Los personajes de Katekyo Hitman Reborn! No me pertenecen.


La seducción del duque.

6986.

Capítulo uno; Compra y reunión.


En la época donde aún se llevaba vestidos largos, gruesos y difíciles de andar con ellos, ella había nacido.

Su casa fue pobre, su padre un pobre hombre que llevaba cargas pesadas en sus hombros gruesos y su estomago vibraba a cada paso que daba.

Su madre murió dando a luz, ella fue en parte culpable, según el medico ella chupo la vida de su enferma madre para vivir y tomar una bocanada de aire de este mundo, Hura lo creyó en todo y se lamentó por haber asesinado a su madre.

Ella no llevaba esos extravagantes vestidos de lana, lino y telas más suaves y caras, solo llevaba una falda larga y con agujeros color marrón, unos zuecos horribles y deformes con una blusa blanca que ceñían sus pechos hasta el punto de hacerle doler, su pelo enmarañado y corto bailaba en el viento, sus mejillas sucias por haber trabajado en la cocina de barro.

El espacio que le rodeaba era pequeño, una sola habitación destrozada teniendo como techo a unas laminas deformes, y una puerta de madera torcida, la cocina quedaba atrás de la casa, era un pequeño cuarto donde se guardaba solo las ollas, el alimento lo guardaban como un tesoro, debajo de sus ropas limpias y sucias. Encendió la cocina de barro que funcionaba con leña, tosió con fuerza cuando el humo negro se filtro por sus orificios nasales, replicando y quejándose se aparto y salió un momento de su cocina, cuando el humo se disipo entro y puso una olla con agua a hervir, vio las burbujas.

Doblo un poco la falda hasta las rodillas, intento ver si alguien venia o no, si alguien la veía de esa forma no dudarían en tacharla de puta rastrera llamado demás la atención.

Haru sabía que esa época era demasiada extremista para las mujeres, eran racistas y machistas con ellas, una mujer jamás podía salir sin una falda o vestido cubriendo sus piernas y sus tobillos, solo las putas lo mostraban, una vez cuando ella era todavía una niña salió con unos pantalones que le había regalado la amiga de su madre, unos pantalones que dejaban ver sus tobillos, ese día nunca lo olvidaría.

Todo el mundo parecía estar apuntándole con el dedo, mofándose de la supuesta puta que era, ella había intentado replicar pero nadie hizo caso a sus palabras, había salido corriendo del lugar y no volvió a entrar a menos que tuviera una falda larga o algo que cubriera sus partes según los hombres intimas y que no debían ser expuestas a lo demás caballeros que eran ellos.

Con un suspiro amargo volvió dentro de la cocina, escucho los gritos de su padre cuando llego, formo una mueca y salió blandiendo el cucharón de madera, sonrió a su padre con cariño y le sirvió en una cazuela deforme un poco de sopa con pan duro, ella se sirvió solo un poco menos que su padre, él trabajaba ella no, lo cual él tendría hambre.

Miro las canas de su pelo negro de su querido padre, afloro una sonrisa triste y melancólica de sus labios, envejecía demasiado rápido, ella no quería que sucediera aquello, si seguía envejeciendo tal vez moriría más pronto.

Entonces ella se quedaría sola.

Sin mucho animo dejo la comida intacta en la mesa vieja, dio una mirada compresiva a su padre para que comiera la comida de su plato, lo vio como devoraba la sopa, y como comía el pequeño trozo de carne de cerdo que había en el plato.

Con resignación beso la frente de su padre y entro en la habitación única de la que era su casa, solo tenía dos habitaciones, las cuales una era la cocina y la otra donde dormían, no había nada más, tal vez los arboles que lo rodeaban o el campo más allá de los arboles.

Toco la bolsa de tela gris que escondía entre las colchas viejas de la habitación, saco el poco dinero que quedaba y lo contó.

Dos monedas.

yacía

Soltó un suspiro y se quejo.

Mañana tendría que hacer la compra con esas dos monedas, intentar que alcance para lo que quedaba de mes, tal vez tendría que ir al bosque y conseguir plantas verdes para pasar un poco más el hambre, unas legumbres seguro que encontraría...

Se echo en la cama y espero dormir.

Se despertó cuando escucho los jadeos entrecortados de su padre, se levantó con cautela viéndolo con sudor cubriendo su frente, asustada fue a su busca.

Con la punta de sus dedos toco la frente y luego la palma. Abrió los ojos sorprendida y asustada. Su padre estaba ardiendo en fiebre.

Lo llamo con cariño, pidió que se levantara para cambiar sus ropas y tal vez echarle algo de agua fría en su cuerpo, pero su padre no se levanto, jadeaba y parecía llorar.

Nunca había visto a su progenitor de aquella forma tan débil. Salio corriendo pisándose la falda larga y rosa, llamo a la puerta de la amiga de su madre. La señora le recibió con asombro y ligero enfado por ser levantada a esas horas de la mañana.

"¡Mi padre está ardiendo en fiebre, Haru no sabe que hacer!"gritó. La señora siseo unas palabras a su marido que dormía y salio con Haru.

Nunca podría perdonarse haberse ido en esos escasos minutos. Cuando había llegado su padre yacia muerto en el suelo envuelto con las colchas viejas.

Todo su mundo se desmorono en pequeños trozos, perdió todo y lo más valioso en esos minutos.

Se encontró sentada y atada en cadenas de hierro, tenia la boca seca por falta de agua, pidió agua al que le mantenía esclava.

"¡Silencio!"rugió molesto el hombre. Haru le mando una mirada asqueada y enferma de sufrimiento.

Sintió los dedos palmearle el trasero, los muslos, los pechos y hasta pellizcos en los pezones, dolorida, avergonzada y enfadada cubrió con sus manos desnudas sus pechos descubiertos. Mando miradas irritadas a los hombres que trataban comprarla.

Ahora se encontraba presa de ese hombre que decía que su propio padre le vendió por unas cuantas monedas de plata. Haru nunca lo creyó, pero ahora no sabía que hacer, encerrada y como un animal y expuesta como un pedazo de carne a esos ojos maliciosos creyó morir de angustia.

Ella sabía que ese hombre tal vez era un mentiroso y estafador, y la vio como una buena presa después de que padre falleciera.

Angustiada sintió unos dedos largos y delicados acariciale los muslos y enredando en su bello púbico los dedos, gimió con esa caricia que parecía de ángeles. Sonrojada vio al causante.

Un muchacho con larga cabellera azulada, una piel cremosa como la de una mujer, unos delicados y hermosos dedos, los ojos extravagantes y más raros que podría haber visto.

Escucho su pomposa risa y sintió un escalofrió. Él levanto su sombrero negro, poso su delicada mano en su pecho y enredo su dedo en el pezón, Haru se sintió húmeda.

"Me la llevo". susurro el hombre. Su dueño le mando una mirada divertida y llena de gozo, se quito el sombrero y Haru pudo ver como sus ojos parecían más disparejos aún. Cada uno de color distinto.

Por primera vez se subió a carruaje, había escuchado historias de sus vecinas que los carruajes solo lo tenían los duques o reyes, y algún que otro rico.

Cubierta con una manta blanca como las que llevaba la alta realeza con una capucha atrás Haru se sintió diferente.

Con el silencio más difícil que pudo haber soportado él la llevo a una mansión. Cuando él pasaba por los pasillos largos y pulcra mente limpios las criadas bajaban la cabeza.

Llego a una habitación grande, con ventanas tan grandes como puertas, las sabanas blancas y las almohadas, la cortina revoloteando en el viento nocturno.

Jadeando con sorpresa cubrió su boca, rodó su cuerpo en medio de la habitación, chillo con alegría preguntándose como en el mundo podía haber algo tan hermoso como una habitación, los candelabros, las velas, la mesa de noche. Todo parecía un hermoso sueño.

Miro a los curiosos ojos que la observaban y levanto la barbilla, de forma retadora se cubrió aún más con la capucha y entrecerró los ojos. El sujeto que la compro rio con su pomposa risa que erizaba su piel.

"Duque de la casa de la Niebla" explicó el joven, Haru creyó atragantarse con su propia lengua y saliva.

Era un guardián de la casa real de los Vongola.

Ella había escuchado ligeramente, pero buena información, que los guardianes del nuevo niño que sería el rey del lugar se dividían en castillos alrededor de la mansión Vongola por si surgía algún contratiempo, entonces eso significaría que ella estaba tal vez cerca de la mansión principal.

Intento ver más allá de los grandes ventanales pero su vista no llego más lejos ya que unos dedos acariciaron sus mejillas.

"Mukuro Rokudo" se presentó quitándose el sombrero negro, mostrando su pelo largo y en punta, su cara parecía delicada como la de una mujer, sus labios ensanchados como una sonrisa gatuna y astuta.

"Haru...Miura."balbuceo nerviosa. Él sonrió y salió de la habitación, moviendo un bastón negro que tenía en la mano, con cada paso lo hacia sonar en el suelo, llamando la atención.

"Que descanses mi linda Haru." Haru arqueo la ceja de forma confusa. Con un sonido suave salio de la habitación, dejando impregnado su esencia en ella.

Rodeo un poco la cama, lo acaricio con la palma de las manos y se pregunto si se echaba no se echaría a perder la cama suave. Con resignación y algo de pena por la cama se subió.

Gimió de forma placentera al sentir las colchas suaves y ahuecadas, los cojines de pluma, la seda que cubría gran parte de la cama como si fuera una casa, las sabanas blancas y con flores de color doradas.

Parecía un hermoso sueño del que no quería despertase.

Con algo de simpatía pensó que lo mejor sería dormir, aunque cuando una vez estaba preparada para dormir, echada en la cama, con ropa que había en medio de la cama, un camisón largo y ancho planchado, invitándola a ponérselo ella no pudo conciliar el sueño.

En vez de eso quedo despierta como un búho, con ojos grandes y terroríficos en medio las colchas.

Las caricias del sol dieron en su cara, las ventanas grandes abiertas de par en par, con las cortinas color blancas corridas, preguntándose cuando fue que abrieron la ventana se levanto de la cama, con ojos cerrados a causa de algunas no femeninas y estéticas lagañas en los ojos.

"Buenos días, mi hermosa Haru." la burlona y pomposa risa le hizo estremecer, sonrió de forma torpe.

"Buenos días, señor." murmuro agachando la cabeza.

Se miraron a los ojos, y ella pudo comprobar que había chispa de sarcasmo, burla, y algo de melancolía en sus ojos. Haru miro el vestido verde que había en la cama, tenía la enagua, el sujetador, unas bragas blancas, y unos pendientes a un lado de la prenda, los zapatos de charol color negro.

Todo un vestuario de princesa o duquesa, se mofó.

"Es todo tuyo." dijo él.

Asintió entrecerrando los ojos con cautela. ¿Qué quería ese hombre? ¿Su cuerpo? ¿Sirvientas? ¿Esclavas?

No pensó más ya que la mano de él acarició sus mejillas pálidas.

"Luces mal cuando frunces el ceño linda Haru." se carcajeo con burla, la muchacha igualo su sonrisa con una de sarcasmo.

"Lo siento señor." murmuro. "Quisiera saber porque quiere a Haru en su mansión, por lo que ella ve usted tiene muchas sirvientas, esclavas tal vez." pidió Haru, el joven soltó otra pomposa y maléfica risa en los labios.

"¿Esclava mi linda Haru? ¡Claro que no!" murmuro jugando con el bastón de su mano derecha, Haru vio la mano derecha cubierta por un guante blanco.

"Entonces..." titubeo antes de murmura las más terribles palabras que eran para ella. "¿Seré vuestra amante? ¿O vuestra puta del día?" preguntó meticulosamente, Mukuro ensancho los labios. Su ojos carmín brillo como la sangre.

"Serás más que eso linda, seras la esposa del duque, una posición que quieren muchas." de forma satisfactoria hablo. "El noveno de los Vongola esta a punto de fallecer, una lástima." fingió desconsuelo con una sonrisa alegre, haciendo dudar a Haru su hipocresía. "Al parecer aquel viejo desdeñoso quiere que los guardianes de su nieto estén casados como el propio décimo, una familia feliz." se mofo agriamente, la sonrisa desapareció de sus labios y ella se lamentó su propia curiosidad.

"Pero yo...la clase social." intento hablar sin embargo la mano enguantada callo cada suplica.

"¿A quien le importa la clase social, si el propio décimo contrajo nupcias con su sirvienta?" Haru abrió los ojos sorprendida.

¿El décimo casado con una sirvienta?

"Eso eso..."

"Lamentable, asqueroso, lo sé." calló breve mente. "En fin, acicalate linda Haru, nos presentaremos en la mansión del noveno."

"¿Q-Qué?"

"La mansión del rey no espera con las puertas abiertas."

Sin decir más palabras salio de la habitación de la mujer cerrando la puerta tras de si.

Lo primero que vio fue el portón negro con dos soldados en el, luego las púas que estas tenían en la punta y superficie del portón. Lo segundo que vio fue a una ama de llaves gorda y con una sonrisa en los labios, los llevaba a donde estaba el rey.

Miura se toco el moño que tenía y se pregunto si lo tenía bien echo, ¿Estaría bien atado? ¿No se caería cuando se agachara a dar los saludos al rey y el príncipe?

"Lo tienes bien" dijo Mukuro con tranquilidad, su bastón golpeo el suelo con fuerza, después del golpe salieron otros hombre, todos altos y de buen parecer, mantenían el semblante serio, otros alegres y sonrientes como niños.

"Bienvenido guardián de la casa de la Niebla" saludo cortes mente uno alto con el pelo negro y en punta, sus ojos miel suaves como sus facciones delicadas.

"Guardián de la casa Lluvia" renegó Mukuro con voz áspera, el hombre sonrió con más fuerza y palmeo su vientre plano con placer de regocijo.

"Tengo tanta hambre" se quejo.

"Tch, estúpido guardián." gruño el que era un poco más bajo que los demás de la sala, uno de pelo plateado con un cigarrillo en la boca tensa. "Callate Yamamoto" se quejo.

"Haha, Gokudera ¡No cambias!" grito Yamamoto sonriendo. "La última vez que nos vimos me echaste de tu mansión a patadas, lamento no haber ido a visitarte" se disculpo el guardián de la lluvia.

Haru alzó la ceja, ¿Se disculpaba después de que el otro guardián le echara de su casa? ¿Qué pasaba con ese hombre? ¿Era demasiado bueno o idiota?

"Herbívoros" gruño una voz desde el fondo, oculto en las sombras. Tanto como la voz y el nubloso perfil de aquel hombre desapareció segundos después.

"Tendremos que disculparnos con el rey, Hibari parece no querer tener una reunión. Esta así desde que se entero que tenía que conseguir esposa." dijo el joven de cabello plateado, fumando. "Ese estúpido" luego insulto con rabia.

"¡Al extremo!" se escucho en la sala, los guardianes miraron de reojo al hombre que salía y entraba en la sala. "¡Yamamoto, peleemos!" pidió en un grito, el aludido rió con nerviosismo.

"Lo siento maestro, tengo que irme después de la reunión" se disculpo Yamamoto.

"¡Gokudera!"

"Tengo que ver al décimo después, no molestes cabeza de césped" ladró.

Aunque siempre creyó que en una reunión de alto rango como la que esos jovenes tendrían siempre sería algo más calmado, nunca se imagino que fuera como una fiesta de jovenes los cuales disfrutaban de charlas sin el protocolo.

"Esos idiotas son los guardianes. Fáciles de derrocar e implantar mi poder" dijo con calma Mukuro tomando con sus dedos la copa de vino que trajo una sirvienta.

"Falta Lambo" dijo el chico que grito antes con fuerza.

"No vendrá, me entere que tiene una cita con la joven de pelo largo"

"¿I-Pin?"

"¡Tch! Que no te escuche Hibari o te morderá hasta la muerte. Esa niña es de él"

"¡Pero si es una niña!"

"¿Crees que le importa la edad a ese imbécil?"

"Bueno, no sinceramente"

Quedaron en silencio hasta que lo rompió Yamamoto.

"Bueno...creo que tendremos que ver una lucha de guardianes después de esto. ¿Quién creéis que gane?"

La sala se quedo en murmullos de los guardianes y algunas apuesta más en el mayor.

"El noveno dice que os espera señores" la señora gorda dijo con alegría en la voz.

Todo cambio dramáticamente, antes la sala que le pareció un cuento de hadas parecía perder color con la sala de reuniones de los guardianes.

"Sentaos por favor" el anciano sentado en la silla de madera con adornos grabados en los posa brazos hablo. Mukuro se sentó con tranquilidad al igual que los demás guardianes. "Oh, una cara nueva" el viejo sonrió a la chica, ella le devolvió la sonrisa arrodillándose para hacer una reverencia.

"Será mi esposa" murmuro el duque. Muchos alzaron los ojos con asombro, otros rodaron por según ellos, una broma del hombre.

"¿Qué?" preguntó el viejo.

"Sera mi esposa, una que escuchara cada palabra de su esposo, señor" hizo sonar más fuerte la palabra 'señor' lo cual los demás guardianes entrecerraron los ojos con cautela.

"¿Cómo la conociste, Mukuro?"

"La compre"

"¡¿Cómo?"

"Pague por ella, me pertenece."

"No creo que sea bueno comprar personas Mukuro-san, la gente empezara a hablar que la casa real compra humanos para su diversión" dijo una suave voz detrás de ellos.

"¿Que dices Tsuanyoshi?" preguntó Mukuro "¿No crees que será más fácil decir; como entenderá la gente que su nueva reina sea una sirvienta y ex amante del príncipe?"

"¡Mukuro!" Ladro molesto el guardián del sol, apuntándolo con el dedo indice. "¡Kyoko nunca pensó en casarse con Tsuna, menos aún ser una amante, se enamoraron y se casaron!" gruño furioso el hombre que antes pedía pelea en forma amistosa al guardián de la lluvia.

"Eso no se cree en las calles del reino, guardián de la casa del sol"

"¡No me importa lo que se diga, defenderé a Kyoko a pesar de esas habladurías!"

"Por favor, calmaos, dais un espectáculo patético a la señorita" murmuro el viejo.

La sala quedo en silencio tenso y Haru se lamento internamente estar presente.

"Yo puedo marcharme, señor" murmuro con cautela. El rey sonrió de forma amable.

"Creo que sería..."

"Ella se queda, vosotros guardianes traéis a vuestras esposas, amantes a la sala, yo también pudo traer a cualquiera que me apetezca"

"¡Tu...!"

"¡Calma, Royhei!"

"¿Qué piensas de esto, Tsunayoshi-kun?"

"Creo que deberías descansar abuelo, y que la reunión sería mejor que quedase suspendida. Tenemos muchas cosas en la cabeza."

"Sí. Creo que es lo mejor, siento haberos echo llamar para nada. Lamento esto." se disculpo el rey con cara cansada, los guardianes asintieron.

"Que descanse majestad."

"Disculpe esto, señor"

"Esperamos la siguiente reunión."

"¡Que se mejore!"

Las palabras bulleron entre murmullos, el rey asintió a cada uno y salio de la sala con lentitud por su avanzada edad.

"Lamentamos este espectáculo décimo" se disculpo Gokudera Hayato con el semblante serio y culpable. Tsuna sonrió y negó suavemente.

"No es tu culpa Gokudera-kun"

"Es la del guardián de la niebla" ataco Ryohei ceñudo, Mukuro formo una sonrisa burlesca en los labios.

"Kufufu, pensar que los demás guardianes del décimo se enfaden por semejante estupidez..." ataco Mukuro hiriendo el orgullo a más de uno.

"¡Dios, no lo aguanto! ¡Décimo, se lo suplico, retire el título a este sujeto!" exclamo Hayato con aura sombría.

"Por mas que se la quitase Gokudera-kun, seguiría siendo alguien de la corte real, y seguiría siendo un duque. El fue el segundo el ser casi nombrado décimo de la Vongola" explico Tsuna con aire ausente, los demás callaron y vieron al sujeto de pelo largo y azulado.

¿Él el rey? ¿Por qué? ¿Solo porque fue el hijo bastardo de ese sujeto?

Mukuro sonrió con desdén.

"Ya que la reunión fue cancela permitan que os invite a la boda. Mi querida Haru sera la mejor esposa" con regocijo en el paladar, como cateando el vino, empujo una sonrisa con más intensidad en los labios.

"¿En verdad piensas casarte con ella?"

"No tiene nada de clase social"

"Tu grupo de seguidoras se quedaran consternadas y enfadadas. Sera digno de ver, duque"

"Kufufu"

"¿Cuándo sera?" preguntó el décimo con el semblante serio.

"Dentro de dos semanas"

"¿Tan pronto, Mukuro-san? ¿Está embarazada? ¿Perdió la virginidad? ¿Por qué?" murmuro Tsuna rascándose la barbilla y las mejillas enrojecidas.

"¿Kyoko-san perdió la virginidad y por eso os casaste señor?" se mofo Mukuro con las cejas fruncidas. Tsuna endureció las facciones de su rostro.

"Mukuro..."

"No esta embarazada, menos aún la he tocado, ningún hombre probo su cuerpo, si eso es lo que el décimo quería saber, si no tenéis más pregunta hacia mi persona décimo, me marcho. Hacer una boda en dos semanas no es nada fácil, como veras" se levanto de la silla con lentitud, tocando su bastón con la mano enguantada.

"¡Felicidades!" grito Yamamoto después del momento tenso de las preguntas del décimo, Rokudo gruño por lo bajo y tomo a la mujer por la muñeca.

"Creo que trama algo, décimo" murmuro Gokudera una vez que él y la señorita salieran de la sala. "Tal vez robar el trono..."

"Mukuro-san nunca actuaría como un vulgar ladrón Gokudera-kun. Si el quisiera quitarme el trono lo hubiera dicho delante del noveno y expuesto muchos argumentos muy convincentes para serlo, seguramente sería aceptado a la primera como un reemplazo demasiado bueno por si me pasara algo"

"Mis disculpas, décimo"

"Oh bueno, no importa. Creo que ahora pediré consejo a Kyoko-chan para el regalo de bodas. ¿Que podre comprar?" titubeo nervioso.

Los guardianes rieron con alegría cuando lo volvieron a ver como antes, tímido, avergonzado, y amistoso.

"¡Estúpidos!" gruño Mukuro cerrando la puerta del carruaje con fuerza, el caballo rechisto con nervios, pateando las patas traseras.

Haru callo con cautela. Estaba tan shokeada que no sabía que hacer exactamente.

Sería la duquesa de la casa de la Niebla, la cual pertenecía al cuidado del décimo Vongola.

Ella una duquesa.

¿Cómo sucedió? ¿Por que? ¿Que momento perdió la mala suerte?

Fatigada toco el ostentoso vestido verde y titubeo en alzar las enaguas y quitárselas, desistió cuando él le lanzó una mirada casi glacial.

"Preguntas" murmuro con paciencia, apretando el bastón con fuerza.

"Muchas, sinceramente" titubeo.

"Cuantas"

"..." alzo los hombros con fatiga y luego se sentó a lado de él, tocándole el hombre con el suyo, una caricia pequeña e insignificante. "Por ahora dos; ¿Por qué yo?"

"Estabas siendo vendida, si no te hubiera comprado algún hombre lo hubiera echo, te habría violado de muchas formas, penetrado tu cuerpo con rudeza y engendrar sus hijos en tu vientre, y cuando tu cuerpo deformado por los embarazos de esas violaciones él te habría dejado"

"¿Entonces fue para ayudarme?"

"Kufufu. ¿Yo ayudando a una chica sin pedir nada a cambio?"

"Entonces...lo que el duque pide a cambio es matrimonio"

"Correcto"

"¿Pero no sería mejor que fuera una chica de vuestro nivel?"

"Esas son difíciles de dominar, además de que tendría que pedir su mano a sus padres, los cuales aceptarían pero, pedirían demasiadas cosas después de las nupcias. Como poder, como títulos de tierra que quiera de tal vez algún pobre campesino"

Miura asintió a cada respuesta.

"Tu siguiente pregunta"

"¿Cómo?"

"Tenías dos preguntas, sin embargo solo formulaste una, las demás fueron por curiosidad"

"La segunda..." trago saliva mientras relamía un poco sus labios. "¿Tenemos que tener intimidad? ¿Tengo que dar a luz a vuestros hijos?"

"¿Tanto te repugno?"

"No, no es eso, señor. Creo que usted es muy bello..."

"Acabas de alagar la belleza de un hombre, suena estúpido"

"Lo siento, Haru pensó..."

"Por fin hablas sin formalismos, pensé que te habías engalanado solo por conocer al noveno y el décimo"

"¡Claro que no, Haru nunca cambiaría su forma de ser solo por el estatus!"

"Kufufu" rió y cubrió con su mano enguantada la mano pequeña de la joven. "No te preocupes, no pediré amor en este matrimonio, menos aún un hijo. Sobre la intimidad... ¿Qué querrá la futura esposa?" con sorna alejo la mano y salio de la vista de la mujer.


N/A; FanFic compuesto de solo tres capítulos, el siguiente la boda, el tercero el final. Categoría T. Sí. Para mayor seguridad luego será cambiado a M. Sin más, saludos y no me matéis por no subir mi otra continuaciones, lo que pasa es que las tengo, pero tengo que completar una parte que no me gusta nada.