Traición bajo cero.

Prólogo.

Hacía frío en el Jardín de Niños Shutetsu, ubicado en la prefectura de Shizuoka, en Japón. Tal parecía que iba a nevar y muchos de los niños no llevaban más que suéteres ligeros. Las educadoras estaban preocupadas, ya que las clases terminaban a media tarde y quizás para entonces ya se encontrarían en medio de una nueva era glacial.

¿Qué haremos?.- preguntó una de las educadoras.

Encerrarlos a todos en los salones y poner las calefacciones al máximo.- respondió la directora.- Trataremos de contactar a los padres de los niños para que vengan por ellos más temprano y para que traigan abrigos más gruesos.

De acuerdo, señorita.- asintieron las educadoras.

Así pues, las mujeres se apresuraron a reunir a todos los niños y encerrarlos en los salones, antes de que se soltara una ventisca. Sin embargo, en el salón de preescolar B faltaban dos niños; la educadora encargada de esos niños estaba fastidiada, ya que siempre causaban problemas y se desaparecían en los momentos menos esperados...

¿Quiénes faltan?.- preguntó la directora, al enterarse del suceso.

Pues el hijo de ese famoso empresario Akira Wakabayashi.- respondió la educadora.- Y la hija de ese famoso médico extranjero, Alejandro Del Valle.

¿Otra vez esos dos?.- gruñó la directora.- ¿Pero qué rayos les pasa que no se pueden estar quietos nunca? Búsquenlos de inmediato y manténganlos bajo resguardo, aunque tengan que amarrarlos a una silla.

La educadora miró a su directora con cara de "What?" y ésta refunfuñó.

¡No lo digo en serio!.- replicó ella.- Solo encuéntralos.

Sí, señorita.- asintió la mujer.

En realidad, el jardín de niños no era en sí muy grande, el problema era que estaba junto a la primaria Shutetsu, de la cual se separaba por tan solo una reja pequeña que si bien podía representar un obstáculo muy grande para un niño pequeño, para la Pareja Dinamita no representaba mucho problema. Era algo muy curioso, ya que tanto Genzo como Lily eran dos niños tranquilos y muy bien portados cuando estaban separados, pero estando juntos eran un verdadero caos. Cuando las educadoras se dieron cuenta de esto, intentaron poner a los niños en diferentes salones, pero invariablemente esos dos encontraban la manera de quedar juntos otra vez... Se habían hecho tantos cambios y habían tenido tantos problemas con los niños cuando los separaron que al final la directora se resignó y volvió a ponerlos juntos, dándose cuenta de que así era más fácil vigilarlos.

Dividámonos y los encontraremos más pronto.- le dijo la educadora a sus compañeras.- Pero el regaño me lo dejan a mí, esos dos ya me colmaron la paciencia.

De verdad que el cuidar a esos dos resultaba desesperante... Mientras tanto, bajo un árbol de cerezos, una niña de cabello castaño oscuro recogido en una colita de caballo le disparaba un balón de fútbol a un niño de gorra roja. La niña tenía frío y empezaba a aburrirse, pero el niño no se quería detener.

Ya me cansé.- protestó la niña.- Ya no quiero jugar, Gen.

No seas aburrida, Yuri.- replicó el niño.- Aun es temprano.

Sí, pero todos se fueron ya y me está dando frío.- replicó ella.- Quiero ir adentro.

Un rato más.- pidió él.- Y luego nos iremos. Además, nunca te quejas de que te da frío cuando patinas.

Es que ahí me divierto.- la niña sacó la lengua.- Mejor vamos a patinar.

Para qué te haces, si sabes que eso solo lo puedes hacer cuando salimos de la escuela.- replicó él.

El niño, sin embargo, se dio cuenta de que su amiga estaba triste y no sabía por qué. Él se acercó a ella y los dos se sentaron bajo el árbol de cerezo, el cual en esa temporada estaba casi seco.

¿Qué te pasa?.- preguntó el niño.- ¿Por qué estás tan triste?

Es que mi papi habló conmigo ayer.- respondió la niña.- Y voy a irme a vivir a otro lado...

¿A dónde?.- quiso saber él.

No sé, él dijo que a otro país.- respondió la niña.

¿A otro país? ¿O sea que ya no vas a venir a estudiar a esta escuela?.- al niño no le gustó mucho esta noticia.

No.- gimoteó la niña.- Ya no te voy a volver a ver...

Ya, no llores.- gruñó él, abrazando a la niña.- Yo no te voy a olvidar y estaré esperando que vuelvas.

¿Y si nunca regreso?.- sollozó ella.

Regresarás, yo sé que sí.- replicó el niño.

Yo quería ver las flores de cerezo.- murmuró la niña.

Algún día te regalaré unas, ya verás.- contestó el niño, decidido.

En ese entonces empezó a nevar y los niños se abrazaron con más fuerza. De repente, al niño se le habían quitado las ganas de jugar fútbol, únicamente quería que la que era su mejor amiga no se fuera de ahí...

¿Y seguirás patinando en ese otro lugar?.- preguntó él, con curiosidad.

Yo espero que sí, porque no quiero dejar de patinar.- respondió ella.- Quiero ser la mejor cuando crezca.

Y yo sé que lo harás.- dijo él.- Así como yo algún día seré el mejor portero de fútbol, ya lo verás.

Que sea una promesa.- se rió la niña.- Tú serás el mejor portero, yo la mejor patinadora.

Que sea una promesa.- asintió el niño.

Los dos chiquillos unieron sus dedos meñiques para sellar su promesa, bajo la blanca nieve. Fue entonces cuando la educadora los encontró y, después de darles la regañada de sus vidas, los hizo volver al salón de clases. Al final del día, la mamá de la niña fue a recogerla primero que la mamá del niño, así que ella se despidió de él con un beso inocente en la mejilla. Él niño tuvo el presentimiento de que quizás nunca más volvería a ver a su amiga (exagerados que son los niños), así que corrió hacia ella y la detuvo por un brazo.

Ten.- el niño le dio su gorra roja a la niña.- Quédate con ella...

Gracias.- fue todo cuanto la niña dijo, al tiempo que le daba su bufanda a su amigo.- Tú toma esto.

El niño miró a su amiga por última vez, sosteniendo la bufanda de color azul claro, esperando que algún día pudiera volverla a ver...

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En un amplio jardín ubicado a orillas de un lago, en Hamburgo, Alemania, un niño rubio y de ojos azules jugaba al sóccer, intentando hacer una chilena, sin éxito, ya que después de todo él era aun muy pequeño para poder lograrlo, pero aun así el niño intentaba conseguir su meta. Después de lanzarse de cabeza un buen número de veces para tratar de pegarle al balón, el niño se fue de bruces y se dio más de un buen golpe en todo el cuerpo.

Esto es más difícil de lo que pensé.- suspiró él.

No muy lejos de ahí, una niña rubia de ojos azul grisáceo jugaba a patear una lata de refresco con un palo. Su hermano mayor andaba por ahí, haciendo quién sabe que cosa, dejándola mientras ella se aburría de lo lindo.

¡Ya me quiero ir!.- gritó la niña, desesperada de momento.

Ya casi nos vamos, Eli, no fastidies.- replicó su hermano, a lo lejos.

La niña gruñó; fue entonces cuando a lo lejos escuchó un grito lastimero y vio a un niño rubio dándose en toda la torre contra el suelo. El niño se sentó entonces y ella se dio cuenta de que la frente le sangraba. La niña corrió hacia él para querer ayudarlo, pero el niño no parecía haberse dado cuenta de que estaba lastimado.

¿Estás bien?.- preguntó ella.

Sí, creo.- asintió él, poniéndose de pie y tomando su balón.

Espera, no puedes jugar así.- le dijo la niña, deteniéndolo por un brazo.

¿Y por qué no?.- retó el niño.

Porque estás sangrando.- la niña señaló la frente de él.

Ah…

Ven, te curaré.- dijo la niña, según ella muy autosuficiente.

¿Na, en serio?.- se burló el niño, pero se calló al ver que ella sacaba un pañuelo y una bandita elástica de la bolsa de su abrigo.

La niña usó su pañuelo para limpiarle la frente al niño y después le puso la bandita elástica en la herida. No era la gran curación, desde luego, pero él sonrió después de que ella terminó de hacer su labor. Hubo una curiosa y extraña conexión entre esos dos niños, como una especie de simpatía.

Gracias.- dijo él.

No hay de qué.- sonrió ella.

¡Elieth, vámonos ya!.- en ese momento el hermano de la niña la llamó.

Lo siento, ya me voy.- dijo ella, echando a correr.- Te cuidas y ya no te lances de cabeza.

No lo haré.- rió él.- Por ahora…

El niño tuvo ganas de preguntarle a la niña su nombre, pero entonces su padre lo mandó llamar.

¡Karl, es hora de irse a casa!.- gritó el hombre.

Voy, papá.- resignado, el niño tomó su balón y echó a correr hacia su padre.

El niño se dio cuenta de que no tuvo la oportunidad de devolverle a la niña su pañuelo. Al día siguiente, el niño regresó al parque, llevando el pañuelo ya lavado y planchado para entregárselo a la niña, pero ella no apareció ese día, ni los días siguientes. Resignado y un poco triste, él juró que algún día encontraría a esa niña para poder regresarle su pañuelo…

Sin embargo, él no sabía que, el día anterior, se le había caído una pulsera con los colores de Alemania al suelo, pulsera que la niña recogió antes de marcharse con su hermano, ya que ella en su corazón tenía más o menos el mismo deseo: volverlo a ver algún día…

Notas:

Ya, me da muchísima flojera el explicar la trama, a últimas fechas todo me da flojera por estar quemando mis pobres neuronitas con el estudio, así que nomás lean el fic si gustan hacerlo y ya irán viendo de qué trata XD.

Todos los personajes de Captain Tsubasa son creación y pertenecen a Yoichi Takahashi y Shuiesha.

Alejandro Del Valle y Lily Del Valle son personajes creados por Lily de Wakabayashi.

Leo Shanks y Elieth Shanks son personajes creados por Elieth Schneider.