Cómo cocinar una rebelión.
Casi todo lo que publique aquí, pertenecerá a Sussan Collins. Sólo voy a intentar llenar algunos espacios en blanco que dejan los libros.
Johanna y Finnick
Son las doce y ella aún no ha vuelto. La inquietud hace rato que pasó a ser preocupación y ahora los nervios le están consumiendo. Camina por el piso que comparte con Johanna Mason a grandes zancadas, notando los latidos puntiagudos en el pecho y la respiración acelerarse a un ritmo exponencial. No debería sentir esa angustia, ella es una chica fuerte y habrá superado su primera vez satisfactoriamente, igual que él lo hizo. Pero no puede evitarlo. Sabe lo que se juegan, lo que se juega ella. Han amenazado con quitarles todo, lo poco que les queda. Han insinuado que matarán a su hermano, lo único que ella todavía es capaz de amar. Incluso han amenazado a Annie, si ella no cumple los requisitos esta noche.
Finnick se sienta en el sofá, ocultando su cara con las manos. Respira profundamente tratando de aclarar sus pensamientos. Necesitan hacer algo, poner freno a toda esa locura. Al minuto suena el ruido de la puerta al abrirse.
Johanna se adentra en la casa. Tiene los ojos ausentes y no dice una palabra antes de dejarse caer sobre el sofá. Entonces cierra los ojos con fuerza y él sabe que algo no ha ido bien. Sus músculos rígidos, sus puños cerrados y la lágrima que se desliza por su mejilla le dicen todo lo que necesita saber. Los moratones dispersos por su cuerpo explican más de lo que le gustaría saber. Quiere consolarla, así que la abraza con suavidad, para no agravar el dolor.
Ella se retuerce al principio, pero termina por aceptar el consuelo de sus brazos. Está fría. Helada. Pero poco a poco va destensando los músculos hasta dejarse caer sobre él. Finnick aprieta un poco el abrazo para que sepa que está allí para ella.
"¿Lo has hecho?", pregunta con cautela.
"No fui capaz".
"¿Te golpeó?"
"No pude contar las veces. Pero dejó de ser tan malo cuando perdí la consciencia. Debió meterme en un taxi. Me he despertado en la acera, frente al piso".
"¿Le diste nuestra dirección?".
"No. Creo que llamó a alguien para averiguarla".
"¿Sabes quién era?, ¿a quién llamó?".
"Sólo me dieron una calle y un número. Me recogieron aquí y me llevaron hasta la casa. El tipo no tendría más de cuarenta. Pelo morado, labios hinchados, piel violácea. Era asqueroso. Cuando llamó por teléfono yo ya estaba casi inconsciente. No entendí nada".
Finnick la incorpora y limpia las lágrimas de su cara. "Tranquila, estoy contigo. No estás sola en esto". Ella asiente con la cabeza.
"¿Qué va a pasar ahora?, ¿matarán a todos?".
"No vamos a permitirlo, Johanna. Haymitch ha pensado algo".
"¿Haymitch?", pregunta ella. "Haymitch está en el 12. Él no tiene que pasar por esto. Le va bien con su papel de borracho, y ahora tiene toda la parafernalia de la Gira de la Victoria por delante. Y, ¿desde cuándo Haymitch se preocupa por nosotros?".
"Debe hacerlo. Se ha puesto en contacto conmigo esta tarde".
"¿Cómo?", vuelve a preguntar, incrédula. "No hay forma de comunicarse entre distritos, ni entre los distritos y el Capitolio sin que intercepten las llamadas. Le habrán grabado. Nos puede meter a todos en un lio aún mayor".
"Tiene contactos. Hay gente, aquí en el Capitolio, dispuesta a apoyar la causa. Quieren hacer algo grande, tal vez en el próximo Vasallaje".
"Aún no entiendo cómo va a ayudarnos. ¿Qué quiere a cambio?".
"Un sacrificio".
"¿Qué quieres decir?".
"Quiere acabar con todo, Johanna. O ellos o nosotros".
"¿Acabar con qué, Finnick?. No te estás explicando bien".
"Todo. Los Juegos. El Capitolio. La tiranía. Snow".
Johanna ahoga una risa. "Claro Finnick, acabar con todo. Un borracho te dice que van a cambiar las cosas, y tú le crees".
"Todavía no sé los detalles. Pero tal vez… tal vez podríamos hacerlo. Tal vez podríamos…".
"¿terminar todos muertos?", ella le interrumpe.
"Sí. Pero con el Capitolio hecho pedazos, ardiendo junto a las cenizas de Snow".
Ella se queda en silencio. La muerte no parece una opción tan mala comparada con la vida que la espera. Para siempre. Atrapada en esa trampa de colores brillantes, y gente artificial. Vendiéndose cada noche, queriendo morir cada mañana. Mira los ojos de Finnick, y sabe que él lo hará. Morirá por la causa si es necesario. Nada tiene sentido y nada lo tendrá si no luchan. Llena sus pulmones de aire, y lo suelta lentamente. Luego dice: "Puedes contar conmigo, siempre que Snow termine muerto".
