Sheppard llegó al hangar de la Dedalus, sin tropezarse con nadie. Entró al Puddlejumper y se recostó en los asientos de la parte trasera. No encendió las luces y dejo la escotilla abierta. Las tenues luces del hangar bastaban. Quería estar atento al momento en que salieran del hiperespacio.

Con una mano ligeramente temblorosa se masajeó las sienes. Necesitaba estar solo. Para pensar. Para planear un rescate. Para recuperar un poco de calma y enfoque. Y para tragarse el nudo en la garganta que su conversación con Teyla había provocado.

Teyla lo había dejado irse, dándole las gracias por las palabras que él no fue capaz de hacer salir de sus labios. La duda de Teyla, la forma en que le agradeció lo que estaba haciendo para rescatar a Ronon, lo desconcertó. Había creído que su actitud con respecto a ellos era clara, desde el principio. Para él Ronon y Teyla no era diferentes de Rodney. Los tres eran su equipo. Por eso quiso explicárselo. Por eso trato de decirle lo importante que eran para él. Y ella lo conocía lo suficiente para entenderlo. Solo que nunca había aprendido a bajar la guardia y dejar ver a los demás que tanto realmente le importaban.

Esas conversaciones eran algo que él evitaba por principio. Pero en ese momento necesitaba que Teyla comprendiera; comprendiera que hombres como él volaban helicópteros en rincones apartados del mundo, porque era más simple que crear vínculos con otras personas; que hombres como él no hablaban de sentimientos porque los han reprimido por tanto tiempo y por tantas razones, que los llevan a flor de piel, temiendo el momento en que su autocontrol no sea suficiente; que hombres como él tenían conocidos y relaciones casuales, porque les cuesta demasiado dejar que alguien se acerque lo suficiente para significar algo. Porque hombres como él tenían que viajar a otra galaxia para encontrar su hogar. Porque si. Porque ellos eran ahora parte de su vida, lo que hacía de Atlantis el hogar, de una forma en que la Tierra nunca lo fue. Porque llegado el caso, él haría lo mismo que Ronon: dar su vida por cualquiera de ellos.

El nudo en su garganta iba deshaciéndose, mientras respiraba despacio. Inhalando. Exhalando. Ahora estaba sentado, con la cabeza baja, observando sus manos cruzadas, sintiendo las lágrimas temblar en sus pestañas, con una sonrisa melancólica en sus labios. Esta galaxia le había quitado muchas cosas de las que había aprendido a depender para sobrevivir: Desconfianza, autosuficiencia, desinterés. Pero le había restituido otras que hacía mucho tiempo se había convencido a si mismo de no merecer: Confianza, respeto, lealtad. Este lugar perdido entre las estrellas estaba metiéndosele bajo la piel y, extrañamente, el estaba más que dispuesto a permitírselo.

Escucho como la Dedalus salía del hiperespacio. Tomo una de las cantimploras y haciendo un cuenco con su mano, uso el agua para enjuagarse el rostro. Teyla no le contaría a nadie sobre su charla, pero si Rodney se daba cuenta de lo que había pasado, Sheppard tendría que pasar por lo mismo de nuevo y por un día – por al menos el resto de su vida -, la incomodidad de hablar sobre sus sentimientos había sido suficiente.

- ¿ Puede creer lo que Carson acaba de decirme ? – Rodney se le cruzo en su camino al puente de control, gesticulando y caminando tan rápido como su herida se lo permitía. – Se ha atrevido a poner en duda mi interés por salvar a Ronon. El hecho de acompañarnos en esta misión no la hace parte del equipo, por lo tanto…

- Créeme, Rodney. Te comprendo más de lo que quisiera aceptar. – Y Sheppard considero por solo un instante, proponerle a su equipo un par de sesiones de terapia grupal.