AVISO IMPORTANTE:
Para comprender esta historia, sugiero que lean mis otros fic sobre la saga de Naruto^^. Créanme, no se aburrirán... espero - -'
¡En fin! ¡A los lectores veteranos, espero les guste esta nueva pequeña historia^^!
"Banbutsu Sōzō no Jutsu"
Mi nombre… Mi nombre es Hagoromo… Otsutsuki Hagoromo…
Soy hijo de Kaguya Otsutsuki, la mujer que vino a este mundo de más allá de las estrellas, para comer el fruto prohibido del Shinju, con el fin de detener las guerras que se vivían en esta tierra manchada de sangre…
Mi padre fue Uzumaki Jashin, hombre que vivió en esta tierra antes de la llegada de mi madre, y quien se enamoró profundamente de ella.
Al convivir a su lado, Jashin obtuvo la capacidad de controlar la energía natural que reside en la tierra, y en todo ser viviente y despertó un Dojutsu, como comúnmente se llama, el Idenmechigan
Mi padre creó y dio vida a unas criaturas muy curiosas, los Yokai, con el fin de que protegieran y resguardaran la isla en que nació, Uzushiogakure, junto con todos sus secretos…
También tuve un hermano menor, Hamura…
Él heredó el Byakugan de mi madre, en cambio, yo heredé el Rinnegan, un Dojutsu que se despertó gracias al Idenmechigan de mi padre, y el Byakugan de mi madre… Es una especie de mutación natural…
Nuestra niñez fue bastante feliz… Éramos inocentes con respecto a los cambios mentales de mi madre, causados por el fruto del Shinju, aunque, a diferencia de Hamura, yo era capaz de asustarme cuando sentía la oscuridad de mi madre emerger en pequeños espasmos que nadie detectaba… Capacidad que también heredé de mi padre…
Entonces, cuando Hamura y yo éramos adolescentes, ocurrió…
Mi madre comenzó a perder el control de sí misma, y ni mi padre fue capaz de calmarla…
Ambos terminaron combatiendo, pero Kaguya logró derrotarlo, sellándolo en su propia isla, Uzushiogakure, dándole la orden a los asustados Yokai que debían vigilar que su chakra nunca fuera tocado por manos humanas…. Debían resguardarlo por la eternidad, ellos y sus descendientes…
Y, después de aquello, ella activó el Tsukuyomi Infinito, obligando a las personas a entrar a un letargo, del cual despertarían como sus esbirros, los Zetsu…
Momentos antes de que comenzara la batalla entre mis padres, detecté que la oscuridad de mi madre aumentaba de manera consternarte, junto con su avaricia, envidia y maldad…
¿Podía siquiera llamarla "madre", al sentir todas esas emociones negativas que, con solo detectarlas, agobiaron mi alma y dañaron mi mente…?
Debo agradecer a Hamura por quedarse a mi lado en aquel momento, en el que estuve a punto de perder la razón por la magnitud de esa oscuridad…
Sabiendo que nuestra madre había tomado un camino en el que no había vuelta atrás, huimos a las montañas, donde fuimos interceptados por ella… Solo que ya no era ella…
Era el Shinju… Mi madre se había convertido en el Shinju.
Fue a causa de su desesperación por recuperar el chakra que mi hermano y yo habíamos heredado de ella, que la voluntad del Shinju se había vuelto la suya, acabando por fusionarse en un vórtice de locura…
Jubi fue el nombre que le pusimos, ya que esas devastadoras diez colas causaron destrucción con sus simples sacudidas…
Fue una ardua batalla…
Mi hermano y yo peleamos ferozmente contra el Jubi, pero ambos sabíamos que no seríamos capaces de acabarlo, ya que era un ser de chakra que componía parte de la naturaleza…
Su inexistencia era inconcebible, y hasta imposible… pero, aun así, si no lo deteníamos, el destino de las personas selladas en el Tsukuyomi Infinito sería desalentador…
Decidimos sellar al Jubi, para así detener toda la devastación que estaba causando en el mundo.
Ofrecí mi cuerpo para mantener sellada a la bestia, ya que, entre los dos, era el que tenía mayor chakra para retenerlo.
Después de un arduo esfuerzo, usando la técnica de sellado creada por nuestro padre, sellamos al Jubi en mi interior, poniendo fin a tal caótico combate, y liberando a las víctimas del Tsukuyomi Infinito…
La paz regresó a nuestro mundo…
Después de aquel combate, y que la tranquilidad regresara al mundo, hice un viaje en solitario por sus tierras, repartiendo mi chakra, y enseñando a usarlo en el Ninshu las personas comenzaron a elogiar mi poder, incluso llamándome Salvador del Mundo, Dios, o el Sabio de los Seis Caminos… empezaron a conocerme por muchos nombres.
Entre mis viajes, conocí a la mujer que sería mi compañera… Nozomu…
Jamás la olvidaré… Ella era solo una mujer que vivía del sustento de sus manos en las tierras que labraba, pero tenía un pensamiento firme y un corazón noble que me cautivaron…
Aun así, era de las mujeres que nunca quisieras hacer enojar… Lamentablemente, mi hermano Hamura lo aprendió de la forma más complicada…
Pasaron los años, y nacieron mis hijos, Indra y Asura, aumentando mi felicidad.
Pero, aun así, mi felicidad no duró para siempre…
Nozomu murió…
Ella enfermó gravemente cuando mis hijos eran pequeños. Intenté usar mis poderes para alargar su vida, pero ella me lo impidió.
"La vida, como la muerte, son parte de la vida de los humanos. Mientras estemos vivos, debemos compartir amor, y, cuando estemos por llegar al sueño profundo, simplemente debemos dar nuestro último respiro, para irnos en paz… Ambos sabemos que mi cuerpo, frágil por los trabajos que hice de pequeña, no aguantaría tu Ninshu… tu chakra…"
"Lo aceptó, Hagoromo… Solo prométeme seguir tu camino y encontrar la paz, y, cuando lo hagas, compártela con nuestros hijos y con el mundo entero…"
Y, cerrando sus ojos negros, Nozomu entró en el sueño profundo…
Su partida me causó un gran dolor, pero, comprendiendo sus últimas palabras, decidí dar lo mejor de mí para llegar a la paz, por lo que, cuando crecieron, les enseñé el Nishu a mis hijos, para que recorrieran el camino a la paz después de mi partida.
Indra heredó un Dojutsu muy particular, al que llamé el Sharingan. Era un genio, pero el poseer tanta inteligencia hacia que recorriera su camino en solitario, llegando a la conclusión que el poder era la verdadera clave para la paz que nuestra familia tanto buscaba.
En cambio, Asura era más parecido a su madre. Lograba sus metas gracias al esfuerzo con el que se empeñaba, su entrenamiento, y, sobre todo, con sus amigos. Gracias a estas cualidades, logró volverse tan fuerte como Indra, llegando a conclusión que el amor es la verdadera clave para la paz.
Su ideal me interesó más que el de Indra…
¿Era posible llegar a la paz sin la fuerza, sin tener que oponer a otros, sino que con comprensión y entendimiento?
Mi madre, antes de entrar en la locura, me brindó el amor que cualquier madre le daría a su hijo, al igual que mi padre. El apoyo de mi hermano me mantuvo firme, y el amor de Nozomu me dio una nueva familia, y sus últimas palabras concretaron mi deseo por la paz…
Si eso era posible… Si el amor era el camino correcto para alcanzar la paz, significaría que, incluso, la bestia que mantenía sellada en mi interior, podía ser cambiada por medio de un trato más amistoso…
Pero… el Jubi no tenía conciencia de sí mismo, además de su propia ansia de recuperar el chakra repartido…
Entonces, lo decidí… Si era necesario, como Nozomu me brindó dos nuevas vidas que guiar para llegar a la paz, me atrevería a crear nuevas vidas usando el chakra del Jubi, como prueba de que los lazos podían ser la llave para la armonía, tal y como pensaba mi hijo.
Fue una dura prueba el primero pensar qué crearía. Debía hacerlo, tomando en cuenta la magnitud de los poderes del Jubi…
Decidí dar vida a estas nuevas entidades dividiendo su poder en ocho:
"LaArena que sella la vida, el Fuego que quema lo que florece, la Coraza que soporta las tormentas, la Lava que incendia los bosques, la Velocidad del viento, el Ácido que deforma la superficie, las Alas que sacuden el cielo, y la Fuerza para destruir"
Aun así… No era suficiente…
Podía moldear cierta cantidad de chakra para crear a las ocho criaturas, pero aún quedaba mucho poder restante, además de que faltaba la oscuridad del Jubi…
No debía dejarla dentro del cascarón del Jubi en mi interior, sino su voluntad regresaría, aun con la falta de sus ocho partes concentradas…
Debía crear una criatura para resguardar su poder más oscuro… Debía crear a un noveno…
Pero, a diferencia de las otras ocho, el tener contacto directo con aquella oscuridad terminaría dañando al noveno, convirtiéndolo en un monstruo sin control…
Fue entonces que decidí, no solo traspasar esos fatídicos poderes del Jubi al noveno, sino también parte de mi propio chakra, incluyendo la habilidad que heredé de mi padre: la detección de emociones negativas.
Ese poder sería el mediador perfecto para que la novena criatura no fuera consumida por su propia oscuridad.
… Entonces… llegó el día decisivo.
Lo recuerdo muy bien…
Era primavera, donde los enormes árboles del bosque sagrado cerca de mi hogar rebozaban vitalidad junto con las criaturas que convivían en su interior.
En ese lugar decidí darle vida a las nueve criaturas.
En aquel bosque sagrado existía un enorme y antiguo templo, en el que la fecha de su creación era desconocida incluso para mí. Su interior era muy amplio, lo cual era bastante conveniente.
Fui solo ese día al templo, sin mis hijos, y sin mi hermano, ya que sabía muy bien que debía hacer esto solo… Era mi misión.
Cuando estuve en el interior del enorme templo vacío, concentré mi mente, para plasmar en ella a las nueve criaturas que tenía pensado dar vida, para que fueran parte de los lazos que traerían paz al mundo…
Respiré hondo, y, clavando mi bastón en el centro del salón de piedra, levanté mis manos.
En mi mano derecha se encendió la llama azul, que representaba la imaginación y energía espiritual que constituye la base del Yin para crear formas físicas de la nada. Y, en mi mano izquierda, se encendió la llama roja, representando vitalidad y la energía física que constituye la base del Yang. De esta forma, se daría vida a las nueve formas que tenía pensadas…
-Banbutsu Sōzō no Jutsu- junté las flamas, dando inicio a la formación de aquellas nueve entidades…
Después de haber activado aquella técnica, todo se volvió negro para mí. Al parecer, el haber extraído consecutivamente nueve veces el chakra del Jubi que tenía en mi interior durante tantos años, dañó considerablemente mi cuerpo, y, si no fuera porque mantenía el cascarón de la bestia en mi interior, hubiera muerto en aquel instante…
No sé cuánto tiempo estuve inconsciente, pero, cuando abrí los ojos, no cabía de la sorpresa.
Estaba en medio de nueve criaturas de un tamaño considerable, cada una con una cierta cantidad de colas, representando el orden de su creación.
Un mapache de arena de una cola, con sellos incrustados en su piel; una gata de fuego azul de dos colas; una tortuga de tres colas, con un fuerte caparazón; un mono rojo de cuatro colas; un caballo con rostro de delfín de cinco colas: una babosa de seis colas; una oruga de siete pequeñas colas; un pulpo con fuertes brazos y rostro de toro; y, por último, un zorro naranja de nueve colas, que no paraba de ver curioso sus extremidades.
No cabía de la sorpresa… No era que dudara que el Jutsu Creación de todas las cosas funcionara… Lo que me sorprendía, era que las nueve criaturas que cree… eran cachorros…
Era nueve recién nacidos.
¿Cómo podría siquiera crear algún lazo con criaturas así…? ¿Era posible…?
Me senté apoyándome en mi bastón, pensando sobre el nuevo reto que tenía en frente, hasta que noté que una enorme y húmeda nariz se me había pegado en la nuca.
No pude evitar sobresaltarme y voltearme de inmediato, para ver a la novena criatura mirándome con unos ojos que representaban su inocencia.
Lo miré, algo dudoso…
Él era la criatura a la que le di mi habilidad de comprender las emociones negativas de los demás, para resguardar sin peligro la oscuridad que albergaba.
Debo decir, que la primera impresión que me dio el noveno era que… era muy enclenque.
Las otras ocho criaturas ya tenían cierta impotencia con su físico, a pesar de que en esos momentos se daban vueltas intentando alcanzar sus colas, las mordían, o se miraban, curiosos.
Esta criatura naranja, en cambio, con solo mirarlo no mostraba grandeza o peligro… No parecía aparentar un peligro.
Medité, pensando que tal vez debí haber diseñado al noveno con un cuerpo más fuerte, como el del octavo o el cuarto.
Mis pensamientos fueron interrumpidos porque el noveno acababa de darme un lengüetazo con su enorme lengua, dejándome completamente… baboso…
No me molestó quedar sucio, lo que me sorprendió, fue recibir semejante gesto de cariño por parte del noveno.
Miré sorprendido y sin comprender a la criatura, quien ladró, contento, moviendo sus colas, indicando su estado de ánimo.
Fruncí el ceño, al darme cuenta que, como suponía… era un bebé… Los nueve eran recién nacidos, que no tenían idea del mundo en el que acababan de nacer.
Entonces, tomó mi atención que la quinta cayera de mentón al piso, al igual que el resto de las criaturas, que habían intentado acercarse a mi…
No sabían caminar… Y, tal vez, al igual que el noveno, no sabían hablar.
Miré a la criatura naranja, percatándome como sus patas temblaban levemente, y, sin aguantar más su propio peso, cayó frente a mí con un tierno sonido.
El noveno comenzó a gemir, bajando sus largas orejas, sorprendiéndome al demostrarme que… sentía…
Sentía sorpresa, alegría, dolor, confusión, miedo…
Aun débil por la extracción de esas nueve entidades, me sostuve de mi bastón, y, lentamente, acerque mi mano a la mejilla del cachorro, quien me miró con sus brillantes ojos rojos de pupila rasgada, gimiendo, haciendo mover su húmeda nariz.
No pude evitarlo…
Le sonreí.
-… No llores…- le pedí al noveno, acariciándole suavemente su pelaje- No quiero que ninguno de ustedes llore- le pedí a las demás criaturas, que estaban en el mismo estado de confusión. Las ocho me miraron, nerviosos, algunos a punto de llorar- Me aseguraré que sean capaces de andar, de hablar, y de entender- miré a los ojos al enorme zorro, que me miraba, curioso- Ahora lo comprendo… Ustedes no son criaturas creadas… Son cachorros que acaban de nacer- el sonreí cansadamente-… Desde ahora… serán mis hijos… Ese es el lazo que los diez acabamos de crear, y espero que perdure para siempre-
El zorro me miró curioso, y ladró, contento…
Y, así comienza, la pequeña historia que explica los fuertes lazos padre-hijo entre Hagoromo y los Biju.
Tendrá al menos diez capitulos, o tal vez menos. Dependiendo^^'
¡Espero que mis queridos lectores veteranos le den el mismo apoyo a esta historia, como a las demás^^!
¡Y, a los nuevos, espero les haya gustado este pequeño prologo!
Sin más que decir, digo:
¡Gracias por leer, y no olviden comentar XD!
PD: subí unos dibujitos en mi blog, para que los lectores de Zorro de Konoha vayan a verlos. No se arrepentirán ;)
