.:MIX FICS:.
.:La unión de "El Ocaso de un Amor Imposible" y "La Estrella del Norte" en sus etapas finales:.
NOTA de Misao Wood: Ésta idea surgió, primero, por una amistad entre la autora de "El Ocaso de un Amor Imposible" y yo, la cual ha sido una impresionante muestra de falta de tornillos xDDD... Y, segundo, nuestras historias tenían un factor común que es la presencia de una Humana en la vida de Legolas… El resto, lo verán uds.
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- ¿No te molesta, Galadwen?
- Sí, pero no saco nada con negarme¿verdad? Dirás que es una orden, y yo deberé cumplirla...
- Como la buena hija que eres- concluyó su madre, con una ligera severidad escondida bajo su maternal sonrisa-. Bien- continuó-, ya sabes que Pueblo Gris es el lugar más próximo a nuestra aldea, así que tu viaje no será largo.
- Lo sé...
- Intenta comprarle el trigo a la señora de Balorn Fontes¿comprendido, es que es una buena negociante. Te dará un precio razonable.
- ¿Viven aún en el mismo lugar?- preguntó Galadwen, reprimiendo un bostezo que prometía ser grande y poco femenino.
- Sí- contestó su padre, que se integraba a la conversación, la cual había oído desde la cocina-. Ese Bal no dejaría la tierra de sus calabazas ni por todo el oro de Erebor. ¿Quieres que te acompañe, hija?
- No es necesario- gruñó ella de mal talante. Lo menos que deseaba era la compañía de su padre en aquel viaje.
- Entonces¡buena suerte!- dijo su madre, poniéndole fin a la conversación y entregándole a su hija un pequeño bolso de viaje-. Lo arreglé por ti- explicó-, espero que no se me haya olvidado nada.
- Gracias. Nos vemos- y sin más, Galadwen atravesó el umbral de la puerta y se dirigió hacia el establo en busca de un caballo.
Una vez ahí recordó lo difícil que le era hacer que los caballos le obedecieran. No era que les temiera o les desagradaran, sino que, simplemente, aquellos animales le hacían caso omiso a sus órdenes. Su padre le había intentado explicar cientos de veces la forma correcta de llamarlos, de ensillarlos, de guiarlos, pero en vano. O ella tergiversaba las órdenes, o los caballos las olvidaban en su presencia. Así que, en aquel momento, decidió ahorrarse la molestia, y simplemente tomó una cuerda, la puso alrededor del cuello de uno de los caballos y comenzó a caminar con él.
- ¡Oh, muévete!- gruñó sin ganas, al ver que el caballo comenzaba a negarse.
Sorpresivamente, el animal obedeció de inmediato, y caminó galantemente a su lado.
- Tal vez no todo sea malo en este viaje- se dijo la joven, con más esperanzas.
- ¡Mislif¡¿Hasta qué hora tendré que esperarte!
- Ya voy...
- ¡Esos caballos tienen que comer, jovencita!
- Lo sé... Esos animales comen más que nosotros- gruñó la joven, mientras pateaba una piedra. Comenzó a empujar la carretilla que contenía una gran cantidad de zanahorias.
- Al fin llegas- le reprochó su madre, bajo su enorme sombrero de paja, que podría cubrir cinco cabezas más-. ¿Qué te ocurre, hija?
- Nada...
- Eso ya lo sé, siempre lo repites. Te preguntó por qué estás triste hoy.
- ¿Triste?- dijo la joven, alzando la voz y pegando la vista en un árbol lejano-. ¿Por qué habría de estar triste?
- Mírame- ordenó su madre. La joven obedeció, y la mujer sonrió antes de decir-: Puedes engañar a todos, menos a tu madre, y lo sabes. Ven, dejemos estas zanahorias en los comederos y luego vamos a casa a tomar un heladito jugo de durazno¿qué te parece? Mi abuela solía decir siempre: "A corazón deprimido, un buen jugo recién exprimido".
Mislif no pudo evitar reír frente a la rima, y se alegró de poder ir a descansar, luego, a uno de sus lugares favoritos: el Portal de Roble.
La verdad es que sí estaba triste, pensó descargando los vegetales, pero no sabía por qué. No sabía o era lo de siempre. Pensó que lo mejor era olvidarlo, y así se ahorraría otro interrogatorio de su madre, que parecía saber todo lo concerniente a su hija, o al menos eso intentaba (a veces sin querer).
- ¿A dónde irás?- le preguntó su madre, al cabo de una hora y luego de acabar una segunda jarra de jugo.
- Voy a dar una vuelta- respondió su hija, sin ganas.
- Si ves a Oliv, dile que sigo esperando esas avellanas que me prometió de regalo.
- No seas así, madre. Te las va a regalar cuando se acuerde, no presiones al chico.
- Sólo era una broma, hija.
- Como quieras- suspiró Mislif, antes de cerrar la puerta.
- O está muy triste, o yo amanecí muy eufórica esta mañana- se dijo la mujer, recogiendo los vaso.
Mislif, al salir de casa, recordó las palabras de su madre ("si ves a Oliv..."), y se dijo que prefería no encontrarse ni con él ni con nadie. Así que comenzó a caminar muy rápido por los caminos de Pueblo Gris, atravesando también puentes, pisando los jardínes de algunas viejas odiosas, y corriendo a toda velocidad delante de unos perros que la perseguían por su anterior osadía. Finalmente, llegó al Portal de Roble, que eran una especie de entrada natural a Pueblo Gris, compuesta de un par de enormes robles milenarios.
Decidió sentarse ahí, pueso no sólo estaba alejado del resto de las personas por un par de kilómetros y porque la sombra y la tranquilidad eran abundantes, sino que desplegar la vista en el paisaje que se extendía fuera de los límites de su hogar era algo que Mislif disfrutaba mucho. Más lo disfrutaría, solía decirse, si pudiera ver más y más allá; es decir, si pudiera viajar más allá de aquel paisaje.
Oía cantar pajarillos sobre su cabeza, dentro de las múltiples ramas de los árboles, pero más que disfrutarlos esperó no tener que matar a ninguna ave por ensuciarle con residuos naturales su ropa. En esos pensamientos estaba cuando bajó la vista y vio ante sí a una joven de aspecto cansado, que caminaba delante de un caballo con el mismo aspecto. Mislif estuvo tentada a decirle que los caballos tenían una importante, y a la vez sencilla, utilidad: se podían montar cuando uno estuviera cansado; pero pensó que sería muy grosero ofender a alguien que podía resultar interesante al ser ajeno a Pueblo Gris.
Se preguntó de dónde vendría y por qué no la había visto llegar. Eso quería decir que no venía de tierras lejanas, sino que del camino rural que comunicaba a Pueblo Gris con una aldea cercana. "Así que, pensó la joven, puedo ser grosera sin remordimientos". Sin embargo, no tuvo oportunidad de serlo, pues la joven de cabellos claros y ojos también así, le dijo con cortesía:
- Buenos días¿o buenas tardes...? Buenas tardes¿podría decirme dónde queda la posada más cercana?
- Siga este camino hasta llegar a un letrero que dice "El Cordero Sonriente a 23 millas"- contestó Mislif, quien sonrió al instante con burla al ver el rostro de sorpresa y cansancio de la joven-. Era sólo una broma- explicó luego-. Lo lamento. Siga este camino, y un poco más adelante está el Cordero Sonriente.
- Muchas gracias. ¡Vaya que me asustó!- rió Galadwen-. No he tenido un viaje muy... ameno. Este condenado animal se negó a dejarme subir a su lomo.
- Y no es para menos- dijo Mislif, poniéndose de pie y acercándose al caballo-. Tiene muy apretada silla de montar. Si se la suelta un poco de aquí...- explicó, mientras arreglaba el desperfecto-. Ya está. Pruebe ahora.
Galadwen, mirando sorprendida a la joven de cabello rojizo y ojos verdes que tenía delante, se dirigió a su caballo, descubriendo que éste permitía ser montado.
- Gracias de nuevo- sonrió la joven-. ¿Cuál es su nombre?
- Mislif, hija de Musolf. ¿Y el suyo?
- Galadwen, hija de Arassuil- contestó ella, bajándose del caballo-. ¿Vives aquí?
- Sí.
- No suena muy alegre tu voz.
- Vienes de la aldea próxima¿verdad?- preguntó Mislif, cambiando el tema rápidamente.
- Así es.
- ¿Es verdad que está cerca del Bosque Negro y de Esgaroth?- preguntó Mislif, emocionándose.
- Así es- repitió Galadwen.
- ¿Quieres que te acompañe a la posada? Así podrías contarme algo más del lugar de dónde vienes¿no te molestaría?
- Sería un agrado contártelo- sonrió la aludida-, pero me parece que no hay mucho que decir.
- ¡Oh, por Elendil¿Con Esgaroth, Erebor y el Bosque Negro tan cerca¡¿Estás bromeando¡Yo he llegado a soñar con esos lugares!
- ¿Los conoces?- preguntó Galadwen, encaminándose junto a Mislif hacia la posada.
- Ya quisiera...- suspiró la joven, decayendo su emoción.
- Yo tampoco los conozco- dijo Galadwen, compartiendo la decepción de su compañera-. Y no creas que por vivir ahí me lo paso viendo Enanos, Elfos o gente viajera. Aunque daría lo que fuera por conocer un Elfo. ¿Has oído que son hermosos?
- Sí, algo así he escuchado- sonrió Mislif, animándose otra vez-. Pero más he oído de lo extraños que pueden ser.
- Eso se suele decir. ¿Qué hacías ahí?
- Descansaba. ¿Y tú¿A qué vienes a Pueblo Gris?
- Me enviaron a comprar trigo. Últimamente no han habido buenas cosechas en casa, así que mis padres me enviaron.
- ¿Y por qué no enviaron a algún criado? Porque se ve por tus ropas que eres de esas personas que los tienen.
- Creyeron que así me relajaría un poco. Mi padre parece demostrar que su única diversión en la vida es buscarme un novio- suspiró Galadwen con tristeza. Pensó que Mislif se reiría, pues las mujeres jóvenes debían estar de acuerdo con los noviazgos, pero se sorprendió al verla con cara de satisfacción.
- Me alegra oír que no soy la única que se esconde del matrimonio- señaló sonriente-. ¡Es tan apestoso! Las mujeres podemos ser más que un instrumento para hacer familias.
- Estoy de acuerdo contigo, en parte- dijo la joven-. Te apoyo en aquella opinión sobre las mujeres, pero no en que sea apestoso el matrimonio. Yo no me he querido casar, porque quiero esperar a estar enamorada, o preparada incluso.
- ¿Enamorada?- murmuró Mislif, de la misma forma como si hubiera olido algo putrafacto bajo su nariz-. ¿Crees en esas tonterías
románticas? Bien... cada cual con sus gustos.
- ¿Tú no crees en ese tipo de amor?
- No es que no crea, pero no me imagino a mí enamorada- explicó Mislif-. Así como voy, sin salir a ninguna parte, o me quedaré sola (y feliz) o me terminaré casando obligada con un amigo, lo que sería horrible.
- ¡Qué pesimista!- rió Galadwen-. ¿No me estás haciendo otra broma¡Oh, ya llegamos! "El Cordero Sonriente", se ve un buen lugar. ¿Vas a entrar?- preguntó, atando al caballo.
- No lo creo- contestó Mislif-. Te dejo hasta aquí. Fue un gusto, Galadwen, y espero que nos volvamos a encontrar algún día.
- Sí, yo también. Y ojalá que cuando eso ocurra, hayas cambiado un poco tu opinión acerca del amor.
- Tal vez- rió su interlocutora-, y tal vez no. Y yo espero que conozcas a algún Elfo... ya sabes, para que te maravilles con la Hermosa Gente.
- Eso espero, Mislif. Adiós- y sin más, Galadwen entró en la posada.
- Bien. Este ha sido un buen día- se dijo Mislif, mientras caminaba hacia su casa-. Siempre es bueno conocer gente nueva. Espero poder encontrarla en algún tiempo más.
Y así sería. Lo que ambas jóvenes no sabían era que, cuando lo hicieran nuevamente, muchos cambios y vivencias habrían pasado por sus vidas, cambiándolas más de lo que hubieran deseado. Y además, la situación que las reuniría no sería la más adecuada para reanudar su conversación de manera placentera. De hecho, aquella no podía haber sido una peor situación para ambas.
