La historia es mía, y los personajes con sus descripciones pertenecen a Stephenie Meyer, autora de Twilight. No al plagio
Sé que no tengo perdón de Dios por abandonar otras historias, pero así soy yo, empiezo unas, termino otras, espero poder ponerme al día que todas así las termino de una buena vez! jaja, las quiero chicas, gracias por leerme, esta es una de las mejores historias que me tocó todo porque no es el típico Edward, y nada, tengo una obsesión con los bajistas.
Maggie
Capítulo 1
Era una tarde aburrida para Bella Swan, vaya, que raro. Se la pasaba entre libros, lápices y cuadernos, incluso de vez en cuando dibujando. No salía muy a menudo de su habitación, y si lo hacía era debido a alguna petición de sus padres, quienes aún tenían esperanzas en una posible vida social para su hija. Charlie la observaba por la puerta entreabierta de la habitación. Ella leía uno de aquellos libros de novelas, con páginas y páginas que parecían interminables. Reneé suspiró de decepción enviándole una tibia brisa al hombro de Charlie. Éste se giró hacia su mujer.
— ¿Crees que seguirá así toda su vida? —susurró Reneé.
Charlie negó.
— No lo sé cariño, pero ella siempre fue así, adora todo lo que tenga que ver con la lectura y la escritura, supongo que no debemos entrometernos en algo que ella ama tanto.
Ella asintió comprendiendo.
— Ayer por la tarde, cuando ella salió a comprar libros, encontré esto en su escritorio— dijo Reneé acercándole un volante.
CURSOS LITERARIOS - TURNOS MATUTINOS Y NOCTURNOS
"Apenda a manejar su imaginación"
INTERESADOS: 5567-6433
— ¿Donde es? —preguntó Charlie interesado.
— Llamé y es algo lejos, pero no demasiado, tendrá que tomar sólo un autobús.
— ¿Llamaste?
Charlie estaba sorprendido.
— Por supuesto, llamé para inscribirla, pero el cupo matutino estaba lleno, decidí anotarla en el nocturno antes de que se llenara también, sé que ella querría ir.
— ¿Porque no nos habría avisado si tenía tantas ganas de ir?
Reneé negó sin saber que contestar.
— ¿Cuando empezaría?
— Esta noche, pero no sé como decirle...
Ambos observaron a la muchacha despreocupada aún tirada sobre su cama, leyendo como si todo dependiese de ello. Charlie sonrió y empujó la puerta, ganándose la atención de Bella, quien bajó el libro para mirarlos.
— ¿Pasó algo papá?
— Bueno, este... tenemos una sorpresa para tí, cariño.
Bella frunció el ceño.
— Encontré algo que tal vez pueda llegar a ponerte feliz —sonrió Reneé
— Ya mamá, dime que es.
Reneé le mostró el volante y Bella no comprendió que quiso decirle.
— Tu madre acaba de anotarte para que vayas —rió Charlie.
La sorpresa de Bella se convirtió en absoluta felicidad y se tiró a los brazos de los dos.
— Quería anotarme, pero sé que a ustedes no les agrada que esté siempre haciendo lo mismo, y que no me relacione mucho con la gente... —dijo muy rápido.
— Tranquila Bells, aceptaríamos cualquier cosa que a tí te guste, y prepárate que tus clases comienzan esta noche
Bella se sorprendió ante las palabras de su madre.
— ¿Esta noche? —casi gritó.
— Sí, tienes clases de diez a once y media, iremos a por tí hasta que podamos comprarte un coche si quieres, no hay necesidad de que vuelvas sola, cariño.
— Oh, no te preocupes mamá, se manejarme en autobús tranquilamente, no hay necesidad de gastos en un coche, sabes que ni siquiera lo usaría.
Charlie rió.
Además, el presupuesto de la familia Swan últimamente había sido algo apretado, Reneé iba y venía dando clases de piano en algunos institutos y Charlie aún conservaba algun dinero de sus épocas de músico. Sí, los padres de Bella siempre habían estado ligados con la música, sobretodo su padre. Charlie adoraba todos los recuerdos de su adolescencia, su guitarra, su pasión por las buenas bandas, era el día de hoy en el que nadie podría separarlo de su hermoso bajo. Siempre había sido su adoración.
La casa de los Swan era justa para ellos, algo pequeña, pero confortable, dos habitaciones, dos baños, la cocina y el salón, justo para una familia de tres integrantes. Bella no tenía mucho en su habitación, no era amante de la tecnología ni nada de eso, asi que se limitaba a tener bibliotecas llenas de libros y una buena lámpara en su escritorio para escribir por las noches, eso era todo.
— Bueno, el deber me llama —rió Charlie caminando escaleras abajo.
Reneé y Bella rodaron los ojos, justo antes de escuchar como Charlie enchufaba la guitarra al amplificador de la sala y comenzaba a entonar algunas notas tranquilas.
— Jamás lo liberaremos de su juventud —bromeó Bella.
— Y a tí nunca de tu maduréz —rió su madre.
Bella rodó los ojos y se encaminó a su habitación sonriendo.
Las horas pasaron demasiado rápido, y cuando quiso darse cuenta ya se encontraba frente al edificio en el cuál aprendería todo lo que a ella siempre le había gustado acerca del mundo literario.
— ¿Estás segura que no quieres que venga por tí? —preguntó su padre algo preocupado mientras
Bella bajaba del coche. Ella negó con una sonrisa.
— Bien, cuidate mucho cariño, te esperaremos despiertos con la cena.
— Adios papá.
Ingresó al edificio sin saber hacia donde ir, no habia mucha gente, supuso a que se debía al turno nocturno, o tal vez todos ya se encontraban en sus salones. Tomó la publicidad del lugar esperando que le de algún indicio de hacia donde ir y comenzó a caminar por los pasillos sin saber hacia donde ir. Quiso preguntarle a alguien si sabía como llegar hacia donde ella quería pero su timidéz pudo más, además la gente allí casi le doblaba en edad y se sentía algo reprimida por eso,
— Lo siento cariño —le llamó una mujer con una preciosa voz —, ¿sabes como llegar al salón de literatura?, estoy algo perdida.
Bella levantó su mirada y sonrió automáticamente ante la sonrisa tierna de la mujer, la cual supuso que tendría unos 35 años, no parecía muy vieja, su rostro en forma de corazón era tan bonito como su cabello caramelo y sus ojos verdes. Por un momento deseo que la tierra se la tragase, si una mujer era así de bella casi a los 40 que le esperaba a Bella y su patético cabello marrón y ojos chocolates.
— Le diría con gusto, pero también estoy perdida —respondió Bella sonrojada luego de un minuto de silencio por parte de ambas.
— Oh bueno, no habrá problema con que me acompañes a averiguar donde estamos entonces. Soy Esme Cullen —dijo la mujer estirando su pequeña mano frente a Bella quien no tardó en tomarla y darle un apretón cariñoso.
— Isabella Swan —respondió.
Parte dos.
— Hey chicos —saludó Edward traspasando la puerta del amplio Garage.
Emmett palmeó la espalda de su amigo en respuesta y Jasper se apresuró para chocar puños con los dos.
— Tenemos todo listo —se emocionó Emmett mientras corria hacia su batería. Jasper corrió a la guitarra y Edward se acomodó ágilmente en el bajo.
Todos sonrientes. Era algo con lo que soñaban de chicos, formar su propia banda, y ahora, con 19 años, prácticamente tenían la vida que querían. Todos estaban llenos de lujos, la familia Hale tenía millones en su cuenta por empresas bancarias, y Jasper se aprovechaba de los viajes diarios de sus padres para utilizar su popularidad en la Universidad creando las mejores fiestas en su casa que cualquier alumno promedio llegaría a pagar en años.
Emmett se limitaba a alardear la compañía de autos de su tío abuelo, sus padres lo apoyaban en cualquier capricho, cosa de lo que él estaba totalmente acostumbrado, su más reciente adquisición gracias a sus padres fue nada más y nada menos que la prima de Jasper, Rosalie Hale, una joven modelo curvilínea, rubia, voluptuosa y de impresionantes ojos celestes que los Mc Carty prácticamente le regalaron para su cumpleaños.
Y por último Edward. Criado sólo por su madre Esme Cullen, su padre actualmente residía en Londres, Inglaterra, por cuestiones laborales, y él hace más de cinco largos años que no lo veía. A pesar de su corta edad era un gran fan de la cerveza y fumaba a por montones, su cuenta bancaria era enorme, pero sólo vestía chaquetas de cuero, pantalones negros o rasgados, incluso remeras de bandas que compraba por internet, nunca se preocupaba por su imagen ni por causar una buena impresión, salvo cuando quería conquistar a una chica.
Entre los tres eran los peores rompecorazones en lo que del sexo femenino se refería. Las relaciones no duraban más de un mes, incluso en su mayoría eran relacionadas sólo con sexo, diversión y nada más, podían usar tantas chicas como lo disponían, y eso lo controlaban orgullosos.
Tocaron juntos por horas, no le preocupaban volver tarde, sus padres nunca los controlaban, pero aún así decidieron continuar al otro día. Se despidieron y cada uno se montó en sus flamantes coches hacia sus casas.
Edward observó perderse en la carretera a Jasper en su Porshe plata y a Emmett en su Jeep azul y se subió a su Volvo negro luego de asegurarse de que nada se le olvidaba, aún así, regresaría mañana al Garage que le pertenecía a la actual chica de Jasper, Alice.
Aceleró a toda velocidad mientras la típica lluvia de la ciudad le dificultaba cada vez más la visión, cortó camino por calles en contramano y salteó varios semáforos en rojo. Digamos que para Edward había cosas peores que un par de multas. Aparcó ágilmente en la entrada de su casa y corrió dentro intentando en vano de resguardarse de la torrencial lluvia. Estaba empapado de pies a cabeza y no tuvo mejor idea que sacudirse el cabello en la mitad de la sala.
— ¡Oye! —lo pilló su madre—. Sé todo lo rebelde que quieras pero ten cuidado con mi alfombra—regañó con un deje de simpatía en su voz.
Edward rodó los ojos y Esme sonrió, dándole un toque de luz a su precioso rostro en forma de corazón.
— Que raro levantada tan tarde mamá —comentó Edward caminado hacia el baño a por una toalla.
Esme lo siguió.
— No bastará con una toalla para secarte cariño, tendrás que bañarte y lo sabes.
Edward suspiró asintiendo.
— ¿Cuando llegará el día que dejes de controlarme?—bromeó.
— Será el día en el cual decidas ser un poco más maduro, tal vez.
Él la ignoró, tomó un par de toallas, cerró la puerta casi en las narices de su madre y abrió el grifo de la ducha.
— Al menos puedes bañarte solo —rió Esme obteniendo un gruñido del otro lado de la puerta.
Esta por demasía advertir el lujo al que pertenecía la casa o prácticamente "mansión" de la familia Cullen. Esme tenía muy buen sentido del diseño y arquitectura y lo emprendió en su gran casa, dejándola completamente hermosa. Claro está que a Edward no lo satisfacia pero tampoco odiaba la decoración en su hogar, puesto a que él normalmente se encontraba en su habitación la mayor parte del tiempo y ese santuario era totalmente diferente al resto de la decoración de la casa. CDs, paredes rojo y negro, posters de bandas, equipos de audio, su guitarra y su bajo, amplificadores y una gran y confortable cama, todo lo que él necesitaba en su habitación.
Al salir de su baño, Esme lo esperaba con la cena lista en la mesa. Edward entrecerró los ojos de extrañeza ante el horario en el cual su madre había preparado la cena.
— También acabo de llegar—respondió Esme encongiéndose de hombros.
Eso convirtió la mueca de Edward en una de asombro.
— Parece que no recuerdas cuando te conté donde iría —se decepcionó ella.
Edward intentó hacer memoria, pero la verdad es que en la mañana no le prestaba mucha atención a su madre, ella solía hacer cosas muy aburridas para su gusto.
— Te ayudaré, una palabra: Literatura— sonrió Esme.
Él se estiró sobre la silla bufando. Pero luego notó algo.
— ¿Literatura a la madrugada?
— Bueno, los cursos de noche me convienen más que los matutinos, sabes que tan ocupada estoy algunos días, pero por las noches tú nunca estás, y yo no quiero estar aquí aburrida, entonces me inscribí en el de las diez de la noche.
— ¿Diez de la noche? Mamá, ¡son las dos de la madrugada!
— Me hice de una nueva amiga, y luego de clases nos quedamos hablando y bueno, se nos pasaron las horas, pero en fin, es una hermosa chica.
— ¿Chica?
Edward tenía incertidumbre, se suponía que ese tipo de cursos sólo iba gente bueno, un poco mayor.
— Ajá, tiene 18 años, es muy bonita y tiene mucho talento con la literatura, deberías conocerla, sé que se llevarían bien...
— Oh no mamá, nada de eso, sabes que clase de chicas me gustan y las nerds no entran en eso —cortó Edward
Esme rodó los ojos ante la estupidéz de su hijo.
— Dices eso porque no la conoces, luego te arrepentirás. ¿Terminaste?— él asintió y ella tomó el plato casi vacio—. Hasta mañana— finalizó dirigiendose hacia la cocina.
Edward no tuvo siquiera tiempo de reaccionar y con, aún, una mueca de incertidumbre caminó a paso lento hacia las escaleras, con la vista enfocada en su habitación.
— ¡Hey, dormilón! —resonó una voz profunda en la habitación.
Edward pegó un buen salto cayéndo directamente de cara al piso. La estruendosa risa de Emmett se hizo presente.
— Maldita sea —dijo aún adormilado—, te mataré Emmett.
— Ya, ya, siempre tan amigable en las mañanas. Oye, levanta tu feo culo, llegaremos tarde a la práctica y tengo el tiempo contado para estar con mi Rose.
Edward resopló mientras se levantaba estirando todos sus músculos agarrotados.
— ¿Mi madre te dejó entrar? —preguntó mientras se calzaba sus jeans desgastados y una sudadera negra.
— Claro que si cabeza de chorlito, tu madre me ama, es más, iba a mi casa a visitar a mi madre. ¿Ya estás listo?
El peli-cobrizo lo fulminó con la mirada y se dirigió al baño.
— Bien, allá tú señorita, cuando termines de maquillarte tu hermoso rostro te espero en el auto.
— ¡Ya déjalo Emmett! vamos, eres insoportable —refunfuñó Edward dirigiéndose hacia la puerta seguido de Emmett.
— ¿Que tocaremos hoy? —preguntó el cobrizo una vez en el carro.
— No lo sé, improvisar supongo, como siempre. Ah, por cierto, tu madre antes de irse dijo que te avisara si podías ir a recogerla después de su clase de literatura o algo así, mencionó que su carro no funcionaba bien y que lo llevó al taller.
Edward resopló.
— ¿Y por qué no tomó mi coche?
Emmett rió.
— ¿Estás de broma? Amas más a tu coche que a tu vida, y las madres respetan eso.
— Genial, tendré que regresar a casa, tomar el coche e ir a por ella.
— No esta mal que le regales un favor de vez en cuando, ella siempre hace todo por tí.
Edward se quedó pensativo, pero no pudo responder a eso. Emmett tenía razón.
