Los personajes y los fanarts no me pertenecen.
Bip. Bip. Bip. Bip. Bip.
Ante el insistente sonido de la alarma de mi móvil, Aoba Suzukaze se dispone a deslizar el botón para apagar. Mientras intenta incorporarse, un bostezo se escapa por su boca.
Normalmente le daría una pereza increíble levantarse de su cama a una hora tan temprana, pero desde hace un tiempo, ese no es exactamente el caso. Y la razón es sencilla: ¡su nuevo trabajo en Eagle Jump!
De un salto, pasa del colchón al suelo de su habitación, y corre hacia su armario, con la melena lavanda despeinada y vistiendo un pijama una talla más grande de la que le toca. Con un inusual entusiasmo mañanero elige el conjunto de ropa que usará para ir hoy al trabajo: el querido traje violeta que su madre le regaló para su primer día. Teniéndolo ya en sus manos, su siguiente destino es observarse en el espejo.
Empieza a desprenderse del pijama rosado, y después de la ropa interior, quedándose desnuda frente a su propia mirada. Tras auto-convencerse de que su belleza es del tipo adorable, una pequeña sonrisa se escapa por sus labios, y empieza a ponerse un nuevo sujetador.
—(El año que viene alcanzaré la siguiente talla.)—piensa mientras termina de alistarse.
Una vez vestida, agarra un peine del baño junto a sus coleteros en forma de flor, desenredándose los nudos que se le formaron mientras dormía y recogiéndose su extensa melena en dos largas coletas. Prepara el maletín para el trabajo, colgándolo de su hombro izquierdo, y llevando el teléfono móvil en la mano derecha, baja rápidamente y de forma torpe las escaleras para bajar al comedor y así desayunar. Mientras mira al frente para no tropezar y caer, desbloquea el celular para leer unos mensajes que Nene le escribió ayer por la noche.
Nene:
Aoba, aprobé el examen de la universidad!
Mi esfuerzo valió la pena w
Te apetece celebrarlo este finde con una quedada?
Yo:
Nene, eso es fantástico!
Claro, si no me salen inconvenientes quedamos!
—Aoba, ¿no vas a llegar tarde?—su madre, de cabello corto lavanda magenta, ojos fucsia, cinco centímetros de altura más que Aoba y ya vestida con el atuendo de su trabajo se asoma por el comedor, algo preocupada.—Pensaba que entrabas al trabajo a las diez.
—Sí, y eso hago.—Suzukaze toma asiento al lado de su padre, y se sirve de un bol de arroz que él mismo ha preparado.
—Entonces, ¿no deberías darte prisa? Ya son las nueve.
Aoba echa un vistazo a su móvil para asegurarse, viendo que la hora que marca son las ocho. Siente que empieza a sudar frío.
—Papa, ¿me dejas ver la hora de tu reloj?—preocupada, agarra la muñeca de su padre, un hombre de cabello castaño, ojos violeta y piel más morena que la de su mujer y su hija.
—Tu madre tiene razón, ya son las nueve.—contesta él, despreocupado. Aoba se levanta de un bote de la silla, y sin saber muy bien que hacer primero, le da tres bocados más al arroz.
—¡Cogeré tostadas, lo siento papa, puedes comerte mi parte!—corre hacia la cocina, pasando al lado de su madre, y agarra una rebanada de pan que aguanta con su boca. Revisa que tiene las llaves de casa.—¡Me voy!—y como una flecha disparada, desaparece. Sus padres intercambian miradas.
—No importa que ya hasta tenga su propio sueldo—comenta la madre—Aoba nunca cambiará.
Corriendo entre miles de personas, persiguiendo trenes y pensando en mil maneras distintas para disculparse, Aoba Suzukaze, de alguna manera, ha logrado llegar al trabajo.
—¡Lo siento por llegar tarde! ¡Mi teléfono móvil iba atrasado!—se disculpa, por cuarta vez.
—Tampoco has sido tan impuntual, Aoba... Pero ahora que ya has llegado ve junto al resto de tus compañeras, hay trabajo por hacer.—Ko, en cambio, no la reprime demasiado por su pequeño despiste. Sin poder añadir nada más, Suzukaze regresa a su sitio, algo desanimada por su mal comienzo del día.
—(Yagami-san es impresionante... Pensaba que me caería una bronca mucho más mayor.)—por otra parte, se siente aliviada ante la suavidad de su jefa. Aún le parece mentira que esté trabajando junto a Yagami Ko, la mujer que diseñó su videojuego favorito, si bien la ha sorprendido en más de una ocasión (como cuando la vio en ropa interior).
—¿Cómo está nuestra dormilona?—con un tono pícaro y amigable, Yun chincha a Aoba cuando ésta toma asiento en su escritorio.
—Horrible. Aún no sé como me las he apañado para llegar tan pronto.—suspira.
—¡Anímate, Aoba-chan! ¡Ahora es momento de esforzarnos!—Hajime se levanta de su sitio y se pone a recrear posturas y movimientos, presuntamente para poder hacer sus animaciones.—Si quieres puedes cogerte la bici y pedalear conmigo cada mañana para llegar hasta aquí.
—¿Qué dices, tonta? Nadie sería tan estúpido como para acompañarte por gusto.—la reprime Yun de la nada. Hajime se la queda mirando.
—Pero si justo ayer tú viniste con-
—¡CÁLLATE!—las mejillas de la rubia se enrojecen al instante.
—Ah, bueno...—Aoba observa a sus dos compañeras, vacilante.—Tampoco tengo bici, así que no podrá ser.
En ese momento aparece Hifumi, probablemente del baño, interrumpiendo la entretenida conversación de las diseñadoras y la animadora.
—Oh, bienvenida.—el rubor del rostro de Yun desaparece, ya habiendo recuperado su ánimo normal.
—Sí.—Hifumi se limita a contestar con tal monosílabo, y en silencio, se dirige hacia su silla. Aoba la observa de reojo: aunque Ijima, Shinoda, Yagami y Toyama le hablen con completa normalidad, todas las veces que ella le ha intentado dirigir la palabra solo ha conseguido un excesivo sonrojo de Takimoto como respuesta. Al observar a su compañera sentada, siente el impulso de levantarse y decirle algo, pero entonces recuerda lo que le dijo Rin hace poco:
—Ah, espero que no te molestes con Hifumi por su comportamiento. No es que le caigas mal ni nada de eso, simplemente es muy vergonzosa y callada. Dale espacio y te acabará cogiendo confianza, ¿sí?
—(Ya lo olvidaba, pero me dije a mí misma que dejaría a Hifumi-senpai en paz. Solo tengo que esperar.)—y con ese último pensamiento sobre el tema, se pone en marcha con el último personaje en el que empezó a trabajar, no sin antes fijarse una última vez en la larga cabellera púrpura de su senpai recogida en una cola de caballo alta, atada a un gran lazo rojo, dándole un toque de dulzura.
El ordenador marca las 11:28 a.m. Aoba, sintiendo sed, gira su silla para levantarse e ir a la máquina expendedora del piso.
—¡Hajime, te he dicho que solo hagas tus movimientos raros en tu sitio! ¡Me distraes!—se queja Yun, claramente roja de rabia.
Cuando Aoba apoya sus pies en el suelo, se da cuenta de que los azules ojos de Hifumi la están mirando fijamente.
—Vamos, tampoco es para tanto.—mientras tanto la morena se defiende de forma despreocupada.
La chica tímida gira su cara nada más ve que sus ojos se han encontrado con los de Aoba. La joven de aspecto infantil se sorprende un poco ante ese gesto.
—(Ahora mismo me estaba mirando, ¿verdad? ¿Tendré algo enganchado a la ropa, quizás?)—piensa mientras compra una bebida de cola. Cuando regresa al espacio de trabajo, Takimoto la estaba observando otra vez. Vuelve a girar el rostro.—(¿Qué? ¿Es enserio?)
Aún habiéndose olvidado de una acción tan insignificante como esa mientras volvía al trabajo, Aoba ha sentido la mirada de alguien sobre ella más de una vez, y ha pillado a Hifumi Takimoto observándola hasta tres veces más: una mientras hablaba con Rin, otra cuando iba al baño y la última, la cuál ha sido ahora mismo, mientras estaba centrada dibujando a un personaje.
—(Agh, ahora ya no puedo concentrarme... De repente tengo mucha calor.)—gira su cabeza hacia el sitio de su compañera, quién ha regresado la vista a la pantalla de su ordenador. Unos auriculares están conectados a su equipo.—(Me pregunto que clase de música escuchará senpai... Sea la que sea, y aunque no tenga que ver, sus ojos... Son realmente bonitos.)
Sin querer, mira varios segundos de más hacia Hifumi, quién en un determinado momento gira su cabeza hacia Suzukaze, encontrándose las dos chicas sumergidas en los ojos de la otra de forma mutua: Hifumi en los brillantes irises lavanda de Aoba, y Aoba en los resplandecientes zafiros de Hifumi. Aguantan la mirada durante un segundo, y tras ese lapso de tiempo, las dos retiran la mirada a la vez, avergonzadas.
—(¿Qué se supone que acaba de ser eso? ¡No lo puedo creer! ¡Estoy muy avergonzada por alguna razón!)—Aoba se encoge en su sitio. De repente, Hifumi se levanta de la silla.
—¿Ya te vas?—le pregunta Yun a la tímida chica, ajena a las miraditas entre ella y Suzukaze. Hifumi asiente, roja como un tomate, y se dirige hacia el hueco de Ko, probablemente para darle el aviso de que ya se marcha.—Yo me iré pronto también. Ya se hace tarde. ¿Tú que harás, Aoba?
—¿Yo?—a ella también le gustaría decir que se irá pronto, pero entonces recuerda cómo ha llegado tarde esa mañana.—Supongo que recuperaré ahora el tiempo que perdí.
—Que mala suerte. Ánimo.
Tal y como se temía, Aoba tuvo que estar casi una hora más en el trabajo por culpa de su despiste mañanero. Aún así, y aunque eso es algo que le molesta, en los cuarenta y cinco minutos extra que se ha quedado en Eagle Jump ha pensado más en Hifumi Takimoto que en los personajes que debe terminar. Por alguna razón, no puede sacarse el rostro de su compañera de la cabeza ni tampoco el hecho de que Takimoto la estuvo observando continuamente durante todo el día. ¿Por qué de repente le ocurre eso?
Una vez ha salido del trabajo, su cabeza continúa dándole vueltas a lo mismo.
—(¿Entonces es esto a lo que llaman acoso?)—se pregunta mientras camina hacia la estación.—(Pero yo tenía entendido que a las personas les molesta que las acosen... Entonces, ¿por qué a mi me gustaba que...?)—pequeñas chispas de agua caen sobre su cabeza.—Oh.
Está empezando a llover y no trae un paraguas con ella.
—(Parece que no me queda otra que correr, por más que lo odie... ¡Tengo que llegar a casa antes de que empeore!)—con tal determinación en mente, Aoba echa a correr sin más. Sin embargo, en menos de un minuto las nubes grises ya cubren todo el cielo y caen gigantescas gotas de agua que le calan mientras corre.—(¡¿Cómo no me di cuenta mientras salía del trabajo de que se aproximaban estos nubarrones?!)
Por más que intente correr, cada segundo que pasa vale menos la pena: la estación sigue quedando muy lejos de ella, y lo único que está consiguiendo es empaparse entera, tanto el pelo como la ropa.
—(No puedo detenerme ahora... Ya estoy toda mojada, así que solo tengo que llegar a la estación y tratar de secarme con algo que encuentre por ahí...)—negada a detenerse, en un descuido Aoba resbala debido a la humedad del suelo y cae al suelo de cara, golpeándose las rodillas, justo enfrente de un señor que se la queda mirando estupefacto.—(Maldita sea, nada puede ir peor, ¿verdad...?)
Escucha pasos acercándose a ella mientras intenta levantarse. Por un momento pensó que quizás sería el señor que la ha visto haciendo el ridículo.
—¿A-Aoba-chan?—sin embargo, es una gentil voz, comparable a la de un ángel, la que llama su nombre con sumo cuidado y delicadeza. Una mano, blanca como la nieve y de uñas largas y rosadas. se extiende ante ella, y Aoba mira hacia arriba mientras el mismo nombre cruza su mente.
Hifumi Takimoto. Hifumi Takimoto. Hifumi Takimoto.
—Hifumi-senpai...—se agarra a la mano de su superior, y al darse cuenta de la situación en la que está, le entra la verguenza y la pena.—(No puede estar pasando esto, enserio...)
—¿Estás bien? Te vi caer...—aún estando completamente empapada y algo dolorida por la tremenda caída que se ha pegado hace nada, Aoba se queda mirando al rostro de Hifumi, fijándose en todos y cada uno de los detalles que nunca ha tenido la oportunidad de apreciar bien de cerca: su rostro es circular y pálido cuál escarcha, su nariz y sus labios pequeños, sus ojos de un precioso color azul similar al de la superfície del mar nocturno, sus pestañas largas, repasadas con una pizca de rímel que hacen de su rostro algo aún más hermoso y sobrenatural, y por último, un flequillo recto y violeta, acompañado de dos mechones de abundante pelo ondulado que le llegan hasta los hombros. Pero lo más importante, lo que más le ha fascinado, sin duda, es su voz, dulce, serena y armoniosa, hablándole a ella, Aoba Suzukaze, por decisión propia.—Esto... ¿Suzukaze-san?
—¡Ah, no, ya estaba bien la forma en que me has llamado antes!—salta Aoba, finalmente reaccionando, y roja como un tomate.—Bu-bueno, me gustaría decir que estoy bien, pero... Estoy toda empapada y las rodillas me duelen un poco.
Hifumi observa sus piernas, algo sorprendida. Saca de su bolso algo que parece un paquete de tiritas, se agacha frente a Aoba, y con suma habilidad, cubre las heridas de su kouhai en un momento.
—He podido ponerte tiritas, pero no tengo ropa de recambio que puedas ponerte. A-aunque sí que llevo un paraguas.—dice Hifumi, de manera rápida y sagaz..—Puedo acompañarte a la estación... S-si quieres.
A medida que habla, su tono de voz va disminuyendo. Pese a la repentina valentía, Hifumi está hasta asustada de sus propias acciones.
—Ah... ¡Claro, si no te importa! Muchas gracias por el gesto, Hifumi-senpai.
—No es nada.
Hifumi abre el paraguas, el cuál es de color violeta con flores de cerezo estampadas en él. Aoba piensa que el diseño es bastante bonito, pero entonces empieza a caer en el frío que siente por culpa de la lluvia. Se abraza a si misma mientras camina al lado de Takimoto.
—(Es realmente vergonzoso que una senpai te vea en una situación así, incluso si te ofrece su ayuda...)—un escalofrío recorre su cuerpo de arriba a abajo. Observa el rostro de Hifumi, de perfil.—(Su perfil es precioso... Casi se siente como si su cara no tuviera imperfecciones.)
—Su-Suzukaze-san.—sin devolverle la mirada, Hifumi llama su nombre, sacando a Aoba de su embobamiento.—¿No tienes frío? ¿Quieres que te preste mi impermeable?
—¡No, entonces no tendrás nada para cubrirte!—responde la más joven de forma cortés.
—Esta mañana traje el abrigo y el chubasquero conmigo, así que voy a estar bien.—Hifumi le ofrece a Aoba un impermeable, de color azul oscuro, de una talla que no le queda ni de largo ni de ancho. Aún así, es más que suficiente para Suzukaze.
—Muchas gracias, Hifumi-senpai.—le ofrece una sonrisa.—Puedes llamarme como has hecho antes.
—Ah, eso... Hm... A-Aoba-chan.—tartamudea la mayor, con verguenza.
Las dos chicas caminan en silencio bajo la crepitante lluvia. Aún si Aoba sentía que debía sacar algún tema de conversación al comienzo, con el paso de los minutos ha empezado a acomodarse en el silencio que la rodea a ella y a Hifumi, encontrándolo agradable e incluso terapéutico. Para cuando llegan a la estación, el ambiente es roto por la mayor.
—Ya hemos llegado.
—Sí. Ahora solo me queda regresar a casa.—Aoba observa su atuendo, húmedo, y el desagrado inunda su cara. Suspira.—Qué mal, tener que viajar en tren en estas condiciones...
—¿Q-quieres que te acompañe al andén?—propone Hifumi a gran velocidad. Suzukaze la mira sorprendida, preguntándose de donde habrá sacado toda la valentía de hoy.
—Me parece bien. Pero, ¿no te importa perder un viaje de tu tarjeta?
—Tengo un número ilimitado por tres meses más, así que no importa.—Takimoto sonríe levemente, y Aoba siente como le arde el rostro y el pecho al ver esa faceta de su compañera. Se gira.
—Bien, vamos.
Una vez llegan al andén solo les queda esperar un par de minutos hasta que llegue el tren de Aoba. Una atmósfera silenciosa vuelve a abrazar a las dos, que no se miran ni se intercambian palabras.
—(Hifumi-senpai es un misterio para mí. No acabo de entender sus formas de reaccionar. ¿De no hablarme pasa de repente a rescatarme de la lluvia y a ofrecerse VOLUNTARIAMENTE a acompañarme hasta aquí? Quizás es una muy buena persona que se mueve por lo que le dice su corazón...)—la cabeza de Aoba está llena de dudas sobre Takimoto.—(Y no olvidemos todo lo que ocurrió hoy en el trabajo. Cuando nos miramos mutuamente... Quizás, ¿debería aprovechar que está más partidaria a hablar para preguntarle sobre eso?—algo sonrosada, gira su cabeza para mirar a Hifumi. Se la esperaba con la mirada perdida en las vías del tren, pero en vez de eso, la estaba mirando a ella.
—¡Ah!—Aoba pega un salto hacia atrás debido al susto.—(¿Qué? Nuestras caras estaban muy cerca...)
—A-Aoba-chan, esto...
—Ah, no, no pasa nada.—las dos intercambian confusas y nerviosas palabras.—A-a propósito, Hifumi-senpai, tengo una pregunta...
—¿Sí?—con una mueca ansiosa, Takimoto mira los ojos de Suzukaze. La joven inspira y expira, tratando de calmarse. No es raro que vaya a tener curiosidad, ¿verdad? No quedará raro si pregunta, ¿verdad? Una vez logra apartar esos pensamientos sin sentido, habla.
—Hoy... ¿Por qué me mirabas tanto hoy?
Un potente ruido similar a un rugido empieza a sacudir la estación, y Hifumi solo se queda mirando a Aoba con impresión, incapaz de formular palabra alguna. Aoba espera, paciente y nerviosa a partes iguales. Siente la adrenalina recorrer sus venas. ¿Por qué?
Solo es una pregunta.
—Oh, el tren...—antes de que se dieran cuenta, el vehículo que llevaría a Aoba a su hogar ya estaba detenido en la estación, listo para abrir puertas.—Ya hablaremos en otro momento, Hifumi-senpai. Hasta mañana.
Con una optimista sonrisa, la kouhai se despide de Takimoto, quién tan solo es capaz de devolverle el gesto con la mano. Hifumi no despega su mirada del tren hasta que éste ha desaparecido.
—(Aoba-chan... Casi me haces declararme... No estaba preparada para eso.)
Por culpa de la lluvia, Aoba ha terminado pillando un resfriado con fiebre que ha tenido una duración de tres días. Si bien ella logró reunir el suficiente coraje para preguntarle a Hifumi sobre sus constantes miradas, su senpai no llegó a contestarle y tuvo que tomar el tren para regresar a casa sin una respuesta. Y como no tiene el número de Hifumi, no ha podido contactarla en estos tres días.
—(Es imposible tener más mala suerte. ¿Como se supone que le voy a sacar el tema ahora? "Oye, ¿que ibas a responderme a la pregunta que te hice?". Imposible, no queda más remedio que dejar zanjado ese tema.)—piensa mientras va de camino al trabajo.
—Buenos días.—saluda como normalmente hace.
—Buenos días, Aoba.—responde Yun.
—¡Buenos días!—sigue Hajime.—Se te echó de menos por aquí.
—Jaja...
Hifumi, en cambio, tiene su mirada pegada al ordenador. Aoba piensa que quizás tiene los auriculares puestos, pero se da cuenta que no.
—(Hey, ¿me está ignorando a propósito?)—razona Suzukaze mientras deja sus cosas en el escritorio para empezar el trabajo.
Sí, sus temores se habían hecho reales: no había manera de que volviera a preguntarle a su compañera sobre las constantes miradas hacia ella. Además, durante el día de hoy, no ha pillado a Hifumi mirándola en ningún momento. No tenía caso volver a preguntarle aquello.
—Aoba-chan, ¿ya has terminado con todo lo de hoy?—Rin, quién está con las manos apoyadas en el escritorio de Ko, le lanza la pregunta a Aoba, quién ha ido a entregarle a su líder el diseño terminado de un nuevo personaje.
—Sí, por hoy ya he terminado.
—Ya casi es la hora de recoger, así que puedes marcharte a casa.—dice Ko mientras organiza unos papeles.
Aoba asiente y regresa de camino a su escritorio para recoger sus cosas, no sin antes escuchar un chillido de Yagami detrás suyo.
—¡M-me has asustado!—oye decir a la rubia.
—¡Perdón, no sabía que estabas tan concentrada!—se excusa la morena, preocupada y casi más nerviosa que su compañera. Aoba prefiere no mirar atrás para curiosear, y se centra en prepararse para volver a casa.
Tras despedirse de sus compañeras, toma el ascensor para dirigirse a la planta baja y caminar hacia la estación. Revisa su teléfono móvil para confirmar el horario de llegada de su tren, y se dispone a salir a la calle. Sin embargo, una voz la detiene.
—¡Aoba-chan!—con un "grito", Hifumi frena a Aoba, quién sorprendida, se da la vuelta hacia su senpai, quién luce su típico rostro avergonzado y siempre en guardia.
—¿Hifumi-senpai?—Suzukaze no puede reprimir un leve sonrojo cuando ve a la chica corriendo hacia ella, y nota como los latidos de su corazón retumban con más fuerza. No lo entiende. ¿En qué momento empezó a ponerse nerviosa al estar cerca de Takimoto?—¿Q-qué pasa?
—L-la respuesta de lo del otro día...—algo se enciende dentro de Suzukaze. Efectivamente, Hifumi se refiere a esa pregunta.—N-no llegué a decírtelo porque te tuviste que ir, pero...
—¿Qué es?—traga saliva. Por alguna razón, siente que lo que Hifumi vaya a decir a continuación podría cambiar muchas cosas.
Takimoto está roja. Toma aire, y responde.
—Te miraba porque... Bueno, tú...—juguetea con sus dedos, ansiosa.—Em...
—(Hay mucha tensión... ¿Que querrá decirme?)
—Tú... ¡Quiero tener tu número de teléfono, Aoba-chan!—de repente, la voz de Hifumi se eleva varios decíbeles más.—Quiero ser tu... Amiga...
Aoba no dice nada, y Takimoto continúa hablando.
—Desde que me lo preguntaste, he querido decírtelo y, y... H-hoy he pensado que sí o sí tenía que pedírtelo... O sea que, bueno...—los ojos de Hifumi intentan mirar a los de Aoba, pero acaban yéndose hacia los laterales.—Era por eso que... Te miraba, y tal.
—Entonces... ¿Quieres que seamos amigas?—los ojos de Suzukaze se iluminan.—¡C-claro! ¡Yo también quiero ser tu amiga! ¡También quiero tener tu número!
—¡E-entonces es fantástico!
—¡Sí!—consciente de que solo está alargando innecesariamente una conversación que, por alguna razón, es algo incómoda, Aoba entra en su propio contacto para mostrarle su número a Hifumi.—Mi número es este, Hifumi-senpai.
—Bien, ya lo tengo. Voy a mandarte un mensaje...—Aoba observa como Takimoto teclea en su teléfono. Se siente más emocionada que nunca, y los latidos de su corazón resuenan ferozmente por su pecho. Nunca antes se había sentido así, ni siquiera cuando jugó a Fairies Story o cuando conoció a Yagami Ko, su ídolo. Entonces, ¿por qué con Hifumi Takimoto le ocurren estas cosas?—Ya te lo envié. ¿Te llegó?
—Sipi.—una tonta sonrisa se postra en los labios de Aoba.—Gracias, Hifumi-senpai.
—¡...!
—Yo me tengo que ir ya hacia la estación o no voy a llegar a tiempo.—se despide con la mano de Hifumi.—Ya hablaremos.
—Hn, claro...—Hifumi se despide sonriente de Aoba, sintiéndose como si su pecho fuera a estallar en cualquier momento.—(Me siento algo decepcionada de no haberlo podido decir todo, pero... Al final ha salido bien, ¿no?)
Por la noche, antes de irse a dormir, Aoba observa la fotografía que Hifumi tiene puesta de perfil mientras está tumbada en la cama. Se siente como en el cielo, está feliz, inconsciente de lo que eso verdaderamente representa. Entra en el chat de Hifumi Takimoto, y tras pensárselo algunas veces, le manda un mensaje.
Tú:
Hifumi-senpai
¿Qué te parece si este domingo nos vemos?
— (Me pregunto si voy a estar bien...) — se pregunta antes de sumergir su cabeza contra la almohada.
