Pues esta es una historia que llevaba bastante tiempo aparcada por falta de tiempo e inspiración. Hace poco me puse a leerla para continuarla y la verdad es que me di cuenta que había cosas francamente mejorables, así que en vez de seguirla me he puesto a reeditarla. Básicamente es igual, sólo habrá cambios en algunos capítulos donde había metido la pata hasta el fondo.
Otra cosilla, la historia la tenía subida (hasta donde había llegado) en otra página, por eso puede que os suene algo.
Como no, los personajes no me pertenecen, son de Eichiiro Oda, yo sólo hago esto como distracción y no gano absolutamente nada con ello.
Prólogo
Era una isla remota perdida en el océano, en una habitación oscura iluminada por unas pocas velas y en la que sólo entraban leves ráfagas de luz de una de las antorchas del pasillo, estaba un hombre de porte elegante, cuyo rostro se escondía entre las sobras mientras observaba a los encapuchados que tenía delante, que le daban el informe de la misión. Silencio.
– ¿Quién es el responsable de la desaparición? – el hombre cortó el silencio como un cuchillo, los encapuchados se estremecieron a pesar de la tranquilidad de la voz, sabían lo que se escondía tras esta.
– Mi señor, hubo algunos problemas, los rebeldes nos atacaron y las perdimos en el camino – contestó con voz vacilante el que parecía el cabecilla de los encapuchados.
– ¿Sabéis lo importantes que son esas armas? Importantes y secretas. Nadie debe saber de su existencia. ¡¿Sois conscientes de eso? ¿Qué pasaría si alguno de los rebeldes diera con ellas?
– Lo lamentamos mucho, mi señor. Las buscaremos inmediatemente.
– No, por ahora no haréis nada, el rey está sospechando de nosotros, no es conveniente que descubra lo que estamos haciendo, no debe enterarse o empezará a hacer preguntas incómodas, si eso ocurre, dejaremos de tener el control del reino, estará mucho más pendiente de lo que hacemos y el pueblo dejará de confiar en nosobros, ¡no queremos que eso ocurra!
El hombre se calló un momento pensando en su siguiente paso.
– S-señor – tartamudeó el cabecilla de la tropa interrumpiendo sus cavilaciones – los soldados que se han quedado sin armas, ¿se les dará una nueva?
El hombre pareció reflexionarlo un momento, escondiéndose algo más entre las combras.
– Dime, ¿quienes son los responsables? Que se quiten la capucha y den un paso adelante – dijo finalmente, le costaba controlar la voz para no gritar.
Dos encapuchados se adelantaron a sus compañeros y dejaron visibles sus rostros, el primero era un hombre de mediana edad, de pelo negro azulado, la segunda era una mujer joven, de unos veintisiete años, con el pelo plateado.
A una señal del líder ambos dieron un paso más, estaban asustados, nunca habían visto a su líder a punto de perder los nervios, y ellos eran los responsables de aquello. Desde las sombras se vieron dos destellos aparecer, se dirigieron hacia la pareja y chocaron contra ellos, y como si fueran elásticas, se alargaron y rodearon los cuerpos de los dos soldados, de repente una ráfaga de luz invadió la sala, dejando sin visión a los presentes durante unos momentos. Cuando recuperaron la visión, los dos soldados estaban tendidos en el suelo, sin vida.
– Quiero que quede algo bien claro, cuando entraron en este comando sabían perfectamente que aquí no se aceptan errores, quien los comete, paga con su vida, sobre todo si el error puede hacer que nos descubran – se escuchó desde las sombras, el silencio volvió a inundar la habitación, pero nadie se atrevía a mover un solo músculo – Tú – señaló al cabecilla – no te creas que te quedarás sin castigo. Sígueme – añadió.
Cuando los dos hombres hubieron salido de la sala, uno de ellos realmente asustado, el resto de los soldados se fueron rápidamente, dejando los dos cuerpos tirados en el suelo.
Bueno... eso es todo, la historia en sí empieza en el siguiente capítulo. Gracias por leer.
