Todo estaba oscuro.

Las otras cuatro personas a su alrededor estaban expectantes al grupo de gente moviéndose dentro de la casa.

En cualquier minuto.

Nadie se atrevía a respirar. El plan trazado por él mismo. Debía resultar si no, todos sus aliados sospecharían de él. Todo se vendría abajo. Tenía que protegerlo, pero no evidentemente, y delatar su plan de escape había sido la única forma de evitar sospechas. La gente comenzó a caminar hacia el patio y pronto ya no quedaba espacio para nadie más. Todo estaba sucediendo según lo planeado.

En cualquier momento.

Tan pronto diera la señal, todo se pondría en marcha. Alcanzaban a divisar, como habían adivinado, una motocicleta, varias escobas y dos threstals, y al enumerar a todos los integrantes de este extraño grupo, contaron justamente catorce personas. El más grande de todos, un semi-gigante, como también habían previsto montó la motocicleta mientras las otras figuras montaban sus respectivos elementos de transportes.

Su temple como siempre, estaba intacto aunque por dentro temía. No por el niño. A decir verdad el niño nunca le había interesado en si, pero era la promesa realizada mucho tiempo atrás lo que lo mantenía obrando de esta forma. Temía por el plan. Temía que todo se viniera abajo quedando un camino tan grande que recorrer. Cuidar el colegio y sus estudiantes, seguir las extrañas órdenes de Dumbledore. ¿Quien haría todo eso? Había mucho en juego.

En cualquier momento.

Las manos sudorosas mantenían, en una, la escoba que tendría que usar para la persecución y en la otra la barita mágica. Las figuras parecían estar a punto de tomar vuelo y fue ahí cuando la primera señal fue dada. La preparación de los que asistían el patio del número 4 de Privet Drive había terminado y cada pareja ya estaba lista para comenzar el traslado. Todos, en la pequeña sala oscura, montaron sus escobas. Los nervios comenzaron a carcomer su interior, pero aun así debía mantener firme su actuación. El señor tenebroso lo recompensaría. Estaba seguro de eso, pero aquello era algo que Severus Snape desde hace mucho tiempo ya no anhelaba.

Las figuras emprendieron el vuelo y se dispersaron rápidamente.

Sin alzar la voz, Snape golpeó el piso, con su pie, junto a sus cuatro compañeros para comenzar la persecución.