Pasado (1/5)

Parejas Seto/Joey

Disclaimer Los personajes de esta historia son propiedad de sus respectivos autores. Esto es puro entretenimiento y no me reporta beneficio económico alguno.

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¡Hola a todos de nuevo! Esta historia brotó de mi enfermiza imaginación como un mero gusto de escribir sobre estos dos chicos que me gustan tanto, pero antes debo hacer unas aclaraciones. En primer lugar es una megajalada. Tenía en la mente una cosa y cuando la estaba escribiendo, mi musa tomó la iniciativa y puso lo que quiso. En segundo lugar, cuando la terminé de leer no me convenció del todo y tras mucho deliberarlo, me estoy atreviendo a subirla. No sean demasiado crueles conmigo, por favor : (

Como siempre, agradezco de antemano a todos aquellos que entren a leerla : )

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Capítulo I. Una obsesión

La fría risa de Seto Kaiba resonó por toda la habitación, pero eso no inmutó al chico bajito que se encontraba frente al millonario. Yugi simplemente siguió observando atentamente las cartas de monstruos que sostenía en su mano derecha y con un suelto movimiento, depositó una de ellas en el tablero. El monstruo seleccionado se visualizó en el campo de batalla y la risa de Seto se hizo más estruendosa.

-Muy mala jugada, enano –le dijo el muchacho de ojos azules con enorme satisfacción–. Tu monstruo no es lo suficientemente fuerte como para detener mi triple ataque –levantó su mano derecha y señaló a Yugi que se limitó a sonreír enigmáticamente–. ¡Ataquen directamente sus puntos de vida! –le ordenó a sus monstruos.

Las luces que salieron de las bocas de los tres monstruos que Seto tenía en el campo estallaron al mismo tiempo y volaron hacia la única carta que Yugi tenía. La explosión fue tal que el campo de batalla se desdibujó para ambos contendientes. Seto sabía que ese había sido el fin del duelo pues su contrincante tenía sólo 100 puntos de vida y el ataque que le había lanzado había sido lo suficientemente letal como para aplastarlo aún si sus puntos estuvieran intactos.

-¡Te gané, Yugi! ¡Te gané! –comenzó a decir Seto sin esperar a que el humo se despejara del campo de batalla–. ¡Por fin te gané!

Sin embargo, su risa se apagó por completo cuando el humo desapareció y vio que el monstruo de su adversario seguía en pie y aparentemente sin un rasguño.

-Pero… pero… ¡debiste perder todos tus puntos de vida! –exclamó Seto perplejo.

-Kaiba, Kaiba. Todavía no acabas de entenderlo, ¿verdad? –le dijo Yugi en ese tono condescendiente que tanto odiaba–. No puedo creer que después de tanto tiempo aún no puedas entender el corazón de las cartas. No es suficiente que las utilices, es necesario que las ames para que ellas puedan hacer lo mismo por ti.

-¿Qué estupidez estás diciendo? –indagó furioso.

-No es ninguna estupidez. ¿Acaso olvidaste ya el sacrificio que hizo Kuribo al principio del juego?

-¿Te refieres a esa estúpida bola peluda que tienes?

-Mi mejor carta en cuanto a valentía se trata –lo corrigió–. Todos los sacrificios por amor siempre obtienen recompensa y mi pequeño amigo ha recibido el suyo. Observa.

Ante los incrédulos ojos de Seto Kaiba, el pequeño Kuribo se levantó del monte de descarte y se colocó al lado del único monstruo que tenía Yugi en el tablero.

-Con tu ataque activaste su habilidad especial y ha regresado, pero lo mejor de todo es que no ha venido solo… sus mejores amigos siempre lo acompañan y aquí los tienes. El mago de la fe, el cibercomandante, el mago oscuro y el guardia celta. Y como bien lo sabes, juntos son invencibles. ¡¡Kuribo!! ¡¡Utiliza tu magia y acaba con sus monstruos!

-¡¡NOOOOOO!! –gritó Seto cuando una inexplicable, pero colosal fuerza brotó del pequeño ser y en un segundo convirtió a sus monstruos en polvo.

Los impactados ojos azules miraron el marcador y vio como el marcador de sus puntos de vida, descendían a la velocidad del rayo y no se detuvieron hasta que quedó en cero.

-¡¡NOOOOOOOOOOO!! –volvió a gritar Seto, pero más fuerte–. ¡¡NOOOOO!! ¡¡NO PUEDES VENCERME, YUGI!! ¡¡NO LO PERMITIRÉ DE NUEVO!! ¡¡TE LO JURO!! ¡¡HARE LO QUE SEA NECESARIO PARA DESTRUIRTE!!

Seto se quitó con lujo de violencia el casco que llevaba en la cabeza y lo aventó con todas sus fuerzas al técnico que se encontraba más cerca de él. El hombre apenas pudo reaccionar a tiempo para quitarse del camino de ese brutal ataque y que sin duda alguna le habría producido una severa conmoción cerebral. El joven de ojos azules entonces se dirigió a la puerta hecho una furia y no le dirigió la palabra al muchachito de cabellos negros que se encontraba afuera y que lo estaba esperando.

Mokuba sintió la furia de su hermano golpearlo como una ola gigantesca. Sabiamente no le dirigió la palabra y se limitó a seguirlo por los pasillos que constituían el mayor edificio de Kaiba Corp. La cólera de su hermano mayor era tan evidente que no era necesario preguntarle cómo le había ido. Sus técnicos tenían órdenes precisas de ambientar esos duelos con la grandiosa habilidad de Yugi y en las anteriores sesiones, Seto tampoco había podido ganarle a la imagen computarizada del mejor duelista del mundo. Mokuba no comprendía del todo la obsesión que tenía su hermano por vencer a Yugi. Sólo sabía que su testarudez pronto lo llevaría a la locura si no lograba vencerlo. Sabía que Seto pensaba que debía ser el mejor en todo y que alguien, a quién sinceramente creía inferior, lo venciera en todas las ocasiones, ya lo estaba volviendo loco.

Seto se dirigió directamente a la salida del edificio y abordó su limousine todavía echando lumbre por los ojos. Se sentía lleno de rabia por haber fracasado nuevamente en su búsqueda del punto débil de Yugi y lo peor de todo es que esta vez el muchachito no tuvo ninguna necesidad de echar mano a sus cartas de dioses egipcios.

Me venció con esa patética carta! ¡No puedo creerlo!' –se dijo furioso–. '¿¡En qué demonios estoy fallando!? ¿¡En qué!? ¡Ya lo tenía vencido y casi arrodillado a mis pies! ¡Maldito seas, Yugi Mouto!' –pensó con verdadero rencor.

-¿Seto? –llamó Mokuba tentativamente–. ¿Puedo hacerte una pregunta?

-Dime –le contestó el de ojos azules con los dientes apretados.

Estaba que echaba tiros, pero jamás había descargado su furia en la persona de su hermano y no empezaría ahora.

-¿Vamos a casa? –cuestionó el chico con suavidad.

-Sí, ¿por qué?

-Es que tenías algunas citas para esta tarde –le recordó–. Seguramente ya te estarán esperando y…

-Reprográmalas para mañana –ordenó sin tardanza–. No tengo ganas de lidiar con una bola de idiotas en este momento.

-De acuerdo –aceptó el muchacho y tomó su teléfono para girar instrucciones.

El auto se desplazó silenciosamente fuera de las instalaciones de Kaiba Corp. y pronto ya estaban cruzando las despejadas calles de la ciudad. Seto giró la cabeza y miró sin ver realmente los edificios que pasaban porque seguía preguntándose en que estaba fallando. La odiosa imagen de Yugi siempre le soltaba la insoportable frase de 'el corazón de las cartas' y muchas veces estuvo a punto de ordenarles a sus técnicos que la suprimieran del programa, pero al final no lo hizo. Para él eso era una soberana estupidez, pero Yugi creía ciegamente en ello y eliminarla afectaría su desempeño. El auto hizo un alto en un semáforo y los ojos azules del magnate se toparon con un pequeño grupo que iba caminando por la acera. El estómago se le encogió al reconocer a Yugi con sus inseparables amigos. La alta figura de Tristán era tan inconfundible como la rebelde melena rubia de Joey. Al lado del menudo jovencito iba caminando Tea que reía despreocupadamente al parecer por algo que había dicho el rubio.

Mokuba también reparó en el pequeño grupo y apenas se contuvo para no bajar el cristal y saludar a sus amigos, pero se abstuvo de hacerlo porque sabía que no era el mejor momento para intercambiar saludos y sonrisas con los muchachos. La furia que aún embargaba a su hermano era tal que seguramente los llenaría de insultos que no merecían, así que se quedó donde estaba y esperó a que el auto siguiera su camino. En ese momento Joey miró hacia ellos tal vez guiado por la insistente mirada de Seto y agitó la mano en señal de saludo. Los otros vieron su movimiento y miraron hacia donde el auto del millonario aún estaba parado. Yugi fue el único que también saludó, pero no recibió contestación. Seto desvió la mirada, pero no antes de hacer un gesto de desprecio al pequeño Yugi que sólo suspiró con resignación cuando el auto siguió su camino.

-¿Ahora qué le pasa a Kaiba? –preguntó Tea con curiosidad.

-Seguramente acaba de salir de una de esas sesiones holográficas con Yugi –comentó Joey extrañamente triste–. Según Mokuba, cada vez que vuelve a perder se pone como fiera.

-Ese tipo sí que está obsesionado contigo, Yugi –dijo Tristán divertido–. Deberías darle un verdadero motivo para odiarte y no sólo porque es tan inútil que no puede vencer ni a tu imagen.

-Pobrecito –fue lo único que murmuró Yugi.

Al igual que Mokuba, Yugi no comprendía del todo la obsesión que tenía Seto Kaiba por vencerlo, pero si se imaginaba su gran frustración por no lograrlo. Él no se creía capaz de vivir con ese rencor. Ya habían pasado varios años desde aquella vez que lo había vencido y el magnate aún no lograba superar su disgusto de haber perdido.

La ira de Seto se incrementó después del desafortunado encuentro con los cuatro amigos y se encerró en su habitación nada más al llegar a su enorme mansión. La noche cayó y Mokuba invitó a su hermano para que bajara a cenar, pero fue despedido sin miramientos por el muchacho que estaba parado frente a la ventana mirando la noche, como si ella pudiera darle la respuesta para poder vencer a Yugi Mouto.

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Seto se recostó en su silla y aspiró aire varias veces para llenarse de paciencia. En un principio pensó que eso era una buena idea, pero ahora estaba dispuesto a aceptar que había errado y maldijo a su hermano por haberlo convencido de hacer esa estupidez. Mokuba le dijo que había muchas personas en el país con muchos inventos novedosos y que si lograban captar algunos de ellos, harían que su compañía ampliara sus horizontes. Y no era porque Kaiba Corp. lo necesitara pues era una de las mayores compañías en el mundo, sino más bien para diversificarse, pero hasta el momento ninguna de las personas que se habían presentado ante ellos los había convencido con sus inventos. Algunos eran tan absurdos que hasta plasmarlos en papel era un total desperdicio mientras que otros llegaron con artefactos que ya estaban en funcionamiento y que claramente eran plagios. El muchacho de ojos azules no pudo reprimir un bufido de exasperación cuando un hombre muy anciano y encorvado cruzó la puerta. El hombre llevaba encima una especie de capa hecha de algún material animal, pero no le fue posible distinguir de cuál. Le lanzó tal mirada de enojo a su hermano pequeño que éste creyó conveniente desaparecer por unos minutos para evitar ser asesinado. Mokuba susurró una disculpa y pasó casi corriendo al lado del anciano que se acercaba con pasos vacilantes hacia donde Seto estaba sentado.

-¿Cuál es su nombre? –preguntó Seto cuando el anciano ya se había situado muy cerca de él.

-Aión –le contestó el hombre con voz gruesa.

-¿Aión qué?

-Perdí mi apellido desde hace mucho tiempo –le mandó una desdentada sonrisa.

-¿Y qué viene a ofrecer? –indagó no queriendo permanecer demasiado tiempo con ese sujeto que además olía de una manera muy peculiar.

-Algo por lo que matarían muchos –le dijo el otro en voz baja.

-Si vende drogas, déjeme decirle que vino al lugar equivocado –espetó sin saber realmente porque hizo esa advertencia.

-No es droga, pero sé que lo que te ofrezco lo querrás, Seto Kaiba –lo miró con una media sonrisa.

-Explíquese.

-¿Qué cambiarías de tu pasado, muchacho? –preguntó sin dejar de sonreír.

-¿Qué clase de pregunta es ésa? –lo miró enfadado.

-Sólo respóndeme.

Seto se quedó callado mientras pensaba. Realmente cambiaría muchas cosas. En primer lugar no querría haber estado en el orfanato, no le habría gustado conocer a Gozaburo, tampoco haber perdido con Yugi… Ante este pensamiento sus ojos se encendieron de tal manera que provocaron una ligera risa en el anciano.

-Eso se puede arreglar –le dijo en tono enigmático.

-¿¡Pero cómo demonios…!? –comenzó a decir Seto perplejo porque le pareció que el hombre leyó sus pensamientos.

-No de manera directa, pero sé que si lo meditas lo suficiente, encontrarás la forma de vencer a tu enemigo –metió la mano entre sus ropajes y sacó una cadena dorada de la cual colgaba un talismán de forma triangular–. Esto sólo funciona una sola vez por lo que deberás escoger con cuidado a dónde irás. Cuando hayas logrado lo que te propusiste, volverás aquí, en este mismo instante y me darás lo que yo quiera. ¿Aceptas el trato? –lo miró con expectación.

-¿Qué es eso exactamente? –miró con mucho recelo el objeto.

-Esto te permitirá viajar en el tiempo y cambiar lo que quieras –le informó y el muchacho soltó una gran carcajada llena de desprecio.

-¿Acaso quiere tomarme el pelo? –preguntó riendo–. ¿Cree que soy idiota o…?

Seto calló porque el hombre se puso el collar alrededor del cuello y todo a su alrededor giró vertiginosamente. La extraña sensación de que estaba volando por los aires lo obligó a sujetarse fuertemente de los antebrazos de su silla. Al cabo de unos segundos, se levantó deprisa al tiempo que miraba a su alrededor con la boca abierta. La sala de juntas, junto con todos los muebles, a excepción de la silla, había desaparecido. Su incrédula mirada azul recorrió en un santiamén los alrededores y sólo pudo ver vegetación. No había señales de su enorme edificio ni de alma humana.

-¿Qué hizo? –preguntó Seto perplejo.

-Nos hemos movido en el tiempo, pero no de lugar –le informó el anciano que curiosamente ya no se veía tan viejo–. Estamos a unos 4,000 años de distancia hacia atrás.

-¡Está loco de remate! –exclamó, pero aún estaba aturdido por lo que acaba de pasar.

-Te estoy ofreciendo el poder de moverte en el tiempo para vencer a Yugi Mouto, Seto. Te recomiendo que lo aceptes –el anciano se quitó el colgante y en un parpadeo todos los muebles y la sala de juntas reaparecieron.

Seto se dejó caer en su silla impactado. Aún no acababa de creer lo que había pasado. Seguramente ese viejo lo había hipnotizado o algo así para hacerlo comprar el collar.

-¿Cuánto quiere por él? –preguntó Seto cuando encontró la voz.

-El pago lo harás cuando regreses invicto –le contestó el anciano mientras le tendía la cadena–. ¿Aceptas el trato?

-¿Y si no quiero pagar? –cuestionó indeciso.

-Todo volverá a ser como antes y mucho peor para ti, muchacho –lo amenazó el hombre con expresión seria–. Si eres inteligente, y sé que lo eres, aceptarás lo que te ofrezco y después me pagarás. ¿Aceptas o no? –lo presionó al ver que no tomaba una decisión.

-De acuerdo –dijo, pero no estaba muy seguro de estar haciendo lo correcto.

-No te arrepentirás, Seto –le entregó el colgante que vibró en su mano cuando lo sujetó–. Recuerda… sólo funciona una vez. Cuando hayas decidido el momento al cual retornarás, sólo póntelo y estarás ahí enseguida. Para volver aquí, sólo necesitas quitártelo y yo te estaré esperando para que me pagues –dio media vuelta, pero se detuvo para lanzar una última advertencia–. El talismán sólo funciona para ti y para nadie más. Creo que ya es tiempo de dejar volver a tu hermano. Suerte, Seto Kaiba.

Nada más pronunciado la última palabra, Mokuba entró a la sala de juntas y se reunió junto a su hermano que no le despegó la vista de encima al anciano hasta que desapareció por la puerta.

-¿Y qué ofrecía ese hombre? –indagó Mokuba curioso.

-Una baratija sin valor –le informó al tiempo que guardaba discretamente el collar en uno de los bolsillos de su pantalón.

-¿Hago pasar al siguiente?

-No –Seto se levantó de su silla con determinación–. Ya estoy harto de todo esto. Si quieres puedes seguir viéndolos. Sé que harás una buena elección.

-Pero… –comenzó a protestar el joven, pero su hermano ni lo escuchó porque ya estaba saliendo de la sala de juntas.

Seto se fue directamente a su oficina y se encerró en ella. Sacó de su bolsillo el extraño objeto que le había dado el anciano y lo examinó con detenimiento. A simple vista se veía liso, pero al verlo más de cerca, observó que tenía unas ligeras runas que no le indicaban absolutamente nada. Había un círculo inconcluso atravesado por una delgada línea que se asemejaba a una flecha, pero al ya no encontrar nada más, volvió a guardarlo mientras meditaba en usarlo o no. Aún no creía del todo que ese objeto le permitiera desplazarse en el tiempo, pero intentarlo no le costaba nada.

Claro que me va a costar!' –se contradijo de inmediato–. 'Debo pagarle a ese anciano. ¿Pero qué querrá?'

Rogó porque no fuera su empresa porque era su adoración, pero casi enseguida se dijo que no debía preocuparse por eso en ese momento, ya lo haría cuando todo terminara. Ahora lo que debía hacer era meditar para escoger el momento oportuno para volver en el tiempo y evitar que Yugi lo venciera aquella primera vez. Sopesó la posibilidad de reemplazarse en el momento del duelo. Al fin y al cabo recordaba a la perfección todas las jugadas y así podría hacer los ajustes necesarios para salir vencedor, pero luego desechó la idea.

'El viejo dijo que debía hacerlo en forma indirecta' –se dijo enfadado–. '¿Pero cómo haré eso? ¿Qué deberé hacer para evitar que Yugi me venza?'

Evitar… evitar… evitar…

Esa palabra se quedó resonando en su cabeza y cerró sus ojos mientras recordaba lo que había pasado en aquella ocasión. Había llevado al abuelo de Yugi a su compañía para arrebatarle su carta del dragón de ojos azules. Después de eso Tristán y Tea se llevaron al anciano al hospital para que lo atendieran y Joey se quedó con Yugi para apoyarlo. Recordó como la chica había hecho que los cuatro pusieran sus manos juntas y había dibujado en ellas el círculo de la amistad. Aquello le había parecido una tontería, pero ahora eso le daba una idea de lo que debía hacer para evitar que Yugi obtuviera el triunfo.

Claro! Esos tres idiotas siempre están junto a Yugi animándolo y apoyándolo. He visto muchas veces a Yugi estar a punto de caer, pero ellos no se lo han permitido. ¡Por supuesto! ¡Eso es! ¡Debo evitar esa amistad y así Yugi no podrá conmigo!' –se dijo feliz.

Ya sabiendo lo que tenía que hacer se sentó frente a su computadora y comenzó a hacer una búsqueda. Ahora sólo debía escoger el momento oportuno para su llegada al pasado.

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Ojalá y les haya gustado este primer capítulo… hasta pronto!!