¡Hola a todos n.n! Ya sé, ya sé, tengo muchos. Soy consciente de ello, pero que cuelgue nuevos fics, no quiere decir que los dejé de lado :3. Los continuaré. Este se me ocurrió mientras escribía subiendo a la fama y Luz en la oscuridad y quería escribirlo. Espero que comience de su agrado.
-Pareja: Ya decididas y en su momento.
-Capítulos: ??
-Tema: Romance, acción, misterio, sensualidad, UA, Drama.
-OOC. (aunque intentaré que no X.X)
(Por ahora estás n.n)
Resumen:
Los pasados siempre atan a las a personas, sean para bien o para mal. La angustia puede volver cuando te encuentras con alguien que vio tu mayor horror de infante. ¿Lograrás proteger a alguien, cuando es quien más dolor te crea?
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Fic: loving guardian
Autora: Chia-Uchiha o pervert-chan.
Prólogo.
Encuentro.
Los jardines mostraban un gran cuidado y las flores maravillaban la vista con su posición. Seguramente, la persona que se encargó de aquella decoración podía estar perfectamente orgullosa de su colorido. El estilo japonés mandaba sobre todas las cosas y el marcado puente de tosca madera antiguo, demostraba que hacía años había sido garantizado por el estilo nipón.
El aire movía sus cortos cabellos mientras mantenía la espalda recargada contra la única barandilla que protegía el puente. Aferró la copa de champán con aburrimiento y buscó en el interior de la fiesta. Intranquilo por aquella invitación no podía hacer otra cosa que preocuparse por los cambios que amenazaban la llegada una tormenta. Al compás de una música bailable, los comentarios se perdían entre los labios de los presentes y eran cubiertos por las ondas bocales del cantante en directo.
Entre las figuras galanteadas con vestidos caros a la moda, trajes de chaqueta recién lustrados por un modista, visualizó a la que esperaba. Hacía demasiados años que trabaja para él y como siempre, tenía que estar presente durante las intervenciones a los contratos, sin embargo, aquel día era diferente. Le había extrañado la forma en que todo estaba sucediendo. Una invitación privada a los terrenos de los Ryuzaki's. Yohei Ryuzaki había llamado privadamente a Tezuka Kunimitsu para su reunión de trabajos. En pocas palabras, la fiesta era una tapadera.
Conocía a Tezuka desde que lo recogió con doce años. Se podría decir que todo cuanto era ahora se lo debía a él. Quizás, debió de matarlo cuando lo vio de aquella manera. Todavía podía escuchar el repiqueo de la lluvia chocar contra los cuerpos inertes y como la culata de la pistola escapaba de su mano. Tezuka simplemente lo miró y le ofreció un lugar donde vivir y cobijarse. A regañadientes aceptó, sin embargo, no se arrepentía de ello. Él mató a la persona que mató a sus padres y fue recogido por uno de los mejores asesinos de Tokio.
Decían que las bandas de yakuzas eran impresionantes, pero él mismo las había visto huir y esconderse de ellos. No eran policías. No irían a por ellas. No, a menos que estuviera escrito en su contrato. El grupo al que él mismo pertenecía, precedido por Tezuka Kunimitsu, era conocido como Seigaku y formado por más hombres. Algunos de ellos pululaban por la zona y otros seguramente, estarían en alguna misión. Cada uno de ellos había sido minuciosamente entrenado por Tezuka, o su anterior maestro, el cual hacía poco falleció.
Tezuka le había enseñado demasiado verbalmente y lo respetaba como líder que era. De personalidades parecidas, ambos chocaban como témpanos de hielo que extrañamente conseguían entenderse a la perfección y con una simple mirada por parte de ambos. Quizás podría considerarlo con un padre. Con veintiocho años de edad, Tezuka se había retirado únicamente al trabajo de oficina y aunque era un experto asesino, no se mostraba en el terreno a menos que fuera necesario. Las reuniones, como siempre, debían mostrar su cara y pocas veces hacía gala de los hombres que trabajaban para él. Parecía extraño que un hombre con solo treinta años se retirara, teniendo en cuenta que muchos de Seigaku tenían esas edades. Pero muy pocos conocían la verdadera razón de su aislamiento.
Si tuviera que pensar en sus compañeros, podría clasificarlos como molestos metomentodo, aunque tampoco podía negar que disfrutaba verlos en combate. Aunque debido a su oficio era algo imposible. Shuychiro Oishi era como una madre para todos y cualquiera que lo viera, no encontraría cabida alguna a su profesión. Era mayormente uno de los secretarios en la oficina de pega que tenían, pero también era demasiado eficiente en su dúo con Kikumaru Eiji. El más alocado de todos ellos y el más ágil, podría decir. No. El de mejores reflejos, pero con pilas agotables.
El tercero en banda Inui Sadaharu, el hombre de datos que parecía siempre tener a mano un plan y observar a sus víctimas hasta el alma. Era alguien que le gustaba destrozarlas mentalmente y, a veces, podría suplantar al maquiavélico Shyusuke Fuji. Ambos, estaba seguro, qué si lo ponían de equipos, sus víctimas ansiarían la muerte antes qué ser torturados por ellos.
Por suerte, tenían el dúo de gracia, al menos, para él era divertido verles pelearse cada dos por tres y hacer qué los anteriores quedaran en pañales de atención. Kaidoh Kaoru y Momoshiro Takeshi. No eran un dúo inseparable, pero tampoco podían estar el uno sin el otro demasiado tiempo. Pocas veces actuaban juntos, pues por todos era conocida la disponibilidad qué tendría la víctima para escapar.
Por último, tenían a Kawamura. Un hombre con doble personalidad y la más potente llegaba cuando tenía en sus manos una de sus pistolas, o espadas. Cuando era el hombre normal y tranquilo, bien podría suplantar a Oishi en su deber de calmar los aires entre ellos.
Por su parte, prefería la tranquilidad y no mezclarse demasiado con los demás. Ryoma Echizen, de carácter frio y solitario, había sido totalmente indiferente siempre a lo que sucedía en su alrededor, siempre y cuando, no formara parte de su trabajo. Centrado siempre en este, era incapaz de ver más allá y por eso mismo, se había convertido últimamente en la diana primordial para las bromas de sus compañeros.
Alzó su cabeza en busca del extenso manto de estrellas parpadeantes y brillantes. Movió la copa con lentitud, disipando las burbujas qué líquido dorado dejaba escapar. Ni siquiera se molestó en bajar la cabeza para divisar la pareja de féminas qué pasaba ante él, alzadas sobre zancos de madera y con kimonos rosados a dispares. Aquello jactaría las burlas de los mayores si lo vieran y de nuevo, sería el hazme reír por pasar por alto el sexo femenino.
-Echizen.
Bajó la mirada hasta encontrarse con el serio Tezuka, el cual lo miraba con atención sospechosa. Suspiró. Aquel trabajo estaba claramente creado para él. O mejor dicho, mandado. Esa mirada significaba con claridad es tu turno y no tienes vuelta atrás.
Suspiró y dejó la tambaleante copa sobre el filo del puente, siguiendo al mayor hasta el interior de la casa. Comenzaba el trabajo.
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Había disfrutado viendo la costosa reparación del jardín que ella misma había diseñado. Lo único que todavía conservaba ese aire antiguo era el puente de madera que unía la entrada con la salida de la casa. EL resto había sido decorado con toques actuales de la era japonesa y no se arrepentía. Su padre todavía tenía que dar el visto bueno a su trabajo y catalogar si estaban siendo productivas sus clases en la universidad o no.
Sin embargo, este había roto su entrevista familiar por otra de asuntos de trabajo. No debía de estar molesta por algo así. No era la primera vez que sucedía, pero esta vez era diferente. No solo había roto su promesa de pasar la noche con ella, ya fuera viendo películas de terror o charlando de las maravillosas tardes que habían pasado junto a su difunta madre, si no que había osado montar una fiesta. Una fiesta que no tenía ni pies ni cabeza en su egocéntrica celebración.
Por otro lado, podría decir que estaba totalmente desilusionada con la celebración sorpresiva, pues ni siquiera, había tenido tiempo de cambiarse. Le gustaban los quimonos. Los adoraba. Y por eso mismo, era, junto a su sirvienta personal, la única que portaba un caro kimono rosado y zuecos de madera. Su larga cabellera había sido usualmente recogida en una larga trenza y perfumada con jazmín.
En pequeños y delicados pasos había logrado llegar hasta el despacho de su padre, donde Tomoka Osakada, su joven sirvienta, le había informado qué su padre le esperaba con dos hombres de negocios. Inquieta, había abierto la puerta para adentrarse en el despacho de Yohei Ryuzaki. Ignorando en su pequeña rebeldía a los asistentes, regañó con la mirada a su progenitor, el cual sonrió ampliamente, al parecer, satisfecho por su regañina.
-Esta es mi hija- presentó levantándose de la mesa- Sakuno, cariño, quita ese ceño fruncido.
-No puedo hacerlo, papá- suspiro con dolencia- me has fallado por una reunión de negocios.
-De negocios no, cariño. De seguridad.
Sus orbes cobrizas fueron cubiertas repetidas veces por sus parpados y fue entonces cuando se dignó en observar a las dos altas figuras qué se habían mantenido alejadas. Si su padre no les hubiera dado cabida en la conversación, estaba segura que hubiera llegado a olvidarse de ellos y pensar que eran simples muebles postrados.
Los rostros serios y las posturas firmes la hicieron sentir deseos de arrodillarse y llorar. No sabía la razón. Únicamente que aquellas miradas parecían ansiar traspasar su alma. Se pellizcó una de las manos que era cubierta por una de las anchas mangas del kimono para asegurarse que respiraba y no era de piedra.
-¿Seguridad… papá?- Preguntó.
Pero no con la intención de saber si ellos eran la seguridad. No. Quería saber si tenía qué llamar a los hombres que los custodiaban. Aquellas personas realmente daban miedo. Y también tenía cierta certeza de que los pocos guardaespaldas de su padre, no conseguirían nada contra ellos. Se mordió el labio inferior y maldijo su instinto. El mismo que siempre le hacía ver más allá de lo que deseaba.
-Sí, cariño, seguridad- afirmó el hombre volviendo a sentarse- seguridad… para ti.
Giró su cabeza para mirar a su padre, ahogando un gritito de sorpresa y el movimiento de sus pies alzarse ante la incredulidad. ¿Seguridad para ella? Ya tenía a Tomoka. Osakada había enseñada como una de las mejores asesinas femeninas que se hallaran en Japón, no necesitaba más. Quien sí necesitaba seguridad era él. Su padre estaba perseguido incluso por bandas peligrosas y grotescas.
-Papá… ¿Qué dices?- Preguntó alarmada- Eres tu quien…
-No- interrumpió el hombre con rapidez-. Eres tú quien la necesita. Osakada no puede siempre estar protegiéndote. Sus deberes como tu nana la llaman y hay veces que estás sola. Estos hombres te protegerán.
-¡Exageración!- Exclamó temblando- me dan miedo… prefiero que te los quedes tu.
Yohei rio con fuerza, sorprendiéndola. Nunca había visto a su padre burlarse de ella, tratarla como si de una niña pequeña se tratase. Menos, ante personas adultas frente a ellos. La mano que acariciaba sus cabellos castaños infantilmente le producía vergüenza innecesaria. Tomoka ahogó una sonrisa bajo su mano y ella se alejó de él.
-¡Papá!- Exclamó enrojecida- no soy… una niña chica…
-Sakuno, no tienes objeción. Ellos serán tu guardia personal a partir de ahora. Trátalos bien, por favor.
-Pero papá- intentó defenderse- me pusiste a Tomoka porque era una mujer… y ahora…- sintió sus mejillas arder- me pones hombres…. Hechos y derechos…
-Lo sé- afirmó el hombre liberando un largo suspiro- por favor, sé buena y deja que ellos se encarguen de ti. Es tu padre quien te lo pide…
Suspiró derrotada. Por muy enfadada que estuviera con él, no entraba en su carácter tirarle los carros a su progenitor. Pero no era tan inocente como para no comprender que había algún secreto tras sus ruegos de protección. ¿Qué tenía ella para que tuviera que ser protegida por aquellos hombres?
-Está bien…- aceptó finalmente- Pero…continuaré viviendo en mi casa.
Yohei afirmó. Observó a los dos hombres por un instante. Uno más alto que otro. Con aspectos serios y cierta frialdad en sus ojos. Quizás el mayor, de gafas, pudiera ser algo más amable.
-Sus nombres- rogó con temor inusitado- por favor.
-Tezuka Kunimitsu- se presentó el castaño- y mi compañero Echizen Ryoma.
Afirmó con una leve inclinación como respeto, observándolos con atención nuevamente. Tomoka se movió rápidamente a su lado, cubriéndola con la manga del kimono cuando unas gotas de coñac caían contra su rostro. Cuando la manga se alejó, permitiéndole ver, Tezuka mantenía el vaso entre sus manos mientras mantenía el ceño fruncido.
-¿Quién fue tu maestro?- Preguntó sin apartar la mirada de Tomoka.
-No tengo maestro- respondió ésta sacudiendo la manga- únicamente, deseo proteger a Sakuno. Nada más.
-Nadie aprende sin un maestro-. Rectificó Tezuka sin convencimiento- pero bueno. ¿Dónde vive la señorita?
Sakuno tanteo el terreno. Tezuka había puesto a prueba a Tomoka con unas simples gotas. Sabía que con la perfecta visualidad que tenía la chica las detendría. No lo había hecho para mojarla a ella. Al hacerlo, logró divisar la pistola que guardaba en la axila. Miró hacia la puerta y suspiró.
-Os llevaré…
-¿No te vas a quedar para ver la fiesta?- Preguntó Yohei alarmado.
-No…- negó como último toque de rebeldía- hoy era nuestro día, papá. No puedo creer que lo olvidaras. Por favor, síganme.
La frialdad no era una de sus mejores cualidades, pues no le gustaba usarla demasiado, especialmente, cuando se trataba de su padre. Éste siempre se había esforzado por darle lo mejor, pero era demasiado protector con ella. A los veinte, cuando comenzó los estudios en la universidad, su padre se negó a dejarla ir a vivir en esta, pero, a cambio, le compró una pequeña casa cerca del lugar. No podía negarse, pero precisamente por eso, creía que su padre había decidido contratar nuevos guardaespaldas.
Desde niña la había educado como una recta mujercita, o hija digna de ricos. Sus gustos por lo japonés y los kimonos en especial, fueron entregados por parte de su madre y abuela. Aparte de la decoración de jardín, disfrutaba con la creación de kimonos tanto femeninos como masculinos. Y sus estudios estaban basados en ellos.
Se detuvieron ante una casa decorada al estilo japonés por igual y dejó a un lado los zancos, sintiendo el calor emergente de el tatami sobre sus calcetines. Tomoka la imito y los hombres la miraron con cierto reacio a hacerlo. Sin embargo, ante una mirada de el más alto, ambos descubrieron sus pies.
-¿Cuántos hombres son?- Preguntó con curiosidad- ¿solo ustedes dos?
-Somos suficientes- respondió Tezuka con el ceño fruncido- únicamente, Echizen y yo, seremos quienes habitaremos con usted.
-Com… comprendo- aceptó reticente.
Al parecer, ni ella misma podría estar al tanto de cuantas personas pensaban protegerla, pero algo le decía con cierta fuerza que no iban a ser solo dos como había señalado él. Seguidos por una inquieta Tomoka, les enseñó sus dormitorios, sin embargo, Tezuka, aunque aceptó el suyo, negó el de Echizen.
-¿Perdón?- Había preguntado alarmada- ¿Cómo ha dicho…?
-Una habitación conjunta a la suya- repitió el hombre colocando las manos tras su espalda- es necesario.
-Ya tengo a Tomoka- se defendió avergonzada.
-No es uno de los nuestros- espetó con negligencia- Echizen se ocupará personalmente de su seguridad. No encuentro otro mejor.
Arrugó el ceño molesta, pero no le quedaba otra que ceder. Además, no se sentía nada capaz de pelear contra aquella decisión. Miró tras el serio hombre, encontrándose con el rostro aburrido del acompañante. Desinteresado en la conversación, prestaba atención a los efectos japoneses de la decoración. Cierto regocijo de felicidad la invadió y sonrió tontamente mientras su mirada continuaba posada en él.
-Regla número uno, señorita- alzó la voz Kunimitsu-: nunca enamorarse de uno de mis hombres.
El calor inundó su rostro anunciando vergüenza. Agachó los párpados en intención de cubrir sus ojos y rodó sobre sus tobillos, dándole la espalda.
-Me ha… confundido, señor- expresó con voz más temblorosa de lo que deseaba- síganme…
Los guió hasta su dormitorio. No era demasiado alarmante, pero le servía bien para sus ratos de tranquilidad. Pese a que la casa era grande, donde mayormente trabajaba en sus ratos de inspiración, era su dormitorio. Especialmente, para los estampados de los Kimonos. Los bocetos para los exteriores, disfrutaba plasmándolos mientras descansaba tranquilamente en el jardín, fruto de su inspiración.
Observó con interés los movimientos del hombre, tanteando el terreno, golpeando las paredes con el dorso de sus puños y frunciendo el ceño. Ella misma parpadeo asombrada cuando descubrió la habitación secreta, en la cual, había suficiente espacio para que viviera una persona.
-Echizen- llamó- dormirás aquí.
Intentó protestar, pero antes de que tuviera tiempo, el peli verde se adentró en el hueco de la habitación, tanteando el terreno. Imitó al hombre en la observación y encontró la siguiente salida al exterior. Una sonrisa altanera se mostró en sus labios y Tezuka pareció comprender.
-Veo que esa era su salida de emergencia, Ryuzaki-san.
Afirmó preocupada. Era posible que aquel hombre interpretara incorrectamente la idea de salida de emergencia. No era un escape para noches alocadas. Si no de seguridad. Fue su padre quien lo creo. Si por ella fuera, mucha de las estancias serían remodeladas. Las vías de escape a veces podían convertirse en puertas para intrusos. Suspiró derrotada y miró a Tomoka.
-Que preparen ese cuarto para el señor…- lo miró dando a entender que no recordaba el nombre.
-Echizen- respondió éste con desgana.
-Para el señor Echizen- terminó sonriendo a Tomoka con despreocupación- asegúrate que todo esté de su agrado.
-Sí- afirmó Osakada desapareciendo de la vista.
Esperó unos minutos antes de mirarles de nuevo y sentarse sobre la silla ante su escritorio. Movió con elegancia los dedos sobre el tapiz de la mesa y sujetó un sobre.
-Esto es lo que en realidad tienen que proteger, ¿cierto?
Tezuka negó, asombrándola. Estaba segura que lo que su padre quería proteger era el sello que abriría las puertas de su dinero. Su madre se lo entregó antes de morir, como anterior guardiana. Y ahora, ella era la guardiana. Lo peor de todo, es que hasta ella misma desconocía el lugar donde se encontraba el secreto guardado de su familia.
-¿no… no lo es…?- preguntó con la voz pastosa- imposible.
-Nuestras órdenes son de protegerla a usted, Ryuzaki-san. No ningún sobre o llave extra. Espero que en adelante lo tenga en cuenta.
Mordió sus labios con preocupación. ¿Realmente necesitaba tanta vigilancia? Ella conocía el peligro hacia el dinero, pero no su persona. Nunca había sido víctima de un atentado contra su padre o cualquier otro acto. Encontraba la seguridad de su vida demasiada alta.
-Está bien…- aceptó a regañadientes- por favor, siéntanse como en su casa.
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Fingida fuerza. Carácter débil. Cuerpo fino y delicado. Estaba seguro de que algo había tras todo. Defender a una de las chicas adineradas no era algo que ellos tuvieran que hacer. Eran todo lo contrario a guardaespaldas. Ellos mataban a esa clase de hombres, no ejercían de protectores. Sin embargo, quizás por la delicadeza de aquella muchacha, Tezuka había aceptado el extraño trato.
Pero, si cobraban por ello, él no sería quien se negara a cumplir las órdenes. Aunque tenía cierta reticencia al tener que cargar con una mujer de aquella calaña. No le gustaban. Las había visto por todas partes. Pidonas, de gustos refinados que llegaban a ser hasta asquerosos. Cuerpos de plástico al que solo pensaban alimentar cada vez más para conseguir los mejores maridos adinerados y los amantes amigos de su esposo.
Sin embargo, esta mujer le había sorprendido totalmente. La finura de su cuerpo bajo aquel rosado kimono indicaba su disponibilidad a cualquier caída o herida. Su gusto por la decoración japonesa usurpaba las decisiones de las mujer que había visto, demasiado atraídas por lo occidental.
Revisó nuevamente la que sería su habitación por un tiempo y entrecerró los ojos, sintiendo el suave aroma de flor de Sakura que amenazaba con acariciar cada fibra de su olfato.
Tezuka había seguido a la joven en busca de su habitación y protección. Durante la soledad, se encargó de revisar la estancia femenina. Un rincón caldeado donde iría el futón sobre los tatamis. Un armario pequeño recibía los kimonos diarios, junto a ropa interior de tonos delicados y bastante sexys, y otro, eran telas preparadas para su utilidad como estos y recibir los estampados que ella misma crearía. No faltaba la ropa común, con diseños clásicos y poco exagerados en antigüedad.
Caminó hasta el tocador de madera oscura y pequeño. Seguramente, con la larga melena que tenía, tendría que pasar una larga hora arrodillada ante éste para peinarlo, perfumarlo y elegir una de las largas cintas de colores que guardaba en un pequeño frasco perfumado, junto a pequeños botecitos de perfume. Maquillaje leve en un neceser y pendientes pequeños.
El escritorio no era un panorama poco desordenado. La mujer adoraba el orden al parecer. Sobre el tapete se encontraban algunas manchas de tinta, tal y como anteriormente había podido ver restos en uno de sus dedos. Seguramente, cuando el señor Ryuzaki la hizo llamar, ella estuvo dibujando, pero, ¿Qué? Alzó el tapete en busca de el pico que sobresalía, pero una mano sobre el tapete se lo impidió.
-no debería de cotillear las cosas de los demás.
Alzó la mirada para descenderla hasta el rostro serio de la mujer. Osakada Tomoka era una ferviente, al parecer, defensora de su señorita. Frunció las cejas y se encogió de hombros, alejándose del escritorio en señal de que el interés se había apaciguado. Sin embargo, ella no. Alzó su brazo al tiempo de retener el golpe y la rodó sobre sus pies para apresarla entre sus brazos. Su espalda chocaba contra su pecho, relatando su diminuta figura. ¿Cómo una mujer así podría ser tan fuerte?
-Suéltame- ordenó brusca.
-Hnm…
Y la dejó libre. Sabía que no se lo decía por rendición, mucho menos porque le tuviera miedo. Era una asesina enseñada a proteger a una niña de papá. Y podría decir que era buena, pero… no duraría demasiado contra él. Ella le miró furiosa en su rebeldía, para después, pasar a una mirada de adoración. Parpadeo confuso. ¿Qué demonios la había llevado a cambiar de ese modo?
-Si no estuviera ya casada, te violaría aquí mismo- amenazó sonriendo con amplitud Osakada.
-Exacto, estás casada y conmigo- reprendió una voz gritona y demasiado altanera.
Osakada gruño, encogiéndose de hombros y mirando a la figura masculina que había entrado acompañada por otros dos jóvenes. No era un guaperas ni mucho menos para jactarse de aquel modo, pero si amaba a la castaña, suponía tener todo el derecho para mirarle con recelo cuando su mujer había soltado claramente que deseaba acostarse con él.
-¿Echizen?- Preguntó el hombre asegurándose de su nombre. Afirmó- bien. Ven conmigo para preparar tu dormitorio. La señorita Ryuzaki nos lo ha ordenado. Tomoka, deberías de ir con ella.
-Que sí, que sí, Satoshi- se defendió esta suspirando antes de alejarse.
La observó correr. Hasta la forma de caminar la delataba. Seguramente, no habría tenido un mal maestro, pero al parecer, Osakada se negaba a comunicar quien fue su mentor. ¿Ryuzaki lo sabría? Sacó la idea de su cabeza. Tampoco era tan necesario saber quien enseñó a Osakada su estilo de lucha. Si hasta ahora había logrado que Ryuzaki estuviera bien, ya era algo.
Pasó nuevamente la mirada por la habitación, encontrándose con un diminuto kimono dorado. Seguramente perteneciente a un infante. Rozó su mejilla derecha para evitar la escozor de el picor natural y sopesó las posibilidades. ¿Había estado embarazada?
-Listo- señaló Horio palmeando sus pantalones- su habitación está lista. No me gusta nada que duerma junto a la señorita… capaz de hacerle algo.
No escuchó sus relatos. Aquel hombre parecía de palabrería fácil, o quizás, le tenía manía por lo dicho por su esposa de violarle. A saber. No era algo que le llamara la atención. Rodó sobre sus pies en busca de los demás. Tezuka parecía realmente interesado en los movimientos de la castaña y no perdía detalle de cada uno de estos.
Cuando se acercó hasta ellos, Ryuzaki inclinó levemente la cabeza como recibimiento.
-Comentaba… con su jefe… el horario…- murmuró-. A las siete suelo levantarme para ir a la universidad. A las siete y media desayuno en una de las cafeterías… a las ocho comienzo las clases y… salgo a las doce y media… -se frotó las manos nerviosa- a la una… tengo cita para la rehabilitación y a las dos y media comemos…- alzó la vista pensativa-. A las tres vuelvo a clase hasta las cinco y… si no surge nada… termino de estar fuera de casa. A las nueve se suele cenar- inclinó la cabeza- disculpen que solo pueda ofrecerles comida japonesa.
Se detuvo un instante, seguramente en espera de represalias. Él no se las daría. Había nacido en América, pero disfrutaba de la comida japonesa como un infante, aunque bien podía reconocer que comía por ocho.
-¿Alguna pregunta, Echizen?- Interrumpió sus pensamientos Tezuka.
-No- negó con desinterés.
-Bien- afirmó Kunimitsu cruzándose de brazos- por ahora, la vigilancia será normal. Echizen irá con usted junto a su compañera Osakada, como siempre. A la primera señal, se aumentará la protección.
-Por favor…- murmuró la joven acomplejada- es demasiado…
Tezuka no continuo escuchándola. El teléfono vibró en sus pantalones, rompiendo la conversación que no llegaría a ninguna parte y se alejó hasta salir al jardín, dejándolos solos. Se apoyó en la pared, tranquilo y algo sonámbulo. La castaña suspiró cansada y alzó sus manos hasta sus largos cabellos, en el intento de liberarlos de su cautiverio. Los mechones cayeron como cascadas sobre sus hombros y cubrieron parte del kimono. El rostro cambio totalmente y le obligó a abrir los ojos. Ella sonrió con dulzura, mirándole atentamente.
-Cuanto tiempo sin verte… Ryoma-kun….
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Notas autora:
Bueno, creo que ya se hacen una idea. Puede que el resumen confunda un poco, pero tiene mucho que ver en la historia. La intriga comienza entre ellos. ¿Cómo será el día de ambos en adelante? ¿De qué se conocen? Hay muchas cosas infiltradas entre las frases, que les aconsejo fijen gran atención, pues descubrirá muchas cosas y en adelante, disfrutaré mucho al leerles decir: "me lo imaginé" "¡Lo sabía!".
Aclaraciones de la historia (leer siempre para no perderse)
Como pueden ver, Ryoma pertenece a un grupo de asesinos y Sakuno es hija de casa buena. Sé que igual puede parecerse a la historia de PuccaLv (si ella misma me dice que la borre, porque le molesta el parecido, lo haré con gusto n.n) Pero, les aseguro que, aunque sea de parecer, no son idénticas. Ella juega con los Yakuzas, y a veces, no resultan ser igual que los asesinos de los que yo hablo, pues no tienen ningún ligamen con los Yakuza. Y que estos son asesinos a sueldo y no para mantener su altura políticamente y en gánsteres.
Por otro lado, Sakuno guarda muchos ases en la manga que todavía están por descubrirse. Le he dado el gusto por los Kimonos y los paisajes, especialmente, el estilo japonés. El país donde viven, sigue siendo Japón, pero es un Japón demasiado fuera de tópicos, por eso, Sakuno disfruta de su cultura original, ya olvidada. Se podría decir, que de Japón solo queda sus habitantes.
El secreto de la protección hacia Sakuno será normal que no lo encuentren, aunque algo está dicho entre líneas, pero no dije claramente de qué se trataba. Será resuelto más adelante.
Y creo que ya no quedan más explicaciones. Como en todos los fics, las iré poniendo más o menos en todos los capítulos, así que estad atentos para no llevaros un lio n.n
Por otro lado, sigo con las preparaciones para el viaje, pero intento actualizar y trabajar en la historias. Recuerden que no las abandono n.n
Chía.
