Daiyōkai Inugami
¡Hola!
He aquí mi primer intento de FICS de Inuyasha y compañía. No quise basarme mucho en el mismo argumento que tantos ya han escrito, pero tampoco quise quitarle la magia en que se sitúa originalmente la historia de este anime. Así que espero que les guste como se haya resolviendo la trama y bueno. Disfrútenlo. ESTO ES UN INUYASHA X KAGOME y algo mas...
Advertencia:
Como se darán cuenta mas adelante, este es un AU (UNIVERSO ALTERNO) y como tal tiene escenas fuertes, diccionario de palabras extravagantes y material para adulto - adolescente mayor. Están advertidos ¡si no me lo ligan a mí lo de los traumas! ¬.¬
Bezazos
HADA
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Capítulo UnoLa actividad febril y el ruido del Barrio de Kyoto desaparecieron cuando InuYasha No Taisho estuvo de pie sobre la acera afuera de la Librería Shikon no Tama mirando fijamente a través de la ventana de vidrio cilindrado a la mujer de cabello oscuro que estaba detrás del mostrador. Había estado ausente de Japón dos largas semanas, para luego estar una semana más en Tokyo por los malditos asuntos de trabajo. No sólo era la ciudad la que lo había llamado a casa. Era Kagome Higurashi, la mujer a la que llamaba su mejor amiga y que en su corazón llamaba su amor.
Ella levantó la vista en ese momento y lo atrapó mirándola fijo. Una sonrisa feliz apareció en su cara y lo invitó a entrar. Fue vergonzoso cómo su corazón le dio un salto al verla correr, cruzando la tienda, hacia él. Se asustó al sentirse en casa cuando ella envolvió sus brazos alrededor de él y su risa llenó sus oídos.
Apretándola fuerte contra él, murmuro —Hola, te he extrañado.
Ella se separó de él, sus ojos café brillantes de felicidad.
—Han sido solamente dos semanas, Inuyasha.
—Un minuto sin ti parece toda una vida —dijo sinceramente.
—Deja de coquetear y ayúdame a cerrar —Lo llevó junto a la maquina registradora—. ¿Cómo estuvo tu viaje?
—Productivo —murmuró mientras miraba su trasero. Tuvo que hacer un esfuerzo para no extender la mano y apretar esos lujuriosos globos. Magnífica manera de saludarla después de haberse ido por dos semanas, pensó él.
—¿Conseguiste ocuparte de todo lo que necesitabas mientras estuviste afuera? No sabía que conocieras a alguien en Tokyo —dijo empezando a contar el dinero de la caja.
—Era más que un conocido cuando me fui de allí, pero me gustaría pensar que ahora somos amigos —. Mientras empezaba a apagar las luces, pensó en la rutina que habían establecido hacía muchos años.
—Estoy segura de que lo es. ¿A quién no le gustarías después de conocerte? —ella terminó de contar el dinero.
Se rió. Kagome siempre lo había visto como una persona amable. No sabía que era uno de los hombres más temidos de Kyoto. Nunca le había contado nada sobre su pasado porque no querría destruir su inocencia.
—Kei nunca hace lo que esperarías que hiciera. Es un buen hombre —tomó la bolsa con el efectivo y abrió la puerta—. ¿Te reunirás conmigo para cenar? He extrañado hablarte.
Un rubor manchó sus mejillas.
—No puedo. Tengo una cita.
La decepción lo alcanzó rápidamente.
—Eso es magnífico, cariño. ¿Quién es el afortunado?
—Su nombre es Naraku Ishimaru. Entró en la tienda el día después de que partieras y nos hicimos buenos amigos. Hemos ido a cenar unas pocas veces desde entonces —su cara resplandecía de felicidad.
—¿Te trata como ha de tratarse a una dama?—Inuyasha sintió que un escalofrío de miedo recorría todo su cuerpo. Podía ser demasiado tarde para confesarle su amor. No sabía qué haría si la perdiera.
—Sí, me trata casi tan bien como tú lo haces —se burló de él. No parecía notar que su corazón estaba en peligro de romperse.
—Eso esta bien. No creo que nadie se preocupe por ti tanto como yo —dijo él por lo bajo. Ella lo estudió perpleja—. Voy al club. ¿Por qué no traes a Ishimaru después de la cena?
—Veré si quiere ir. Si no, te veré mañana por la mañana como de costumbre¿no?—le dio un beso cuando asintió con la cabeza.
—Dejaré esto por ti —agitó la bolsa de efectivo y miró a la limusina que esperaba en la acera—. Disfruta tu cena. Tu acompañante está aquí.
Ella lo saludó con la mano y se metió en el automóvil. No le gustó ver que no había nadie que sostuviera la puerta abierta para ella. ¿Dónde estaba el respeto que todos debían mostrarle? Anotó un punto contra Ishimaru en su mente.
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—Hey hombre, tu bomboncito está aquí —dijo Hachi mientras metía la cabeza en la oficina de Inuyasha.
—Ella no es mía. Tiene una cita y le dije que pasara por aquí.
—¿Tu bomboncito tiene una cita y no es contigo, hombre? Eso es terrible —la voz de Hachi todavía mantenía un vestigio de las islas donde vivió.
—Acomódala —dijo Inuyasha—. Llévala a nuestra mesa habitual. Estaré ahí en un par de minutos.
Hachi sonrió abiertamente y salió. Inuyasha lo siguió algunos minutos después. Fue una sorpresa ver a Hachi de pie ante la mesa que Kagome y él generalmente usaban. Si su amigo hubiera sido un gato, su cola estaría levantada y estaría escupiendo. Cuando vio a la pareja sentada en la mesa, vio a un hombre moreno ligeramente más bajo que él, al lado de Kagome. Estaba ruborizada por algo que el hombre le estaba susurrando. Sintió sus manos apretándose en puños cuando vio el hombre deslizar su mano hacia arriba de su muslo. Ella se alejó antes de que pudiera llegar demasiado lejos.
Trató de sofocar los violentos celos dentro de él. No podía creer que el hombre tratara de manosearla, especialmente en público. Se las arregló para hacer caso omiso de la vocecita en su cabeza que decía lo que haría en un segundo si tuviera la oportunidad.
Caminando hacia la mesa, vio los ojos de Kagome iluminarse. Antes de que tuviera la oportunidad de decir algo, su cita decía, —Finalmente. El servicio aquí es atroz. Tomaré un Jack con coca. A mi chica le gustaría un vaso de vino blanco.
Inuyasha abrió su boca para protestar. Él sabía que odiaba el vino. Dándose vuelta, señaló a un camarero y le dio la orden. No se reunió con ellos en la mesa aún.
—¿Encuentra carencias en el club? —preguntó.
Hachi volvió a mezclarse con la multitud. Inuyasha sabía que si necesitara ayuda, su amigo estaría disponible, pero por ahora, tenía las cosas bajo control.
—Sí. Si conociera al propietario, le haría algunas sugerencias.
—Nunca hablo de negocios cuando hay una hermosa dama de quien puedo disfrutar —Inuyasha le sonrió a Kagome.
El camarero regresó con sus bebidas. Sonrío ante el fruncimiento de cejas del hombre cuando un Martini fue puesto frente a Kagome.
—Pedí vino blanco —se quejó Naraku.
—Kagome no bebe vino. ¿No es así, amor?
—No, y lo habría dicho si me hubieras permitido pedir por mí misma —Kagome finalmente encontró su voz.
Cuando Inuyasha había caminado a la mesa, la había sorprendido ver un destello de celos en sus ojos. Tenían que haber sido las sombras de las parpadeantes luces porque nunca creería que estuviera celoso de cualquier hombre con el que saliera. Sus ojos bebieron la imagen de su mejor amigo. No había tenido tiempo de hablar con él cuando pasó por la tienda antes de su cita. Su pelo oscuro no estaba tan pulcro como generalmente estaba. Tenía la sensación que se había estado pasando sus dedos por él. Sus cinceladas facciones lucían un agudo dolor. Sus ojos cafés eran del color del coñac contra las luces del sol, que tomaban destellos dorados, cuando alguna emoción pasaba por ellos y portaban misterios de los que siempre había estado muy recelosa para preguntar. Su cuerpo era musculoso y magro. Sabía que se mantenía en forma porque había ido al gimnasio con él un par de veces. Se había preguntado si le había pedido que fuera con él porque creía que ella tenía que perder peso. Cuando le preguntó por eso, la había mirado conmocionado. Le dijo que adoraba las formas que tenía y la única razón por la que le pidió que lo acompañara era por su compañía.
Había un algo diferente en él esta noche. La estaba mirando como si fuera un durazno jugoso y quisiera morderlo. Ella desvió la mirada de él antes que la mirada en sus ojos le revelaran cuánto lo deseaba.
—Soy Inuyasha No Taisho y soy dueño del DaiyōkaiInugami (Gran Perro Demonio) —su voz fue suave y la rozó como una cascada de seda.
Se había sentido avergonzada cuando Naraku supuso que Inuyasha era el camarero. Por supuesto, la incapacidad de Naraku de ver más allá de sí mismo no le había permitido notar el traje Armani de seda y la camisa de lino que Inuyasha llevaba con elegancia.
Le había preguntado a Inuyasha una vez por qué llevaba ropa tan costosa constantemente. Le había contestado en un tono serio, —La vida es demasiado larga para llevar ropa incómoda —había supuesto que estaba bromeando, pero algo dentro de ella le decía que él creía lo que decía.
Saltó cuando un hombre apareció al lado de ella. Se destacaba sobre los demás hombres de la sala, incluido Inuyasha, que era el hombre más alto que conocía.
—¿Quieres bailar? —hizo una reverencia ligera. Sus inusuales ojos lilas azulados bailaron divertidos al oír el bufido de Inuyasha.
Ella miró a su amigo. Él se encogió de hombros.
—Es inofensivo para ti.
Naraku empezó a protestar y los ojos del hombre se volvieron como fuego helado. La protesta se apagó. No le molestaba bailar con un desconocido dado que Inuyasha no estaba preocupado por él. Dejaron a los dos hombres mirándose fijamente. Echó un vistazo hacía atrás, dudando sobre dejarlos solos. Estaba preocupada por que Inuyasha pudiera atacar a Naraku.
—No te preocupes, Kagome. No lastimará a tu cita —el hombre debió haberle leído la mente.
Se preguntaba quién era. No era frecuente que Inuyasha la dejara bailar con alguien aparte de él.
—Lo siento. No permití que Inuyasha nos presentara. Soy Miroku Katsu —inclinó su cabeza.
—Soy Kagome Higurashi. Inuyasha nunca te ha mencionado —no estaba sorprendida porque Inuyasha le había contado muy poco sobre su vida. Si alguien le preguntara, hubiera jurado que no había existido antes de que llegara a Japón.
—No me sorprende. Somos conocidos, simplemente.
—¿Cómo lo era Kei?
—Creo que él y Kei se hicieron amigos mientras hacían sus negocios juntos.
—¿Cuánto tiempo hace que conoce a Inuyasha?
Una extraña mirada pasó por los ojos de Miroku.
—Algunas veces parece que toda la vida.
Ella rió.
—Sé exactamente de qué estás hablando. Él tiene el hábito de conseguir tener a la gente bajo su pie¿no?
Miroku sonrío mirándola.
—Bajo su pie no he llegado a estar nunca. Solamente me dirijo a él cuando tengo una propuesta de negocios para hacerle.
—Oh¿así que ustedes hacen negocios juntos?
—Sí, estamos en la misma línea de trabajo.
—Nunca he sabido en qué trabaja Inuyasha.
—Me inclino a creer que tiene sus manos en muchos negocios diferentes. No le gusta atarse a un sólo tipo de trabajo.
Kagome se volvió a mirar la mesa y vio a Inuyasha inclinarse hacia delante para decirle algo a Naraku.
—No se preocupe. Inuyasha no lastimará a su hombre. Lo amenazará con lesiones corporales solamente si la lastima.
—¿Lastimarme a mí¿Por qué amenazaría a Naraku?
—Toma su amistad muy seriamente, Kagome. Eres la persona más importante para él. No tiene una familia propia.
—Así que me ve como una hermana —No podía esconder la decepción en su voz.
La risa de Naraku atrajo la mirada de Inuyasha.
—Querida, si fueras su hermana, sería ilegal que él pensara en ti de la manera en que realmente lo hace.
Ruborizándose, aplastó el destello de esperanza despiadadamente en su corazón. Había estado tratando de conseguir que Inuyasha la notara desde el momento en que se conocieron, pero nunca la veía como mujer, solamente como amiga.
—Está atemorizado exactamente de la misma manera que tu. Su corazón es una cosa frágil así que no lo arriesgaría sin una pista de que lo aceptarías —Miroku miraba sobre su hombro a los dos hombres que habían dejado en la mesa—. Pienso que ha descubierto algo mientras estuvo ausente. Este descubrimiento lo ha ayudado a tomar una decisión sobre ti. Si estuviera en tu lugar, no me sorprendería si Inuyasha comienza a mirarte de una manera muy diferente. Se siente un poco en desventaja ahora porque tiene competencia. No había esperado eso.
Kagome tuvo el extraño impulso de disculparse.
—No sabía que tuviera ningún tipo de sentimientos por mí. Es tan duro de leer a veces.
—Nunca ha tenido una vida fácil. Durante más años de los que recuerda, ha estado solo. No te disculpes, Kagome. La competencia es buena para él.
Mientras Miroku la arrastraba con el ritmo de la danza, ella se permitió despreocuparse por un ratito.
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Inuyasha miró fijamente a Ishimaru. Había una especie de oscuridad que rodaba al hombre que no le gustaba, pero no podía determinar exactamente qué era. Tendría que hablar con Hachi para ver si la reacción del gorila (hombre grande) era por la arrogancia misma del absorto hombre o si había habido algo más que hizo reaccionar a Hachi. Estaba contento de que Fudō Myō-ō (Miroku) apareciera para distraer a Kagome, aún cuando no pudiera menos de preguntarse sobre qué le estaba hablando el Dios Rey.
—He estado tratando de disuadir a Kagome de vender su empresa —Naraku dio un tirón a los puños franceses de su camisa sacándolos justamente dos centímetros de las mangas de su traje.
El control era importante en cualquier asunto de negocios e Inuyasha veía esto como una negociación. Sabía que había habido otras razones para Naraku empezar a salir con Kagome. Muchos hombres veían su belleza y naturaleza generosa y las valoraban, pero Naraku no parecía ser ese tipo de hombre. Ishimaru la veía como un trofeo y un potencial asuntos de negocios. Inuyasha sabía que el hombre pensaba que podía convencerla que vendiera su librería por menos del valor de mercado y también dejar que él consiguiera el edificio histórico en el que la librería se ubicaba. Inuyasha no podía deducir, de los pensamientos del hombre, por qué quería el edificio.
—¿Por qué debería vender? Disfruta de su negocio y logra una buena ganancia —Inuyasha giró el bourbon (tipo de trago) en su vaso, sus ojos estudiando al hombre que se situaba frente a él, en la mesa.
—Es una joven y hermosa mujer. No debería estar trabajando tan duro. Debería disfrutar de la vida y ver mundo —Naraku enderezó su corbata.
Una risa llegó desde la pista de baile. Inuyasha echó una mirada a Fudō Myō-ō y Kagome sorprendido. Habían pasado varios siglos desde que había escuchado al Dios Rey reírse así. No pudo menos que sonreír ante el orgullo que sintió que fuera Kagome quien lo hizo reír. Había una oscura emoción enterrada en lo hondo dentro del corazón de Fudō Myō-ō. Si Inuyasha no lo conociera mejor, diría que el Dios había amado y conocido la pérdida que habría roto un corazón más débil. Tal vez algún día le preguntaría sobre eso.
-Por otro lado, tal vez sólo deberías mantenerte alejado de esa pregunta. La voz de Fudō Myō-ō resonó como una advertencia en su cabeza. Se giró para ver los ojos lilas de Fudō Myō-ō mirándolo fijamente por sobre la cabeza de Kagome e inclinó su cabeza en reconocimiento. Por ahora sujetaría su curiosidad.
— ¿Qué dice a su propuesta de negocios Kagome? —Inuyasha se preguntaba si siquiera estaba considerando la propuesta.
—No me escucha siquiera. Mis socios comerciales y yo tenemos algunas buenas ideas para convertir el edificio en un Hotel con desayuno.
— ¿Eso es realmente lo que la ciudad necesita¿Otro hotel? —tomó un sorbo del vaso. El bourbon era el mejor que el dinero podía comprar, pero no importaba. Nunca había podido captar ningún sabor o placer de él. Podía beberse cada botella del club y nunca estar borracho. Bebía porque lo hacía sentirse mortal y no como el monstruo que una vez fue.
—¿Realmente te ves como un monstruo, amigo mío?
—Sí, siempre.
—¿Qué pasa contigo y con Kei? No son monstruos sólo porque sean diferentes de ellos. Tú eres otra de Sus creaciones y eso te hace tan valioso como lo son ellos.
—No pienso que estés calificado para ser consejero de semidioses caídos, Fudō Myō-ō. No sabes lo que significa perder algo por lo que darías la vida por volver a tener.
La tristeza inundó su mente hasta tal punto que sintió brotar lágrimas en sus ojos.
—No sabes todo lo que he vivido a través de los siglos, No Taisho. No pienses nunca que no comprendo lo qué has perdido.
Naraku le sonrío. Inuyasha quería borrar la sonrisa afectada de su cara.
—Ley de oferta y demanda, amigo mío. Japón es un destino muy popular para viajeros. Pienso que siempre hay posibilidades para otro hotel. Ella no está siendo cooperativa en absoluto.
—Eso es porque sabe que a su socio no le gustaría la idea —Inuyasha vio la mirada de sorpresa sobre la cara de Naraku. Ah, así que el hombre no sabía que Kagome tenía un socio, maldición, sus abogados eran realmente buenos—. Su casero no pensaría en vender ese edificio tampoco, incluso si no estuviera su negocio ahí.
—¿Cómo lo sabe? Solamente necesitaría una reunión con ese tipo para convencerlo de que mis ideas le ofrecerían el mejor trato económico que pudiera conseguir.
Inuyasha se inclinó hacia delante y estudió al hombre enfrente de él. ¿Podía Naraku realmente ser tan ciego a todas las corrientes alrededor de él?
—No importaría aunque usted pudiera garantizar que el hombre sería multimillonario para el final del año, él no se lo vendería —levantó la mano para que Ishimaru no hablara—. Lo sé porque soy el socio de Kagome y su casero. No necesito más dinero. Si con el tiempo alguna vez Kagome desea vender su negocio, me la venderá a mí porque así está estipulado en nuestro contrato.—Se puso de pie y llamó al camarero para que trajera otra bebida a Ishimaru. Miró a la pista de baile y encontró a Kagome sonriendo a Fudō Myō-ō. Eso lo hizo reaccionar. Ningún Dios con ojos rompecorazones y una sonrisa asesina iba a robarle a su mujer. Fue hacia ella sin mirar atrás.
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Kagome suspiró cuando colocó su cabeza sobre el hombro de Inuyasha. No le había dicho nada desde que había interrumpido su baile con Fudō Myō-ō. Envolvió sus brazos alrededor de su cintura y la jaló fuerte contra él. Nunca había bailado con él de esta manera. Sus brazos se cerraron alrededor de sus anchos hombros y no pudo evitar tocar el pelo en su nuca. Él movió su muslo entre los de ella, causando el roce de su sexo contra los duros músculos. Él meció sus caderas contra ella y jadeó cuando sintió la rigidez de su miembro rozar su estómago.
Ella estaba asombrada. Ningún hombre había estado alguna vez tan duro por ella y que ese hombre fuera Inuyasha era un sueño hecho realidad. Durante cinco años, había fantaseado sobre tenerlo en su cama. Sabía que nunca ocurriría, pero era partidaria de soñar a lo grande siempre. Por el tamaño de la protuberancia en sus pantalones, no lo había soñado lo suficientemente grande. Sintió que se estaba mojando. Una de las manos de él bajó y se ahuecó en su culo mientras la otra acariciaba su espalda. Los dedos de ella se enterraron en su pelo oscuro. Un gemido escapó de sus labios cuando su pulgar tocó un lado de su pecho. La estaba seduciendo sobre la pista de baile en medio de su club y enfrente de su cita.
Pensar en Naraku Ishimaru le cayó como un balde de agua fría. Se apartó de un tirón de Inuyasha y lo miró conmocionada. ¿Qué había estado pensando? Aquí estaba haciéndolo prácticamente con su mejor amigo mientras su cita permanecía bebiendo a solas. ¿Cuándo se había vuelto tan provocativa?
—¿Qué pasa, amor? —la voz de Inuyasha la acarició justo como sus manos. Más humedad se deslizó entre sus piernas.
—¿Qué estamos haciendo? —se dio vuelta para caminar de nuevo hacia Naraku. Inuyasha extendió la mano y agarró su brazo.
—Estamos consiguiendo conocernos a un nivel más íntimo.
—¿Por qué? — Naraku ya no estaba en la mesa. Lo buscó mirando alrededor.
— Te deseo, Kagome. Desde siempre. No voy a dejar que ningún pelmazo egocéntrico te aleje de mí —la atrajo otra vez. Ahuecando su mano en su barbilla, levantó sus ojos a la altura de los suyos—. No estoy jugando. Tú, entre toda la gente, deberías saber que no me gustan los juegos.
—No comprendo. ¿Qué te ocurrió en Tokyo para que de pronto decidieras que me deseabas? —estaba confundida y asustada. ¿El corazón de todos corría una carrera cuando los sueños se volvían realidad?
—Encontré la verdad. Encontré el valor para no estar más asustado.
—¿Asustado de qué? —nunca hubiera pensado que Inuyasha podría estar asustado de algo.
—Estaba asustado del futuro y de mi lugar en él. Por fin decidí que mi futuro era contigo y mi lugar está al lado y dentro de ti.
Su piel se ruborizó. Madre santa, el hombre podía provocar el orgasmo a una mujer con sólo la dulce suavidad de su voz. Entró a hurtadillas por las esquinas escondidas de su corazón y prendió una llama bajo ella. Naraku apareció junto a ella, su cara roja de cólera.
—Kagome, creo que es hora de irnos. Tengo una reunión de negocios a primera hora —La jaló alejándola de Inuyasha.
Ella se volvió a mirar al hombre que había establecido una llamarada ardiente en su estómago. Sus brillantes ojos cafés la siguieron mientras cruzaba el salón. Tenía el presentimiento que él no había terminado con ella. Más seducción y caricias estaban por venir y ella no podía evitar gritar de júbilo.
Espera, una voz admonitoria sonó en su cabeza. ¿Inuyasha habría estado tan interesado si no hubieras estado saliendo con Naraku? Tal vez es esa etapa posesiva por la que todos los hombres pasan cuando sus amigas del sexo femenino empiezan a salir con alguien. Había estado bebiendo. Tal vez sólo no tenía mucho control. Probablemente sólo estaba reaccionando frente al hecho de que eres una mujer. Kagome no pudo negar la voz que susurraba esas ideas deprimentes en su cabeza. ¿Había una razón por la que tenía que ser práctica esa noche¿Por una noche, su corazón no podía aceptar simplemente el hecho que Inuyasha se había puesto duro porque estaba en sus brazos?
Dejó que Naraku la ayudara a entrar en la limusina sin decir nada. Trató de sentirse avergonzada por el episodio, pero no pudo. Inuyasha la había excitado más rápido de lo que cualquier hombre lo había hecho en mucho tiempo. Su sexo nunca se había mojado en todo el tiempo que había estado viendo a Naraku. Nunca se había sentido embargada por el deseo por Naraku, pero sabía que eso no significaba nada. Todavía estaba tratando de conocer al hombre, a diferencia de Inuyasha a quien parecía que conocía desde siempre. Se volvió para disculparse cuando Naraku agarró su barbilla y aplastó su boca contra la suya.
Gimió de dolor cuando sus manos se deslizaron para agarrar sus brazos. Tratar de alejarse demostró ser inútil y se encontró atrapada entre Naraku y la puerta. Sus labios estaban devorando los suyos, pero no había seducción en su mente. Pudo sentir la cólera y la actitud posesiva del beso. Sus piernas estaban atrapadas debajo de él así que no podía patearlo. Las ventanas de la limusina estaban oscurecidas para la privacidad y el conductor trabajaba para Naraku. Gritó cuando sus dientes le mordieron el labio inferior.
Repentinamente estaba cayendo de espaldas y habría golpeado el pavimento si Inuyasha no la hubiera atrapado. Había abierto la puerta de un tirón. Él mantuvo una mano alrededor de su cintura y retorció la camisa de Naraku bajo su barbilla con la otra. Sacudiendo al hombre como un terrier a una rata, insultándolo.
—Si alguna vez la lastimas otra vez, olvidaré cada voto que hice y te cazaré como el monstruo que eres —tiró otra vez a Naraku sobre el asiento y cerró de golpe la puerta, pero no antes de que Kagome captara la locura ardiente en los ojos de su cita. Mientras la limusina giraba en la esquina, Inuyasha la atrajo a sus brazos y enterró su cabeza en su pelo.
—¿Estas bien, mi amor?
Ella nunca había pensado sobre las palabras de cariño con las que Inuyasha la llamaba. Siempre había pensado que tan sólo eran su manera de indicar amistad, pero ahora no estaba segura. Tal vez habían representado todo lo que había entre ellos y ella no lo había percibido. Sus manos temblaron cuando se acurrucó cerca de él.
—Ahora lo estoy.
Inuyasha la miró y sintió aumentar su cólera otra vez. Acariciando con su pulgar su labio inferior, vio las marcas de dientes y maldijo.
—Te mordió.
Ella agachó su cabeza; un arrebato de vergüenza manchó sus mejillas.
—Estaba enfadado por la manera en que nos conducimos, bailando en el club.
—La cólera nunca es una justificación para que un hombre trate a una mujer de ese modo —susurró él, posando un beso en su frente—. Lo siento sin embargo. Debí controlarme y no tratar de seducirte enfrente de él. Te he extrañado tanto que perdí el control por uno o dos minutos —metiendo una hebra de pelo negro detrás de su oreja, miró fijamente sus ojos cafés. Incluso aunque estaba asustada y lastimada, un sentido de pertenencia lo llenaba porque él estaba en sus brazos—. Te llevaré a casa.
Conduciéndola hasta donde estaba aparcado su automóvil, la sintió estremecerse. Estaba empezando a reaccionar y a darse cuenta de qué podría haber ocurrido si él no la hubiera rescatado. No pensaba que Naraku hubiera ido más lejos de besarla, pero había un toque de inquietud en él. Cuando había agarrado al hombre, había sentido la presencia de otro espíritu en la mente del hombre, pero no era como la posesión demoníaca a la que estaba acostumbrado. El espíritu que había tocado era oscuro y malévolo. Tenía el presentimiento de que era muy viejo, pero muy humano. Decidió empezar a investigar a Naraku Ishimaru al día siguiente. Había algo inquietante sobre ese hombre. Kagome tembló otra vez.
—Aguanta, amor. Te acompañare al apartamento y podrás tomar un baño —abrió la puerta del automóvil y la ayudó a subir. Cerrando la puerta del automóvil, quedó de pie fuera por un minuto, respirando profundamente para enterrar su rabia. Ella no merecía ser bombardeada por eso y sabía que ocasionalmente su mente filtraría sus emociones a otros que estuvieran abiertos. Después de los años que habían pasado juntos, sabía que Kagome estaba muy abierta a él. Caminó hacia el lado del conductor y entró al auto.
Ella tenia la cabeza apoyada contra el apoya cabezas y sus brazos estaban envueltos alrededor de su cintura mientras temblaba. Arrancó el automóvil e hizo algo que nunca había hecho desde que había venido a Kyoto: puso la calefacción. Posicionó las aberturas para que dieran sobre ella, se inclinó para abrochar su cinturón de seguridad, pasando su cara cerca de sus pechos. Una ráfaga inmediata de lujuria lo atravesó y endureció su miembro. Quería más que nada enterrar su cara entre esos dos montículos. Deseaba hacer rodar sus pezones entre sus dedos y succionarlos tan duro como pudiera. Ella inspiró profundamente, causando que sus pechos aumentaran colocándolos aún más cerca de su cara y él levantó la mirada para ver sus ojos mirándolo. No estaba avergonzado porque lo atrapó mirándola. Ella estaba excitada por su mirada, lo podía decir por la forma en que sus pezones destacaban a través de su vestido. Él terminó de abrochar su cinturón de seguridad y se volvió a sentar con un gemido. Acomodando su miembro en sus pantalones, hizo una mueca sin hacer ruido.
—Espero que te des cuenta de que no hay nada que adoraría más que llevarte a casa, extenderte sobre mi cama y tenerte toda la noche —su voz sonaba severa y frustrada. Ella asintió—. No lo haré porque acabas de sufrir una agresión y no estás lista para llevar nuestra relación a ese nivel.
—Naraku no me agredió.
Él advirtió que estaba evitando la última parte de su frase. Se las arreglaría con eso cuando se hubiera recuperado de los eventos de la noche. Él sabía que la estaba empujando demasiado duro y demasiado rápido, pero no quería desperdiciar más de la vida de ella sin ser su amante. Los mortales tenían vidas tan cortas, con toda clase de peligros capaz de separarlos antes de que fuera el momento. No quería correr el riesgo de perderla antes de siquiera haberla tenido.
—Sí, te agredió. Tienes moretones para demostrarlo —se alejó de la acera y se dirigió hacia su departamento.
—Sólo estaba disgustado. Estoy segura que habría parado antes de que fuera demasiado lejos —no parecía demasiado confiada sobre eso.
—Da gracias a Kami por que nunca lo comprobaremos —nunca había sido un ser muy de rezar, pero Inuyasha envió una breve oración de agradecimiento al Padre en el cielo.
—¿Cómo supiste que necesitaba ayuda?
Él se preguntaba cuando preguntaría sobre eso. No creía que estuviera lista para enterarse de su condición de Caído y de todos los poderes que tenía. Algún día, se lo diría y la dejaría tomar la decisión sobre si estaba loco o no, pero esta noche, bailaría alrededor de la verdad.
—Sólo tuve un presentimiento cuando vi que la limusina no partía del club. Pensé que tal vez algo iba mal —Paró frente al edificio de ella. El apartamento de Kagome estaba encima de su librería.
—Subamos.
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Kagome suspiró mientras se hundía en el agua caliente. Inuyasha la había llevado hasta su apartamento, la había dejado en su dormitorio y le había ordenado que se desnudara mientras le preparaba un baño. Ella se deslizó en la bata de seda roja que él le había regalado por Navidad el año anterior. Los ojos de él se encendieron cuando entró en el cuarto.
—Ve a bañarte. Haré un poco de té —Él la empujó suavemente hacia el cuarto de baño.
Ella jadeó cuando entró. Él había encendido velas y las había colocado alrededor del cuarto, que quedaba iluminado por el suave parpadeo de las llamas y no por las ásperas luces modernas. El agua se sentía suave contra su piel. Respirando hondo, inhaló el suave olor a lirios. Él había encontrado sus sales de baño y las había mezclado con el agua. Ella comenzó a reclinarse cuando golpeó el brazo contra un lado de la tina. Un débil dolor surgió de su brazo. Levantándolo, contempló las contusiones que Naraku le había dejado allí.
Ella sabía que su cólera estaba justificada. Había ido al club con él y había terminado bailando con otros dos hombres. Pensó en Miroku y como él le había advertido que las intenciones de Inuyasha hacia ella habían cambiado. Entonces Inuyasha había bailado con ella como si fuera la única mujer en el club. Al minuto que él la tomó en sus brazos, todos los pensamientos sobre Naraku o cualquier otro hombre volaron fuera de su cabeza. Ella comprendió que desde el momento en que lo había conocido, Inuyasha era el hombre que deseaba. Tal vez había tratado de eludir el asunto citándose con otros hombres. Él nunca había hecho nada sobre ellos antes. Como un hermano mayor, los había investigado y luego había dado su aprobación. Por supuesto, ella había tenido la impresión de que no le gustaba ninguno de ellos, pero pensó que era porque él creía que ninguno era lo bastante bueno para ella.
—Ninguno de ellos lo era, amor —su voz desde la entrada la hizo sobresaltarse.
Ella carraspeó cuando el agua la golpeó en la cara. Él detuvo sus manos cuando ella trató de secarse.
—Déjame —Él le cogió la barbilla con su mano y dirigió la toallita de lavar sobre sus mejillas con el mismo toque que usaría para limpiar la más delicada porcelana.
Sus ojos se encontraron y se sostuvieron mientras su mano bajaba para empapar la tela. Ella vio lujuria ardiendo en sus ojos. Sus ojos normalmente fríos se fundían en llamas de oro calientes. Escondido profundamente dentro de ellos había algo de vacilación. Comprendió que eso podía significar que él tenía miedo de que lo rechazara. De todas formas, todavía no estaba lista para brincar a la cama con él. Sería una transición demasiado repentina, pero ella le dejaría cortejarle mientras tanto.
Ella suspiró cuando la tela rodeó su pecho. Los ojos de él bajaron para mirarle el pecho. Recordó que él podía ver todo bajo el agua. Por la razón que fuera, no estaba avergonzada. Inuyasha ya la había visto de mil formas distintas en cada paso de su amistad, supuso que verla desnuda era el siguiente paso.
Él estaba arrodillado al lado de la tina, su camisa de lino desabotonada y las mangas enrolladas hasta el codo. Él tomó una de las manos de ella y la colocó contra su pecho. Sus dedos de ella masajearon la piel caliente mientras él pasaba jabón por su brazo. Él lo aclaró e hizo lo mismo con el otro. Sus fuertes manos masajearon su espalda mientras la limpiaba. Sus músculos se convertían en gelatina con cada caricia y roce. Arrastrando la tela sobre su piel acalorada, sus ojos estudiaron las reacciones de ella. Cuando alcanzó sus piernas, ella se inclinó hacia atrás y gimió. Él adoraba cada curva y valle de ella. Sus pies y la parte de atrás de sus rodillas fueron tratados con cuidadoso detalle.
Ella arqueó su espalda cuando su atención volvió a sus pechos. Él los rodeó y apretó suavemente. Usó el trapo enjabonado para masajear sus pechos y estimular sus pezones. Cuando ella gimió profundamente, él dejó caer la tela y se levantó. Ella vio el enorme bulto en la parte delantera de sus pantalones y se sonrió.
Él se movió hacia la puerta. Mirándola, negó con su cabeza.
—No estás lista para más aún. Alejarme de ti me está matando, pero estoy dispuesto a esperar hasta que estés lista.
Ella deseaba gritarle que ya estaba lista. Podía sentir como su cuerpo lo necesitaba, pero sabía que lo que quería decir era que ella no estaba lista emocionalmente para que su relación pasase más allá de la amistad. Ella asintió con la cabeza.
—¿Quieres que me quede o estarás bien? —Él se volvió en la entrada y la acarició con los ojos.
—Estaré bien. No tienes que quedarte y cuidar de mí. Soy perfectamente capaz de acostarme sola — ella se sonrojó por su sonrisa.
—¿Y si yo no quisiera que fueras capaz de acostarte por ti misma¿Y si quisiera ser yo quién lo hiciera?
—Dijiste que no estaba lista —ella le devolvió su declaración anterior.
—Eso dije. Supongo que esta no es la noche donde todos mis sueños se hacen realidad —él le lanzó beso—. Dulces sueños, amor. Me pasaré a verte mañana.
Ella se sentó en el agua caliente escuchando la puerta principal cerrarse. No entendía como podía moverse con tanto sigilo. No había escuchado el sonido de pasos atravesando el apartamento. Ningún sonido de fricción de ropa. Era como si hubiera desaparecido, a no ser por el sonido de la puerta al cerrarse. Es ligero de pies, se dijo ella.
Salió de la tina y se secó. Envolviéndose en la bata, vagó por la sala de estar. Inuyasha había dejado algunas velas encendidas y el té hirviendo a fuego lento en la cocina. Las puertas Japonesas de su balcón estaban abiertas a la brisa de la tarde lo que hacía que entrara el húmedo olor terroso de los pantanos y el fuerte sabor del océano. Se sirvió una taza de té y se caminó hasta pararse ante las puertas. Las cortinas ondeaban con la brisa. Cuando una de las cortinas tocó su tobillo, ella brincó. Un temblor frío subió por su espalda. La aterciopelada y suave tela pareció enrollarse en su tobillo y ajustarse a ella. Un áspero viento frío irrumpió en el cuarto, trayendo con él el hedor de alimentos putrefactos. Sintió náuseas y tropezó hacia atrás. Luchando contra el viento, cerró las puertas y se apoyó contra ellas.
Un sonido misterioso vino con la noche. Ella se dijo que era un gato callejero, pero una pequeña voz en su cabeza le dijo que ningún gato callejero sonaba así. Apagando las velas, rápidamente comprobó todas las cerraduras de las puertas y se dirigió hacia su dormitorio. Cuando se metió en la cama, el teléfono sonó.
Ella vaciló antes de contestarlo. Finalmente, lo agarró.
— ¿Hola?
— ¿Estás bien? —la profunda voz lisa de Inuyasha sonó en la línea.
—Sí —ella se desplomó contra las almohadas— ¿Por qué llamas¿No te habías marchado?
—Tuve un extraño sentimiento de que algo estaba mal y quise asegurarme que estabas bien.
—¿Tienes esos sentimientos a menudo?
—Lo bastante a menudo como para escucharlos. ¿Entonces, estás bien?
Ella pensó en el viento frío y el sonido extraño que había oído. Logró convencerse que tan sólo era una reacción retrasada por las acciones de Naraku.
—Sí, estoy bien. Creo que estoy un poco nerviosa por el incidente de esta tarde.
—Si quieres, puedo volver y quedarme. Dormiré en el sofá.
Ella sonrió abiertamente al pensar en Inuyasha tratando de encajar su largo cuerpo en el pequeño sofá.
—Estaré bien. Me estoy acostado ahora, de todos modos. Después de una buena noche de descanso, habré olvidado todo este asunto.
—Mejor no lo olvides. Si ves a Naraku otra vez, debes estar en guardia. No confío en él.
—¿Qué tienes contra Naraku?
—¿Aparte del hecho de que te atacara? —ella pudo sentir como se encogía de hombros por su voz—. No estoy seguro, pero algo de él me inquieta.
—No serán los celos lo que te inquietan¿verdad?
Él se rió.
—Es cierto que una parte de ello son celos, pero otra parte son mis instintos los que me dicen que él es peligroso.
— ¿Y tu no lo eres?
—Soy peligroso de un modo bueno.
Ella se enroscó en su cama y se colocó la manta alrededor. Ella amaba su suave y profunda voz, tocaba un lugar profundo dentro de ella que nunca había sabido que tenía. Era lo primero que había notado sobre él. Bueno, la segunda cosa que había notado, justo después de notar lo bien que lucía con su traje de tres piezas. Cuando ellos se habían conocido, ella le había derramado café por todas partes y luego él le había pedido perdón dulcemente por chocar contra ella. Como un verdadero caballero, se había culpado por el accidente. Cuando le pidió una cita para comer, ella no pudo rechazarlo. Ella sonrió al recordar su primera comida.
—No sabía que había diferentes clases de peligroso.
—Confía en mí, amor. Hay varias clases del peligro en el mundo. Mi tipo de peligroso te intriga porque sabes que nunca te haré daño.
—¿Cómo puedo saberlo?
—Mira profundamente dentro de ti y verás de qué hablo. Hay una voz en tu mente que te dice que deberías arriesgarte y salir conmigo. Es la misma voz que te hace no estar segura de continuar viendo a Naraku.
Ella se preguntó como podía saber que estaba reconsiderando su relación con Naraku. No había mucho que hacer con el hecho de que Inuyasha le mostraba ahora un inusual interés. Ella no había sentido la ardiente atracción que estaba sintiendo ahora por él mientras salía con otros. Casi había tomado la decisión de dejar de verlo cuando Inuyasha volvió a casa y comenzó a instigarla.
—¿Inuyasha, qué pasó en Tokyo?
—¿Por qué lo preguntas?
—Has cambiado. Nunca te he visto tan convincente como fuiste esta noche.
—Lo sé y lo siento. Creo que me asusté.
—¿Te asustaste?
—Nunca pensé realmente que tendría preocuparme por que encontrarás a alguien más. No intenté que parases de salir con otros hombres porque pensé que sabias que al final estaríamos juntos. Cuando regresé de Tokyo, todo lo que oí a nuestros amigos era lo maravilloso que era Ishimaru y que hacíais una pareja perfecta. De repente, vi todos mis proyectos para el futuro desaparecer delante de mis propios ojos. Entonces me asusté.
—Oh, Inuyasha.
—Prometo no apurarme, Kagome. No quiero espantarte y si quieres seguir viendo a Ishimaru, no te detendré.
—Es duro para ti dejarme elegir¿verdad?
—Sí, lo es, pero he aprendido el valor del libre albedrío —una nota de tristeza tocó su voz durante un momento—. También he visto la locura del libre albedrío, sólo espero que no te opongas si te vigilo si decides seguir viendo a Ishimaru.
Ella se rió suavemente.
—No estoy sorprendida. Puedes vigilarme. Me he acostumbrado a tenerte alrededor.
—Duerme bien, mi amor. Te veré para desayunar mañana.
—Buenas noches.
Ella colgó y se acurrucó bajo las mantas. El calor la llenó y sabía que era porque Inuyasha estaba en casa otra vez. Mañana rompería con Naraku y vería hasta donde iba esta atracción entre ella e Inuyasha. Durmió soñando con ella e Inuyasha entrelazados en una cama de sábanas blancas de satén.
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Mientras se deslizaba en sus sueños eróticos, no oyó los extraños sonidos que llegaban desde de la calle, los mismos sonidos que había desestimado antes por que procedían de un gato callejero. En el repentino viento frío que soplaba, una sonrisita se podía oír. Si alguien hubiera mirado desde su ventana, habría visto a un hombre sobriamente vestido de pie en la calle frente a las ventanas.
—Ella será nuestra pronto.
—Sí —Naraku rió —también la encantadora propiedad que posee. La quiero para mi hotel.
—Yo la quiero a ella. Su alma es pura. Es perfecta para mí.
Una parte de su alma no corrompida por el espíritu retrocedió ante el pensamiento de ofrecer a Kagome como sacrificio a esta diabólica cosa.
—¿Por qué tiene que ser ella¿No puede ser ninguna de las otras mujeres con las que me he citado del trabajo?
—No. Hay algo especial en ella. No lo he entendido aún, pero sé que tiene que ser ella. La única cosa que me preocupa es el hombre con el que bailaba esta noche. No me dijiste que tuviera un socio en sus negocios.
—Lo desconocía. Nada en la investigación que hizo mi ayudante me dijo que no poseyera su negocio y el edificio por derecho. No Taisho me pone nervioso.
—Deberías estarlo. Nunca jugaras en su liga, no importa cuánto te ayude. Hay algo extraño en él. No tiene la misma sensación que el resto de ustedes.
—¿A qué se parece él?
—Él tiene el toque del infinito en él, creo. Es extraño porque no siento la presencia de otro espíritu en su interior.
—Eso esta bien. Él no debería ser ningún problema entonces.
—Eso parece, pero tengo el presentimiento de que será más difícil que cualquier otro con el que hayas tratado. Él la protegerá ferozmente también. Tendremos que ser cautelosos.
—Ese es un buen plan. Haré que mi ayudante comience a investigarlo. Tal vez encontremos algo con que chantajearlo.
—No creo que encontremos nada y aun si lo hiciéramos, no creo que se dejara chantajear. Me parece un hombre que no se preocupa de lo que otros puedan pensar de él.
—Pero podría preocuparle lo que Kagome piense de él.
—No lo bastante para arriesgarse a dañarla. Si tratas de revelar todos sus secretos y ella sale herida, él sacará un anuncio en el periódico por ti —otra fría brisa recorrió la calle—. Es hora de marcharnos. Tenemos que hacer planes.
Naraku se alejó. No vio la alta figura en el callejón detrás de él. Con los entrecerrados, el hombre miró la sombra que se marchaba y se preguntó sobre la oscuridad que notaba en el alma del hombre.
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—Podríamos tener un problema con Ishimaru, No Taisho.
Inuyasha no se sorprendió al ver a Fudō Myō-ō tan tarde esa noche. El club había estado cerrado durante una hora. Él estaba revisando los ingresos de la noche. Sin mirar al Dios, lo invitó a tomar asiento.
—¿Quieres algo de beber?
—No. No necesito sentirme mortal pretendiendo beber. ¿Oíste lo que dije?
—¿Qué te tiene tan tenso? —los ojos de Inuyasha lucieron vidriosos durante un segundo y luego se aclararon. Una sonrisa satisfecha cruzó su cara—. Justo en este momento, Kagome está enroscada agradablemente calentita en su cama teniendo dulces sueños sobre mí.
Fudō Myō-ō encogió sus hombros.
—No me gusta esta ciudad. Hay demasiados espíritus que todavía pululan aquí. También me pone nervioso estar rodeado de seguidores del Culto del shinto, hacia el Yomi (Vudu) (mundo de los muertos).
— ¿Yomi¿Vudú¿Qué tienes en contra?
—Nada, excepto que me pone histérico. Prefiero la clara y tradicional ceremonia Budista o en todo caso la Cristiana - Católica.
—Ah, todo ese humo, incienso y Mantras. Es un poco agobiante para mi gusto —Iuyasha agitó una mano y dos vasos de bourbon aparecieron en la mesa—. Bebe, Fudō Myō-ō. Esto no te afectará, pero te dará algo para hacer aparte de obsesionarte con esta ciudad. Esta es la magia de Kyoto, amigo mío. Es hermosa y fea. Es profundamente religiosa, pero la mezcla es exótica y pagana también.
Fudō Myō-ō bebió a sorbos su bebida y miró a Inuyasha con sus enigmáticos ojos lilas.
—¿Es por eso qué te gusta tanto este lugar? Nunca pensé que te instalarías en una ciudad por tanto tiempo.
—Me gusta realmente la sensación de fe que impregna esta ciudad, pero hay también decadencia y la sensación de que algo va a ocurrir. No tengo problemas con todas las religiones diferentes que hay aquí.
—Bien, porque pienso que nuestro problema con Ishimaru no tiene nada que ver con las religiones habituales, pero si con las que están al margen.
—¿Le ha hecho Ishimaru algo a ella? —Inuyasha comenzó a ponerse de pie—. Me acercaré y lo comprobaré.
Fudō Myō-ō lo empujo para que se sentara.
—No, ella está bien. Sólo salió al balcón del apartamento. Naraku estaba de pie, afuera en la calle. Él mascullaba consigo mismo. Por lo general puedo ver las almas de los mortales. Lo raro de él es que me pareció ver que tenía dos almas habitando su cuerpo.
—¿Está poseído por un espíritu?
—Sí. Aunque no es un demonio verdadero. Tanto tú como yo lo hubiéramos percibido cuando estuvo aquí antes. No he tenido ninguna experiencia con algo de este tipo antes. Vamos a tener que aprender tanto como podamos, antes de que le hagan algo a Kagome.
—Veré lo que puedo hacer —Inuyasha se encogió de hombros. —Creo que tengo algunos empleados que practican el Yomi - Vudú. Lo comprobaré con ellos primero.
—Buscaré en todas las fuentes que tengo. Te avisaré si encuentro algo — Fudō Myō-ō desapareció justo cuando Hachi aparecía por la esquina de la barra.
—¿Oye, jefe, querías algo?
—Sí. Tengo que preguntarte algo —Él invitó a su encargado a tomar asiento.
—Claro jefe —Hachi no miró el segundo vaso en la mesa. Ya se había acostumbrado a las extrañas costumbres de su jefe.
—¿Hachi, crees en kami ? (para los que no sepan "Kami - Dios - Dioses")
El gigante lo miró.
—Claro. Creo en Kami, pero practico la religión de la isla.
—¿La religión de la isla?
—Yomi - Vudú. Pero el de verdad, no ese mamarracho turístico que se vende en el Barrio Bajo de Kyoto —el labio de Hachi se curvó de repugnancia
—¿Entonces crees en el poder de los espíritus?
—Sí. Los buenos y los malos. Los espíritus de nuestros antepasados están alrededor de nosotros.
—¿Qué piensas de Naraku Ishimaru?
—¿Por qué me lo pregunta? Por lo general emite mejores juicios sobre la gente que yo.
—Tu estas más cercano "al otro" mundo. Tu religión Vudú te da más percepción para el mal del que yo poseo — sabía que él había perdido un poco de sentimiento para el mundo espiritual. Viviendo durante siglos, había comenzado a perecerse más a los mortales que una vez había ridiculizado. Tengo más experiencia con demonios que con espíritus, pensó.
—Ishimaru son malas noticias. Lo he visto en algunas ceremonias. Él vino buscando algo. Yo esperaba que no lo encontrara, pero lo que percibí en él esta noche dice que ha encontrado exactamente lo que buscaba.
—¿Qué piensas que era?
Hachi se encogió de hombros.
—La gente no conoce el verdadero poder del Vudú, ellos vienen buscando zombis y muñecas Vudú. Esperan que nosotros hagamos maldiciones y cosas así. No digo que esas porquerías no existan. Existen, pero para hacer cosas malas, tienes que encontrar un brujo o bòkò. No conozco a nadie de mi gente que pudiera decirle a él donde encontrar uno.
—Si los hechizos que les venden a los turistas no son es el verdadero Vudú¿por qué tu y vuestros líderes religiosos no tratan de educarlos?
—Esta no es una religión para un hombre que siempre fue libre, Inuyasha. Hay motivos por los que se la llama la religión de los esclavos. Mis antepasados la practicaban en África antes de que fueran vendidos por sus enemigos a los blancos. Vudú ni siquiera es el verdadero nombre para ella. Es una forma de venerar a nuestros antepasados.
Inuyasha comenzaba a hacer otra pregunta cuando Hachi levantó su mano.
—No diré nada más. Confío en ti, hombre. Has sido un buen amigo y sé que nada de lo que te pueda contar me meterá en problemas, pero para algo más, tendrás que dirigirte a un mambo o un oungan.
—¿Sabes a cual puedo dirigirme?
—Preguntaré al mío y veré si conoce a alguien que hablará contigo. Podría tomar un poco de tiempo convencerlo.
Inuyasha sacó algo de dinero en efectivo —dáselo como señal de mi respeto. Si puede usar el dinero para su comunidad, estará bien. Si no, encuentra algo que él pueda usar. Tal vez mostrándole el debido respeto, querrá hablar conmigo.
—Gracias, hombre. Sé para qué lo usaría —Hachi tomó el dinero y se levantó—. Me dirigiré a él ahora mismo.
—¿No es un poco tarde para visitarle?
—Él no duerme mucho. Creo que está en camino a la tierra de nuestros antepasados.
Inuyasha miró a su amigo hasta que este salió del club. No estaba seguro de lo que pasaría, pero vigilaría de cerca a Kagome. Si el Dios guerrero de Kami - Sama estaba preocupado, las cosas no estaban yendo bien.
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"Rincón Cultural"
Gorila: persona encargada de sacar a los alborotadores de un club nocturno
Fudō Myō-ō (不動明王) En el culto budista Shingon en Japón, el dios es el más importante de los reyes de la sabiduría. Con la mano derecha empuña una espada flamígera, y con la izquierda sujeta una cuerda para atar a los demonios. Se le sitúa en el centro, entre los otros cuatro dioses situados en los cuatro puntos cardinales. (Equivalen a los Arcángeles en la religión occidental)
El mantra de Fudō Myō-ō es:
「なーまくさーまんだーば さらなんかん」
(Naamakusaamandaaba saranankan)
Culto del shinto: ritual vudú de la cascada. Religión en Japón que tiene más de 2.500 años de historia. Allí, el agua caída en un salto propicia de nuevo el encuentro con los espíritus, a pesar de que Haití y Japón están separados por un continente y todo un océano. Shinto deriva de la palabra japonesa shin tao (el camino hacia los dioses), y la culminación del ritual tiene lugar debajo de una cascada sagrada llamada Konryu Myojin no Taki, en el santuario de Tsubaki, al sur del país. Los sacerdotes (guji, en japonés) se encargan de tomar sake y sal de sus copas para luego arrojarlos a la cascada. Aquellos que se colocan bajo las aguas llevan sólo una cinta blanca en el pelo y calzones blancos. "La temperatura del agua es bajísima, de entre dos y cuatro grados, tanto que no se puede aguantar" "Como mucho, la gente se detiene allí unos cuatro o cinco segundos". El agua cae con tanta violencia que resulta mortal para niños o ancianos, ya que puede dañar el cráneo incluso a través de la sutura que une los huesos (la fontanela). Los más iniciados son capaces de aguantar entre 10 y 12 minutos, y sobre ellos se proyecta un éxtasis en el que luego aseguran que el agua "fluye a través de ellos, entrando por el centro de la cabeza y saliendo por debajo del cuerpo". Apenas murmuran algunas oraciones, el ritual transcurre en un silencio sólo roto por la caída del agua.
bòkò: Sacerdote Vudú que se dedica exclusivamente a practicar magia negra.
Se refiere a dos tipos de sacerdotes vudú.
Vudú: El Vudú es una creencia religiosa sincrética, es decir, una mezcla de catolicismo y antiguas prácticas africanas, incluidos elementos fetichistas y distintos tipos de magia, como la Blanca, la Negra y la Gris, que es una mezcla de las dos anteriores.
No se puede negar, sin embargo, que la primera, la Magia negra, es la más importante dentro del Vudú y es la que ha dado la imagen de que el Vudú es, por fuerza, algo siniestro.
El origen del Vudú es africano, pero fue llevado a Haití y a Nueva Orleáns por los esclavos.
Se trata de una creencia religiosa mayoritaria en Haití, que también se practica en Cuba, Trinidad, Brasil y en el sur de Estados Unidos, sobre todo en Louisiana.
En sus aspectos más moderados, sus ritos se practican entre cantos, sonidos de tambores y danzas.
Sus dioses −a loa− representan las preocupaciones comunes a toda la humanidad: el amor, la finitud de la vida y la protección del hogar. Pero en sus manifestaciones más extremas, sus prácticas son muy agresivas, ya que los brujos sacrifican animales y elaboran las famosas muñecas de cera o de trapo, que atravesadas con alfileres causan dolor a la persona que representan. El Vudú también llegó a China y Japón, por medio de los esclavos y el comercio. Pero no fue de gran impacto, ya que en ese tiempo prácticas similares rondaban a ambas culturas.
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HADA :)
