¡Hola! Bueno, es hora de compartir con ustedes mi primer fic yaoi. Llevo meses sin actualizarlo así que trataré de darme prisa. Gracias por todo y les agradezco su apoyo.

SERÁS MÍO PATO FEO

Advertencia:

Los personajes de Saint Seiya no son míos, son del señor Masami Kurumada, un gran hombre. Este fic no existe en su realidad, sólo en las nuestras y yo lo cree sin fines de lucro, sólo por diversión, al igual que todas las estupendas historias de esta página.

Este fic puede contener escenas violentas y sexo explícito e implícito entre hombres. Recomiendo su lectura a mayores de 16 años. Si continuas es bajo tu propia responsabilidad. También me disculpo de antemano por cualquier error de dedo que se me haya escapado, así como palabras altisonantes. Ahora, disfruten.

Namarië!

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Capítulo 1.- Desvelos

Estaba sólo. Como siempre. Bueno, eso no era del todo cierto. Había convivido con Shiryu, Seiya y Shun, sus mejores amigos de la infancia y madurez. A pesar de que fueron enviados a diferentes lugares, se tenían día y noche en la memoria; nunca perdiendo esperanzas.

Sonrió. El joven ojos de cielo recordaba los bellos momentos con sus amigos: un día en la playa, en la feria, en el cine, el parque… charlando, riendo, llorando, gritando. Eran buenos tiempos, cuando se olvidaron de las guerras y rencores.

Pero los años transcurren. No importa lo que hagas, dónde vayas y con quién estés… los demonios del pasado te siguen. La traición, la venganza y la muerte, hacen que cada día que pase, surja un abismo entre tú y el Universo. Las miles de personas no existen, sólo tú y tú dolor ¿o me equivoco?

Las lágrimas resbalaban por las mejillas blancas del cisne, cuando pensaba lo mismo que os acabo de decir. A mitad de la noche se preguntaba cómo un Santo de Atena era capaz de sentir esta gran soledad, teniendo a tantas personas a su alrededor.

Pensó que su madre era la única que podría llenar ese abismo en su corazón. Sí… nadie más. Lamentablemente estaba MUERTA, hundida en el mar y causante de su debilidad, de su tristeza. El destino lo convertía en un hermoso cisne con el ala rota: no moriría pero nunca volaría.

Suspiró profundamente para reprimir el amargo sollozo, pero de éste surgieron más, formando una cadena de sonidos estridentes, provenientes de su alma desgarrada.

Soledad… ¡Maldición! Que palabra tan horrenda. Pero ésa era su realidad.

La almohada cubría su oreja con el único propósito de amortiguar los sonidos. ¿Por qué rayos no lo dejaban dormir? ¿Por qué era ÉL, quien precisamente lo evitaba? ¡Sólo pedía unas cuantas horas de sueño T.T !

Lanzó la desafortunada almohada al otro lado del cuarto, odiando los sonidos provenientes de la habitación contigua. Eso se estaba volviendo costumbre y no lo iba a permitir. Ese ganso emplumado hacía que sus sentimientos salieran a flote y todas las noches lloraba desgarradoramente, haciendo que el Fénix llorara con él. ¡SÍ! Aunque sonara absurdo, tonto, estúpido y todos los adjetivos que se le ocurrieran, lloraba al escuchar a Hyoga. Le dolía escucharlo, sintiéndose impotente ante su tristeza, sin poder estrecharlo en sus brazos y curar sus heridas con las caricias lujuriosas de sus manos.

¡Maldito pato feo y malditos sean esos ojos suyos que lo hacían enloquecer! No podía aguantar más, su cuerpo pedía a gritos sordos acallar los sollozos del cisne. Dejaría su estúpido orgullo y le confesaría su tan anhelado secreto: su amor. Ya era hora, ya era tiempo. Adiós a las inseguridades y aunque tuviera que golpearlo, le haría entender que podía confiar en él, que su corazón era suyo aun cuando todas sus actividades y palabras pasadas dijeran lo contrario.

El Fénix iría a por su presa… y si tardaba siglos, después valdría la pena. Estaba seguro.

El pecho dolía y la garganta se quejaba de tanto esfuerzo. En las tinieblas, sólo consigo mismo, el cisne seguía llorando. Se reprimió todo lo que pudo y miró alrededor: se encontraba en la Mansión Kido, en su habitación, escuchando el sonido de la lluvia. La oscuridad se hallaba ante él y lo único que se veía por la ventana eran las sutiles siluetas del mundo exterior. Estaba en completa soledad, o eso creía.

-¿Y ahora se puede saber por qué estás llorando? No me dejas dormir cisne estúpido.

Hyoga se levantó rápidamente de su cama, viendo con malos ojos al intruso.

-¿Y a ti qué te importa Ikki? Déjame en paz.

-Pues me importa todo lo que tiene que ver con mi descanso. ¡Estoy harto de ésta casa maldita sea!

El cisne examinó la cara del moreno con detenimiento. Unas profundas ojeras rodeaban sus tormentosos ojos y una mueca de desesperación e impotencia adornaba su rostro. Se sintió un poco culpable… naaaah. Deben ser imaginaciones de su traumada cabeza.

-¿Y eso que tiene que ver conmigo? Por mí puedes irte a dónde te de la gana. Siempre lo has hecho así, ¿Qué esperas?

-Ahora sí lo que me faltaba. Primero a Saori se le ocurre traer a los Dorados aquí. Después invita a las Marinas de Poseidón. Y por si no fuera poco no puedo dormir por los sonidos SALVAJES que hacen mis vecinos de izquierda y enfrente. Todavía me corre un imbécil que llora por su mamá muerta. ¡BIEN! ¡EXCELENTE! ¡Definitivamente que me fue lo peor esta semana!

-¡NO TE METAS CON MI MADRE MALDITO INFELIZ! ¡Yo no tengo la culpa de que Milo y mi maestro hagan tanto ruido! Tampoco de que Saori pusiera a Saga y a Shaka frente a ti! Ve y reclámales a ellos! Si por mi fuera estaría bien lejos de ti, al lado de mis MEJORES amigos Shun e ISAAC. Así que déjame dormir y ¡vete que yo no voy a estar soportando tus desplantes!

Ay no. Eso no era lo que Ikki quería escuchar. Isaac ¿eh? Cómo era de esperar, el bichito de ojos verdes le mordió el cuello al Fénix. Se deshizo de su autocontrol (¿acaso lo usó durante esta conversación?) y se acercó peligrosamente al bello cisne, cambiando rápidamente sus planes.

-Lo mismo digo. Yo no tengo la paciencia para aguantar a un patético cisne llorón. Ve con tu querido Isaac a llorar y déjame dormir de una buena vez.

Hyoga se desconcertó ante el acercamiento de Ikki. Su voz había cambiado, al igual que le brillo de sus ojos algo irritados. Debe ser una ilusión óptica por que era IMPOSIBLE que el todopoderoso Fénix llorara. Retrocedió unos cuantos pasos, salvando así su espacio personal. Pero Ikki se acercó más, mirándolo con una expresión irreconocible. El Cisne no sabía que hacer… su cercanía lo debilitaba. ¿Qué se proponía el Pollo? No lo sabía, así que optó por seguir gritando.

-¡NO ME ORDENAS NADA FÉNIX! ¡YO HAGO LO QUE SE ME PEGA LA REGALADA GANA EN MI HABITACIÓN! ¿Crees que tú eres el único que sufre por no poder dormir? ¡COMO SI FUERA DIVERTIDO TENER DE VECINOS A KANON Y SORRENTO! ¡Y QUE DECIR DE LOS GRITOS QUE SE ESCUCHAN EN LA HABITACIÓN DE AIORIA Y MARÍN! ¡ADEMÁS TENGO A UN PUÑETERO FÉNIX GROSERO Y GRUÑÓN!

Ikki abrió la boca para también gritarle sus verdades, pero una fría voz se lo impidió.

-Basta ya los dos.

Ambos voltearon hacia la puerta encontrando a los cuatro pares de rostros involucrados en la situación.

-¡Maestro! Lo… siento.

En ese momento Hyoga deseaba que se lo tragara la tierra. Debió imaginar que sus gritos despertarían a media Mansión. Miró de reojo al Fénix, complaciéndose de que por lo menos tenía la decencia de avergonzarse un poquito.

-No importa Hyoga. En realidad lo sentimos mucho. No pensamos que se escuchaba todo lo que hacíamos en las demás habitaciones. Debió ser incómodo para ustedes.

-Discúlpenos, pero estamos acostumbrados a no tener problemas de éste tipo ya que en el Santuario los templos se separan por una generosa distancia.-dijo Aioria tomando de la mano a la joven pelirroja.

-Por Buda que ni cuenta nos dábamos del ruido que hacíamos ¿verdad Saga?

-Sí… cómo estábamos tan ocupados unos con otros, no escuchábamos los estruendos.

-Mi hermano tiene razón. Sorrento y yo les pedimos disculpas.

-Bah, con tal de que dejen dormir un poco. Buenas noches.- gruñó Ikki saliendo un poco ruborizado de ahí, dejando al pobre Cisne al mando de la situación.

-Yo… umh… siento que hayan tenido que presenciar nuestra discusión. No fue nuestra intención despertarlos ni de hablar mal de ustedes.

-Ya te dije que no importa. El que debería disculparse es ese engreído del Fénix por venir a molestarte y a gritarte de esa forma.- dijo Camus bajando agresivamente la temperatura del ambiente.

-Deja de sobreproteger a tu pupilo Hielito. Además creo que tengo la idea perfecta para desquitarte, evitando así que le congeles las plumas. Pero sólo se podrá realizar en nuestra habitación, así que necesito que vengas YA.- El Escorpión le lanzó una mirada lasciva. Camus mantuvo el silencio unos cuantos segundos y sonrió, nivelando su cosmo.

-Bien. Hagamos ruido.

Así se retiraron a su habitación ante la mirada sonriente de todos.

-Eso me da ideas.- comentó Saga alzando en brazos a un despistado Shaka, quien no muy contento con esto, empezó a rezongar.

-¿Pero qué demonios haces Saga? ¡Bájame que puedo caminar sólo!

-Naaaah… te bajaré cuando lleguemos a la habitación.- susurró sensualmente el geminiano, aprovechando su posición para acariciar el suave muslo de su amante. Tal acción provocó más protestas de Shaka, pero Saga se limitó a concluir su travieso secuestro.

-Bueno, nosotros iremos a dormir para no molestarte más. Pero Saga me leyó la mente así que hay altas probabilidades de que te despiertes mañana muy temprano Hyoga…- el León salió corriendo, arrastrando consigo a una reacia amazona, quien no pudo resistirse por mucho tiempo a los encantos de su novio.

Entre risas, Sorrento y Kanon se despidieron, dándole las buenas noches al Cisne, que miraba con cierta envidia hacia las demás puertas. ¡Cómo deseaba tener una relación con alguien que lo amara! Tal vez lo ayudara a olvidar. Recordó a su antigua novia, sonriendo un poco al evocar los momentos que pasó con ella.

Cerró la puerta y se recostó en la cama, tratando de cazar a Morfeo. Mientras lo intentaba, se preguntó de qué humor se levantaría Ikki en la mañana. Sintió algo de disgusto por él, pues se notaba que no había dormido bien en varios días. Pero ¿qué podía hacer él? Lo mejor era (bostezo) no pensar en eso por que… (cierra los ojos) no le importaba ¿o sí?

La almohada, ésta vez debajo de su cabeza, no servía de mucho para ayudarlo a dormir. Si bien Hyoga dejó de llorar, Camus, Milo, Saga y Shaka, habían encontrado cómo divertirse a las dos de la mañana. De seguro fue idea de ellos torturarlo de esa manera por haber molestado al Cisne.

Se maldijo así mismo por no ser bueno en expresarse. Lo único que consiguió su visita fue enojar al Pato. Ikki recordó su rostro cuando habló de Isaac. Rojo de ira golpeó la almohada para intentar calmarse. Ahora, entre gemidos y gritos amortiguados de sus vecinos, se preguntó si el Cisne estaría dormido. Porque en su caso, sí le importaba.