Disclaimer: No me pertenecen los personajes, son de Dick Wolf y en lo que corresponda a la cadena NBC. Las canciones tampoco, sólo me pertenecen las ideas que surgen al escucharlas.
A/N: Ya tenía bastante tiempo con la idea de escribir una historia donde se relacionaran Alexandra Cabot y Olivia Benson. Me especializo en Rizzoli & Isles, pero decidí dar un salto y probarme con otros personajes. Pueden ver más información en mi perfil actualizado.
La canción que inspira esta historia es "Home" interpretada por Michael Bublé. Nostálgica en todos sentidos. Espero les entretenga al leerla, como a mí al escribirla.
Casa
Desde la perspectiva de Alexandra Cabot
Cuando hablan de los días veraniegos en Europa, no se equivocan, es lo más hermoso que pueda uno ver, los jardines perennes, con flores pequeñas, pero que resaltan magníficas ante tal alfombra verde tupida y casi aterciopelada.
Lástima que me la tenga que pasar en las oficinas y pasillos de la Corte, aquí, en La Haya, aunque entre descanso y descanso o conversación en los pasajes de mármol y madera, uno puede asomarse a los alrededores y seguir apreciando tal belleza natural moldeada por la mano del hombre.
Es penoso que no puedas estar aquí, estoy tan lejos de ti, lo disfrutarías tanto. Recuerdo cuando te escapas del precinto en los días de verano para distraerte de los horrores que ves, yendo a Central Park y ver como los niños y sus familias, ajenos a todo lo que sucede en el bajo mundo, recorren los senderos verdes y soleados.
Hago una nota metal, tomaré una foto de los jardines camino al departamento para enviártela en mi correo semanal. Si no fuera por las respuestas largas y detalladas que me das, me desanimaría en escribirte, me parecen tan planas y frías mis oraciones, tú mereces más que simples escritos comentándote el clima y los casos que llevo, no describen todo lo que te quiero decir.
A veces me mandan a oficinas en Paris o en Roma, y tampoco son despreciables las cosas que veo ahí, los lugares que me encantaría estar compartiendo con la detective más respetada en el 1-6. En ocasiones me sorprendo teniendo conversaciones contigo en el avión mientras viajo de un lugar a otro, comentándote mi estrategia para los casos, e interrumpiéndome para preguntarte sobre la vida de los chicos del precinto, me pregunto qué harías tú en tal o cual situación. Me avergüenzo cuando me felicitan por un logro cuando sé que tomé la idea de algún caso tuyo, y apliqué alguna técnica bien afinada por ti para emboscar al delincuente. No te puedo dar crédito en ese momento, porque me sentiría todavía más avergonzada diciendo que aplico las técnicas de mi detective favorita de Nueva York.
Sí, eres mi persona favorita, te extraño, ¿lo sabías? Sé que soy afortunada, estoy haciendo un trabajo loable, que me gusta, defendiendo a las víctimas masivas de crímenes de guerra, pero aun así, me es inevitable pensar en ti, en mi lugar de nacimiento, al otro lado del Atlántico. A veces me abruma el reconocimiento de las personas, los eventos a los que asisto, rodeada de gente que conozco o que respeto, rodeada de tanta gente, aun así, me siento sola. En ocasiones, no me reconozco, cuando me reúno con altos funcionarios pienso que estoy viviendo la vida de otra persona entre tanto lujo y enredos políticos.
Suspiro, reconozco que aunque te extraño tanto, no podría pedirte que estuvieras aquí, tu vida es la de ser detective y también defender una por una a víctimas de crímenes brutales, este no es tu sueño, pero sabes que es el mío y en cada correo que me envías, me dices lo mucho que crees en mí y me felicitas por el buen trabajo que estoy haciendo. Cómo desearía que me lo dijeras en persona, y sentir tu abrazo.
Ya pasaron seis meses, y mi trabajo, me dicen, es excepcional, pero ya quiero ir a casa, disfrutar de estas mismas nevadas, pero en Nueva York. Van a empezar los festejos navideños, que, confieso, no son tan festivos como en América, pero tienen significado.
Hoy es la fiesta oficial de la Corte, y parece increíble, pero efectivamente, en esta época pareciera que la maldad deja en paz a los hombres y mujeres justos, así que hay pocos casos abiertos, y varios cerrados. Concluí el papeleo justo hoy por la mañana, pienso seriamente pedir unos días para pasarlos buscándote en las calles de nuestra ciudad. Sigo extrañándote. Me pongo un discreto vestido color vino mate, sin escote alguno, el frío no lo permite, y también mi discreción. A pesar de estos seis meses, me sigo sintiendo caminando en hielo delgado en cuanto a normas sociales del viejo continente, uno nunca sabe con los europeos cuando se está excediendo.
Un concierto de cámara para abrir la velada con melodías navideñas. Me mezclo con los extranjeros que trabajan conmigo, compartiendo las tradiciones de nuestros países, todos de una u otra manera extrañamos casa, a pesar de que nos sentimos orgullosos del trabajo que hacemos aquí.
- Alex, no sabíamos que tenías una admiradora.
Me dice una buena compañera chilena, que observa a alguien a mis espaldas.
- ¿Admiradora?
Contengo mi curiosidad para no voltear en ese instante.
- Sí, hace rato estaba en las escalinatas observando a todo el grupo, y ahora se ha acercado lo suficiente para adivinar que te estaba buscando a ti.
Frunzo el ceño y volteo lo más discreta posible, no pude ocultar mi felicidad, mi boca está abierta emitiendo un pequeño grito que hizo reír a mis colegas. Estabas ahí, parada observándome, con esa sonrisa disimulada y tus ojos obscuros brillando, enmarcados en largas y pobladas pestañas, traías un vestido negro que se ajustaba a cada una de tus curvas, con un escote discreto, el cual me distrajo momentáneamente de tu mirada contenta.
Extendí el brazo, invitándote a acercarte a nuestro círculo, caminé un poco para recibirte, para tener un momento íntimo contigo. Me acerqué e inmediatamente me sentí embriagada por tu perfume, hacía tanto que no lo percibía.
- ¡Olivia!
Dije tu nombre sin ocultar mi felicidad, agradeciendo poder decírtelo al oído y apreciar que tu pulso se aceleró al sentir el roce de mi mejilla en la tuya.
- ¡Alex!
Hablaste, convenciéndome que eras tú y no era una ilusión lo que estaba abrazando. Nos acercamos al grupo y te presenté. Compartimos anécdotas, de mi trabajo contigo y mi trabajo con ellos. Nos llamaron para escuchar el concierto de villancicos cantado por un coro de infantes venidos del continente africano, pequeños que gracias al esfuerzo de ellos y de personas con buena voluntad, han logrado tener una mejor vida.
No pude evitar sostener tu mano durante todo el concierto, no quería que te fueras, no quería dejarte ir por un solo momento. Terminó el recital, nos despedimos de mis compañeros de trabajo. Me ayudaste a ponerme el abrigo, tomaste mi mano como si fuese el evento más natural del mundo y caminamos para salir a las frías aceras de la ciudad holandesa. Caía un poco de nieve, como pequeñas plumas, así que me arrebujé en tí, aferrándome a tu brazo, pegándome lo más que podía a tu cuerpo cálido, mientras caminábamos.
Observaste que sonreía, ausente, temiste interrumpirme, pero al fin te animaste y preguntaste.
- ¿En qué piensas Alexandra Cabot? ¿En dónde estás?
Te miré directo a los ojos, y mi sonrisa fue más amplia.
- Esta noche, así, abrazada a tí, estoy en casa.
Detuviste nuestro andar, tu mano tomó mi rostro por la barbilla, me acercaste a ti sin prisa, temblé al sentir tu aliento y finalmente la tensión que sentía en mi pecho desapareció, al tiempo que tus labios rozaban los míos, percibiendo en ellos todo tu amor.
- Bienvenida a tu hogar.
Tomaste mi mano, la besaste y luego la pegaste a tu pecho, justo encima de tu corazón.
A/N: ¿Qué les pareció? A mí llegó un punto en que sentí que me pegaba al teclado de tanta miel, jiji. ¡Me encantó! Toda la suerte, KEy
