[La famosa sanadora del Hospital San Mungo, Ginebra Molly Weasley dio a conocer el día de ayer la nueva y mejorada versión de la poción Matalobos; la cuál disminuirá de manera severa el dolor de la transformación y, si es aplicada 48 horas después de cometido el ataque podrá erradicar la licantropía sin dejar secuelas. "El mérito no es totalmente mío, simplemente es un perfeccionamiento de la fórmula original."- Fueron las palabras de la sanadora durante su discurso…]
Ginny poso su vista sobre la fotografía a un costado de la nota. Había cambiado bastante desde su salida de Hogwarts, no sabía si para bien o para mal, pero había un gran contraste. Primero, era una persona seria y formal, dedicada en cuerpo y alma a su trabajo sin tiempo de "socializar". Físicamente estaba un poco más alta y había perdido bastantes kilos; aunque existían cosas que no cambiarían nunca como sus ojos marrón brillante, las pecas salteadas en sus mejillas y su larga cabellera rojiza que llegaba hasta sus codos, era bastante guapa y estaba consciente de ello.
Tardó cinco años para conseguirlo y ahora que al fin lo tenía, sentía que no era lo qué esperaba, se sentía…vacía. Tal vez, tenía que ver con el precio que había tenido que pagar para lograr sus méritos profesionales.
-Ginny ¿te quedarás aquí hasta tarde?- William Richardson se asomó por el umbral de la puerta.
-Si, debo de revisar algunos casos.- Ginny cruzó los dedos bajo el escritorio para qué él no se ofreciera a acompañarla.
-Deberías ir a casa. Has dormido muy poco.- Ginny se sintió un poco culpable, William siempre había tenido otras intenciones con ella y la sobreprotección era algo qué se le daba. Pero ella no tenía tiempo para una relación sentimental con nadie.- Comienzas a preocuparme.- Lo aceptaba, Will era bastante atractivo, su cabello marrón era corto, su piel era bronceada a juego con sus ojos de color bronce y tenía un cuerpo de infarto, chico perfecto, pero no para ella.
-Dormiré un poco en el sillón, no te preocupes. Puedes irte.
***
-El último ataque fue detectado a tiempo, aunque aún queda bastante trabajo.- Naomi hablaba sin parar. Harry simplemente fingía prestar atención y asentía levemente con la cabeza cuando le preguntaba algo.
-Iré a tomar aire. Si me disculpan.- Harry se levantó y salió del lujoso salón, dejando atrás a su novia parlante. Detestaba estar ahí. El lugar estaba lleno, sin embargo no habría notado la diferencia si hubiera estado vacío. Odiaba el mundo de apariencias en el cuál vivía, se mantenía ahí porqué su alto cargo en la oficina de aurores y la gran herencia de su padre lo obligaban a hacerlo.
-Sabía que aquí estarías.- Taylor Russell, la asistente de Harry habló a sus espaldas.- Eres pésimo con esto ¿sabes?- Harry sabía a qué se refería, el nudo de su corbata era un desastre y no era porque no supiera hacerlo, si no porque ya no lo soportaba.
-No quiero asfixiarme.- Harry habló en su defensa y sonrió.
-Te ves bien, no te preocupes.- Taylor sabía que su jefe no era feo por ningún lado, de no ser por la larga amistad qué tenían admitía que le encantaría. Harry no había físicamente cambiado en absoluto, de no ser porque tenía el cabello azabache un poco más largo y sus músculos se habían intensificado, sus ojos verdes seguían cubiertos por lentes y su forma de ser permanecía idéntica; tal vez era un poco más coqueto y alocado, pero eso venía en sus venas solo le falto el tiempo (y circunstancias) para que esa parte de él saliera a la luz.
-¿Me estas coqueteando?- Harry le guiño un ojo, Taylor como respuesta rodo los ojos. Estaba acostumbrada.
-Te tengo una noticia buena y una mala.- Taylor habló seria. Harry hizo una mueca de desagrado, algo le decía qué la mala tenía que ver con Naomi.
-La mala primero.-Harry esperaba que la noticia lo sacará de ahí en ese instante. Taylor dio unos pasos adentrándose al salón y le hizo una seña a su jefe para que lo siguiera.
-Los padres de Naomi están junto a los Robinson y,- Harry gruñó, no esperaba que la noticia fuera tan mala.- quieren conocerte.
-¿Cuál es la buena?- Tal vez esa noticia le evitará el tener que conocerlos.
-La buena es qué ya no hay más malas.- Taylor sonrió y le dio un empujoncito a Harry para que entrará de una buena vez al salón.
