Buenos y felices días a tod s, este es mi primer fanfic. Leo diariamente esta página y todas las maravillosas historias que en ella se publican. Me he decidido a subir esta historia por el mero hecho de compartir una agradable lectura sobre estos dos personajes que tanto gustan, encarnados en la persona de esas dos magníficas actrices que tanta química tienen en pantalla. Sin más, espero que la disfrutéis tanto como yo le he hecho.

Advertencias:

Los personajes de OUAT no me pertenecen ni pretendo que así sea.

El contexto en el que se enmarca el Museo Británico es totalmente ficticio y adaptado para esta historia.

No dudéis en comentar si creéis que la historia lo merece.

- LA PALABRA CON A-


Capítulo 1. Nueva directora

- ¿Cómo crees que será la hija del jefe? -hizo una pausa, dejó de mirar los coches que pasaban por la calle y posó su vista en su amiga, que no parecía tener intención de contestar a su pregunta- Hey, ¿me estás escuchando?

- Umm...—fue un pequeño sonido que lo alertó de que, efectivamente, Emma no le estaba haciendo caso, ni si quiera parecía reparar en su presencia.

- Hey, ¿En qué piensas? – se acercó para darle una pequeña palmadita en el hombro para captar su atención. Emma se giró de inmediato. Descruzó sus piernas, retiró su mano derecha de su mentón y se acercó a la mesa para poner su atención en su té.- ¿Estás bien?

-Sí, estaba pensando...en la vida en general.

- ¿Y en algo en particular?

- Sí, en realidad no. – Ambos rieron.

- Estoy intrigado. Nunca había oído que el jefe tuviera una hija. – Emma alzó una ceja y lo miró.

- Cómo que no, te lo he dicho seis o siete veces durante la última semana.

- Sí, pero no durante los últimos cuatro años.

- ¿Qué más da? El caso es que es su heredera, y como tal, ahora será nuestra jefa.

- No me gusta esta incertidumbre. – Emma alzó la ceja y esbozó una sonrisa de medio lado. Sabía que su amigo se sentía inseguro. Los inversores ya habían anunciado que en cuanto la hija de Henry se incorporase al museo habría cambios importantes. Y recorte de personal. Y Peter había sido el último en incorporarse a su equipo. Además era un poco patoso.

- ¿Quieres hacer el favor de no pensar más en eso? Escúchame, eres el mejor espeleólogo que tengo en mi equipo, no voy a prescindir de ti.

- Sí, pero no eres tú la que mandas.

- En mi equipo sí.

- Pues igual decide prescindir también de ti. Esa tal Regina no parece muy amigable que digamos, todo se ha vuelto muy oscuro desde que se sabe que va a ser la nueva jefa.

- No creo que haya nada de qué preocuparse. Parece que la hija de Henry es bastante estricta sí, por lo que me han contado, le gusta que las cosas se hagan a su manera. No veo que haya mucha diferencia con su padre. – Sonrío para sus adentros recordando a Henry.

- Henry era un buen tipo. – Ambos sonrieron bebiendo sendos sorbos de sus respectivos tés.

- Lo era. Y su hija también lo será, no creo que puedan ser tan diferentes. Aunque, ahora que lo recuerdo...Regina se trasladó a Estados Unidos cuando era muy joven, y hasta donde sé, no volvió a regresar a Londres. En realidad no entiendo qué interés pueda tener en el museo. Igual viene, nos coloca un director de paja para que la mantenga informada y se vuelve a ir. Sí, creo que es lo más coherente si tenemos en cuenta su historial. – Dijo pensativa.

- ¿La recuerdas? – Emma esbozó una sonrisa picarona.

- Sí y no.

- ¿Qué quiere decir eso?

- Bueno, recuerdo imágenes sueltas de cuando éramos pequeñas. Ella era cuatro años mayor que yo, así que no nos llevábamos demasiado bien. Pero en realidad no la recuerdo por eso. – Otra vez esa sonrisa.

- ¿Qué? Vamos suéltalo ya. – Dijo acercándose a la mesa y sonriendo curiosamente.

- Me gustaba.

- ¿Qué?

- Cuando era pequeña, me gustaba. Era una especie de amor platónico. De eso la recuerdo.

- Nooo... – Peter se quedó muy sorprendido- ¿En serio?

- Y tan en serio. Pero la cosa no cuajó, ella me odiaba. – Ambos comenzaron a reír a carcajadas.

- Tengo que contarle esto a los chicos...

- Hey – Dijo Emma dándole un codazo en el hombro y mirándolo fijamente- Ni se te ocurra. Es secreto de sumario. – Dijo señalándolo con un dedo inquisitivo. Peter se había puesto colorado.

- ¡No ¡ No puedes obligarme a guardarme algo así, serás la comidilla del grupo... –río descontroladamente.

- No y punto. Y céntrate. No queremos causar mala impresión nada más empezar. –Ahí vuelve de nuevo la jefa, pensó Peter.

Ambos entraron por la puerta principal del Museo Británico. Les gustaba usar esa puerta a menudo, a pesar de que el personal estaba obligado a entrar por la puerta trasera. Cruzaron el amplio hall que aquel día no estaba demasiado abarrotado, subieron hasta la planta de arriba, cruzaron la sala árabe y entraron por una puerta camuflada detrás de unas vitrinas.

- Hola Leroy. – Dijeron los dos a la vez.

Leroy era el vigilante de seguridad que cubría aquella zona. Una que no se usaba demasiado, en realidad. Avanzaron por el largo pasillo desierto hasta llegar a la puerta del final que daba a la escalera principal que conectaba todas las plantas. Subieron despacio, sin prisas, sin percatarse de la hora que era y de que era media hora más tarde de la que habían sido citados para recibir a la nueva directora.

Nada más llegar a su planta, Graham se les acercó muy acelerado.

- ¿Se puede saber dónde estabais? No puedes ser puntual ni siquiera hoy. – Graham era como un hermano para Emma. Estaba muy alterado. No entendía qué podía pasarle.

- Oye quieres calmarte. No comprendo por qué...—en esos momentos lo recordó- Mierda ¿Ha llegado ya? – Dijo de inmediato abriendo los ojos y mirando a Graham con cara seria y preocupada.

- Hace tres cuartos de hora. Te está esperando en su despacho.

- ¿Qué?—Los sudores habían empezado a caer por la cara de Peter que no pudo evitar soltar un gallo. - ¿Y de mí no ha dicho nada? – Ninguno de los dos lo escuchó.

- ¿Qué demonios quiere de mí?- Continúo Emma casi fastidiada.

- Pues no lo sé, señorita directora del área de investigación del museo. Igual quería presentarse, que digo yo, como es su primer día...—Dijo en un tono irónico al que Emma ya estaba muy acostumbrada. Lo usaban mutuamente en muchas ocasiones. Emma quedó pensativa mirando a un lado y a otro. Vio que algunos de sus compañeros la miraban con cierta cara de pánico.

- ¿Qué ha dicho? ¿Ha sido amable? ¿Ha despedido a alguien?

- Ha dicho que los días de holgazanería en los que vivimos se han acabado. Así que yo te aconsejaría que no la hicieses esperar mucho. – Dijo más calmado, con voz suave y tranquila, como la que solía usar a menudo. Emma esbozó una sonrisa irónica.

- ¿Holgazanería? Ja, no me lo puedo creer. – Graham mantenía sus labios curvados hacia arriba y sus ojos entornados.

- Escucha. – Se acercó a ella. – Es mejor que no empieces con mal pie. Regina no es su padre. Y desde luego no será tan permisiva. Así que cierra el pico y obedécela. Te ahorrarás problemas. Créeme.

- Gracias Graham. – Lo miró con cara de divertida y se alejó camino del despacho del director.

Emma ya se conocía de sobra aquel pasillo. Aunque su despacho estaba en la planta de abajo lo había recorrido muchas veces para ver al director del museo, al que consideraba su amigo desde hacía muchos años. A pesar de la diferencia de edad que los separaba siempre se habían entendido muy bien.

Henry era un buen hombre y siempre la había tratado como a una hija. Todo el mundo sabía que la apreciaba muchísimo y que ese era uno de los motivos por los que tenía luz verde para hacer y deshacer a su antojo en el museo lo que ella considerase oportuno. No es que no estuviera capacitada para ello, al contrario, era la más adecuada para ocuparse de todo, pero eso a su hija, que ahora era, de hecho, la nueva directora, no le parecía bien. Incluso le irritaba. En la reunión en la que no había podido conocer a la tal Emma todo el mundo le había hablado de ella. Emma esto, Emma lo otro, pero la dichosa Emma no se había dignado a presentarse y al parecer nadie sabía dónde estaba.

Regina se encontraba hundida entre sus manos que masajeaban sus sienes. Fruncía el ceño. Había sido un día muy duro. Tener que tomar la dirección del museo no era tarea fácil para ella. Nunca había pensado en trabajar allí a pesar de que su padre se lo había pedido cientos de veces. Y ahora allí se encontraba. De vuelta en Londres. Instalándose en una nueva casa. Colocándose al frente de un museo que no conocía. Lidiando con nueva gente. Con la falta de su padre. Sí, un inmenso dolor de cabeza le había sobrevenido. Apenas eran las 11 de la mañana y ella ya no podía más. En aquellos momentos lo único que quería era marcharse a su casa, acurrucarse en su cama, cerrar sus ojos y dormir hasta que su cuerpo no aguantase más. Justo en ese momento llamaron a la puerta. Alzó la cabeza con mala cara y frunció el ceño en señal de pesar.

- Adelante. – Se aclaró la garganta antes de dirigir la mirada a la persona que se había plantado en su puerta.

- Buenos días. – Carraspeó. Emma abrió bien los ojos. Casi pudo sentir como su aliento se cortaba al ver a Regina de nuevo. Si no se hubiese sentido tan perdida en aquellos momentos casi hubiera jurado que sus mejillas se habían sonrojado y había olvidado la noción del tiempo. Reaccionó de inmediato. Aquello no era propio de ella. Puso su mejor sonrisa y se acercó a la mujer que la estaba mirando impasiblemente con cara de no muchos amigos. Le tendió su mano al llegar al otro lado de su escritorio. – Emma Swan, un placer. – Dijo sonriendo y sentándose en una de las dos sillas del otro lado de la mesa. Unos brillantes ojos color chocolate la escrutaban sin parpadeo. Regina se acomodó en su asiento y cruzó sus manos a la altura de su pecho.

- Así que usted es la famosa Emma Swan. – Emma puso su mejor sonrisa.

- La misma. – Regina asintió con la cabeza.

- Ya veo. – No le gustaba la gente prepotente y autosuficiente. Aspiró hondo sonoramente. Emma interpretó aquel gesto como no muy buena señal. – Se puede saber dónde estaba esta mañana a las 10, señorita Swan. Si no me equivoco debía estar trabajando y no en ningún otro lugar.

- Olvidé que hoy era su primer día en el museo. Lo siento. De haberlo recordado hubiera estado aquí para recibirla. Es un lugar con una...—Regina la cortó de inmediato.

- Suponía que iba a abordarme con cualquier excusa. Pero ya veo que no ha sido así.

- No sé por qué tendría que ponerle alguna excusa, yo no...

- Disculpe, no me interrumpa por favor. Verá, he estado estudiando los informes de los últimos meses y poniéndome al corriente de la situación en el museo ahora mismo. Lo cierto es que no es que esté la cosa muy boyante. Así que necesito que la gente que trabaja para mí lo haga de manera seria y eficiente. Si no va a estar dispuesta a seguir una disciplina, señorita Swan, le rogaría que lo dijera ahora. – Hizo una pausa para después continuar tranquilamente - Verá me consta que mi padre tenía una preferencia por usted...digamos privilegiada, pero eso se acabó. El presupuesto que va para su grupo de investigación es desorbitado, pasan la mitad de tiempo haciendo expediciones que no aportan ningún beneficio al museo – Emma cada vez fruncía más el ceño- y además parece que estuvieran en su casa, entrando y saliendo a su aire cuando les da la gana.

- Disculpe que discrepe con usted...—Fue de nuevo interrumpida.

- No me interesa oír sus quejas. Solo me interesa saber si está dispuesta a cumplir con su trabajo.

- Yo siempre hago mi trabajo. – dijo levantándose molesta. Regina la miró descaradamente con cara de superioridad de arriba abajo.

- No sé cómo serían las cosas con mi padre, pero ahora la directora soy yo.

- Muy bien, señora directora. – Dijo con ironía- Pero le advierto que esta no es la manera de empezar con buen pie en este museo. – Y dicho eso hizo amago de marcharse.

- Pero cómo se atreve. – Dijo Regina levantándose de su asiento.

- Será mejor que relajes tus formas Regina. En este museo siempre ha habido un ambiente de consenso y cordialidad, algo por lo que tu padre trabajó muchísimo. La gente que trabaja aquí son los mejores en todos sus campos. Son gente competente y trabajadora, y hasta ahora no hemos tenido ningún problema trabajando como estábamos, así que no veo por qué habrían de cambiar las formas.

- Señorita Swan es suficiente. No me gusta la holgazanería y el despilfarro. Y las cuentas financieras – Dijo cogiendo unos papeles y levantándolos sin dejar de mirarla fijamente. – no muestran que las cosas marchen precisamente bien. Así que ya lo sabe, habrá que ajustarse las tuercas si no queremos irnos a pique y perder este museo. – Emma se quedó sin saber que decir.

- Muy bien. Sabe dónde encontrarme si necesita algo. Mientras tanto, seguiré haciendo mi trabajo. – Señaló aquellas tres últimas palabras como si se le fuera la vida en ellas y se marchó cerrando la puerta demasiado fuerte, para el gusto de ambas.


Pretendo actualizar seguidamente. ;) Hasta la próxima.