Capítulo #1
Hacía frío en la montaña, como cada día, cada mes y cada año en aquel desapacible lugar. El Gagazet se erigía majestuoso y terrible a ojos de Rin. La roca gris de la montaña se elevaba hacia el cielo cubierto perennemente de nubes que barruntaban lluvia. A Rin no le gustaba ese lugar, tan árido y frío, pues estaba acostumbrado a climas más cálidos donde su claros ojos y su piel tostada no sufrían las inclemencias del tiempo. Bebió un sorbo del reconfortante caldo que la empleada del Descanso del Viajero le había preparado. Los negocios eran los negocios, por lo tanto tenía que vigilar que sus establecimientos estuvieran siempre en óptimas condiciones. Aún así, detestaba aquel lugar. Oyó un trueno a lo lejos y notó como las nubes descargaban su furia sobre ellos, oscureciendo el cielo. Rin soltó una maldición: también detestaba la lluvia. Se dispuso a meterse en la tienda, soñando con las cálidas arenas de Bikanel, cuando vio a dos figuras bajar del Gagazet. Rin ahogó una exclamación: en los años que llevaba visitando aquella zona, no había visto a ningún viajero que no fuera Ronso bajar de la montaña sagrada con un tiempo así. Cuando los viajeros estuvieron más cerca Rin identificó a uno de ellos como un Ronso joven y al otro como un humano que presentaba heridas muy graves. Se despojó de la capa que llevaba encima y corrió hacia ellos para cubrir el cuerpo del herido, que temblaba de frío.
- ¡Rápido, entrad en la tienda!
Los tres hombres entraron precipitadamente asustando a la albhed que atendía el mostrador.
- ¿Qué ocurre, jefe? – preguntó la mujer en el dialecto albhed.
- Nada. Prepara una habitación, vendas y agua caliente. - Rin meditó – Maldita sea, podrías poner un cubo fuera y recogerla.
Mientras la mujer se apresuraba a realizar su cometido, Rin se dirigió a los viajantes:
- Decidme cómo os llamáis y qué ha pasado... y creedme, espero no tener que avisar al Clero de esto.
El herido trató de responder pero le falló la voz y sólo consiguió expulsar una nube de vapor. El joven Ronso habló con voz profunda:
- Joven Ronso ser Kimahri. Joven humano pedirme favor para estar en paz con su alma. Tener que marchar. - El Ronso habló al herido – Dejarte en buenas manos. - Dicho esto salió la tienda sin mediar palabra.
Rin centró toda su atención en el herido. Le dio sendos cachetes en las mejillas para espabilarle y volvió a preguntar por su nombre:
- Soy... soy Auron... - el esfuerzo de pronunciar estas palabras le provocó toses y convulsiones. Rin le frotó el cuerpo con la capa para reactivarle el flujo sanguíneo.
- ¡Demonios, Marjorie! ¡Date prisa y trae las cosas! No te preocupes Auron, pronto mirarás atrás y te reirás de todo esto. ¡¡Marjorie!!
- Ya está todo listo, señor Rin – La mujer apareció en el pasillo que daba a las habitaciones con gesto compungido. No le gustaba como pintaba la situación.
- De acuerdo, cógele de los pies... así... vamos a llevarle a la habitación, ten cuidado de no soltarle. Sí déjale allí, ya me ocupo yo de todo. Vete al mostrador a ver si viene alguien, ya te llamaré si te necesito.
Rin retiró las ropas de Auron para comprobar el estado de las heridas. La cosa no tenía buena pinta y Rin lo sabía, pero si se daba prisa todavía tenía una oportunidad. El ojo del joven estaba perdido pero las heridas del torso y los brazos tenían solución, o al menos eso creía.
- Manos a la obra – Rin comenzó a curar al herido – Vamos, chico, resiste, ¡resiste!
