La mañana sorprendió a Harry como todos los días; despeinado, hambriento y con los insistentes chillidos de la tía Petunia resonando a través de la puerta de la alacena bajo la escalera.
Lo único que normalmente no pasaba en las mañanas de Harry aconteció justo después de sacar la habitual araña de su calcetín, pues no solo salió de allí la ya mencionada araña sino que también asomo un pequeño y amarillento trozo de hoja en el que se leía en una pulida letra "Feliz cumpleaños Harry"
Harry miro contrariado la pequeña y arrugada nota en su mano, en su corta experiencia de vida eso jamás le había acontecido a él; usualmente Dudley era quien recibía regalos y tarjetas de felicitaciones en su cumpleaños, por un segundo contemplo la posibilidad de que la nota no fuera para él, pero el pensamiento murió al darse cuenta de que a) era 31 de julio y b) al final de la oración se leía "Harry" el hecho de que la felicitación en realidad estuviera dirigida a él le hizo sentir algo cálido asentándose lentamente en su corazón, no es que los Dursley fueran excesivamente groseros o negligentes desde su punto de vista, pero una felicitación que sonaba tan sincera y educada ciertamente estaba más allá de lo que estaba acostumbrado a recibir. Aun así había una cosa que no lograba comprender del todo ¿quién era el remitente de la nota? En opinión de Harry su tío Vernon no era una persona muy amable o educada, sin mencionar que se la pasaba la mayor parte del tiempo quejándose acerca de lo feliz que sería si no tuviera que hacerse cargo de su sobrino, así que no era posible que el hubiera no solo recordado el cumpleaños de Harry sino que además le hubiera dado una nota educada felicitándolo por existir.
No, definitivamente no había sido tío Vernon. Con él y Harry descartados solo había dos opciones Dudley o tía Petunia. Dudley no era amable, ni sigiloso ni mucho menos lo suficientemente listo como para escribir una nota de felicitación, así que Harry lo descarto de inmediato y se fue derecho a la única persona que al menos parecía ser capaz de recordar su cumpleaños.
Harry sabia que la única razón por la que recibía regalos de cumpleaños o de navidad, así fueran un par de horrorosos calcetines viejos, una corbata horrenda de Dudley o ropa de la tienda de segunda mano, era la no muy convincente insistencia de tía Petunia. Aún así ella siempre se quejaba de lo sucia que estaba la alacena de Harry, la torpeza de Harry, lo desaliñado de su cabello y lo tonto que fue su padre al matarse por conducir borracho dejándolos con la responsabilidad de "corregirlo", a pesar de que Harry sabia que la única opción más o menos posible era ella͵ una parte de si mismo le gritaba que debía saber quién era el autor de la misteriosa nota.
El sonido de un grito proveniente de la cocina reverberó en toda la casa, sacando abruptamente los pensamientos de Harry de la nota. En un abrir y cerrar de ojos arrojo el pequeño papelito a su catre, terminó de colocarse el calcetín y salió disparado hacia la cocina con un extraño sentimiento de pesadumbre en el estomago, ni siquiera se percato del fino rastro de lodo que iba dejando a su paso o del hecho de que esa mañana se sentía un poco más pesado de lo usual.
Cuando llego por fin a la cocina, los gritos comenzaron de nuevo. Por más que Dudley miraba a Harry de arriba para abajo, no lograba entender porque su madre se había puesto pálida con solo verlo y su padre había enrojecido de ira y comenzado a gritar, para él, su extraño primo solo se había levantado de la cama con la sabana aun puesta, cierto la sabana era negra, pesada y más bien parecía un vestido pero aparte de eso, él no encontraba nada anormal en ello.
-¿A qué juegas muchacho? -Gritaba tío Vernon a centímetros de la cara de un mareado y muy confundido Harry. Si su tío hubiera mantenido la cabeza un poco más fría, tal vez se hubiera dado cuenta de que coger al pequeño niño por el cuello de la túnica y zarandearlo en busca de respuestas no era una idea precisamente buena. Por su parte Harry no entendía porque sus tíos estaban tan disgustados, en su experiencia ellos solo solían actuar tan violentamente con él cuando decía que algo se comportaba de forma extraña, o cuando le pasaban algunas de esas cosas que no podía explicar.
Solo cuando Dudley pregunto qué era lo que había en la mesa Harry entendió de que lo culpaban esta vez. El mantel bordado de tía Petunia se hallaba totalmente desgarrado y salpicado de manchas de tinta negra por doquier, justo en el medio de los jirones de tela reposaban un pequeño frasco de tinta negra, una pluma de alguna clase de ave y, para sorpresa de Harry, había también un gran trozo del mismo papel amarillento en el que estaba escrita su misteriosa nota. La súbita conclusión de que los Dursley creían que eso era obra suya y por tanto no habían sido ellos los autores de la nota lleno a Harry de asombro, el cual para su mala suerte tío Vernon interpreto como un gesto de culpabilidad, no es como si en algún momento hubiera tenido oportunidad de que no fuera declarado culpable por ellos pero Harry igual fue arrastrado hacia las escaleras cogido del gorro, fue en ese preciso instante que Dudley comprendió que lo que su primo vestía no era un vestido ni mucho menos una sabana negra y burda como había pensado antes ¡no!
Lo que su fenómeno primo traía encima era una elegante y pesada capa negra con botones cruzados, capucha y que parecía ser al menos seis tallas más grande que él, por un momento Dudley pensó en el parecido con las capas de Star Wars y que esta le parecía infinitamente más bonita, con paso raudo y contoneándose como pato Dudley salió corriendo tras su padre exigiendo a voces la capa de Harry mientras el susodicho se esforzaba por impedir que su tío lo asfixiara con la tela de lo que él creía una de las viejas sudaderas de Dudley.
Con un bramido y un fuerte empujón Vernon arrojo a Harry de bruces dentro de la alacena. La cabeza del pequeño reboto de forma horrible contra el piso antes de que el hombre le arrancara tirones la capa que el pequeño traía puesta, el adulto salió de la alacena dando un sonoro portazo y colocando un pesado candado a la cerradura al tiempo que mascullaba furiosamente algo que el pobre y desmadejado niño no logro entender.
El pequeño mago se quedo en el piso hasta que la duela bajo el dejo de girar. El metálico sabor de la sangre en su boca no era nada comparado con el punzante dolor de su brazo, cuando Vernon había tratado de arrancarle la capa por la fuerza, su brazo se había quedado atascado en el medio y Harry había podido sentir por un momento como su brazo se doblaba en una posición poco natural. Con mucho cuidado levanto sus ahora dobladas gafas y se las puso mientras se aferraba el brazo izquierdo y subía lentamente a su destartalado catre; el sonido del papel estrujándose lo hizo darse cuenta de la nota que aun yacía sobre las sabanas.
La contemplo con una mirada mezcla de tristeza y molestia al darse cuenta de todos los problemas que le había acarreado la mentada felicitación, antes de arrugarla Harry acaricio suavemente el frente de la nota, la extraña caligrafía le proporcionaba un ligero sentimiento de confort, molesto consigo mismo dejo caer la nota al suelo revelando el dorso de la misma. Con la misma esmerada caligrafía podía leerse una frase adicional que Harry no había visto la primera vez "Bajo la tabla"
Con movimientos suaves y agiles Harry bajo del catre y se replegó contra la fría madera de la puerta, concentrándose, pudo escuchar después de un rato los gritos de tío Vernon a lo lejos instando a Dudley y a la tía Petunia a subir al auto para marcharse. Usualmente esa actitud de sus familiares le habría asustado enormemente, pero en ese instante no pudo evitar sentirse aliviado al darse cuenta de que lo más seguro era que no regresaran en varias horas.
Con mucho cuidado movió el pequeño catre unos cuantos centímetros, solo lo suficiente como para poder deslizar suavemente la tabla suelta bajo el. A pesar de que los Dursley no se encontraban en casa, Harry se movía procurando no hacer el menor ruido, su corazón martillaba fuertemente en sus oídos mientras una pequeña descarga de adrenalina lo impulsaba a moverse lo más rápido que podía.
Las manos le temblaron cuando saco la tabla suelta y miró en el agujero. Una pequeña caja negra con bordes verdes y dorados se hallaba allí, rápidamente la tomo y se sentó en el suelo al tiempo que pasaba los dedos sobre el delicado grabado de la tapa.
Un extraño animal se hallaba grabado justo en el centro del pequeño cofre, en cuanto Harry lo vio supo que debía tratarse de un monstruo de leyenda, con un cuidado que rayaba casi en la reverencia acaricio suavemente la melena del león pasando lentamente por las extrañas pezuñas y los colmillos de la serpiente que tenia por cola, asombrado, deseó con todas sus fuerzas el poder nombrar a la criatura por su nombre y saber exactamente que era; antes de que pudiera comenzar a añorar los libros empolvados de la segunda habitación de Dudley el grabado de la tapa brilló y la tapa se levanto por sí misma, ansiosa por develarle su contenido al niño.
Dio un sorprendido respingo al escuchar la desconocida melodía proveniente de la cajita, el sonido no podría calificarse como alto puesto que tenías que acercarte y prestar atención para escucharlo.
Harry supuso que así debía oírse cuando alguien te hablaba al oído, su corazón se estremeció al escuchar la suave voz que comenzó a entonar una lenta melodía en un lenguaje desconocido, pudo percibir algo de nostalgia y tristeza en la suave voz aunque sonara diáfana y dulce, incluso el ligero arrastrar de las palabras sonaba algo melancólico a su parecer. Aun así acerco la cajita a su pecho totalmente enamorado de la misma.
Este era el primer obsequio de cumpleaños que realmente estaba agradecido de recibir, la pequeña caja no solo era hermosa sino que parecía haber sido diseñada específicamente para él, encajaba perfectamente en el espacio de la tabla hueca y el sonido que hacía era lo suficientemente bajo como para que pudiera escucharlo en su alacena incluso con los Dursley allí, con mucho cuidado se dispuso a abrir uno por uno los pequeños cajoncitos que contenía su cajita.
Harry había visto demasiadas veces el alhajero de su tía como para no reconocer que su cajita musical contenía uno dentro de sí, en la parte posterior de la tapa brillaba un hermoso espejo con bordes plateados, y debajo se hallaban seis pequeños cajoncitos forrados de terciopelo negro, justo en medio de los cajones, empotrado en el cajón más amplio se encontró un precioso frasquito de vidrio tallado con un liquido rojo dentro de él.
Por alguna extraña razón que no logró comprender, el descubrimiento del frasquito le heló la sangre. Sin querer detenerse cerró a toda prisa el cajón que contenía el frasco y trato de abrir los demás, se llevo una sorpresa algo desagradable al darse cuenta que los otros seis se hallaban atascados. Buscando la forma de abrirlos Harry se encontró con un octavo cajón mucho más amplio que los demás. Su sorpresa fue mayúscula al meter la mano dentro del cajón y darse cuenta que no podía tocar el fondo del mismo.
Tanteando a oscuras Harry sintió algo pequeño y duro en el cajón, intrigado, tiro de ello y cuando logro sacarlo contemplo entre sus manos un pequeño lápiz de color negro, asombrado por el descubrimiento, fue metiendo y sacando las manos del cajoncito extrayendo de el varias cosas más, hojas, colores, frasquitos de tinta de diversos colores, una extraña cosa parecida a una peonza e incluso una bonita pluma de algún tipo de ave, pero lo que más intrigó a Harry fue el descubrimiento de un pequeño y viejo diario encuadernado en piel.
Emocionado, tomó la pluma entre sus dedos y abrió el diario por la mitad. Apenas le dio tiempo de gritar antes de que la luz blanca lo arrastrara dentro del libro.
