Y es ese momento en que te das cuenta que de verdad la amabas y que hubieras dado la vida por ella, pero ves que ya es tarde para sacar conclusión, porque ella está muerta, por tu simple cobardía, porque cuando fue necesario, tu miedo pudo más de lo que sentías por ella, la persona a la que le cediste tu corazón.
Esa persona que fue la excepción de tus leyes, tus prejuicios, tus reglas, tu todo, siempre lo supiste.
Batallaron tanto para nada, para que él maldito de Carrow le quitara la vida de la forma más cruel posible, y para colmo, enfrente de tus ojos.
Viste como sufría, como la sangre corría por su cuerpo, y tu allí sin hacer nada, paralizado por el miedo, en ese momento la amabas, pero no lo suficiente para dejar de lado tus estúpidos prejuicios de sangre pura, lo que parecía una ironía.
Y ahora después de diez años te das cuenta que sigues siendo el mismo cobarde de antes porque no tienes el valor suficiente para ir a su rencuentro.
Tiras la varita lo más lejos posible de tu lado y sigues con tu vida, pero siempre teniendo en cuenta ese dolor punzante en el pecho que te recuerda a ella.
Cada cosa a su tiempo.
Esperas que cuando la encuentres tengas la valentía suficiente para pedir perdón.
