Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, pero la historia si. Y que a nadie se le ocurra decir lo contrario. :P
Lo que está escrito "entre comillas" son los pensamientos de el/la protagonista.
Lo que está escrito en cursiva son conversaciones telefónicas o en la lejanía.
Los protagonistas son humanos.
La historia está escrita desde el punto de vista de Renesmee Cullen.
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Cuando llegué a la universidad, aparqué en mi lugar habitual y un par de chicos vinieron corriendo hacia mí y me abrieron la puerta del coche. Cogí mo bolso del asiento del copiloto, cogí las llaves del coche y salí.
Uno de los chicos cerró la puerta de mi coche, cerré los seguros y fui hacia el edificio que tenía enfrente, donde estaba mi primera clase de la mañana, a la cual llegaba tarde. El otro chico me abrió la puerta y entré en el edificio.
- Buenos días. - dijo un chico con el que me crucé por el pasillo.
- Buenos días, Emmett.
No solía hablar con nadie que no fuera de mi grupo de amigos y, por ello, una de mis mejores amigas me echó la bronca cuando me la encontré al lado de la puerta del aula.
- ¿Que te crees que estás haciendo? - dijo, cogiéndome del brazo.
- No he hecho nada. - me defendí, intentando que me soltara. - Rose, me estás haciendo daño.
- Le has hablado al empollón baboso. - dijo entre dientes. Estaba realmente enfadada. - nosotras no hablamos con esa gente.
- Solo le he dicho buenos días. - al fin conseguí soltarme de su mano y entré en el aula, que ya estaba llena.
Rosalie y yo fuimos hacia la última fila. Dos chicas se pusieron en pie en cuanto nos vieron llegar y fueron a sentarse en los únicos asientos que quedaban libres en la primera fila. Me senté, dejé el bolso encima de la mesa y saqué mi libro.
- No vulevas a hablar con uno de esos frikis. - dijo Rosalie, acercándose a mi oído, susurrando. - Si vuelves a hacerlo, creerán que pueden hablar con nosotras.
- Vale. Perdona, Rose.
En ese momento, la señora Swan entró en el aula y fue hacia su mesa. Sacó su libro y comenzamos con nuestra clase de Shakespeare. Rosalie no dejaba de mirarme y de negar con la cabeza. La verdad es que Rosalie, a veces, podía ser bastante imbécil.
En el instituto; Rosalie, Tanya, Victoria y yo, habíamos sido las chicas más populares. Lo fuimos durante cuatro años y lo seguíamos siendo después de dos años de universidad.
No podía negar que, a veces, me gustaba ser envidiada, pero ello no nos daba derecho a despreciar a los demás, pero parecía que Rosalie no lo entendía, y Tanya y Victoria parecían estar siempre de acuerdo con ella, pero yo ya estaba empezando a cansarme de esa situación.
Como siempre, la clase fue larga pero preciosa. Por algo me había decidido a estudiar literatura y mi autor favorito era Shakespeare. Siempre lo había sido, y todo gracias a mi madre, que siempre me había leído las obras del gran William.
- ¿Renesmee?
- ¿Eh?
- Renesmee, estás en las nubes. - dijo Rosalie, chasqueando los dedos frente a mi cara. - Vemga, vámonos. Tenemos clase de video con Cullen.
- Si, vamos.
- Yo voy tirando.
Rosalie se puso en pie y fue hacia la puerta, pasando por delante de los demás. Al final, me quedé sola en el aula, con la profesora. Cogí mis cosas, guardé mi libro en el bolso y también fui hacia la puerta.
- Espere un momento, señorita Cullen.
- Si, señora Swan. - dije, volviéndome hacia ella. - ¿Ocurre algo?
- No. Solo quería darte tu examen, ya que ayer no te dignaste a aparecer en clase. - dijo, sacando un par de folio de su maletín de cuero marrón.
- Si, es que tuve problemas con el coche. - dije, cogiendo mi examen. - ¿Un nueve con seis? - exclamé, indignada.
- Si.
- Pero si era un examen de diez! ¿En qué me equivoqué?
- Está marcado en rojo. - dijo, señalando los nombres de los dos protagonistas de Sueño de una noche de verano.
- Me equivoqué en el orden de los apellidos. - Murmuré, alucinada.
- Así es.
- ¿No me pones un diez porque intercambié los apellidos de los protagonistas? - dije, empezando a levantar la voz sin querer. - ¡Esto es el colmo!
- No levantes la voz.
- ¡Pero mamá! - exclamé, mientras que me quitaba el examen de las manos. - No es justo.
- Te equivocaste.
- Solo fue un lapsus. Sabes perfectamente que me sé los nombres de todos de memória.
- Entonces deberías de haberte concentrado.
- Pero...
- Renesmee, basta.
- Joder! - grité, de pura impotencia.
Salí del aula y cerré la puerta de un portazo. Todos los que estaban en el pasillo se me quedaron mirando pero, al momento, se apartaron de mi camino, dejándome paso.
Evidentemente, llegué tarde a mi siguiente clase, pero el señor Cullen hizo como si nadie hubiera entrado en el aula. Fui a sentarme a la segunda fila, el único asiento que vi libre, pero un chico de la última fila se puso en pie y vino hacia mí.
- Señorita Renesmee, tiene un sitio libre ahí detrás. - dijo en un susurro, con voz temblorosa. - ¿Señorita?
- Muchas gracias, Emmett. - dije a desgana, al tiempo que me ponía en pie. fui hacia la última fila y me senté al lado de Tanya, que era una de las amigas con las que coincidía en esa clase. - No hacía que le echaras de su sitio.
- Claro que si.
- ¿No iba a venir Rosalie?
- Si, pero le ha surgido algo. - dijo, guiñándome un ojo. - Ya la conoces.
- Demasiado.
Claro que la conocía. Sabía perfectamente que rosalie bno desaprobechaba ninguna oportunidad. En cuanto uno de los cachas le tiraba los tejos, ella se los llevaba a los baños, o a cualquier aula que estuviera vacía.
Ese día el señor Cullen nos puso el vídeo de Romeo y julieta. Una obra preciosa con un trágico final.
Tanya, como otras compañeras, terminó llorando, como siempre que veía esa película. A mí ya no me afectaba. No después de haberla visto más de trenta veces. La tenía en dvd y solía verla siempre que me aburría.
Esta vez, la primera en levantarse y salir del aula fui yo. Tenía un hambre que me moría, por lo que fui a toda prisa hacia la cafetería y me compré un par de sandwiches vegetales y una coca cola light. Si mis amigas me pillaban comiendo otra cosa, solían echarme la bronca, como siempre que hacía algo que no les gustara que, casualmente, solía ser todo lo que me gustaba a mí. Empezaba a estar muy harta de todo eso.
- Hola. - dijo una voz familiar a mi lado.
- Señor Cullen. - dije a modo de saludo.
- Tu madre acaba de contarme la reacción que has tenido cuando has visto la nota de tu exámen de literatura.
- No te sientes! - dije, cuando vi que estaba retirando una de las sillas para sentarse delante de mí. - No puedes sentarte en esta mesa.
- Cariño, por favor.
- Que no te sientes! - exclamé, en cuanto se sentó frente a mí.
- No te pongas así.
Se sentó bien, lo que hizo que yo me pusiera en pie de un salto.
- ¿Qué es lo que quieres, papá? - dije, guardando mi botella de coca cola en el bolso.
- Hace tiempo que no hablamos y como he visto que hoy te has sentado sola...
- Podemos hablar perfectamente en casa. - envolví mis sandwiches con una servilleta y también los metí en el bolso.
- Antes hablábamos a menudo. No importaba el lugar. Has cambiado tanto...
- No he cambiado. Yo siempre he sido igual. - dije, aunque no era del todo cierto. Colgué mi bolso en mi hombro y coloqué bien la silla en la que me había sentado. - Adiós, señor Cullen.
Aun me quedaba una clase de dos horas pero, para mí, ese día, las clases ya se habían terminado. Fui en busca de mis amigas para decirles que me marcghaba y, casualmente, las encontré a las tres al lado de mi coche.
- ¿Ya te vas? - dijo Victoria, cuando abrí los seguros del coche. - Aun te queda una clase.
- Lo sé.
- ¿A donde vas? - preguntó Tanya.
- Me voy a mi casa.
- Nos vamos contigo. - dijo Rosalie.
- No. Me voy yo sola. - dije, abriendo la puerta del coche. - Hoy no estoy con ánimos para nada.
- Pero...
- Chicas, ya nos veremos mañana.
- Como quieras, Renesmee. - dijo Victoria, ayudándome a cerrar la puerta, una vez que ya estuve dentro del coche.
Puse el coche en marcha y me alejé de la universidad y de mis amigas.
La verdad era que no tenía ninguna intención de quedarme encerrada en casa, pero antes de ir a mi lugar especial tenía que ir allí. Dejé el coche en el garaje y cogí mi bicicleta. La necesitaba para ir al rio.
En la bicicleta siempre llevaba una pequeña mochila en la que llevaba el biquini y una toalla. Al cabo de unos veinte minutos, llegué al rio. Me senté en el verde prado y me puse a comer mis sándwiches y mi coca cola.
Me encantaba ese lugar. Era el único lugar ebn el que no me hacía falta ser una imbécil con los demás, donde podía ser yo misma, creer en lo que dictara mi corazón.
cuando terminé de comer, me desnudé, quedándome solo en ropa interior, y fui en busca de mis cosas, pero la mochila estaba vacía.
- Mierda! - exclamé, aunque los únicos que me escucharon fueron los peces y las ardillas que recorrían los verdes y áltos árboles.
Con las prisas de coger la bicileta e irme de casa, se me había olvidado comprobar que hubiera algo en la mochila, así que decidí cometer una locura. Me quité el sujetador y las braguitas, lo dejé bien doblado junto al resto de mi ropa y fui corriendo hacia el rio, en el que me tiré en bomba, ya que sabía perfectamente que esa era una zona bastante profunda.
El agua estaba helada, por eso me había tirado, pero mi cuerpo se adaptó al momento a la temperatura del agua.
Era muy relajante el poder nadar por entre esas aguas tan cristalinas y el silencio... solo con el sonido del agua al moverla con mis brazos y piernas, el piar de los pájaros... me encantaba. "Ojala pudiera vivir en un lugar así."
- Al fin sola... - dije, pensando en voz alta. - sola... Sin nadie que me diga lo que puedo o no puedo hacer...
Me puse de espaldas al agua, dejándome llevar, sintiendo como el sol abrasaba mi piel: mi tripa, mis pechos, mis muslos, mi rostro... Cerré los ojos mientras me centraba en dejar de pensar.
- Oh Dios mío! cuidado!
Del bote que di, me golpeé la cabeza con la orilla del rio, a la que me había acercado sin darme cuenta, y la corriente siguió arrastrándome.
Quise nadar de vuelta a la orilla, pero no podía. Me sentía mareada. De los nervios, comencé a no coordinar bien mis movimientos y empecé a hundirme, pero, a los pocos segundos, una mano me sujetó la muñeca y mi cuerpo salió del agua.
Empecé a toser y a echar el poco agua que había tragado. Sentí el suelo bajo mi espalda y una mano acariciar mi frente. Abrí los ojos al momento.
Ante mí apareció el rostro de un hermoso ángel. Un ángel que me miraba fijamente a los ojos y no a mi cuerpo desnudo, lo que me gustó y avergonzó al darme cuenta. "Mierda. Sigo desnuda."
- ¿Te encuentras bien? - preguntó, apartándose un poco, dejándome un poco de espacio.
- Si.
Me levanté corriendo del suelo y fui hacia donde tenía mi ropa. Me vestí tofo lo deprisa que pude, tropezándome de vez en cuando, sobretodo cuando me estaba poniendo los pantalones. Y cuando me di la vuelta, dispuesta a reencontrarme con mi salvador, me quedé con las ganas de darle las gracias.
El chico había desaparecido. Volvía a estar sola.
Me aparté el pelo mojado de la cara, mirando hacoa todoslos lados, en busca de aquel angelical rostro que hacía tantos años que no veía. No había ni rastro de él.
- Mierda.
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Hola, hola, hola!
Si! Historia nueva!
La he colgado porque una de las historias que tengo colgadas está terminado.
Espero que os haya gustado lo suficiente como para seguir leyendo. Y espero conocer vuestra opinión al respecto. Y saber cuanta gente ha leído este capitulo.
Muchos besitos.
Pd: Teneis que leer la historia OCULTO EN LAS SOMBRAS, de mi amiga Sparcklecullen. Historia en la que yo colaboro un poquito.
