A/N: ¡Fiu! Escribir todo eso me llevó más tiempo del que pensaba…
Hace mucho que no actualizo ninguna de mis historias, y mucho menos cuelgo otra nueva, así que mis disculpas si este prólogo, pese a su longitud, os suena algo enrevesado; he intentado compilar toda la información lo mejor que pude sin alargarme demasiado.
Tengo pensado explicar la historia de Loki y Sigyn por medio de flashbacks a partir de ahora, con futuros aunque escasos pasajes en la actualidad que servirían de transición a "Thor 3: Ragnarök", y también menciones a la serie de "Agentes de S.H.I.E.L.D."
Todavía estoy trabajando un poco en lo que sería la estructura. Sin embargo, lo que sí tengo claro, es que según la recepción de este primer prólogo y probablemente también el próximo capítulo, continuaré o desecharé esta historia. Así que agradecería mucho que me hicierais saber si os agradó, preferiblemente en forma de comentarios, y con gusto saciaré vuestro apetito estas navidades.
En caso de que la historia guste, por favor ruego paciencia, y es que puede que ocasionalmente me demore en publicar un nuevo capítulo por motivos personales, escolares o de escritura (tengo la versión inglesa de este documento, y también me gustaría publicarla).
Sin nada más que añadir, disfrutad de lo que os tengo preparado y espero leeros en la sección de reviews tanto ahora como en mi próxima actualización, que será dentro de muy poco. ¡Saludos!
Prólogo: Sigyn
Hace más de un milenio, Sigyn fue arrastrada a través de un portal a una tierra extraña del Yggdrasil. Aterrizó en un reino helado, frecuentemente cubierto en nieve, con vastos fiordos e impresionantes auroras en el firmamento. En ese territorio conocido como Götaland, sus habitantes la nombraron condesa y la veneraron como a una diosa; a cambio, durante muchísimos años, Sigyn fue su comandante, organizó incursiones vikingas a través de los mares, y se convirtió en la fuente de sus mitos y leyendas.
Incapaz de encontrar el camino de vuelta, se adaptó a cada siglo de la cronología midgardiana. Al principio, esperaba que Heimdall la encontrara y abriera el Bifrost para su regreso. No obstante, eventualmente decidió deshacerse de su magia y preservarla en un libro de cuero llamado Völuspá, un libro que tendría que mantener en secreto y fuera del alcance de Loki por su propia seguridad. Sobre el contenido oscuro del Volüspá echó un cerrojo mágico, y sólo aquél que tuviera poderes similares sería capaz de abrirlo para inspeccionarlo.
Völuspá fue enteramente predicho por el oráculo local y narraba la historia de los Æsir, incluido el catastrófico Ragnarök que un día Loki desencadenaría. Fue por este motivo que Sigyn juró quedarse eternamente en Midgard e impedir que semejante destino se ciñera sobre las tierras asgardianas.
La transparencia de Sigyn ante los ojos de Heimdall todavía le resultaba un misterio; de algún modo, Sigyn consiguió alcanzar el siglo XXI sin señal del Guardián y del Dios del Caos, con quien se había unido en matrimonio a una edad muy temprana. Asumió que la familia real y sus amigos se habían olvidado de ella… luego sucedieron Nuevo México y Nueva York, y las cosas comenzaron a cambiar.
Sigyn trabajó para S.H.I.E.L.D. mucho antes de que el martillo de Thor apareciera en Puente Antiguo; de hecho, se asentó en la organización y ayudó a la Agente Carter en numerosas misiones a lo largo del siglo XX. S.H.I.E.L.D. la clasificó como un 0-8-4, objeto de origen desconocido, y la sometió a un largo interrogatorio sobre su civilización al que ella no quiso contestar. Jamás reveló su verdadera identidad a los trajeados de S.H.I.E.L.D., que finalmente se resignaron y decidieron dejarlo pasar a cambio de su colaboración en asuntos alienígenas.
Cuando Clint Barton fue reclutado, ella se convirtió en su mentor. No sólo había sido guerrera en Midgard, sino que también había sido entrenada para ser una maga y una arquera intachable en su vida en Asgard. Nadie en aquel reino podía igualarla en batalla, y como Barton se había convertido en su predilecto, Sigyn decidió convertirlo en el vigilante, el magnífico asesino y el espléndido tirador que era hoy Ojo de Halcón.
Ocurrió entonces, cuando el Halcón y ella se encontraban acuclillados y empapados bajo la tormentosa lluvia, que la Era Moderna tuvo registro del viejo y alegre Thor. Mientras el Agente Barton apuntaba al dios asgardiano con su arco y flecha, Sigyn no podía dar crédito de lo que estaba viendo, ¡mucho menos podía retirar los catalejos de su campo visual! Sabía que el Agente Coulson había contactado a un erudito de la Universidad de Sevilla para informarle sobre el martillo de Thor y sus inscripciones. Pues bien, el pobre Agente Coulson era también un iluso. Si supiera que tenía una asgardiana en carne y hueso trabajando para él, no tendría que haber ido tan lejos para obtener respuestas. Pero aquello era parte de su tapadera. Sigyn no podía permitirse revelar su verdadera naturaleza, no en una época donde los dioses ponían en riesgo la amada Tierra.
−Barton, informa –la voz distorsionada de su superior habló por el walkie-talkie.
−¿Quiere que le pare los pies, señor? ¿O va a enviar más hombres para que él les sacuda? –el Halcón respondió, observando entretanto al valeroso Thor derrotar nocivamente a varios agentes de S.H.I.E.L.D.
−Ya te lo diré –respondió Coulson al otro lado de la frecuencia. Cuando el último fue derribado, Thor se acercó a su martillo, Mjölnir, y Sigyn no pudo evitar sujetarse al hombro de Barton de la emoción.
−Decídase, Coulson, porque este tío me cae bien −el Halcón estiró su arco, listo para disparar una de sus flechas letales, pero Sigyn lo paró con cuidado mientras Coulson también ordenaba paciencia. Con la suma delicadeza de sus dedos, Sigyn sujetó la punta de la flecha y la bajó.
−Espera, quiero ver esto –ronroneó Sigyn, finalmente sorprendida de que Thor ya no fuera merecedor de Mjölnir. Al final, el Agente Barton no disparó ninguna flecha al dios nórdico y S.H.I.E.L.D. lo guardó bajo custodia.
A pesar de su amistad, Sigyn apenas tuvo una conversación con él. En su lugar, decidió mantenerse al margen por el futuro bienestar de Asgard. Sabía que una vez Thor fuera digno de portar su martillo de nuevo, insistiría en llevarla consigo de vuelta a Asgard, y aquél era un lujo que Sigyn no se podía permitir. Era de vital importancia permanecer entre las sombras, porque el día que Sigyn volviera, volvería como el ángel de la muerte, presagiando el horrible Ragnarök del que sus conciudadanos tanto ignoraban.
Cuando S.H.I.E.L.D. reconstruyó el hasta hace poco desolado Puente Antiguo, Sigyn recibió un análisis detallado sobre cómo Thor había salido victorioso y seguramente había derrocado a Loki del trono. Descubrir que Loki había enviado al Destructor para deshacerse de su propio hermano convirtió a Sigyn en una mujer un tanto estoica; saber de su implicación en la Batalla de Nueva York, la dejó emocionalmente rota.
Aquella mañana, Sigyn se despertó con el sonido de las alarmas de incendios y sirenas de policía. Incontables tropas Chitauri estaban atacando las calles de Nueva York y en la pantalla de su ordenador parpadeaba el logo de la compañía. Sigyn se sentó en la silla de cuero de su oficina para leer sobre la Iniciativa Vengadores y, sobre todo, sobre Stuttgart en el archivo de Loki. Y ahí estaba, su cara, la misma cara con la que había fantaseado durante siglos hasta desgastarla. Loki se veía diferente… oh, ¡por las nornas! Era obvio que se había convertido en un hombre distinto también. El Loki con el que había contraído matrimonio jamás se habría apoderado de otro reino, ¡mucho menos habría tenido intención alguna de exterminio o de liderazgo sobre los mortales!
Un pop-up apareció en la pantalla: se trataba de un mensaje de auxilio, un Mayday. Agentes de todos los rincones del mundo estaban siendo reclutados para socorrer a S.H.I.E.L.D. en Nueva York. Desde luego, los Vengadores estaban sobradamente capacitados para derrotar al líder Chitauri y a sus tropas, mas también se requería personal para evacuar la ciudad y ayudar a la policía metropolitana.
Sigyn se sintió horriblemente culpable y sucia, pero en lugar de ensamblarse con sus compañeros de S.H.I.E.L.D., optó por quedarse en casa acariciando la imagen de Loki en la pantalla… sus ojos estaban vidriosos, y guardaba silencio sepulcral.
Localicación: Asgard
Loki
Cuando Loki se convirtió en hombre casado, lloró de corazón con una Sigyn somnolienta entre sus brazos. Todavía recordaba aquel día vívidamente, y eso que había pasado más de un milenio desde entonces. Al principio, Sigyn se había comprometido con otra persona, con un militar de alto rango cuyo nombre era el de Theoric. Por supuesto, cuando Sigyn aceptó la propuesta de Theoric, Loki y Sigyn ya habían llegado muy lejos en su relación como para sacrificarlo todo por un capricho como aquél. Si Loki hubiera expresado sus intenciones de tomarla como esposa en su debido tiempo, probablemente la boda habría sido distinta, y su luna de miel, sin duda alguna, más feliz. Convencido de que no existía forma diplomática con la que salirse con la suya, Loki, maestro en el arte de la ilusión, engañó a Sigyn para que se casara con él en su lugar.
Sigyn caminó al altar esperando encontrarse con Theoric, su futuro marido, mas fue Loki el que, bajo la forma del guerrero, dejó caer paulatinamente su mandíbula ante la belleza de semejante doncella. Algo en la manera de vestir de Sigyn parecía siempre provocar una reacción peyorativa entre las señoritas de la corte. Sin duda, Sigyn tenía buen gusto, pero también buen ojo por las curiosidades y por los accesorios provocativos o políticamente incorrectos, como los objetos provenientes de tierra enemiga. Tenía el estilo, como los midgardianos decimos, de una femme fatale, una mujer que los hombres ansían pero en teoría no deberían engatusar.
Su sedoso vestido blanco era tan suave y vaporoso como las nubes en verano, y su escote de palabra de honor, adornado con las gemas más caras de Alfheim, brillaba en los colores del arcoíris. Como se casaron en invierno, sus hombros estaban ligeramente cubiertos por pieles blancas, seguramente de lobos de Jotunheim, tan temidos como preciados en los mercados. Las manos, sin embargo, no las tenía cubiertas en guantes sino en anillos forjados con las piedras más oscuras, negras y grises, de Svartálfaheim.
La ahora inexistente sonrisa de Sigyn indicó que lo había descubierto. Loki observó a la diosa tragar saliva y contempló sus delicados rasgos caer en la vergüenza. Estaba avergonzada, sí, pero sobre todo dolida porque su boda se hubiera convertido en un fraude… y sin embargo, aceptó a Loki como su esposo y le otorgó su tan valioso "sí, quiero."
Por primera vez, Loki cruzó la línea con su magia y fue castigado por Odín, aunque jamás mostró arrepentimiento, pues había conseguido a la chica que tanto veneraba. Pese a tal engaño, Sigyn, sorprendentemente, lo amó sin tapujos y de forma incondicional hasta el día de su desaparición.
Durante años, Loki visitó a Heimdall en el Bifrost para preguntarle sobre ella, pero la respuesta del guardián siempre fue la misma. Pasaron los siglos y Lorelei, la mujer que Loki había cortejado antes de casarse, empezó a desarrollar un odio mórbido por el amor del príncipe hacia su esposa. Cuando se descubrió que Lorelei había confabulado y planeado la desaparición de Sigyn, la cólera de Loki se sintió y resonó en todo el Yggdrassil. Lorelei fue inmediatamente encarcelada, muy a pesar de su hermana, Amora la Encantadora. Desgraciadamente, tras la Batalla de Nueva York y el ataque de Malekith a Asgard, Lorelei se las apañó para escapar. A continuación, Loki usurpó de nuevo el trono de Odín y aprovechó la ocasión para mandar a Lady Sif a Midgard, esperando que diera caza a Lorelei y la trajera para afrontar debidamente su castigo.
La guerrera y la arpía hicieron una reverencia ante él tras la gesta de Sif en la Tierra.
–Puedes retirarte ahora, buena Sif –la ilusión de Odín asintió en gratitud, y con los ojos centelleando en orgullo, Sif obedeció y marchó. Ante su ignorancia, Lorelei rió bajo el bozal encantado que restringía sus habilidades de seducción, y es que Lorelei era capaz de someter al hombre a su merced con el mero sonido de su voz y el mero roce de su tacto. Entre los dos hermanos, fue Thor quien cayó primero en sus garras, y aunque Loki jamás lo hizo bajo los efectos de su embrujo, ya que era un hombre muy audaz, también compartió la cama con Lorelei.
Si Lorelei hubiera podido hablar, seguramente se habría mofado de su plan actual, el de tomar el trono de Odín bajo su forma, claro está. Por nauseabundo que fuera vivir bajo la ilusión del Padre de Todos, el poder merecía la pena.
La ilusión de Odín, junto al bozal y las esposas de Lorelei, se desvanecieron a petición de Loki. La libertad nunca había sabido tan dulce en los labios de Lorelei. La pelirroja miró a Loki con admiración y entonces se apresuró por arrodillarse a su lado, abrazar sus piernas incluso… y es que Loki era el único hombre por el que Lorelei se degradaría.
–¡Oh, Loki! ¡Sabía que cambiarías de parecer!
El Dios del Caos puso los ojos en blanco y, sacudiendo la mano, Lorelei fue arrastrada violentamente escaleras abajo. Loki observó sin interés a Lorelei frotarse la zona dolorida tras la caída. ¡Por los Dioses! Él era Loki, rey de Asgard, y no tenía tiempo que perder en mujeres patéticas; la única mujer que le importaba había desaparecido hace tiempo y, además, se le había dado por muerta.
Con la mente abstraída, Loki acarició sus brazales de bronce mientras Lorelei trataba de recuperar la dignidad. Aquellos brazales nunca le pertenecieron realmente; Loki los encargó y los encantó para Sigyn, de modo que la hechicera pudiera moderar su magia y estar siempre en control. Ahora, no eran más que un recordatorio de su viudedad.
–Estúpida mujer, –Loki escupió, vomitó odiosos apelativos y palabras, y después prosiguió en su intento de ridiculizar a Lorelei– ¿realmente crees que hay lugar para basura como tú en este congelado e inerte corazón?
–Vamos, Lokitty. Solíamos pasarlo en grande, tú y yo. ¿Todavía estás molesto por la absurda mujercita a la que solías llamar esposa? – Lorelei sonrió con malicia y se acercó graciosamente a Loki, fardando de curvas de una forma demasiado extravagante para el gusto del rey.
Ante el gruñido de Loki, la sonrisa de Lorelei no hizo más que extenderse. Loki se levantó del trono y, de una manera un tanto dramática, apartó su capa verde a un lado y advirtió en odio:
–Espero que tu hermana, Amora, escoja con más cuidado sus próximas palabras, de lo contrario haré que la empalen.
Lorelei arqueó una ceja y se sorprendió al ver a su despampanante hermana al lado de Loki, su armadura verde oxidada y desgastada pero aún tan maravillosa como el primer día.
–Cuidado, Lorelei, –cantó la melódica voz de Amora– como consejera de Loki te aseguro que es mejor aliado que enemigo.
–Vosotros dos habéis forjado una alianza, ¿puedo saber por qué? –cuestionó Lorelei con las manos en las caderas.
–¡Como si fueras a unirte a mi alianza! –rugió Loki– No deseo otra cosa que infligir terror y daño en cada centímetro de tu cuerpo. Odín fue el motivo por el que fuiste encarcelada en vez de ejecutada. Ahora ese viejo no tiene autoridad sobre este reino, y seré yo quien te castigue como realmente meritas –Loki alzó el bastón de Odín, listo para perforar el cuerpo de Lorelei, pero Amora lo paró, sujetando fuertemente el arma:
–Todavía no, Loki. Prometiste ser piadoso a cambio de tu tan merecida explicación.
Loki arrugó la nariz en disgusto, mas optó por cumplir su parte del trato.
–¿Debería agradecer que me encarceléis de nuevo? –Lorelei resolló ante la seriedad del asunto y se cubrió la boca con las manos– ¡Ya pagué por mi crimen con seis siglos de silencio en la más húmeda mazmorrucha de Asgard!
Amora se acercó a su hermana y colocó una mano en su hombro desnudo:
–Cuando me preguntaste por el hechizo de ocultación jamás pensé que lo usarías para deshacerte de la princesa de Asgard. ¿Es que se te fue completamente la cabeza?
–¡Estaba enamorada! ¡Estoy enamorada! ¡El amor te lleva a hacer locuras! –exclamó Lorelei.
Oh, por favor. Ni siquiera sabes cómo deletrear esa palabra, pensó Loki, y aguardó con impaciencia a una confesión formal. Finalmente, Amora convenció a su hermana y la hizo hablar:
–Tu estúpida esposa jamás estuvo muerta. –explicó Lorelei, dándose por vencida– Pero su amor por ti debe estar muriendo, sin duda. Envié a tu querida Sigyn a Midgard, hace más de mil años. Debe odiarte a estas alturas, teniendo en cuenta que atacaste a la raza que protege como agente. La razón por la que jamás volvió no fue porque no pudo. Cierto, es sumamente difícil viajar de un reino a otro sin el Bifrost, pero eso no significa que no haya otras maneras de moverse por el Yggdrasil. ¿Sabías que ya no conserva sus poderes? ¿Quién renunciaría a uno de los pocos recursos para volver a casa? –Lorelei rió con amargura, y en aquella ocasión, en sus ojos sólo hubo puro aborrecimiento.
Loki se tensó con cada noticia que se le brindó. Estaba especialmente preocupado sobre qué pensaría Sigyn de él… probablemente pensaría que era un monstruo. Curioso, teniendo en cuenta que todavía no sabía de su verdadera naturaleza como jotun. Su pecho se alzó y se cargó de revulsión, revulsión por una burlona y osada Lorelei. Lo próximo que ocurrió fue que el cuerpo de la mujer yacía inerte en un charco de sangre, su estómago perforado y chorreando en rojo.
–¡Dijiste que serías benevolente! –arrodillada junto a su hermana y su mirada perdida, Amora lloró por el asesinato de Lorelei.
–Y lo he sido. No ha sufrido según merecía. –respondió Loki, con una voz ahora calmada y satisfecha. Después, procedió a limpiar el bastón de Odín con el vestido de su última víctima– Ahora, Encantadora, agradecería que te deshicieras del maloliente cuerpo de tu hermana. Asegúrate también como mi consejera de que mi reino permanece seguro en mi ausencia. Asgard necesita una reina, y la voy a traer de vuelta.
Localización: Zagreb, Croacia
Cuando Loki tomó la forma de Sif y activó el Bifrost, una tormenta eléctrica obligó al avión de S.H.I.E.L.D. aterrizar antes de estrellarse en territorio croata. Loki tocó tierra firme con su rodilla izquierda, incluso levantó el pavimento de la autopista que dirigía a la capital. Había seguido al equipo de Coulson a través de las galaxias e interrumpido su vuelo sobre Zagreb con su graciosa puesta en escena.
–¡No disparéis! –ordenó el hombre midgardiano– ¡No es una amenaza! Es Sif, de Asgard, una aliada. Repito: no es una amenaza.
Loki alzó la vista a la bestia voladora de S.H.I.E.L.D. Cuando la nube de polvo se desvaneció, el Dios del Caos vio claramente a un grupo de mortales bajar sus armas, un joven sujetar un aparato electrónico, e incluso a una joven científica sonriendo en su dirección. Una sonrisa maliciosa y traviesa cruzó su rostro como una estrella fugaz, y, por un momento, los oscuros ojos de Sif se volvieron de un verde esmeralda. A continuación, un hombre trajeado con un rostro terriblemente familiar se le acercó y le dio la bienvenida a Midgard.
–No esperábamos volver a verte tan temprano. Intenta aterrizar en otra parte la próxima vez, ¿vale? –dijo el hombre, apartándose las gafas de sol de su campo visual y… un momento. ¿Qué tipo de brujería es ésta?
Loki abrió los ojos como platos cuando reconoció al hombre como la versión vivita y coleando del agente que asesinó a sangre fría en el helitransporte de S.H.I.E.L.D. Después recordó que Sif probablemente ya se había encontrado con él en su anterior hazaña… lo que suponía que un paso en falso y su ilusión se arruinaría. Loki carraspeó con fingida humildad y forzó una sonrisa plástica en su rostro.
–Lo lamento, hijo de Coul, pero nunca podré acostumbrarme a verte… así.
–¿Así, vivo? El hermano loco de Thor me mató y volví a la vida. Todos deberíais haberlo asumido a estas alturas de la película. –bromeó y guiñó el ojo. Loki, por el contrario, no apreció aquel apelativo– Por favor, sígueme. Los temas intergalácticos están para hablarlos en privado.
Loki asintió, esta vez manteniendo una expresión apática y caminando a través la masa de espías que lo observaban en una mezcla de asombro y cautela. Gracias a su piloto, Melinda May, el avión despegó como si el caos a sus pies jamás se hubiera desarrollado, dejando a las autoridades croatas a cargo de los accidentes de coche que Loki había causado con su forzosa aparición. Todos los agentes se reunieron en la rampa del avión, donde dos asombrosos vehículos estaban simétricamente aparcados. Entonces, Coulson intentó alcanzar las escaleras, pero Loki se detuvo a medio camino, impaciente por revelar el motivo de su visita:
–Estoy buscando a alguien de Asgard, alguien que, aparentemente, trabaja para vosotros.
–Lo siento, pero desde que Londres fue atacada no sabemos dónde está Thor –contestó una agente en su veintena, una joven adorable con flequillo y cabellos chocolateados.
–No es a Thor a quien estoy buscando –gruñó Loki tan discretamente como uno puede gruñir. La joven agente, Skye, se sintió atacada y frunció el ceño, mas Loki no la culpó. La mera pronunciación de Thor le volvía iracundo.
–¿Tal vez está usted buscando a Elliot Randolph, el guerrero Berserker? –preguntó la científica Simmons.
–No seas tonta, Jemma, –contestó el Agente Fitz, deslizando sus dedos en la pantalla táctil del aparato electrónico que había usado previamente para capturar las lecturas del Bifrost– la base de datos dice que no hay ningún asgardiano además de Thor trabajando para S.H.I.E.L.D.
–Sin embargo, la señorita Sif podría estar buscando a Randolph, ¿no es así, Sif?
Loki, bajo la apariencia de Sif, negó con la cabeza.
–Su nombre es Sigyn, y fue princesa de Asgard –anunció con orgullo, dejando a todos los agentes boquiabiertos. Coulson entrecerró los labios de forma sospechosa, curioso ante su explicación, y se apoyó en el asombroso coche rojo de la rampa.
–¡Ugh, pensaba que Thor no estaba casado! –se quejó Skye en un gruñido muy poco favorecedor, y Loki juró que podía sentir sus hormonas en el aire.
–Espera a que Jane Foster sepa sobre esto. He escuchado que tiene algo con Thor –Simmons susurró en el oído de Fitz con no mucha discreción. A cambio, se llevó una mirada de desaprobación de su compañero, que articuló: "¿Y cómo sabes eso?"
–¿Estás hablando de la esposa de Loki? –Coulson preguntó, lanzándole una mirada ponzoñosa.
Loki fingió una de sus más amables sonrisas y asintió.
–En efecto, Loki tuvo una esposa. –respondió, usando el pretérito como precaución. Si en Midgard lo daban también por muerto, más valdría no meter la pata– Desgraciadamente, desapareció hace siglos y una fuente fiable… –Loki formó un rictus en sus labios; ni siquiera él mismo se creía sus palabras– Una fuente fiable nos ha informado que la empleasteis en vuestra organización. Puede que queráis examinar vuestra "lista alienígena", teniendo en cuenta que nuestro guardián omnipresente jamás fue capaz de encontrarla por sus propios medios.
–Agente Skye, busca en los archivos de Furia. Como bien sabes, no sería la primera vez que tenemos a un 0-8-4 entre nosotros –Skye asintió ante la orden de Coulson, dándose por aludida aunque trabajando eficazmente con los hologramas frente a ella. Movió sus dedos y manos con cuidado y con gracia; minutos después, Loki reconoció el retrato de Sigyn. Su esposa apareció frente a él para ser inmediatamente minimizada por Skye, que estaba ahora leyendo información escrita sobre ella.
–¿Ella es… la princesa de Asgard? –alguien, Loki no reconoció quién, preguntó en asombro.
–Está en el Área de Juegos. –informó Fitz, dejando a Loki confundido y torciendo la cabeza de forma interrogante. Fitz bufó ante su confusión, y se propuso explicarle en términos generales en qué consistía realmente el Área de Juegos– Horrible, ¿verdad? Es el nombre en código para una de nuestras… –de pronto, Fitz se trabó y su verbosidad pareció desvanecerse. Su mente se había quedado completamente en blanco… ¿Realmente había perdido una batalla contra semejante raza de incompetentes? Loki puso los ojos en blanco y Fitz carraspeó, chasqueando repetidamente sus dedos y demandando la ayuda de Jemma.
–Base secreta –contestaron ambas mujeres al unísono.
–Eso es, tenemos a la esposa de Loki en el Área de Juegos. –Fitz asintió, y de pronto se ciñó un silencio incómodo sobre todos los agentes, un silencio que Loki no comprendió al principio– ¿En serio tenemos a la esposa de un terrorista en nuestra base secreta?
El líder de S.H.I.E.L.D. alzó la mano a su pinganillo y dio una orden. Parecía realmente serio y eso incomodó a Loki. ¿Acababa de poner la vida de Sigyn en peligro con la confirmación de su matrimonio? Si algo detestaba de Sigyn, era que la mujer era odiosamente bondadosa y, desgraciadamente, nunca colaboraría en sus actos de genocidio.
–May, cambia de dirección. Es vital que lleguemos al Área de Juegos cuanto antes.
Localización: clasificada
Sigyn
Con la reaparición de HYDRA, fueron múltiples los agentes que sintieron la necesidad de colaborar con S.H.I.E.L.D. en su resistencia. El Capitán América y la Viuda Negra ya habían hecho suficiente desenmascarando la susodicha banda terrorista; Tony Stark también había ayudado, a su manera, dando cobijo a gente como Maria Hill en su aclamada torre.
Por el contrario, numerosos agentes como el Agente Ward, una vez considerados leales a S.H.I.E.L.D., habían sido públicamente anunciados como terroristas y encarcelados o incluso ejecutados.
Por su parte, Sigyn se había puesto recientemente en contacto con Barton y había accedido a ayudar a Coulson a lidiar con la rebelión de HYDRA. Desde hacía ya unas semanas que ambos agentes habían estado trabajando juntos, desmantelando algunas de sus bases en Europa, pero, de momento, se encontraban en el Área de Juegos disfrutando de un bien merecido descanso.
Sigyn se encontraba entrenando su puntería con un rifle francotirador cuando Barton recibió la llamada telefónica informándole sobre la verdadera identidad de Sigyn. En ese momento, la percepción que Barton tenía sobre Sigyn se quebró en miles de pedazos. Él era un agente intachable, un agente que creía en el sistema y nunca lo refutaría. Barton raramente había roto las normas en las que tanto creía, y aquélla iba a ser una de las excepciones a la regla.
El Halcón los encerró a ambos en la sala de entrenamiento arrancando de un guantazo el panel de control. Recuerdos de la Batalla de Nueva York, de Loki subyugándolo a su merced, y de Loki nublando su mente lo llevaron a apuntar a Sigyn con su arco, que justamente acababa de agotar toda su munición.
–Mi puntería sin duda ha mejorado, pero todavía odio las armas de fuego. –anunció Sigyn según retiraba la protección de sus oídos. Sigyn giró sobre sus propios pies, sintiendo de pronto la punta de la flecha del Halcón helar su pecho. La diosa sonrió, gesto que ahora raramente usaba en público, y alzó sus puños arriba– ¿No te cansas de retarme, Barton? Sabes que puedo derrotarte incluso sin arma.
–Esto no es parte del entrenamiento… Sigyn.
Hacía años que nadie la llamaba por su verdadero nombre. Cuando Barton lo hizo, la sonrisa juguetona de Sigyn cayó en picado y no pudo evitar retroceder un paso. En ese momento, la voz de Coulson salió de los altavoces de la base. No cabía duda que los estaban observando y que, además, había sido descubierta.
–Agente Barton, por favor, baja el arco ahora.
–Lo siento, señor, pero no puedo hacerlo. –Barton tragó saliva. Alzar su arco a Sigyn era probablemente una de las cosas más difíciles que jamás había hecho, eso, y matar a Natasha Romanoff, una orden que ignoró por completo– ¿La mujer de Loki? ¿En serio?
–Por favor, Clint. –suplicó Sigyn, con las manos en alto en son de paz– Puedo explicártelo. Lamento que no te dijera mi nombre real pero…
–No me importa una mierda tu falsa identidad. Me importa más el hecho de que estés casada con un psicópata emocionalmente inestable. –Barton bufó una sonrisa sardónica por su elección de palabras. Nunca había aplicado término tan correctamente como en aquella ocasión– Estábamos unidos por un código de honor y amistad. ¿Es que jamás significó nada para ti?
–¡Claro que sí! –exclamó Sigyn, aunque eso sólo enrabietó más a Barton– Mírate, Clint. ¡Éste no eres tú!
–Estás emocionalmente y legalmente casada con el hombre que jugó con mi consciencia y me usó de marioneta. Dame una buena razón por la que no debería atravesar tu cráneo con mi flecha.
–¿Una buena razón? –Sigyn bufó una risita en un desesperado intento de calmar a su atacante– Eres capaz de muchas cosas. Ésa no es una de ellas. Por favor, no lo hagas.
–¿A qué se debe esa cara de preocupación? Eres una espía pateaculos, una… eres una asgardiana, seguro que puedes regenerarte si te disparo.
–Ah, ¡pero eso no es verdad! ¡Técnicamente, los asgardianos no se regeneran! –exclamó Fitz desde el pasillo contiguo– En serio, ¿junto a quién ha luchado este tío? Seguro que junto a Thor, no. ¡Hasta los asgardianos pueden caer heridos! –al otro lado de la sala, Leo Fitz monitorizaba a los dos agentes desde su tableta mientras Skye se las apañaba para abrir las enormes puertas mecánicas de hierro.
Loki estaba volviéndose más impaciente al segundo. Estaba así de cerca de perder el control, deshacerse de la ilusión de Sif, y de echar abajo la puerta estilo Hulk.
–Agente Barton, –dijo Coulson– todos tenemos buenos motivos para odiar a Loki, pero matarla no cambiará nada.
–Relajad vuestras tetas, no la matará –les aseguró Skye, en una lengua un tanto, erm, vulgar para el gusto de Loki, que ni siquiera había pillado la jerga.
–Pero si le dispara, sentirá el ardor de Helheim –respondió Loki, e inmediatamente entonces, cuando Skye consiguió abrir la puerta, el Halcón dejó escapar su flecha.
Sigyn profesó un sollozo de dolor y llevó sus manos al estómago, alzando su vista anonadada tanto al Halcón como a…
–¿Sif?
Los pulmones de Loki se paralizaron y por un momento el dios olvidó cómo respirar. Sigyn se apoyó en la pared y se deslizó al suelo, contemplándolo con sus ojos verde mandrágora y su igualmente apasionante sonrisa. Su antes kilométrico cabello dorado caía ahora en ondas de distinta longitud a la altura de sus hombros. En cuanto a su vestimenta, era demasiado modesta para la mujer que un día fue, y con todo se veía hermosa. Había envejecido a la perfección y se había convertido en toda una mujer adulta, tonificada, hasta intimidante, y sorprendentemente… humana. Se le veía tan humana…
Loki contempló a su esposa de cerca y sin previo aviso se deshizo de la flecha que la atravesaba. La Agente Simmons intentó pararle los pies, ya que pensaba que Sigyn necesitaba intervención quirúrgica. Mas Sigyn sobreviviría, por supuesto, y es que Clint Barton se había cerciorado de no lanzar un disparo letal. Decepcionado, el Halcón abandonó la sala de entrenamientos con Melinda May siguiéndole de cerca. Jemma intentó ayudar a Sigyn con sus conocimientos médicos pero la diosa, que había vivido siglos y batallado otros tantos, desestimó esa opción. Sacudió la mano en el aire para restarle importancia a su herida, y entonces, Loki divisó unas runas tatuadas en el interior de sus dedos.
Según la cultura asgardiana, las runas no sólo constituían ni daban forma a su alfabeto, sino que también tenían usos místicos. Las runas que Sigyn se había tatuado –raiðo, uruz, perþ y berkana, respectivamente– la protegerían en sus viajes, mejorarían su suerte en la caza, la ayudarían con su magia, y le otorgarían un nuevo comienzo. Resultaba alentador saber que Sigyn no había perdido completamente sus raíces ni sus creencias.
Tras vendarla y someterla al polígrafo, y una vez su lealtad a S.H.I.E.L.D. fue demostrada, a Sigyn se le permitió marchar con Loki, que ya se estaba hartando de tantas formalidades midgardianas. Durante horas, Sigyn condujo sin cuidado, en silencio, y sin mirar atrás… y es que la reacción del Halcón realmente le había conmovido. Pasaron por su casa y allá Sigyn reunió un puñado de cosas, se aseó y se arregló con coquetería. Sorprendentemente, Loki se vio admirando los cánones de belleza midgardianos a los que Sigyn tanto se había adaptado. Del mismo modo, Loki se impresionó al ver que Sigyn todavía no lo había reconocido. Como Frigga, Sigyn siempre demostró ser capaz de desenmascarar sus trucos y mentiras.
–¿Tengo que ir? A Asgard, ¿realmente tengo que ir? –preguntó Sigyn, pensando que estaba dirigiéndose a su amiga y no a su marido, el Dios del Caos y las travesuras– ¿Por qué ahora? ¿Por qué no me habéis buscado antes? ¿Qué ha podido hacer Loki para forzar mi regreso? ¿Tan grave es?
–Este no es el momento adecuado para hacer preguntas –contestó Loki con sencillez, acomodándose en el asiento de cuero del carro.
–Me sorprende que todavía no me hayas anunciado su muerte –insistió su esposa, cerrando los ojos por un momento aunque sin mostrar un ápice de aflicción.
–Tuvo una muerte honorable –respondió un Loki ceñudo, visiblemente apenado de que su mujer no soltara ni una sola lágrima por él.
–También me sorprende que creas que esté muerto, porque no es así.
Loki intentó deshacerse del nudo que se formó en su garganta. Desde que Lorelei le anunció que su esposa aún vivía, había ansiado preguntarle esto y aquello, y también iluminarla con sus respuestas. No obstante, había estado tan resentido… resentido porque Sigyn no se hubiera molestado en volver por su cuenta, que juró saldar cuentas con ella una vez estuviera a salvo en Asgard. Desde que aterrizó en Midgard, se obligó a llevarla de vuelta primero, y después encontrar una forma intimidante con la que revelarle su apariencia… aunque… bueno, tampoco se podía decir que Loki fuera un hombre de protocolo. Además, podría acostumbrarse. Quería volver a acostumbrarse a ese cálido y agradable sentimiento en su pecho.
–Sé que sigue vivo. –continuó Sigyn– Loki jamás estuvo destinado a morir en mano de los elfos oscuros. Es más, si vuelvo… si vuelvo, hay una gran posibilidad de que muera de verdad.
–Ah, ¿sí? Por los Dioses, mujer, no hay nadie que pueda con Loki. Los que lo intentaron, fracasaron –Loki, bajo la forma de Sif, soltó una intensa y alocada carcajada que descolocó por completo a su esposa. Sigyn se tensó en cuanto lo vio, en carne y hueso, quitándose el disfraz de Sif y mostrando su verdadera cara, traje midgardiano incluido. Sigyn se sobresaltó de tal manera, que por un momento perdió el control del auto.
Las yantas chirriaron en el asfalto, y Loki, ya serio, volvió a colocar el volante en su posición inicial. Sus manos se tocaron durante un instante, y Sigyn sintió la necesidad de parar, así que aparcó el coche en el extremo de la carretera y abandonó el vehículo. Si había alguien capaz de asustarla, ése era Loki tras sus múltiples ataques a la humanidad. Aquel, como ya bien se percató en su día, ya no era su marido.
–Me temes… –murmuró Loki, abatido, e intentó acortar la distancia entre su pareja y él en vano, ya que Sigyn seguía retrocediendo– Y aún así, estás empeñada en protegerme… ¿de qué, exactamente? ¿Qué es lo que acabará conmigo si vuelves a Asgard?
Sigyn echó una rápida ojeada al bolso colgando de su hombro. En él estaba Völuspá. Por supuesto, por muy condenada que estuviera a custodiar el libro, no le revelaría su existencia bajo ningún concepto, tanto en Midgard como en Asgard.
Al ver que Sigyn no hablaría tan fácilmente, Loki alzó su mano y sujetó con rencor su barbilla. Arrugó labios y nariz y contempló la tenacidad en el rostro de la diosa. ¿Y si Lorelei estaba en lo cierto, y el amor de Sigyn se estaba caducando?
–¿Quién eres tú y qué has hecho con mi mujer? –murmuró, manoseando e inspeccionando cada centímetro de su rostro como si fuera una criatura que nunca había visto antes.
–Podría hacerte la misma pregunta –Sigyn intentó apartar la mano de Loki de un guantazo, mas Loki se le adelantó y tomó con suma fortaleza su muñeca. En ese momento, Sigyn se percató de los brazales de bronce que un día le pertenecieron, y aunque se hubiera mostrado insolente con anterioridad, de pronto logró tranquilizarse.
Loki la soltó con suavidad y se encontró con una Sigyn melancólica y curiosa acariciando su armadura. Sonrió con tristeza, enternecida de que Loki vistiera con orgullo una prenda que antes utilizó ella. Después, deslizó las puntas de sus delicados dedos hasta su rostro y lo miró fijamente, sus ojos verdosos como el bosque batallando con los ojos serpentinos de su marido.
–Mírate, qué guapo estás. –suspiró– Tienes el pelo más largo que yo.
Loki bufó con flojedad, ensimismado por las caricias de Sigyn y por volver a sentir su tacto. Por un lado, deseaba castigarla. Por otro, tan sólo deseaba ejercer de marido y recuperar los siglos perdidos, y tomarla ahí mismo, y olvidar sus estrategias y conjeturas, y renunciar al trono por el que tanto había perdido…
Loki negó con la cabeza ante aquel último pensamiento. No. El objetivo de aquel viaje a Midgard era, precisamente, recuperar a su reina y gobernar junto a ella. Habría oportunidad para todo aquello que tanto anhelaba, sin necesidad de sacrificar la corona.
–¿Qué te han hecho, Loki? ¿Qué te ha pasado para haber perdido completamente la cabeza? –preguntó Sigyn, que trazaba incesables círculos con su pulgar en la mejilla del rey de Asgard.
Loki cerró los ojos, sujetando y deteniendo a su vez las cariñosas manos de Sigyn. No tenía ni idea.
–Lo siento, Sigyn. Pero tu travesía por Midgard termina aquí –y con la mera danza de su mano, Loki la puso a dormir y el cuerpo de Sigyn cayó inconsciente en sus brazos.
