1- Encerrada en la casa encantada

¡Maldición! ¿Cómo he podido ser tan imbécil? ¡Me han encerrado en el armario y me han dejado aquí tirada! Sabía que Emily Winters no era de fiar, y aún así acepté ir con ella y sus amigas a la casa encantada que se encontraba a las afueras del pequeño pueblo inglés. Tendría que haber ido sola.
Seguro que ninguna chica española ha hecho un intercambio tan movidito como el mío, y es que siempre me pasa todo a mí. Seguro que ahora se estarán partiendo de la risa a mi costa. Pero, como que me llamo Elisa Arévalo...que me las van a pagar.
Un ruido en la habitación como de ¡Crac! hizo que dejase de lamentarme, para mirar por una pequeña grieta en la puerta del armario. - Puede que sean los fantasmas de los que todo el mundo habla-; me dije intentando no perder la poca valentía que me quedaba.
La habitación estaba a oscuras, y no pude ver nada. hasta que oí una voz que dijo: ¡Lumos!
Una figura vestida de negro se paseó por la habitación y se situó frente a un sucio espejo colgado en la pared, de espaldas a mí. Era una chica rubia, de pelo largo (debía tener más o menos mi edad).
Yo hubiera gritado para que me sacara de allí. pero la varita que sujetaba en la mano hizo que me quedase inmóvil. Controlé la respiración durante un rato, pero a mi pesar mi alergia al polvo me traicionó.
- ¡¿Quién anda ahí?!- gritó la muchacha tras oír mi estornudo, al tiempo que se giraba y escudriñaba las sombras. Supongo que no me quedaba más remedio que hablar con ella.
- ¡Socorro!- grité desde el interior del ropero cruzando los dedos para que ella entendiera mi situación y no se enfadase por que la hubiera espiado- ¡Me han dejado encerrada! ¡Por favor, no me hagas daño!- La chica se acercó al armario con expresión de desconfianza. Apuntó con la varita (yo cerré los ojos temiendo lo peor) y dijo: Alohomora- las puertas se abrieron de golpe y me cubrieron de pelusas. No sé si fue mi cara de terror o lo desaliñada que me encontraba, pero cuando caí de rodillas sobre las viejas tablas de madera, la chica comenzó a reírse como si nunca hubiera visto nada tan divertido.
- ¿De qué...?¡Oye! ¡No tiene gracia!¡Llevo aquí dentro horas!- Ella dejó de carcajearse con esfuerzo y me miró con curiosidad sin que la sonrisa despareciera de su pálido semblante.
- ¿Cómo te llamas?- me preguntó. Debió de notar mi acento español.
- Elisa, Elisa Arévalo. Soy estudiante de intercambio.
- ¿Y qué haces aquí?
- ¡Es culpa de Emily Winters! me metió aquí dentro con ayuda de sus amiguitas, no me esperaba que me fueran a empujar.
- ¡Ah! Ella otra vez. Es una entrometida. Todas las noches vengo a inspeccionar, por si vuelve a entrar furtivamente en la casa de mis bisabuelos.
- ¿Es de tu propiedad?
- Sí. Bueno, no. Más bien es de mi padre.
- Eeeh, es un poco tarde, creo que tengo que volver al hotel. Si llaman mis padres y no estoy en casa se preocuparán y no me dejarán salir del país otra vez.
- Creo que tendrás que esperar. Tienen que desmemorizarte.
- ¿Qué? No. Mira ¡No diré nada! ¡Pero déjame salir! Además ¿Quién me iba a creer? Con decir que al final conseguí escapar... ella me miró dubitativa.
- No sé. Podría meterme en líos.- Debió de pensar que yo me lo estaba tomando todo con mucha tranquilidad. No quería que me descubriera tan pronto. No era conveniente que se enterase de que estaba aquí por una razón importante-¿Cómo? Si tú no dices nada, yo tampoco.
- Es que podría aparecer en el registro...aunque podría decir que eres squib.
- ¿Qué?
- Sí, no es mala idea, pero si te hacen preguntas, seguro que sabrán que he mentido.
- Eso si no me dejas marchar antes. Por favor...
- ¡Oh! ¡Está bien! Pero date prisa.
- Un momento ¿Cómo te llamas?- ella tardó en contestar, pero al final se decidió.
- Hécate Smith.
- ¿Podré venir a visitarte de vez en cuando?
- ¿No tienes miedo?
- Pues, después de hablar contigo no tanto. Pareces maja.
- Eres un poco rara, Elisa Arévalo.
- Me lo tomaré como un cumplido.
- Pero, sí, puedes. Ven aquí la próxima noche y si quieres, hablamos.-
Y con una sonrisa cómplice me marché de aquél lugar pensando en la suerte que tenía. Puede que todo comenzase a cambiar, y ella pudiera ayudarme con mi problema. Claro, que por ahora no lo mencionaré. No quiero que piense que soy una aprovechada.
De todas formas, lo mismo lo descubre ella sola. Que para algo es bruja.
Caminé por el campo embarrado dándole vueltas a lo que acababa de suceder. Los ecos de varias voces de personas comenzaron a escucharse por los alrededores. Fue entonces cuando comencé a correr como si la vida me fuese en ello. Me interné en un pequeño bosque y continué a toda velocidad. Solo paré cuando consideré que mi corazón amenazaba con estallar. Me tiré al suelo y me escondí entre unos arbustos.
- ¿Dónde está? ¿A dónde ha ido?
- No sé por qué te empeñas en buscar al muggle. ¿No crees a Hécate? Puede que el registro se haya equivocado. Y es de noche. ¿Qué te parece si nos vamos a Hogsmade y te invito a algo? Total, ¿A quién se lo iba a contar si supuestamente existiera?
- Está bien. Pero dile a tu hija Hécate, que la próxima vez consulte con nosotros antes de hacer este tipo de cosas sin nuestro permiso. No debería ahuyentar ella sola a los squibs o los muggles que se encuentra por el camino. Podrían meternos en líos. Como esa tal Winters....
- Se lo diré. Pero no insistas o empezaré a pensar que estás llamando mentirosa a mi hija. Si ella dice que no hay peligro, tendrá sus razones para pensarlo.
Cuando los dos magos se marcharon, me levanté del suelo (estaba congelada y llena de barro hasta las orejas) y caminé hasta que por fin, llegué al hotel rural. Entré a toda prisa, llamé a mis padres, me duché, me cambié de ropa y me fui a dormir. Es de esperar que no pudiera pegar ojo, así que me dediqué a pensar en lo que le haría a Emily Winters cuando la viera.
Por la mañana me levanté pronto, cogí mi mochila y me marché al instituto. Todo transcurrió sin problemas. Hasta que a la salida decidí seguir a Emily y sus amigas. Cuando llegaron a un cruce, se despidieron para volver a sus respectivas casas. Avancé despacio, pero sin perderla de vista. Se metió por un callejón y la seguí.
- ¡Emily!- llamé con toda la furia que pude reunir. Ella se giró despacio.
- ¿Qué haces aquí?- Yo me acerqué con cara de pocos amigos. Ella estaba nerviosa. - Sólo fue un juego. Íbamos a rescatarte.
- Sí, claro.- Y tardé un poco en añadir- como a Salomé Dardén.
- ¿Cómo sabes...
- Me lo acabas de confirmar, y ¿sabes qué? Se lo diré a la policía.
- ¡Fue un accidente! Además....¡No tienes pruebas!
- ¿Seguro?- Y le mostré mi móvil, con el que había grabado la conversación.
- ¡Dame eso!- gritó desesperada, al tiempo que intentaba arrebatármelo de las manos. Yo la esquivé.- ¡Dámelo o te arrepentirás! Además ¿Qué tienes tú que ver con Salomé? Ni que la conocieras del algo.
- La conocí. Y tengo más que ver con ella de lo que crees.
- Elisa, por favor, por favor- dijo comenzando a llorar.
- Seguro que Salomé dijo lo mismo aquél día.
- No...no ¡Por favor!¡No fui yo!¡No fue culpa mía!
- Lo siento Emily.- le dije, aunque verdaderamente no lo sentía.- Y no se te ocurra seguirme si no quieres que además se te acuse por intento de agresión, a parte de asesinato.- Y desaparecí del callejón antes de que ella pudiera reaccionar y levantarse del suelo.