Somos pequeñas gotas en el universo. Diminutas en algo tan amplio que cuando nos creemos superiores, cualquiera podría reírse de nosotros.

Yo no me consideraba importante, ni siquiera ansiaba ser visible para los demás, tan sólo quería que Cordelia y sus "amigas" me dejaran en paz y que Xander se fijara en mi. Era tan ingenua...

Es normal querer cumplir tus deseos si te consiguen los medios para ello, si parece tan fácil. Es una ilusión y un bucle. Quería dejar de sufrir y que los demás me valoraran pero dañándolos a ellos sólo me dañaba a mi misma. Quería darles una lección, proyectar mi sufrimiento en ellos pero me convertí en aquello que había despreciado durante años. Era una Cordelia de la vida, pero una mucho más oscura, incluso más drogada.

No importa el conocimiento que tengas, somos seres pasionales, impulsivos, egoístas. Yo ni siquiera pensé en las consecuencias, a pesar de que sentía que algo iba mal, prefería olvidarme del problema porque afrontarlo significaría renunciar a la que consideraba la mejor época de mi vida. Tenía a Tara, poder, a mis amigos y a Giles. ¿Qué más podía pedir? Era como si el universo me estuviera compensando, porque de eso se trataba, de lo que el universo pudiera hacer por mi. Creía que el karma no esperaría a mi siguiente reencarnación para actuar pero lo único que estaba pasando era que forzaba las cosas, interfería en los planes que el universo tenía para mi y ni siquiera un dios puede hacer eso.

Seguía siendo una ilusa. Lo único que había cambiado era que mi deseo por la magia se había convertido en una necesidad.

Había reglas, siempre las había. Se suponía que la bruja y el poder superior del cual obtenía la ayuda debían ser respetuosos el uno con el otro, sobretodo por parte de la bruja, pero también me había saltado esa norma.

En realidad no es difícil tomar la decisión de dejarlo, sino mantenerla. Un día tras otro y otro más... con el reloj recordándome a cada segundo lo que elegí, lo que hice, arrepintiéndome en cada estadillo de rabia o tristeza contra alguien o incluso contra mi misma... busco cualquier justificación en las recaídas, por pequeñas que sean para no sentirme más culpable de lo que me siento ya cuando pasa. Y lo peor de todo no es la soledad, sino la presión de la gente que me rodea, aunque a veces eso ha sido lo único que no me ha hecho recaer de nuevo.

Me arrepiento y quisiera volver atrás para evitarlo pero hacerlo sería volver a recaer y quebrantar otra regla. Tiene hasta gracia...

Me creía la más poderosa y era la más esclava en una mota de polvo donde la mayoría con los que convivo se creen los reyes del universo.