Hola a todos :)
Acá vengo yo con una nueva historia, que es nada más y nada menos que un dramione ;) La verdad es primera vez que escribo de esta pareja, así que... pruebo nuevos horizontes(?) xDD
Así que...
Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a J.K., exceptuando, claro, a aquellos que sea necesario ser inventados. Pero podría tomar nombres que están por estar y que no sabemos quienes son(?) xD
Sumary: El mundo mágico está enfrentando un gran problema; muchos acusados y poco personal.
Después de muchas discuciones, aceptan poner en uso un método un tanto más eficaz y rápido, el método muggle con sus respectivas variantes...
Hermione, que actúa como Defensora de la magia tendrá que defender a quien menos se esperó.
Tendrá que olvidarse de sus prejuicios y tratar de sacar adelante el caso.
¿Quieres saber cómo lo hace?
Advertencia: Es un Dramione, además, es M, habrán relaciones un tanto... explícitas(?). Ok, no tanto, pero sí habrá descripción xD. Mmm... creo que sería todo.
Además, si quieren podrían pasarse por un Remus/Hermione de mi autoría llamado Matalobos
Un día normal
Hermione Jean Marie Juls Potter Dumbledore Granger sería el nombre perfecto para esta chica, si el que estuviera detrás de esto fuera Perla Shumajer, pero como no es así, conformémonos con Hermione Granger.
Hermione Granger era, al fin y al cabo, una excelente trabajadora del Ministerio de Magia con un par de premios y muchos honores luego de tener sólo un año allí; nada la enorgullecía más que estar ayudando en aquellos tiempos al mundo mágico, que aún enfrentaba demasiados casos de mortífagos por día, siendo esta la razón por la que ella había promovido una nueva ley. Esta ley, no tenía otro propósito más que acelerar el proceso de encarcelamiento de dichas personas.
Había tenido que pelear por al menos cinco meses con el Wizengamot para que éste aceptara la ley provisional, basada en algunos aspectos muggles. Aunque grandes partes fueron cambiadas porque se consideraban muy poco mágicas o demasiado muggles, la ley provisional fue puesta en uso a mediados de agosto. Ella, fue una de las primeras en ser elegida como Defensora de la magia, el equivalente a los llamados abogados del mundo muggle.
Y aquella templada mañana de septiembre, para ella era otra más. Se levantó, como siempre, a las siete para estar lista en el Ministerio a las ocho de la mañana, ni un minuto más ni uno menos. Se aseguraba siempre de darle un beso en los labios a Ron antes de partir, quien debía dormir plácidamente; su novio salía más tarde de su casa, debido a que atendía junto con su hermano los Sortilegios Weasley. Llegaría a su oficina, que tenía una enorme ventana a un costado, y su pequeña y modesta mesa en el rincón derecho, tomaría asiento allí y comenzaría a hojear para estar segura de que no se le pasaba ningún compromiso por alto.
Luego saldría por la puerta de nuevo, iría una planta más arriba a charlar un momento con Harry, y luego bajaría hasta el último piso, en las nuevas salas de juzgado. Su vida se podría describir como la de una típica adulta joven que se abría paso en el campo de leyes mágicas.
Aquel día templado, salió de la oficina de Harry y, cuando estaba en el ascensor, un pequeño avión de papel casi se estrelló contra ella; de reojo leyó que ella era su remitente y lo tomó. Se acomodó la carpeta en su mano izquierda, y abrió con rapidez la carta. Dentro de ella se le informaba que tenía una reunión con el jefe de su Departamento, el Sr. Rodolphus, que era algo urgente. Con algo de apremio, salió del elevador antes de lo previsto y caminó hasta la última puerta del pasillo, en donde se leía Rodolphus Ninfo -Jefe del Departamento de Seguridad Mágica-. Tocó dos veces, y entró.
—Buenos días, señor. Me llegó una nota que…
—Así es, Granger. Por favor, tome asiento —interrumpió un hombre alto, delgado y con un bigote algo chistoso sobre su boca. Hermione, con su carpeta en la mano, tomó asiento delante de su jefe y se dispuso a escuchar—. Granger, hay un caso que quiero sea tomado por usted, creo que es la más competente…
—Me alaga, señor.
—…pero no es cualquier caso. Debido a que el acusado no se ha procurado a sí mismo un Defensor de la magia, es necesario que se le sea proporcionado por el Ministerio. Y yo la he designado a usted. Necesitamos que descubra lo que en realidad pasó y que encierre, o libere, a este hombre.
—Acepto, estaría encanta…
—Aguarde. No es cualquier hombre el que usted va a defender, fue uno de los más allegados a Quien-Usted-Sabe, pero se sospecha que ha sido obligado por su padre —advirtió con un tono que quería ser paternal, pero que era igual de duro que siempre.
—No se preocupe —aceptó con una leve sonrisa—. Será un honor ayudar, como siempre.
Hermione inclinó levemente la cabeza, y se levantó de la silla. Fue hasta la puerta con su característico caminar, ni rápido ni lento, y salió por ella. En cuanto estuvo fuera de la oficina, se quedó un par de segundos allí y luego escuchó que su jefe le decía que la primera vista sería el día siguiente, que tenía el resto del día libre. Bien, al menos podría almorzar tranquilamente con Harry y con Ginny, no tendría el apuro de que un caso la esperaba.
Comenzó a caminar de nuevo, fue hasta su oficina y le dejó una pequeña nota a Brittany, su compañera de trabajo, diciéndole que no se preocupara y que tendría el día libre. Salió del Ministerio y se encaminó hasta el Callejón Diagon; sería buena idea visitar a Ron y comerse un helado con él, tal y como lo hacían cuando jóvenes. Sería bonito para ella volverse a ver tal y como recordaba la inocencia en aquel entonces, inocencia que luego fue desplazada para poder convertirse muy rápido en adulto.
Caminó derecho por el Callejón hasta que se encontró con un gran bufón que se quitaba y volvía a ponerse el sombrero. Debajo de él levitaba un gran letrero, que rezaba "Sortilegios Weasley" , y que alrededor de las palabras, un montón de destellos las alumbraban. Hermione rió por las ocurrencias de los chicos y empujó la puerta, que sonó con su característico tintineo. Entró con un caminar pausado, viendo el montón de cosas que había en aquella tienda de locos. En una esquina pudo ver a un montón de animales que saltaban de un lado a otro, algunos hasta gritaban cosas incomprensibles; había un par de botellas que soltaban burbujas de jabón y, al otro extremo, estaba la nueva creación: El Mapa del Merodeador. En un principio se había opuesto a esto, pero ya que no podía controlar a George y cuando éste le dijo que en realidad el Mapa era para gastar bromas a incautos, no opuso mucha resistencia.
—Ron, llegaron a vigilar que ninguna Lav-Lav se te acerque —el aludido no pudo evitar ponerse tan rojo como un tomate. Le dirigió una mirada de reproche a George y fue lentamente hasta donde estaba Hermione.
—Hola, Hermi, pensé que estarías en el Ministerio —comentó Ron mientras le daba un pequeño beso en los labios. Tomó su mano y se la llevó a un rincón, un tanto apartado, en donde Hermione le sonrió levemente.
—Me dieron el día libre, Ron, así que pasé por acá. Tal vez te apetezca ir a comer un helado y luego podríamos ir a almorzar con Harry y Ginny.
—Claro, me encantaría. ¿Hablaste ya con Harry?
—Bueno… no, pero supongo que no se opondrá —Ron bufó divertido—. ¡No te burles! Yo no sabía que tendría el día libre…
—Y… ¿qué te parece si en vez de ir… con Harry, vamos a casa y…?
—¡Ron! —exclamó la chica sonrojada hasta el cuello.
—Ro-Ro no hagas proposiciones indecentes aquí —se escuchó la voz de George desde dentro—. Respeta tu lugar de trabajo.
—Entonces le diré a esa chica, ¿cómo se llama? ¡Miriam! Le diré que tampoco las haga —advirtió—. Entonces, ¿vamos a dar una vuelta?
—Supongo…
Ambos salieron a la calle, en donde una leve brisa movía lentamente sus cabellos. Era cierto que tenían mucho tiempo de novios, y que se querían mucho, pero no estaban preparados para dar el siguiente paso. Cada vez que alguno lo estaba, algo pasaba y hacía que se sintieran inseguros de nuevo. Así que de esa manera estaban más que bien: se sentían seguros del otro y podría darlo todo, no quería apresurar nada.
Es así como pasó aquel día algo largo para Hermione, quien no estaba acostumbrada a llegar a casa temprano, dejar sus tacones medianos a un lado, y tomar un relajante baño mientras pensaba que debía ir a la librería a compara más libros. Si tan sólo tuviera más tiempo para leer… le encantaba su trabajo, sí, pero la consumía tanto que en ocasiones no tenía el sencillo placer de disfrutar un libro.
Llegó la noche y se durmió de nuevo, como siempre, abrazada por Ron y sintiendo su respiración suave y acompasada hacer que su pecho subiera y bajara. El día siguiente de seguro sería largo, y no estaba dispuesta a desfallecer a mitad de él.
De lo que Hermione no tenía la menor idea era que, mientras ella dormía plácidamente, en Azkaban un joven hombre intentaba dormir en su celda, fría y oscura, esperando impacientemente el día siguiente. Su barba incipiente, denotaba su descuido, y su rubio cabello estaba totalmente desordenado.
Aquel hombre, marcado por aquel tiempo en Azkaban, podría aspirar a salir del allí al día siguiente. Tan sólo debía esperar.
