=Ni bakugan ni sus personajes me pertenecen=

Sentía húmedo el rostro, con cuidado me pasé la yema de mis dedos por los pómulos. Al tacto noté que mi cara estaba fría, o ¿Acaso lo que tenía frio eran los dedos? Realmente no lo sé, y eso poco me importa. De lo que estaba segura era que sí, efectivamente yo estaba llorando. Quizás de nuevo por las pesadillas que tuve a medianoche. No sería tan difícil si tuviera aquí a mi mamá diciendo algo como "cálmate, solo fue un sueño", o a mi papá con alguna frase como "déjala o vas a encapricharla". Pero no. Aquí, en esta habitación me encontraba solo yo y los inanimados muebles.

Lamento no haberme presentado antes, soy Alice Gehabich. O al menos ese era mi apellido, pero es posible que lo cambien pronto. Mi cabello es anaranjado pero puede dar la ilusión de ser levemente marrón. Ojos tan azules como el chocolate, y si notan la broma en la frase sabrán que en efecto es del color de la tierra y ni una pisca de azul. Mi piel es blanca pero sin llegar a tal extremo y por desgracia soy pequeña. Tanto de edad en la cual tengo 7 años y en estatura, pues soy de las más bajas por aquí.

Se han de preguntar en donde estoy encerrada por así decirle. Bueno… siendo honesta hace un par de semanas mis padres fallecieron, mi papá tuvo un accidente en el auto y de la impresión a mi madre sino mal escuché le dio un paro cardiaco. Sé que parece que no me importa, pero realmente ni puedo sentirme peor, más al ver cómo pasan los niños tomados de la mano por sus familiares de un lado a otro, como si se burlaran de mí.

— ¡Alice!— escuché un grito desde mi puerta. Seguro que ya era tarde, pues la luz molestaba mis ojos que aún querían seguir durmiendo.

— ¿Sí señorita Melanie?— pregunté intentando conseguir más tiempo que pudiera estar acostada.

— Apúrate, vístete o te quedarás sin desayunar— me ordenó retirando las cobijas. La señorita Melanie es muy buena, siempre nos da de vez en cuando algunos minutos de más para jugar, siempre y cuando nos comportemos. Su cabello es negro y los ojos verdes, es de piel más blanca que la mía y también es muy bonita. Casi siempre cuando la invitamos a jugar ella acepta y la diversión es más grande.

— Hace frío…— mencioné sobando mis hombros con las manos. Ella me ayudó a buscar la ropa y rápidamente me vestí intentando no sentir aquella brisa escalofriante. — ¿Por qué tanta prisa?—fui muy curiosa.

Todas las encargadas iban de un lado a otro apuradas como si algo importante fuera a pasar. No es que me diera realmente mucha importancia, sea lo que fuera no creo que sea para tanta emoción… y desorden.

— ¿No sabes?— negué con la cabeza — Hoy es el día de aniversario de este orfanato, y usualmente se le da publicidad en radio y televisión… vendrán muchas personas dispuestas a adoptar algunos de ustedes, si tienes suerte te escogerán— creo que resumió de esa manera al ver que mi cara decía a gritos que no entendía nada, pero… para ser honesta no quiero tener una nueva familia. Yo tenía una y la perdí, soy tan llorona o miedosa que precisamente por eso no quiero pasar por lo mismo.

Antes que pudiera decirle a Melanie justo lo que había estado pensado en mi mente tuvo que retirarse porque necesitaban ayuda. Con pereza me encaminé al comedor donde encontré mi asiento vacío. Nadie se alegró particularmente de mi presencia, después de todo no tenía amigos en ese sitio. Creo que ese es un punto a favor de procurar agradarle a uno de los adultos que vengan.

El ruido de unas bocinas se escuchaba desde afuera del edificio, comenzaron a decir unas palabras que eran apropiadas para dormir a alguien. Pero en verdad es que era un discurso, uno de esos que te mueres de aburrimiento tan solo comienzan a hablar. Después de unos aburridos 30 minutos por fin se les dio paso a las pocas personas que había sobrevivido a aquella tortura verbal.

— Hola ¿Te gustaría venir un momento?— le hablaron a una niña castaña. Pobre de aquella señora, pues a pesar de parecer dulce esa niña era muy caprichosa y mandona. Sin duda la pasaría muy mal.

— Vamos por acá…— se escuchó un hombre seguido por una niña y quien parecía ser su esposa.

Todos los niños parecían reducir su mal carácter y verse como una bolita de inocencia. Preferí quedarme sentada, era suicidio querer entrar en aquel caos. Ya tendría alguna oportunidad en otra ocasión. Me quedé mirando a todas aquellas personas que parecían no darse cuenta del problema de orden aquí.

— Creí que lo habías dicho en broma…— escuché que la voz de algún niño decía. Quizás no fuera amiga de nadie, pero sabía la voz de cada uno de mis compañeros y aquella tonalidad me era desconocida.

Me giré.

— ¿Te molesta?— preguntó sonriente una señora aún joven. Tenía el cabello y ojos parecidos a los de Melanie, solo que ella estaba peinada con una linda cola de lado, parte de su cabello recaía en su hombro derecho. A simple vista parecía una persona amable y comprensiva.

— No… pero, se siente raro el hecho de pensar en un hermano— mencionó un niño se veía un poco más alto que yo. Su cabello era negro y si no mal vi sus ojos eran de un color parecido al dorado. Era levemente más moreno que yo. Definitivamente no era el más emocionado de estar buscando algún miembro en su familia, seguro que era de esos niños que adoraban que lo mimaran siendo hijo único, porque no se veía alguien más que hiciera papel de hermano.

De un momento a otro aquella mujer de cabellos negros dirigió su mirada hacia mí. Yo me percaté rápidamente, pero intenté disimular indiferencia siendo totalmente un fracaso, pues cuando estoy nerviosa no paro de balancear mis piernas de atrás a adelante. No puedo ser más obvia. A paso apresurado intentaba hacerse camino hacia mí, ni que hubieran muchos interesados en alguien como yo.

— Hola pequeña… ¿Cómo te llamas?— preguntó inclinándose un poco para quedar aproximadamente a mi altura. Sentía que me ardía el rostro, genial, de seguro parecía un tomate.

— Alice… Gehabich— mi apellido lo solté como si dudara que fuera cierto, cuando yo misma sabía que ese era.

— Mucho gusto Alice. Mi nombre es Shiori Kazami, y el es Shun. Mi hijo— Me sorprendió la diferencia entre ambos. Ella me reía amistosamente mientras que aquel tonto malcriado me giró la cara. Aunque viendo bien era más alto de lo que había pensado, me ganaba aproximadamente por una cabeza. —Lamento su mal genio, es muy celoso— rió.

— ¿De ella?— me señaló arrogantemente. Se supone que debía enojarme, pero por desgracia de alguna manera me hizo sentir inferior en muchos aspectos. —No creo ponerme celoso de alguien a quien no conozco…—

— Exacto. Porque no me conoces… — intenté sonar fuerte pero a última se escuchó como mi voz se quebraba.

Quizás fuera mi idea, pero a la señora que se llamaba Shiori parecía estar sonriendo. Un momento… ¿A quién le daría risa que un niño desconocido esté peleando con el suyo? Vaya… creo que esta debe ser una familia extraña. Al parecer el tal Shun iba a agregar algo más, pero su madre le calmó para dar un aviso de muerte para ambos.

— Vamos Alice, me agradaste mucho… ¿Te gustaría venir conmigo?— me pareció extraño. Usualmente el adulto arrastra si es necesario al niño o niña que haya elegido y en caso que se niegue a este poco le importa. Igual tiene que irse. En cambio ella me preguntó.

— Claro…— y se supone que tenía en mente negarme. Que firme soy en mis decisiones ¿Verdad?

Shun me dirigía una mala mirada. Parecía querer matarme, pero sabiendo que enfrentándolo con la vista no conseguiría más que retractarme a los tres segundos preferí evadirla siguiendo a la señora y madre de aquel molestoso arrogante. Este me siguió a mí. Aunque posiblemente era por que disfrutaba imaginar mi muerte desde allá atrás.

Nos topamos con Melanie y me dedicó una sonrisa. Nos llevó a la oficina donde tanto yo como mi supuesto hermano esperábamos. Me extrañó que no tardaran mucho para luego decirme que podía recoger las cosas que en verdad me pertenecían. Pero entre esas dichosas cosas solo estaba un peluche de conejo blanco y un chaleco. Mi verdadera madre adoraba leer, y entre sus libros estaba la historia de una niña que se llamaba Alicia, una variación de mi nombre, ella llegaba a un extraño lugar de fantasías y tenía muchas aventuras. Debido a eso se tomó la molestia en haberme cosido ese mono de felpa, primero había sido solo el conejo, luego le agregó el chalequito azul y finalmente le añadió un reloj de bolsillo. Parecía uno de esos personajes medievales de los cuentos. Pero aunque al inicio no me había gustado debo aceptar que llegué a ser inseparable de él.

— ¿Lista?— preguntó mi nueva mamá desde el margen de la puerta. Asentí y la seguí hasta la banqueta de la calle. Abrió la puerta de un carro y entré.

Recorrimos las calles por toda la ciudad de más conocida de Japón. Miraba divertida el camino, eran pocas las veces que nos dejaban salir de aquel edificio y cuando salíamos eran a lugares como museos o galerías de arte. No hay duda que esas cosas me gustan, pero también sería divertido cambiar un poco las cosas.

Me asombré al ver como poco a poco íbamos llegando a localidades fuera de la misma ciudad hasta llegar a quien sabe qué lugar de Japón. Parecía un bosque. Como esos tenebrosos bosques de los cuentos de terror. Terminó la carretera al momento que nos desviamos a un camino de tierra, unos cinco minutos y se vio una gran casa con el estilo tradicional de Japón.

— Bienvenida Alice…— rió amablemente la señora, yo intenté inútilmente de regresar el gesto pero el tamaño de mi nuevo hogar me asombraba.

— ¿En serio es aquí?— me dio un golpe mental. Era obvio que tenía que ser aquí, sino no hubiéramos venido ¿No?

— No. Conducimos hasta acá por nada— se burló de mi comentario fuera de lugar.

Me sonrojé mientras Shun caminaba despreocupado hacía unas enormes puertas. Shiori les dio un empujón y esas se fueron abriendo poco a poco. Adentro era muy lindo, había mucho pasto un par de árboles con un columpio, un estanque casi cercano a una pared. En la casa se veía el suelo de madera que brillaba debido a lo limpio que este estaba, y las paredes en color crema o beige.

Shun entró y se quitó los zapatos para doblar en una esquina y entrar a una habitación. Pero así como entró salió con el ceño fruncido y parecía que un aura de notable enojo lo estuviera invadiendo. El problema era que esa mala mirada o casi reclamo fuera dirigido hacia mí.

— ¿Se puede saber por qué en mi habitación hay dos camas?— reclamó irritado a su madre, digo, nuestra madre. Pero ella solo sonrió.

— ¿Olvide decirte que compartirán habitación?— preguntó con fingida inocencia —Bueno, ya no importa. Acostúmbrate— le acarició la cabeza.

Para ser honesta pensé que pasaría de largo por donde yo estaba en cambio me dio una caricia en la cabeza y luego un breve abrazo. Estaba empeñada en no sofocarme.

— No te sientas incómoda, ahora esta es tu casa ¿De acuerdo?— me avisó esperando que yo aceptara. — Muy bien, la cama de la derecha es la tuya, la puse a lado de la ventana. Quizás te guste la vista, pero si no puedes cambiarla por la de…— la interrumpió

— Shun. No esperes en llamarme hermano— no se molestó en darse la vuelta para decírmelo. Solo lo hizo y luego se aventó a su cama, que sin duda me gustara o no la mía no aceptaría cambiar. Honestamente tampoco esperaba tener confianza pare decirle de esa manera tan rápido, pero él me había dicho que no le llamara así. Jamás.

— De acuerdo…— me senté en mi cama mirando a la ventana.

Desde allí miraba a unos peces naranjas que daban saltos en el aire para volver a sumergirse en el agua. Como me gustaría ser un pez. Solo te preocupas de comer y nadar, no de tu familia, amigos. Solo de ti y nadie más. A veces por eso estar sola es mejor, porque si alguien quiere alejarse de ti así no sufres tanto.

No sé cuánto tiempo habrá pasado y siendo honesta no quiero saberlo. Solo sé que ahora el sol brilla menos y empieza a refrescar, veo todo oscuro, claro. Lo había olvidado. Desde hacía ya un largo rato que tengo los ojos cerrados. Me levanté de la cama y me fije en que la de mi compañero de habitación estaba perfectamente tendida.

— Baja a comer…— así como apareció por la puerta se volvió a ir. Parecía querer alejarse lo más posible de mí, con intención de tratar conmigo solo lo necesario.

Suspiré y me puse de pie. Bajé las escaleras con cuidado hasta llegar a una sala que tenía vista al estanque que tanto me había gustado. Seguí el camino que yo misma había inventado hasta el comedor donde me topé con mi nueva familia, pero había alguien más. Un hombre mayor con el cabello canoso. Vestía unas ropas tradicionales y parecía mirarme como evaluando mi aspecto.

— Buenas tardes…— mencioné sonrojada. No me atreví a entrar hasta que me indicaron un lugar en la mesa.

Nadie comentó nada. Todos comenzamos a comer mientras yo peleaba contra los palillos, nunca los había usado anteriormente, y por la mirada de Shun diría que se burlaba de mí. Finalmente la señora que ahora se supone que le llame mamá me ayudó y dio una rápida lección de cómo usarlos. Cuando terminamos de comer ayudamos a recoger las cosas.

— Amm… disculpe…— antes que pudiera terminar la petición ella se giró sonriente

— ¿Crees que puedas decirme mamá? Me encantaría que pudieras, aunque si te incomoda comprendo— intenté decirle que quizás luego, pero no tuve agallas para negarme.

— Claro, mamá. Me preguntaba si puedo salir a jugar—pregunté indecisa.

— Por supuesto, te había dicho que esta es tu casa, siéntete en libertad. Si quieres pregúntale a tu hermano si quiere jugar— mencionó señalando arriba. Después de todo, las habitaciones se encontraban en el segundo piso. Negué.

— Creo que será mejor que salga sola…— me excusé saliendo a toda prisa para evitar algún interrogatorio.

Al salir lo primero que hice fue acercarme al estanque. Miraba a los animados peces nadar de un lado a otro y de vez en cuando se golpeaban entre sí. Intenté tocar la cabeza de uno que estaba muy cerca del borde pero al acercarme este se movió rápido. Bufé molesta. Esperé otra oportunidad y no tardó mucho en hacerse notar. Un pequeño pez se acorraló en una esquina entre el borde y unos juncos, yo iba a sacarlo y cuando logré tomarlo este se movió de repente, para mi mala suerte di un pal paso y el suelo se me terminó cayendo al agua helada.

— Si serás…— se acercó Shun —Ven acá— me tendió la mano.

Una vez fuera entramos con cuidado a la casa, si alguien me veía así lo más posible era un regaño por intentar atrapar a los inocentes pescaditos. Al llegar a la habitación caí en cuenta que yo no tenía más que un cambio de ropa, al menos hasta que comprara más.

— Pruébate esto— me lanzó una playera blanca y unos shorts negros.

Entré al baño y me puse la vestimenta que Shun me había ¿Prestado? Siendo él seguro que cuando se la devolviera la quemaría. La playera me quedaba a la medida, quizás era vieja porque tenía un aroma de humedad por haber estado guardada. Mientras que el short me quedaba un poco debajo de mis rodillas, seguro que me veía mal. Pero no tenía de que quejarme. Yo sola me había buscado problemas.

— ¿De quién es la ropa?— pregunté esperando un "que te importa".

— Mía, de hace unos años. Esa era mi playera favorita pero luego me dejó de quedar aunque no quise deshacerme de ella y el short fue un regalo de mi abuelo. Pero nunca me lo puse, solo un par de veces— contestó sin expresión alguna.

— El agua estaba fría…— temblaba

— Son peces de agua fría, si los meto en una playa morirán de calor— fue groseramente cortante

— Gracias…— mencioné al momento que lo veía marcharse de la habitación. Definitivamente terminé por desagradarle.

Jeje, definitivamente este tipo de trama es demasiado nuevo para mí, solo espero que me salga bien porque últimamente mi inspiración me ha estado traicionando. Espero que les guste, porque en lo personal me agrada la idea, solo que me cuesta desarrollarla ^^U
¿Qué pasará luego? No se…
Creo que aunque tengo un gran avance aún estoy pensándole mucho xD
Cualquier comentario, duda, sugerencia, queja… cualquier cosa es bien recibida… sobre todo los reviews xD
Arigato a LaRoussSeidy y Are-chan… gracias por ayudarme con ideas o dudas jeje y tenerme paciencia para mis "depresiones" inspiratorias Jaja xD
Neko-Chan