I Prefacio.

-¿Estás segura?- preguntó por décima vez.

-Sí, maldita sea hazlo de una puta vez- si seguía pensando me iba a arrepentir, me estaba cansando con tanta cháchara.

-¡Bella!- me reprendió mi madre -¡La boca!- agregó enojada.

-Está bien- dije de forma monótona -Disculpe señor, pero hágalo de una maldita vez-

Y clavó la maldita aguja, en la maldita oreja y todo el maldito dolor se extendió por todo el maldito costado. Un pequeño alarido se escapó de mis labios junto con una pequeña lágrima. Miré a mi madre y la muy maldita se estaba riendo.

-Te dije que te iba a doler- comentó dejando escapar una risita.

-Perra- sisee en voz casi inaudible, pero no fue así ya que el hombre carnicero, nótese el sarcasmo, largó una risita.

Pagamos y salimos de ahí. El dolor era inaguantable, pero quedaba genial.

Llegue a casa y me tiré en mi cama. Una meta más cumplida. Ahora faltaban mis mechas azules, un reto bastante fácil.

Pobres papi y mami que hija complicada les tocó.