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Beta: Culut-Camia.
Friendzone.
1.
—Salgo con Rin.
Dolió. Muchísimo más de lo que desearía admitir. Y con ese mismo dolor, alzó la cabeza, se tragó el llanto, se tragó los reproches y sonrió.
—Felicidades, Haru.
Seguía sin creer que el amor pudiera dolerle tanto. Quemaba. Era absurdo si lo pensaba seriamente, pero es que no había nada qué pensar. El perdió, y ni siquiera recuerda en qué momento ya no era candidato para ser el algo de Haruka.
—Sé que es raro. Pero tenía que contártelo porque ¿Eres mi mejor amigo, no?
Ahora lo recordaba, sí, sabía a la perfección en qué momento dejó de ser un partido. Fue en el momento en el que se convirtió en el mejor amigo. Y por más que le gustara creer en las películas Hollywoodenses, Makoto sabía que una vez que te etiquetan así, como el mejor amigo, nunca se es algo más.
—Sí… mejor amigo.
—Me alegra que lo tomes tan bien —espetó, aunque sus palabras distaban de su aspecto serio y apático—, sonará estúpido, pero llegué a pensar que Rin no te agradaba.
El castaño gesticuló con la mano una negación, y una risa nerviosa escapó de su boca. ¿Tan obvio era?
No es que no le agradara. No en su totalidad. Porque Rin no era una mala persona, incluso era agradable, a veces. Eran más bien celos lo que sentía, envidia. ¿Y cómo no envidiar al pelirrojo? Logró lo que él no pudo en tantos años. Makoto decidió dejar de pensar tan a fondo, porque eran sus propias ideas las que lo lastimaban más.
—Hasta mañana, Haru —sonrió falsamente una vez más y tomó la bifurcación que lo conducía a su hogar.
Se sentía vacío y abandonado, como si la oscuridad lo tragara por completo. Ni Ran ni Ren pudieron consolarle, ni su nuevo libro, ni la cena deliciosa de su madre. Se tendió boca arriba en su cama, mirando las estrellas artificiales pegadas en el techo de la habitación; siempre le había gustado el cielo en todas sus facetas, pero aquel día parecía que hasta el cielo falso del cuarto vestía de luto, pues las estrellas no brillaron más con la luz fosforescente que normalmente despedían.
—Demonios —susurró para sí mismo.
Se cubrió el rostro con las manos y la frustración lo terminó de llenar cuando sus ojos se humedecieron, el líquido salado corrió por sus mejillas y los gimoteos involuntarios invadieron todo su pecho. Lloró con coraje, tristeza y resignación. En silencio.
Dolía, quemaba y mataba. Lloró todo lo que pudo aquella noche, entre la soledad, la oscuridad y el silencio. Lloró para él. Lloró y nadie se enteró.
2.
A partir de ahí solo le quedaba un camino, la resignación. Aceptar que jamás, nunca de los nunca, sería otra cosa más que el amigo incondicional de Haruka Nanase. Y una vez rendido, se dio cuenta de que no estaba del todo mal.
Porque tenía ciertos privilegios que Rin nunca tendría. No era al novio a quien le contaban los secretos más íntimos, era al mejor amigo. Makoto sabía a la perfección qué le molestaba a Haru, qué le agradaba, sus horarios, sus pensamientos, sus gestos y sus sentimientos más ocultos. Makoto tenía ventaja siendo el mejor amigo.
¡Que mediocre se sintió al pensar así! ¿Pero qué más podía hacer? Ya decían por ahí que ha fuerza ni los zapatos entran. Y no es como si no le alegrara que Haru fuera feliz.
Oh, porque Haruka de repente era muy feliz. Sonreía más de lo habitual –si tomamos como estándar las icónicas sonrisas de Nanase–, nadaba con más pasión, se esforzaba más en las prácticas y miraba cada diez minutos su reloj antes de la hora de salida. Y cabe resaltar lo mucho que molestaba esta última manía, porque ponía nerviosos a todos a su alrededor.
Volviendo al auto-consuelo de Makoto, sabía que otra ventaja era que quien pasaba más tiempo con Haru era él. La mayor parte en la escuela, las prácticas y camino a casa, aunque en estos lugares todo tuviera un trasfondo más social que amoroso.
—Haru-chan, ¿quieres venir a mi casa ésta tarde? Mi madre llevará a Ran y a Ren a un espectáculo sobre hielo, y mi padre salió de viaje. Renté una nueva película —Le susurró en clase de matemáticas—, creo que te gustará.
—¿Hn? Lo siento, esta tarde no puedo. Saldré con Rin —respondió entre murmullos, con las mejillas ligeramente coloreadas de rojo.
—Oh —Y ahí aparecía una vez más el inconveniente—, ¿y qué tal el sábado?
—Rin y yo iremos a la piscina a entrenar —Hizo una ligera pausa—, ¿pero por qué no vienes con nosotros?
—¿Eh? —De verdad ese cliché tan tonto le estaba sucediendo a él—. No, no. Estaría de más. Otro día será.
Su atención volvió a la clase, pero la decepción no se podía disimular en su rostro. "Otro día", había dicho, pero le asustó pensar: ¿Qué si ya no había "otros días"? Muy a su pesar, se dio cuenta que estaba siendo lentamente desplazado, alejado y recluido más en la etiqueta del mejor amigo.
Efectivamente, esa tarde, cuando salieron de la práctica, cada uno tomó por su camino. Le gustaría decir a Makoto que vio a Haru alejarse a la estación del tren en silencio y soledad. Pero como era su suerte es claro que no sucedió así. Rin lo esperaba del otro lado de la calle, recargado en un poste de luz, teniendo esa actitud tan cool que se despedía a su alrededor.
El pelirrojo lo saludó a lo lejos, con su sonrisa llena de dientes picudos. No le quedó de otra que corresponder el saludo con cierta hipocresía, y fue un gancho al hígado cuando Haruka se acercó a Rin, lo tomó de la mano, se despidió una vez más de Makoto, y ambos desaparecieron en la lejanía.
El castaño de ojos verdes soltó un largo y pesado suspiro. Tendría una tarde a solas consigo mismo, y más le valía encontrar qué hacer antes de caer en una depresión mayor y ahorcarse con las cortinas de su baño.
3.
Tal vez era mentira el que había rentado una película para ver con Haruka, era más una excusa para invitar al chico de cabellos azabaches a su casa, pero ahora que había sido rechazado pensó que una película no le vendría mal.
Entonces compró un litro de helado de vainilla, una bolsa de frituras, refresco de cola y fue directo al videoclub a buscar algún buen título para despejar su abrumada mente. Al entrar al lugar lleno de películas ansiosas por ser vistas, el dependiente saludó con un "buenas tardes", al cual correspondió como siempre. Era un lugar amplio y ordenado, cada película descansaba sobre algún gran estante de cuatro pisos, y encima de cada estante había un letrero que clasificaba los géneros de los films.
Después de un rápido cuestionario mental decidió que tenía antojo de algo occidental. Las películas americanas de amor eran el remedio a su sufrimiento; los estadounidenses tenían una mente muy predecible, melosa y aun así exitosa, justo lo que necesitaba. Buscó en los títulos de la última repisa del estante y hubo uno que llamó su atención; "Dedication". Nunca fue bueno en inglés, así que no fue el título lo que lo atrajo, fue algo más bien involuntario.
Estiró su mano para tomar la caja, pero sus dedos chocaron con una mano ajena que tomó primero el empaque de la película.
—Lo siento —Se disculpó a la par que veía al tipo a su lado—. Oh, ¿te conozco? Uhm, eres el amigo de Rin —habló, tratando de recordar el nombre de ese chico alto, de mirada dura.
Fue ignorado, en su totalidad, dejado a un lado. El chico de cabellos azabaches tomó la película e inspeccionó el reverso de la caja. Y a pesar de sentirse molesto por la indiferencia del casi-desconocido, sintió que no debía rendirse aún.
—Yamazaki Sasuke —soltó el castaño, tratando de adivinar el nombre. No negará que sintió algo de miedo cuando la gran figura de ojos verde aguamarina le miró fijamente con el ceño levemente fruncido.
—Sousuke —Por fin atendió a la conversación.
—¡Oh, Sousuke! Cierto —Sonrió—, soy Tachibana Makoto. Amigo de Rin y de Haru.
—Nanase —gruñó el mayor—. Sí, te recuerdo, Tachibana.
—¡Genial! —¿Era genial que lo recordara?—. ¿Qué haces por aquí? —preguntó amable, y no precisamente porque se muriera de la curiosidad, era más su actitud amaestrada lo que lo obligaba a preguntar.
—Rento una película —Señaló la obviedad del asunto. Pero sintió un poco de pena por el castaño que parecía hacer su mejor esfuerzo en entablar una conversación—. Es un viernes aburrido, ¿Sabes? Nanase se llevó a Rin a quién sabe dónde —Sousuke escuchó un hondo suspiro salir de su interlocutor.
—A mí también me cambiaron —susurró Makoto, con algo de tristeza.
Sousuke alzó las cejas levemente sorprendido. Había escuchado eso. Miró una vez más la pequeña caja rectangular en sus manos. Soltó una risa irónica y tendió el objeto hacia Makoto.
—Toma —Se dio media vuelta y caminó en sentido contrario, en dirección directa a la salida.
—¿Eh? —El castaño apreció el empaque, y algo sorprendido hizo un intervalo con la mirada de la película al azabache y viceversa— Pero tú la tomaste primero.
—Creo que necesitas más verla tú que yo —habló por encima de su hombro, y le sonrió algo petulante—, hasta luego, Tachibana.
—¡Hasta luego, Yamazaki-san!
Esa noche, Makoto lloró mientras comía helado y la película corría en la pantalla.
4.
No es como si Makoto se obsesionara por sucesos cotidianos accidentales. Pero tras dos semanas de no saber nada de Sousuke Yamazaki pensó que tal vez ese "hasta luego" nunca sucedería. Igual y le estaba dando demasiadas vueltas al asunto, no tenía por qué encontrarse nuevamente con alguien que técnicamente era un extraño.
De todas formas, no tenía mucho en qué volcar sus sentimientos; su amor platónico y mejor amigo vivía una historia dramática de amor con su novio. Sus estudios transcurrían con normalidad, yendo en dirección a las vacaciones de invierno. Y sus relaciones sociales se reducían a Rei y Nagisa.
Su vida era aburrida sin Haru a su lado.
Y fue cuando se cumplió el primer mes de relación entre Haru y Rin que su depresión post rechazo lo volvió a azotar. Invadiéndole con un profundo resentimiento hacia Rin, y ¿Por qué no decirlo? También un resentimiento hacia Haruka.
Era inútil negar que en último mes había llorado cual bebé con cólicos, como si esta acción solucionara sus problemas, pero no encontraba otra forma de desahogar su mal de amores.
¡¿Qué tenía Rin de especial?! ¿Qué había hecho él que Makoto no para ganarse el amor de Haru? Era Makoto quien había estado siempre ahí. Rin se fue a Australia; Makoto se quedó a su lado. Rin no estuvo en los momentos difíciles, ni en los alegre; no lo acompañaba a su casa ni lo visitaba en las mañanas; no era el pelirrojo al cuál le contaba sus sentimientos, ni la mayor persona de su confianza. Todo eso le correspondía a Makoto, pero al final él no era el novio.
¡Maldición! Nunca lo vio ni siquiera como un pretendiente.
—¿Tachibana?
Fue curioso cómo es que Yamazaki Sousuke se aparecía en el momento indicado. Aunque lo acertado no significara esperado, pues vaya que le sorprendió encontrarlo en la piscina pública.
Se encontraba arriba de una plataforma en la línea de salida, con el traje negro puesto, mirándolo con una desvergonzada curiosidad. El castaño se limpió las lágrimas del rostro, la piel de las mejillas se sonrojó, y el desconocido nerviosismo imprudente atacó de nuevo. Sousuke, por su parte, sonrió con algo de burla mientras se adentraba en el agua tibia.
—¿Se te da mucho el llorar?
—¡No! —respondió algo apenado—, solo que… —Se mordió la lengua, conteniendo el impulso de confesar cosas innecesaria.
—Hn —El azabache le daba la espalda, y la marca morada que tintaba su hombro capturó la atención de los ojos verdes—. Tachibana, llorar no solucionará nada. No te puedes quedar ahí sentado esperando que por arte de magia Nanase decida abandonar a Rin y correr a tus brazos.
El cuerpo del castaño se sacudió con sorpresa y la sangre le golpeteaba en el puente de la nariz. Yamazaki hablaba sin vergüenza de un tema que comprendía a la perfección, y entendió que no le serviría de nada hacerse el desentendido frente ojos tan penetrantes como los de Sousuke. Mas su sorpresa podía más que su coordinación, lo que lo mantuvo en silencio.
—Yo tampoco quiero ser solo "el mejor amigo" —La voz gruesa del moreno cortó el silencio—. ¿Deberíamos hacer algo al respecto, no?
Final del capítulo uno.
Pia~.
