruto era adoptado. Día a día, el pequeño rubio le demostraba a él como era ser un buen hermano de verdad.
Sasuke cogió los panes y engulló bajo la mirada de Naruto su improvisada cena. Antes de que terminara de comer y dar las gracias, Naruto le comunicó que le debía una salida al cine. A lo que Sasuke estuvo de acuerdo.
En cuanto termino de comer, subió rápidamente a su habitación, no sin antes acostar a Naruto. Se sentó en el borde de la cama y puso su teléfono en la mesita de noche bajo su lámpara a cargar. Estaba perdido en sus pensamientos y mirando el blanco techo de su cuarto cuando lo asaltaron los mensajes de WhatsApp. Eran sus amiguitas Shion y Kin, que con palabras insinuadoras le dijeron que querían volver a verse con él y que las llamase para planearlo mejor.
Trató de ignorarlas, pero no pudo. Al rato ya estaba tecleando un mensaje, con una sonrisa en el rostro de superioridad y siguiéndoles el juego.
Termino su martes de sexo, durmiendo con el celular en el pecho y sin las sabanas encima. Sus conversaciones lascivas habían dado fin a las dos de la mañana.
Había dormido tranquilo, sin recordar el otro pendiente que tenía.
…
Un vaso de agua fría lo despertó de su sueño, profundo. Tanteó a su alrededor en busca del causante, pero lo único que se llevo fue un almohadazo en el rostro. Cortesía de su hermano menor, por supuesto.
Las mañanas siempre empezaban así cuando él se quedaba dormido y su madre mandaba a buscarlo con su hermano pequeño.
– Maldito ven aquí –denunció, sacando perezosamente los pies fuera de la cama. Aquel enano se las pagaría. Detrás de la puerta del armario se asomaba la cabellera rubia.
– Jamás me encontrarás – gritó un sonriente Naruto con un toque de inocencia en la voz.
– Eso ya lo veremos, maldito enano–Sasuke le seguía el juego y miraba donde se había escondido.
Sasuke se paró y sigilosamente saco a su hermano de su armario. Lo puso en la cama y empezaron a jugar lo que ellos denominaban "las peleítas". En muy poco tiempo sus sonoras risas fueron escuchadas en toda la casa y justo cuando Sasuke se estaba por hacer de la victoria. Su madre aparecía por el umbral de la puerta.
Ambos se detuvieron cuando la palabra "Apártense" llegó a sus oídos.
Los ojos negros de su madre, los miraban furiosos.
Estaba molesta, aquello no pintaba nada bien para los dos hermanos.
– Mamá...– dijeron al unísono, temerosos, ambos.
La mirada de su madre se enfocó en el menor.
– Naruto, te mande a que llamaras a tu hermano mayor– el dedo de su progenitora estaba señalándolo– no que se hicieran de sus tontas peleas otra vez– finalizó, furiosa su madre.
Ambos sintieron el escalofrío de miedo recorrerles la espalda.
– Y tú – señaló a Sasuke. Sasuke se preparó mentalmente para el regaño de su progenitora. – Apúrate que te vas a hacer tarde. El desayuno que te prepare ya debe estar frio. ¿Cómo es posible que des tan mal ejemplo siendo el mayor?
Sasuke se quedó mudo. Naruto a su lado empezó a temblar ligeramente.
– "Él" no era así deberías ser más como "Él". – finalizó, su mamá mientras cruzaba el umbral.
Tenía razón "él" no era así, era el mejor en todo lo que hacía; además, era mejor hermano mayor que lo que hasta ese momento Sasuke había sido. A veces pensaba que nunca podría igualar aquella perfección inalcanzable.
Si "él" no se hubiera ido, sus padres no lo verían como su reemplazo. Todo sería diferente.
Lo extrañaba…muchísimo.
Con los ánimos más bajos de lo normal, Sasuke botó a Naruto y empezó a alistarse para otro día en la escuela. Revisó los cuadernos de los cursos que tenía aquel día y al notar algo, maldijo.
– ¡Mierda! – solo él pudo escuchar esa grosería.
Se había olvidado de la tarea de biología. Y lo peor esa vieja lo tenía en la mira. No quería ni pensar en lo que le pasaría.
Sí, definitivamente había empezado el día con el pie izquierdo...
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Nos vemos en el próximo capitulo :3
