Cap 1.
La tercera es la vencida.
Definitivamente ése era el día. Ése era su día, y no lo iba a desaprovechar. "La tercera es la vencida" pensó, convenciéndose a sí mismo. Ya que sus padres habían salido, estaban técnicamente solos en esa casa, sin ningún mayor que pudiera interrumpirlos muy inoportunamente. Ya había dejado pasar dos excelentes oportunidades, el momento adecuado, pero no iba a cometer tres veces el mismo error. Esta vez tendría que decidirse, juntaría la fuerza necesaria para pronunciar las palabras correctas en el momento exacto, y lograría su objetivo. Esperaba con mucho deseo una respuesta positiva. Porque ése había sido su mayor temor durante esas últimas semanas: el rechazo. Una negación de parte de ella sería suficiente para desplomarse y no levantarse nunca más. No seguir adelante. Quedarse estancado en el mismo lugar. Permitir que se fuera con otro que ocuparía su lugar. "Pero eso no te sucederá a ti, tranquilo." se dijo a sí mismo, infundiéndose valor.
Se levantó del viejo sillón en el cuál había estado sentado como mínimo una hora, y observó su reflejo en un pequeño espejo de la cocina-comedor. Se preguntó si los pelirrojos serían del gusto de ella. Quizá su cabello le resultaba demasiado llamativo como para pasear a su lado, o le incomodaba su alta estatura. O era posible que su nariz pecosa le pareciera muy grande, y lo rechazara por eso. O sus ojos azules... ¡Alto! Sus ojos no tenían ningún inconveniente... Ésa era el arma perfecta para conseguir un sí. Una mirada azul, profunda y sincera. ¡Ojala funcionara! Se alisó la remera abotonada color azul marino, y dando un sonoro suspiro se encaminó escaleras arriba. Pasó de largo dos habitaciones, y en la siguiente golpeó tres veces a la puerta. Una voz femenina le permitió la entrada.
Le costó unos segundos acostumbrarse a la luz del dormitorio, ya que estaba mucho más iluminado que el resto de la casa. Por la ventana abierta de par en par penetraban los cegadores rayos del sol del mediodía, y ni siquiera una brisa corrompía la tranquilidad del aire. Las dos camas de una plaza estaban hechas, y sobre una de ellas había esparcidos varios objetos que seguramente iban guardados en el cajón de una de las mesitas de luz que en ese instante se encontraba abierto. Se acercó un poco más cerrando la puerta tras de sí, y descubrió que eran fotografías. No eran mágicas, lo supo al instante porque no tenían movimiento. Eran muggles, comunes y corrientes, a color, en las que se podía ver a una niña pequeña con diferentes parientes. Padre, madre, abuela... pero lo que le gustaba de esas fotos, es que en todas posaba ella. Observó emebelesado la belleza e inocencia puras de su rostro infantil, y el singular brillo de sus ojos chocolate. Siempre había sido hermosa, y no comprendía como él no había sabido notarlo antes.
Se percató de que la chica no estaba en esa zona de la habitación, sino que estaba en el baño, el cual tenía la puerta entreabierta. Dio unos pasos hacia allí y preguntó:
-Hermione, ¿estás ahí?
-¡Ron! Sí, discúlpame. Puedes abrir la puerta si quieres. Ya salgo.
Abrió completamente la puerta, y encontró a la joven adolescente de espaldas, parada frente al espejo, cepillando su cabello castaño. Ella le sonrió cálidamente a través del reflejo, y siguió en su tarea.
-¿Necesitas algo urgente?- le preguntó la castaña.
-No, para nada, puedo esperar.
-No es necesario. Ya terminé. Es una tarea que no lleva más de tres minutos.- le dijo animadamente. -He estado organizando unos álbumes de fotos. Mira éstas, las sacaron cuando yo tenía apenas siete años. Ella es mi abuela paterna... Murió hace nueve años, es decir, al año siguiente del que tomaron esas fotografías.
-Lo lamento mucho por ti.
-Si... Bueno, se puede decir que después de tantos años, ya lo he superado.
-Entiendo, Herm. Escucha... quería proponerte algo.
Ron generalmente se presentaba con su agradable buen humor, y solía hablar entre risas o haciendo gestos con las manos y brazos. Pero en ese momento estaba bastante serio, al parecer concentrado en algo. Eso era extraño en él, así que Hermione lo alentó a continuar.
-Pues, adelante.
-Bien, he estado pensando en salir esta noche... ya que mis padres no volverán hasta la madrugada... Ya sabes, tú y yo... podríamos divertirnos.- el pelirrojo se maldijo por dentro, ¿es que no podía hablar sin trastabillar? ¿Por qué se ponía tan nervioso?
-Tú y yo... ¿solos? ¿Algo así como una cita? ¿Y Harry y Ginny?
-Se quedaran aquí, aprovechando la casa para ellos solos. No les molestará, estoy seguro.- respondió Ron evadiendo las primeras preguntas.
-Claro, por supuesto... Y... bueno, ¿a la noche?
-Si te parece bien...- dijo Ron con la cabeza gacha, muy interesado en la punta de sus zapatos.
-Si, si, por mí no hay problema... Está bien.- terminó ella, intentando sonar segura.
-¿Entonces, te espero en el jardín, a las seis de la tarde, para salir esta noche?- se aseguró Ron.
-De acuerdo.- aceptó Hermione, sonriendo tímidamente.
-Perfecto.- finalizó el Weasley, sonriendo de oreja a oreja. -Ahora debo irme a hacer unas cosas, te veré luego.
-Bien, adiós. ¡Espera! ¿Puedes hacerme un favor? Si la ves a Ginny dile que suba.
-Claro.- aceptó el gryffindor antes de salir y cerrar la puerta con algo de prisa.
Hermione se dejó caer en la cama, al lado de las fotografías, con una sonrisa radiante dibujada en el rostro. Su pecho se infló de emoción, cerró los ojos, y soltó entre suspiros todo el aire que había acumulado en sus pulmones, a la espera de que su pelirroja amiga hiciera acto de presencia en la habitación.
