SIETE MARES

Miel en tus ojos
La luna en tu piel
Oh, Hana, oh, Hana
Yo te protegeré

En tu pelo largo
Un secreto esconderé
Oh, Hana, oh, Hana
Pronto te encontraré

El despejado cielo vespertino con su característica tonalidad entre rojiza y anaranjada transmitía una sensación de absoluta serenidad. El penetrante olor salado del mar evocaba recuerdos de otrora que ahora vivían en la mente y en el corazón.

Volvió a cerrar los ojos mientras tarareaba, en voz muy baja, aquella melodía perteneciente a la mágica y nostálgica canción que hoy se sentía más vívida que nunca. Solo se atrevía a hacerlo cuando se encontraba en total soledad, pues le parecía que su voz era una desgracia que no combinaba para nada con la bella canción que había aprendido de su madre. Juraba que, mientras viviera, ningún otro ser humano le escucharía cantarla, no solamente por su voz, sino por lo que implicaba revelar el verdadero significado de su existencia.

Se acomodó más en la hamaca, meciéndose muy suavemente según la dirección del viento, mientras llevaba el brazo que estaba utilizando como almohada hacia su abdomen, y el que se encontraba ahí, tomaba ese mismo lugar bajo su cuello. Echó un vistazo, despreocupadamente, a lo que tenía sobre el vientre. La verdad es que nunca le había gustado demasiado usar esos enormes y ridículos sombreros típicos de los piratas que salían en las series de televisión o en los libros de aventuras. Solamente lo hacía por una cuestión de tradición familiar, ya que todos los que poseía eran herencia de su padre, quien los había utilizado en sus épocas de oro cuando se enfrentaba a piratas enemigos. Siempre resultaba como airoso ganador y tenía la costumbre de levantar su sombrero muy en alto y agitarlo al compás de las acaloradas ovaciones de su numerosa tripulación.

Una expresión desoladora se asomó en su rostro al rememorar cómo todo eso había cambiado radicalmente después del trágico suceso de hacía casi diez años.

Era frustrante darse cuenta de que lo recordaba todo como si hubiese sido ayer.

– Souichi-kun, ¿qué haces aquí afuera?

Para su desgracia, una voz que había estado oyendo desde la mañana lo trajo a la realidad de manera repentina. Levantó una ceja en señal de molestia y dirigió la mirada hacia su fastidioso interlocutor.

– Pienso en las mil formas en las que podría asesinar al maldito Kurokawa.

– Sabes que eso…

– Lo sé, lo sé, ¿cuándo has visto que cumpla mis amenazas? – contestó ofuscado – A lo mucho le rompería todos los huesos.

– Souichi-kun, no cambias. – se burló cruzándose de brazos.

El otro levantó un poco más el cuerpo apoyándose en los codos y lo observó de pies a cabeza de forma despectiva.

– Lo que me pregunto yo ahora es por qué demonios sigues aquí si la transacción terminó esta mañana.

– Vamos, quedamos en que me llevarías hasta la costa en agradecimiento por la buena venta de hoy, ¿recuerdas?

– Bah, tu presencia era totalmente innecesaria en esa transacción. – espetó volviendo a recostarse en la hamaca – Pude haberlo hecho yo solo, pero insististe en entrometerte como la mayoría de las veces.

– Veamos… – empezó a enumerar con los dedos – Estuviste a punto de darle un golpe al tasador por no haber estado de acuerdo con los precios de los productos; luego, casi abofeteas a un tipo por cuestionar el tamaño de las frutas; finalmente, quisiste patear al capitán Kato porque se burló de tu sombrero.

– Todos se lo merecían. – argumentó tranquilamente balanceándose en la hamaca – En primer lugar, toda mi mercancía es de primera calidad y lo sabes, nadie tiene por qué dudar de eso. Y en cuanto a mi modo de vestir, no es incumbencia de nadie.

– Yo lo sé, pero ellos son nuevos en esto del comercio y cometen errores. Si tuvieras un poco más de paciencia y les explicaras cómo es que funciona este negocio…

– No soy profesor de nadie, así que no tengo por qué enseñar algo que aprendí yo solo, al fin y al cabo. Déjame en paz, ¿quieres? ¿No ves que intento descansar?

– Si quieres que te deje en paz, hazme caso cuando te digo que te consigas un aprendiz que sea exclusivo para esas labores de intercambio. Así solo te dedicarías a dirigir desde arriba las transacciones, como capitán que eres.

– Y ya te repetí mil veces que no me molesta hacer mi trabajo y que no necesito a nadie más en este barco. Con mi tripulación actual basta y sobra.

– Sí, pero… Mira, no quiero ser muy grosero, pero ninguno aquí es preparado, por así decirlo, ¿no?

– ¿Qué estás diciendo? Mis hombres son más capaces de lo que te imaginas.

– Pero son muy pocos.

– ¿Y?

Taichirou agitó la cabeza en mera desaprobación. Era inútil refutarle un argumento al infame capitán del Hana, por más irracional que este fuera. A veces era mejor no discutir con él ni darle la contra, y eso lo había aprendido muy bien con el tiempo que llevaba de conocerlo, diríase unos cinco años aproximadamente.

– En fin, para eso estoy yo aquí. – comentó orgulloso – ¿O ya olvidaste la crisis por la que pasaste por culpa de tu carácter y que si no hubiera sido por mi oportuna intervención, tu negocio no sería lo que es ahora?

– Ya, ya, no necesito que me saques en cara las cosas. Te llevaré a la costa tal y como te prometí, solo porque soy un hombre de palabra.

El intermediario sonrió de lado. Nunca dejaba de divertirse a costa de su amigo pirata, ya que él sí lo consideraba un amigo, por más que Souichi pretendiera que era solo un estorbo, como ocurría con la mayoría de las personas a su alrededor.

– Bueno, olvidemos eso ya. ¿Qué pasó esta vez con Kurokawa? Se te nota bastante molesto con él, más de lo habitual, diría yo.

Su rostro enrojeció de rabia y sus manos se cerraron hasta formar dos puños de acero, aquellos ante los cuales el mismísimo Poseidón temblaría. Su voz se fue haciendo cada vez más grave a medida que iba revelando el motivo de su incontestable ira.

– Encontré una más…

– ¿Una… más?

– Sí. – aseveró furioso – Una de esas asquerosas y empalagosas cartas que ese pervertido le envía a Tomoe desde hace casi un año.

– Vaya, así que continúan llegando, ¿eh? ¿Y por qué lees el correo de tu hermano sin permiso? Si es que se puede saber, claro está.

Souichi se puso de pie de golpe y fue avanzando hacia la proa, cogiendo con rabia contenida uno de los palos de la embarcación. Rugió hacia el viento con aquella firme y terrorífica voz que tanto lo caracterizaba en los siete mares.

– Soy su hermano mayor y el capitán de este barco, los permisos los doy y los quito yo. Y Tomoe no le responde nada, idiota, me encargo de interceptar cualquiera de sus respuestas antes de que dejen este barco. Sin embargo, no sé cómo es que las que Kurokawa envía le siguen llegando a Tomoe.

Taichirou se hizo el desentendido al escuchar este comentario, pero sin sentir la más mínima culpabilidad, claro. Después de todo, él era un intermediario y le pagaban por su trabajo, ¿no? Por otro lado, no comprendía cómo aquel hombre podía ser un temido pirata en los siete mares y, a la vez, un ingenuo jovencito con complejo de hermano. ¿Realmente no se había dado cuenta de quién era la celestina entre esa peculiar parejita? Nunca dejaba de sorprenderle la inocencia de aquel capitán de larga cabellera.

La verdad era que Tatsumi Souichi, hijo primogénito de la célebre familia Tatsumi, era toda una leyenda a sus escasos veinticinco años. Dicha familia había gobernado los mares durante décadas a bordo de Hana, el barco más emblemático del último siglo por su peculiar estructura, diseño y resistencia. Además, este había sido gobernado esos últimos años nada más y nada menos que por el reputado pirata Tatsumi Soujin. No obstante, luego de la tragedia que cubrió de sangre el mar de sus amores, descorazonado, había cedido la posta a su joven hijo, que en lo sucesivo había demostrado tener el carácter y el temple perfectos para ser el idóneo sucesor y quedarse a cargo del Hana. Con él, tenía la seguridad de que el Hana estaría a salvo de los grupos de piratas bandidos que hacían de las suyas en los mares y que, en más de una oportunidad, habían intentado robar tan imponente barco. Fue una responsabilidad tamaño del mundo, pero Souichi, misteriosamente, había aceptado más rápido de lo que cualquier adolescente de quince años habría hecho. Hasta el día de hoy, la razón de su radical decisión era un misterio que solo él conocía. Y así, el viejo pirata había partido a tierras lejanas con Kanako, la menor de sus hijos, mientras que Tomoe, el hijo del medio, incluso a pesar de su evidente ingenuidad y débil carácter, había decidido quedarse a bordo con su hermano mayor.

Si bien sus actividades habían cambiado drásticamente hace diez años y ahora estaba a la cabeza de la próspera red de comercio Tatsumi & Co., Hana no había perdido su renombre y su historia en el mundo de la piratería, en especial, con semejante personaje como su capitán.

– Por cierto, ¿dónde está ahora Tatsumi-kun?

– No ha querido verme desde que embarcamos. – contó con pesadez – Se molestó conmigo cuando le quité la carta que estaba leyendo y se encerró en su cuarto, no sin antes decirme que era un insensible.

– Pero si eso no es un insulto para ti. – comentó irónicamente.

– Cállate, ¿quieres? Mira, ya es la hora de cenar, seguro que por hambre se le olvida toda esta rebeldía juvenil y sale disparado a comer. – afirmó mientras se abría paso hacia el cuarto de su hermano.

– Esperemos que sí. ¿Qué le dirás? – preguntó Taichirou siguiéndole el paso.

– Voy a decirle que hoy Miharu preparará su comida favorita. Estoy seguro de que con eso me perdonará. – expresó con ironía en la voz.

Bajó las escalerillas casi de dos en dos y, una vez frente a la puerta del chiquillo, dio unos ligeros toques para llamar su atención, muy despacio para no asustarlo en caso de que estuviera dormido. Al no sentir ninguna respuesta de su parte, tocó un poco más fuerte, tratando de ignorar la sensación de miedo que empezaba a corroerle las entrañas. Incluso, su voz tembló un poco antes de lanzar la frase que sonaba mucho a soborno.

– Tomoe, Miharu ha preparado ese pescado extraño que tanto te gusta, sal de ahí de una vez.

– Debe seguir molesto, Souichi-kun. – dedujo Taichirou – ¿Por qué no le haces una promesa para convencerlo?

– ¿Promesa? – cuestionó girando la cabeza hacia él.

– Ajá, dile que Kurokawa está aquí para verlo y…

– ¿Quieres que te mate?

Taichirou calló y sonrió para sus adentros. Ese pirata era una verdadera joyita en todo sentido y nadie podía negarlo.

– ¿Tomoe?

Su mano se congeló en la manija cuando notó que esta giraba sin mayor dificultad. Cuando el menor se ponía caprichoso, (a causa de Kurokawa, como Souichi decía), o cuando hacía uno de sus típicos berrinches (también culpa de Kurokawa, a su parecer) siempre le ponía seguro a la puerta para evitar los interrogatorios y reproches de su hermano mayor. Souichi se convenció internamente de que esta vez simplemente se le había olvidado hacerlo. No admitiría ninguna otra posibilidad.

Su respiración se hacía pesada a medida que iba abriendo la puerta con lentitud y se encontraba con la más terrible obscuridad y una cama bien tendida como burlándose de su protección fraternal. Era inútil seguir buscando, ¿verdad? La realidad lo golpeó con puños incluso más duros que los suyos. Se sentó al borde de la cama notando con decepción la frialdad de las sábanas, prueba de que esa cama no había sido utilizada en un buen rato. La innegable verdad lo lastimó más de lo que habría imaginado.

– Tomoe…

Su querido hermano menor había desaparecido.


Konnichiwa, Jane is back!

Estoy de regreso con este cuarto fanfic que, como se habrán dado cuenta, es mi primer AU de Koisuru Boukun, cuya trama ha estado en mi cabeza desde hace un año, pero necesitaba terminar Nagoya 8,2 en la fecha prevista, por lo que tuve que dejarlo en stand by hasta hace unos días que finalmente me inspiré y pude dar forma a este primer capítulo.

Ahora bien, ¿por qué Jane siempre elige temas tan complicados? Pues porque mi mente es muy terca y, una vez que me inspiro, necesito sacar la historia de mi sistema de inmediato y compartirla con el mundo. En esta ocasión, también he decidido adaptar la historia a mi propio estilo, ya que mi visión de un AU con personajes como los de Koisuru Boukun es totalmente distinta al común denominador, y es por eso que no será para nada igual a las historias de piratas convencionales. Les aseguro que me esforzaré para entregarles una serie de situaciones originales con giros inesperados.

Una vez más, contaremos con el sistema Pista y Pregunta, así que desde ya espero sus impresiones sobre esta nueva historia.

Espero que se embarquen conmigo y con nuestros amados chicos en esta aventura pirata a bordo del Hana.

¡Muchas gracias por su apoyo constante!

Para el cap 2:

Pista: Indicio

Pregunta: ¿Qué hará Souichi ahora que su hermano ha desaparecido?

じゃねぇ❣

**Jane Ko**