Un pequeño drabble sobre esa parejita que a mi tanto me encantaba hasta que seguí leyendo el libro.
Ya en serio. Amo la actitud de Eowyn, así que inspiré un fic de acuerdo a su naturaleza guerrera!
*aviso: guiada por el libro, no vi películas ya que me parece que matarían mi imaginación, cualquier desparejo con las mismas es pura coincidencia*
Disfruten, Queonda.
En la escalera, sentía el viento mover mi inocuo vestido de seda. Mis ojos lo observaban partir, casi sintiendo que una parte de mi alma se marchaba con él. Mis piernas temblaban, necesitaba seguirlo. No me importaba hacia dónde, ni en qué pesadillas me vería envuelta, pero el sólo verlo partir hacia una aventura me hacía desear seguir al grupo de cualquier forma. Me hacía desear seguirlo a él.
Me hacía desearlo.
El corazón no entiende de razones cuando a la mente se le aparece una idea, como un fuego, que arde en el alma sin poder ser apagado por ninguna idea fría que me haga cambiar de opinión. Cerré mis ojos y volteé, sabiendo que él también me daba la espalda, y no voltearía para mirarme.
Nunca entenderé qué pasaba por la mente de ese hombre misterioso y aventurero de nombre Aragorn, hijo de Arathorn, pero, mientras me dirigía al salón de armas, mi mente sólo pensaba en seguir sus pensamientos hasta el fin del mundo. Desde el momento en que mis manos rozaron las suyas, un cosquilleo corrió por mis venas rápidamente. Ese hombre tenía todo lo que yo buscaba: alguien que me sacara de este pozo sin futuro al que yo dedicaba mis días y me adentrara en una verdadera batalla, como la que anhelaba mi sangre fuerte de guerrera.
Me coloqué mi armadura y escondí mi cabello femenino y sedoso tras el sucio y varonil casco de hierro, y mi figura semejada a una de las diosas más bellas como los fueron las Valier, fue oculta del mundo por una cota de malla pesada, que dudaba poder cargar.
Ya había gastado muchos años de mi vida manteniendo a un hombre decrépito en vida, era hora de que esa vida que había entregado retornara a mí.
Seguiría a ese desalmado hombre hasta el fin del mundo, aunque, muy en el fondo de mi ser, sabía que él no haría lo mismo por mí.
