Disclaimer: Esta vez no poseo ninguno de los dos, Pokémon Special no me pertenece y el universo en el que este Fanfic está inspirado tampoco. Reyes y Vasallos es es propiedad de Dan G. Panterita, lo que me pertenece es la redacción de este Spin-off, para leer más de Reyes y Vasallos ir al perfil de Dany. Más información al final del capítulo.
RyV
. . . . . . . . . . . . . . . Arcano II—La sacerdotisa . . . . . . . . . . . . . . .
Capítulo I
El diablillo que te pica
—*—
Una ráfaga de viento le causó un escalofrío incluso si estaba usando una camisa y no un traje de baño, sentía la arena bajo sus pies desnudos y a unos metros de ellos se escuchaba las risas y voces de sus compañeros divirtiéndose alrededor de una fogata, empezaba a oscurecerse y en el horizonte podía verse el ocaso que se reflejaba en los ojos azules de Crystal Beira, los cuales estaban fijos en los del chico que estaba frente a ella, quién la miraba expectante, incómodo, como si estuviese haciendo una decisión muy importante dentro de sí.
Finalmente, sin pronunciar palabra alguna en un gesto muy parecido al de resignación chasqueó la lengua, se acercó a Crystal con fingido desinterés y acercó sus manos a las de ella. Finalmente, ambas palmas se encontraron. El tacto se sintió como una descarga eléctrica capaz de acelerar el corazón de ambos.
Lex Naturalis est Scripta in Cordubus Ominum.
La voz de Crystal pareció resonar en toda playa, aunque había hablado suavemente y podría haberse perdido con el sonido de las olas Gold la escuchó como si fuese una campana que despertara algo en él, repentinamente…
Pido al Gran Creador y a mis hermanos dueños del destino
sean testigos de este juramento
que ni la eternidad del tiempo y el espacio podrán negar.
Palabras vinieron a su cabeza, repentinamente nada importaba ya, las olas, el atardecer o sus compañeros riendo de lejos, podrían haber estado en mitad de un concierto y Gold solamente vería y escucharía a Crystal. Su boca se abrió y dijo las palabras que estaban en su mente.
Juro ante El Gran Creador que con benevolencia vida me ha dado,
y ante tus hermanos que junto a ti mi vida han marcado,
no faltare a esta proclamación que hago.
Yo, humilde vasallo, ruego a ti, que me concedas el honor de protegerte y salvaguardarte.
Mi vida ato a ti de hoy en adelante sin remordimiento alguno mi amada reina.
Disponga de mí como guste pues mi destino en usted se encuentra.
Juro ante El Gran Creador cuya máxima Obra me ha encargado junto a mis hermanos
que te protegeré y cuidaré,
tu vida no será menospreciada por mí,
a quien ciegamente se la has entregado…
Hijo mío
te cedo la gema que te defenderá.
Y que usaré para defenderla.
Algo en ellos lo supo en ese momento, lo supo cómo quién podía discernir entre que algo estaba bien o mal, lo supieron como si fuera un instinto, sin necesidad que nadie se los dijera. Sabían que habían sellado su destino.
—*—
[Hace dos meses…]
La alarma sonó puntual a las 6:30 am. y la persona a la que se suponía debía despertar no estaba en cama. Crystal salió inmediatamente del baño aún en pijama, descalza y con una toalla sobre los hombros con la que se secaba la cara empapada en agua dispuesta a apagar la alarma. Este no era el caso en el que le ganaba al reloj por unos minutos, sino que directamente no había dormido en toda la noche y no, no había sido cosa del estudio como sería normalmente, se había desvelado gracias a una extraña sensación de incomodidad que la había estado molestando durante toda la noche.
Era difícil de explicarlo, estaba agotada, tenía sueño y estaba analizando mentalmente los pros y los contras de faltar ese día, pero aun así, sabía que aunque se quedara en casa y se acostara en cama para poder dormir no iba a conciliar el sueño. Sentía algo parecido a la ansiedad, una inquietud extraña que la mantenía despierta y amenazaba con arrancarle un suspiro. Y es que Crystal lo entendería si hubiese una razón para sentirse de esa forma… pero no, no la había.
Buscó su uniforme, acto seguido volvió al baño dispuesta a asearse y prepararse para asistir a la escuela. Mientras tomaba una ducha pensó como lo hizo en toda la noche, tratando de adivinar o recordar algún suceso o evento cercano que pudiese tenerla tan inquieta. Pero no, no había nada, los exámenes estaban aún lejos y por el momento no tenía ninguna responsabilidad escolar o familiar mayores que pudiesen tenerla de esa forma.
Salió de la ducha, se secó y vistió antes de mirar su reflejo en el espejo. Tenía ojeras, dos bolsas oscuras adornaban sus ojos denotando su cansancio. Buscó su peine y se hizo sus ya comunes coletas. Peleó con su cabello a pesar de que todos los días se hacía el mismo peinado y al final quedó asimétrica, no se molestó en tratar de arreglarlo porque se le hacía tarde y no había desayunado.
Cuando bajó, esperó ver a su madre o a su padre preparándose para ir a trabajar, normalmente estaban ahí en la mañana para saludarla pero en la cocina no estaba ninguno de los dos. En lugar del desayuno que normalmente preparaba su madre había una manzana, dinero y una nota que decía:
"Buenos días, nena~
Papi y yo tuvimos que salir por asuntos
importantes y repentinos del trabajo :(
Lamento no haber podido dejarte algo para
desayunar, olvidé hacer las compras ayer.
Aun así, te dejo esta manzanita y dinero
para que desayunes lo que quieras en la
cafetería de la escuela. Te prometería hacer
el mercado pero seguro lo olvido, ¡te dejamos
suficiente dinero para que hagas las compras
cuando vuelvas a casa!
Te lo compensaré.
Con amor, mami."
Luego de leer la nota sus ojos se posaron en la ventana de la cocina, estaba lloviendo y algo le decía que iba a ser así durante todo el día.
La mala noche, su peinado, el desayuno y el clima debieron decirle algo a Crystal, algo como que ese día no iba a ser… grato. Aun así ella no tenía tiempo que perder, se comió la manzana y revisó si había algo más para comer, en efecto, sólo había arroz y atún. No tenía tiempo para cocinar así que lo dejó, terminó su fruta, tomó el dinero, un paraguas, su mochila y salió de su casa en dirección a la escuela.
Crystal era responsable, sabía que su único deber era cumplir con las labores del hogar y con la escuela, por eso una mala mañana no era suficiente para evitar que fuera a clase como lo haría normalmente. Ella ya estaba un tanto acostumbrada a los infortunios.
No era como si Crystal fuese desafortunada, no, ella tenía buenas calificaciones, los maestros la tenían como ejemplo, tenía unos padres amorosos (aunque un tanto excéntricos) que le alegraban las mañanas, pero claramente nada era perfecto, cada quién tenía sus demonios personales con los cuales luchar y Crystal en específico tenía un demonio personal.
Uno chiquito, fastidioso, de esos que te pican e irritan lo suficiente como para amargarte con su simple presencia. Su irritable demonio personalizado tenía nombre y apellido.
—¡Muévete, estorbas!
A unos pasos de estar por fin bajo techo y dentro de la escuela, un chico de cabello azabache y ojos dorados que venía no solo portando mal el uniforme sino que también lo traía empapado, la empujó en su afán de resguardarse de la lluvia, lo hizo lo suficientemente fuerte como para hacerla trastabillar y hacer que sus pies terminaran dentro de un charco de agua lo suficientemente profundo como para mojarle el zapato completo y los calcetines también.
Hablando de demonios… ese era el suyo. Gold Emas.
—Por amor a… ¡Gold, eres un bruto!
Normalmente ella era la madura, la que ignoraba sus provocaciones y fingía que él no existía para evitarse el estrés, pero es que eso no era cuestión de ser maduro. ¡Es que el chico era un patán! Y ella no estaba de buen humor esa mañana.
—¿Bruto? Si no te mueves te mueven —le dijo él mientras se sacudía el cabello y sacaba los zapatos de su casillero—. Tú te lo buscaste. Y ya cállate que no estoy de humor para lidiar contigo hoy.
¿Y era ÉL el que no tenía humor para lidiar con ELLA? Estaba ofendida, molesta y con un pie mojado por su culpa. Sacó su pie lentamente del charco y entró a la escuela, desgraciadamente, su casillero estaba justo en frente del de él. Cerró el paraguas y se quitó los zapatos y el calcetín empapado. Podría no decir nada más y era lo mejor, no caer en sus provocaciones, pero de nuevo, estaba cansada, irritada, tenía sueño y no quería que él tuviese la idea equivocada de que la había dejado sin palabras.
—Si no tienes humor para lidiar conmigo al menos has el favor de no molestarme. Resulta que hoy no es… —pero su sermón quedó a la mitad cuando mientras escurría su calcetín, la chaqueta empapada de Gold le dio en la cara— ¡¿Qué pasa contigo?!
—¡Ya te dije que cerraras la boca!
Crystal molesta se puso de pie inmediatamente y Gold en respuesta la encaró. Más estudiantes llegaban pero los ignoraban porque era una escena muy común verlos peleando, sin embargo, entre todos los que los ignoraban alguien llegó para ponerle una mano en el hombro a Crystal, llamando su atención.
—Crys, ¿está todo bien?
Se trataba de Eusine, el compañero del club de lectura de Crystal que era de un año superior y siempre intervenía en las peleas entre estos dos, claro que siempre apoyando a Crystal y ganándose duras críticas de parte de Gold.
La presencia de Eusine fue como un alto para Crystal, le recordaba que estaba en público y que Gold… no valía la pena. Suspiró negando con la cabeza sin dejar de mirar al chico de cabellos azabaches de mala gana.
—Sí. Todo está bien.
Dejó la chaqueta mojada con la que le habían dado en la cara a un lado se la banca, lejos de ella para que Gold la tomara sin decirle nada más ni tuviera una excusa para fastidiarla o aproximarse a ella.
—Salvada por el payaso de tu novio —se mofó Gold de ella mientras agarraba su prenda de un manotazo, volvió a su casillero ignorando completamente a Eusine, acabó rápido y luego se fue.
Crystal rodó los ojos ante sus palabras, fijando su atención en Eusine esta vez.
—Buenos días —saludó con la mejor sonrisa que podía regalarle en ese momento—. Solo… ignóralo. Lo siento mucho…
—¿Por qué te disculpas? Fue él el que me llamó payaso, no tú —respondió Eusine restándole importancia.
—Pero sabes que te molesta solo porque me defiendes —respondió ella mientras se ponía el calcetín ya escurrido pero aún mojado, luego siguió con los zapatos—. De todas formas… gracias.
—No es nada, es un placer siempre poder ayudar a una damisela en apuros —respondió con gesto galante mientras le guiñaba el ojo, la respuesta de ella fue una simple sonrisa—. Pero hoy se ve más molesto que de costumbre, ¿no te parece?
La chica cerró su casillero y se puso de pie mientras tomaba su mochila, encogiéndose de hombros como respuesta.
—Eusine, a estas alturas para mi Gold siempre está de mal humor.
.-
Había algo cierto en las palabras de Eusine que Crystal no confirmó solo porque se suponía que no le interesaba nada que tuviese que ver con él: Gold se veía de muy mal humor.
Los dos tenían una larga historia que empezó incluso cuando tenían cinco años, una historia tediosa y desagradable que se resumía en que en el mismo momento en el que se conocieron, se odiaron. Así de sencillo.
Crystal con el tiempo aprendió a ignorarlo, claro que le molestaba y al inicio le hirió la forma tan tosca en la que ese niñito cruel la trataba, aunque ella tampoco fue una perita en dulce, ella respondió y continuaba respondiendo a sus ataques, solamente que ya no se lo tomaba tan personal. Era, justamente, su aguijón de todos los días, molesto y fastidioso.
Pero eso tenían los dos en común (además de su mutuo disgusto): historia. Llevaban tiempo conociéndose, muchísimo y justamente el tiempo era lo que hacía que los dos se conocieran un poco más de lo que las otras personas lo harían, por eso, no era difícil adivinar para Crystal que Gold estaba rabioso como un perro.
A lo mejor había tenido una mañana tan mala como la de ella, sin paraguas, había llegado corriendo pero eso no importaba porque se había mojado de todas formas, encima, se notaba que no había dormido en toda la noche puesto que en ese momento estaba durmiendo sobre su pupitre. Crystal lo había estado viendo hacía un rato solo de reojo y en esas pocas veces Gold había estado cabeceando.
Entonces se dio cuenta de que estaba demasiado pendiente de él ese día. Volvió su atención total al maestro y trató de ignorarlo (como siempre trataba de hacer).
Estaban hablando de funciones, claro, funciones cuadráticas, funciones de segundo grado que se graficaban con una parábola. Empezó a tomar apuntes de todo lo que el maestro decía, silenciosa y diligente como todas las clases, pero cuando el maestro puso el primer ejercicio y Crystal se dispuso a anotarlo algo extraño pasó. Una escena vino a su cabeza. Una escena no cualquiera, una tan vivida y latente en su cabeza que juró por un momento que pudo verla.
En la escena de su cabeza solo vio una cosa: todos los estudiantes de su salón gritando sorprendidos, mirando a la ventana que estaba a su izquierda.
La imagen desapareció y volvió a ver el cuaderno en su pupitre tal y como lo había dejado, se sintió desorientada por un momento pero sacudió la cabeza un poco… y pasó de nuevo, esta vez, la escena se veía como todos corrían al otro extremo del aula puesto que la rama de un árbol había roto la ventana.
Se levantó de golpe volviendo de esta forma a la realidad. El sonido de su silla había sido lo suficientemente llamativo como para tener la atención de todos sus compañeros, exceptuando a Gold que continuaba dormido, pero por un momento ella no se fijó en eso. Tragó con fuerza parpadeando varias veces mirando sus manos como si buscara espabilar.
—Pero… Que fue...
—¡Miren!
Uno de los chicos en el salón de clase señaló la ventana que estaba a la izquierda de Crystal, ahí tenían una buena vista del patio y los cerezos, a uno de los cuales un rayo impactó. La rama del árbol se vino sobre ellos y Crystal abrió los ojos como platos.
—¡Corran! —ordenó el maestro.
Los estudiantes en pánico se levantaron de sus asientos y corrieron al otro lado del aula. Crystal todavía estaba ligeramente atontada cuando ocurrió aquello, por lo que reaccionó más lento que los demás, cuando vio la rama ya cerca de ella, corrió chocando contra algunos asientos siendo llamada a gritos por sus compañeros, en ello, tropezó, cayendo al suelo y llevándose con ella al segundo estudiante que había reaccionado lento: Gold, el que recién se despertaba por todo el escándalo.
No hubo tiempo para quejas, en mitad del aula, Crystal y Gold estaban en el suelo mientras que al otro lado bien pegados a la pared o fuera del aula estaban los otros. La ventana se rompió, Crystal en el suelo se cubrió la cabeza y con la cara hacia el suelo cerró los ojos. Los cristales les rebotaron encima pero la rama no les tocó.
Por. Todos. Los. Cielos. ¡¿Qué había sido eso?! Crystal desde su posición trataba de asimilar lo que había pasado, no solo era el hecho de que un rayo hizo que la rama de uno de los árboles de Cerezo cayera sobre su aula rompiendo la ventana, sino que ella había visto todo eso instantes ANTES de que pasara en realidad, como una especie de visión.
Levantó levemente la cabeza aún aterrada, pálida y temblorosa, estaba rodeada de cristales y la lluvia se filtraba por la ventana. A su lado estaba Gold, sentado con el trasero en el suelo, sin cortes en el rostro pero algunos en las manos, él parecía tan sorprendido como ella.
—¡Señorita Beira! ¡Señor Emas! ¡¿Están bien?! —escucharon al maestro llamarlos por sus apellidos. Pero ninguno de los dos atendió de inmediato, la primera en salir de su shock (mas no de su confusión) fue Crystal.
—S-sí… estamos bien —dijo tratando de alzar la voz, pero le salió temblorosa.
Era muy posible… Que las clases quedaban canceladas por ese día.
.-
Como habían supuesto, las clases se habían cancelado para el aula que tenía un árbol en la ventana, nadie además de Gold y Crystal salieron heridos, claro que sus heridas eran raspones y cortes pequeños y superficiales causados por la lluvia de cristales que les cayó encima.
Ahora les quedaba volver a casa. Pero antes de eso, ambos muchachos que no habían espabilado a tiempo tenían que quedarse en la enfermería mientras la enfermera Joy se encargaba de sus cortes.
—Agh, eso duele —se quejó Gold al sentir el algodón con alcohol en uno de sus cortes.
—Lo siento, Gold, pero tengo que desinfectarlo —le explicó la enfermera con una pequeña sonrisa.
—Descuide, que sea usted la que me desinfecte me hace sentir mucho mejor —comentó con tono pícaro, al cual la enfermera respondió con una risilla negando con la cabeza divertida.
Crystal por otro lado rodó los ojos.
La chica de cabello azulado estaba sentada en la camilla de al lado, esperando su turno para que le desinfectaran, ella había insistido en que podía hacerlo por sí misma, pero la enfermera se había rehusado, explicado que ese era su trabajo.
Mientras Gold coqueteaba con la enfermera que no le tomaba en serio, Crystal se inundó en sus pensamientos, recordando los sucesos en el aula, recordando esas imágenes repentinas que cruzaron por su cabeza. No se sentía mareada y lo recordaba muy bien, no era ese tipo de cosas que una persona inventaba por la impresión del momento. Ella había visto esa rama entrar antes de que siquiera el rayo hubiese azotado el árbol.
—Crystal, ¿estás bien? —le preguntó la enfermera Joy repentinamente, posando el dorso de su mano en su frente—. Estás pálida.
—¿En serio? —preguntó torpemente tocándose las mejillas— No… no es nada, solo sigo… Sorprendida por lo que pasó.
Sea como fuese, no era como si pudiese decir que había "visto el futuro", le tomarían por loca. Además, no había una explicación lógica para eso, decidió convencerse que solo eran imaginaciones suyas.
—Descuide —habló Gold a la enfermera, sin embargo sus ojos estaban posados en Crystal y en su rostro había una sonrisa burlona—, ella es así de rarita. Es una dramática demente, no le haga caso.
—Por lo menos yo no fui la que casi se muere por andar dormida en clase y no reaccionar a tiempo —apuntó Crystal con molestia.
—Y aun así fuiste lenta. Y mira quién está peor, matadita.
Y Gold tenía razón, las piernas de Crystal tenían varios cortes, no muy graves pero si ardían. Eso era por la falda del uniforme, que no pudo cubrirla de los cristales como lo haría el pantalón del uniforme masculino.
—Bueno, Gold, ya puedes irte, estás bien y tus amigos te esperan en la puerta —dijo la enfermera Joy diplomáticamente tratando de romper la tensión—. Crystal, voy a revisar primero que no tengas pedazos de vidrio en las heridas, ¿vale?
La enfermera se ubicó frente a la chica, mirando sus piernas cortadas, a un lado puso la mesita con la charola que tenía los implementos con los que le trataría: algodón, el frasco de alcohol, unas gazas, pinzas (que ya tenía en la mano) y curitas.
Crystal asintió con la cabeza decidiendo dejar a Gold ser, no podía continuar explotando con casa provocación que le daba, no podía seguir amargándose así. Miró a la enfermera hasta que sintió otra mirada sobre ella, ahí junto a la mesita estaba Gold mirándola casi inexpresivo. Aquello no le dio buena espina a Crystal.
—¿Qué pasa? —le preguntó cuidadosamente, tratando de no sonar tan tajante (aunque no le salió muy bien).
La respuesta de Gold llegó como un chasqueo de lengua, hizo ademán de continuar su camino pero con un movimiento de mano demasiado poco natural como para ser accidental, terminó dejando caer el frasco abierto de alcohol sobre la falda y piernas de Crystal.
La enfermera Joy se levantó inmediatamente y Crystal se apresuró a agarrar el frasco antes de que se desperdiciara todo el contenido. El fuerte olor de éste llenó la instancia y fue cuestión de segundos para que las cortaduras en las piernas de Crystal empezaran a arderle.
—¡Ahhh! —se quejó apretando los dientes tratando de no ser muy ruidosa, la enfermera se apresuró a tomar los algodones para limpiarla.
—Ups, lo siento, error mío. ¿Estás bien?
Pero Gold no engañaba a Crystal, la enfermera no lo miraba pero ella sí y podía ver esa sonrisa de sorna que tanto la fastidiaba.
—Gold, sal ya. Yo me encargo.
La orden de la enfermera fue acatada al instante, él se despidió muy campante de Crystal con la mano y salió encontrándose con sus amigos de siempre. Crystal se quedó ahí sintiendo sus cortaduras arder.
Sabía que no eran graves, ¡pero sí que ardía! Encima, ahora tenía la falda mojada también.
—¿Estás bien? —le preguntó suavemente la enfermera mientras pasaba el algodón.
—Sí… Solo duele —respondió Crystal un poco incómoda, apretando los labios para no volver a quejarse.
No tocaron el tema de Gold, porque no había punto en culparlo de algo que fácilmente podía disfrazar de accidente y porque era muy común verlos pelear. Habían tenido varios llamados de atención (más él que ella) y no era una novedad que la chica Beira y el joven Emas no se soportaban.
—Por cierto, Crystal —dijo la enfermera mientras empezaba a ponerle curitas y gazas en las piernas—. ¿Cómo va la roncha de tu pecho? ¿Ya desapareció?
Que la enfermera tocara ese tema tan repentinamente sorprendió a Crystal, no obstante no la molestó. La semana anterior había notado que en su pecho empezó a crecer una especie de roncha roja, al inicio fue pequeña y la ignoró, pero ahora empezaba a colorarse más y a expandirse; al notarlo, había ido con la enfermera Joy que le había dicho que seguramente no era nada, que esperara unos días hasta que desapareciera.
—No, solamente creció hasta cierto punto y ahora está un poco más rojo, saqué una cita médica para comprobar que no se trate de nada peligroso —explicó Crystal.
—Pero, ¿te duele o pica?
Crystal en respuesta negó con la cabeza, eso era lo más extraño y lo que más la inquietaba. Solamente estaba rojo, no sentía absolutamente nada.
—Si no fuera porque lo veo no sabría que está ahí —explicó ella ligeramente preocupada—. ¿Sabe de qué se trata?
—No, lo siento mucho —negó la enfermera sin pensarlo demasiado, mirándola preocupada con una mano en la mejilla—. Pero espero que estés bien. Esto es todo. Puedes volver a casa.
Crystal asintió con la cabeza mientras se bajaba de la camilla, se acomodaba la falda que olía a alcohol de hospital y buscaba su mochila que estaba a un lado.
—Gracias por atenderme —dijo Crystal mientras le daba una respetuosa reverencia.
—No es nada, solo cumplo mi deber —respondió la enfermera sonriéndole y dándole con eso la despedida.
.-
En la entrada de la escuela se encontraban los casilleros donde los estudiantes hacían su cambio de zapatos, ahí también, a un lado de los casilleros, se encontraba una canasta donde se dejaban los paraguas mojados, así los estudiantes no empaparían los pasillos. Normalmente nadie estaría interesado en robarse un paraguas por eso generalmente nadie desconfiaba a la hora de dejarlos ahí.
Pero Crystal, quien a esas alturas ya tenía muy asimilado que ese no era su día, deseó haber desconfiado un poco más de su suerte de hoy. Su paraguas no estaba, encima, tenía que hacer las compras y todo se iba a mojar puesto que como supuso en la mañana, la lluvia no había ni parecía tener intenciones de detenerse.
Crystal no era quejumbrosa, era la clase de persona que tomaba todo con calma y se adaptaba a las situaciones, pero con el zapato y calcetín aún mojados, la falda también y con curitas en sus piernas que por cierto, cubrían las heridas mas no evitaba que doliera, no podía evitar quejarse.
Cerró los ojos, juntó sus manos frente a su nariz tomando aire y contando hasta diez. Necesitaba calmarse porque en ese momento sentía que iba a explotar, incluso sentía que le dolía la cabeza.
—Hey mosca, ¿buscas algo?
Por favor Dios, ya basta. Ten piedad. Ese fue el rezo interno de Crystal al identificar la persona que le hablaba a sus espaldas. Se giró lentamente para quedar cara a cara con Gold, quién, cómo no, tenía su paraguas.
No iba a pelear, no iba a amargarse lo que le quedaba de día. Iba a tomar aire, tragarse su orgullo y tratar de irse a casa pronto antes de que la lluvia o algo más pudiese empeorar. Debía ignorar las provocaciones del Diablillo molesto.
—Gold —dijo su nombre lentamente, de forma pausada como si estuviese siguiendo las líneas de un guion—. ¿Podrías hacerme el favor de devolverme mi paraguas? Lo necesito.
Él al escucharla enarcó una ceja en un gesto exagerado de confusión.
—Muy bien, eso fue extraño, no lo hagas más —le dijo señalándole con su propio paraguas—. Y cae la casualidad de que estuve mirándolo un rato y parece que está roto.
La cuenta de Crystal ya iba en 34.
—¿Qué? —preguntó lo más calmada que pudo.
Gold para demostrarle su punto abrió el paraguas, en efecto, estaba roto. Las patas que sostenían la tela estaban caídas, no era como si estuviese desarmada, era claro que estaba rota y que no serviría demasiado bajo la lluvia.
—Bueno, quizás la rompí yo, pero los accidentes pasan —dijo encogiéndose de hombros.
45… 46… 47… ¡y un demonio!
Era oficial, estaba furiosa. Agarró el paraguas arrebatándoselo de las manos, acto seguido, lo cerró y lo levantó amenazando con pegarle en la cabeza, daba igual, estaba roto de todas formas. Ella no era una persona de usar la violencia, sus respuestas a los ataques de Gold eran más con palabras, no con actos, pero él se estaba pasando. Normalmente Gold no era así, sí, era fastidioso, sí, en específico con ella, pero él no la seguía a todas partes para molestarla, solo lo hacía cuando se cruzaban y tenían una especie de acuerdo silencioso de tratar de evitarse uno al otro.
Ese día Gold estaba insufrible, se merecía el golpe con el paraguas y ella también merecía un método de desfogue… pero el golpe nunca llegó a Gold.
El chico de ojos ámbar se quedó mirando sorprendido a Crystal, no había esperado ese tipo de reacción pero lo más extraño había sido que ella se detuvo en seco. Se frenó. Literalmente como si se hubiese congelado por un instante con el paraguas en alto, sus ojos estaban abiertos de par en par mirando a un punto en específico, se suponía que lo miraba a él pero sus ojos estaban más lejos… Como si mirara más allá.
Y sí, ella miraba más allá. Vio una pelea, ella contra Gold, como en los viejos tiempos en su niñez cuando sus peleas iban directamente a los golpes. Ella le daba con el paraguas como tanto lo estaba deseando y él en respuesta le jalaba el cabello, ella le daba una patada, él de un manotazo la tiraba al suelo, entonces empezaban a forcejear y… no. Todo cambió repentinamente, como un cambio de escena, ella no le golpeaba, él no le peleaba, no obstante si la empujaba para apartarla de él.
Todo eso apareció en un segundo en su cabeza, dejándola anonadada y nuevamente alterada por lo que acababa de ver.
Gold estaba frente a ella aun mirándola como expectante y en respuesta, Crystal lentamente empezó a bajar el paraguas con el que había amenazado pegarle. Justo como ella lo vio, él la empujó apartándola.
—¿Que mierdas te pasa, loca? —le Gold preguntó despectivamente al notar que ella había estado por golpearlo.
Pero Crystal no respondió, aún sostenía el paraguas en manos, silenciosa, sorprendida y pálida. Parecía como si hubiese visto un fantasma. Gold ni siquiera tuvo campo para preguntarle nuevamente qué pasaba con ella.
Crystal solo tomó su mochila y con el paraguas roto bajo el brazo, se fue de la escuela dispuesta a ir bajo la lluvia. Ya no le importaba mojarse.
Pero la forma en la que se había acabado la charla no le gustó a Gold, en especial porque en lugar de responderle, Crystal se comportó como una especie de zombi. Él inmediatamente la siguió con el ceño fruncido.
—¡Hey! ¡¿A caso vas a irte así nomás?! ¡Responde!
—Déjame tranquila —le dijo ella alzando la voz. Acelerando el paso, Gold hizo lo mismo.
—¡No te atrevas a ignorarme!
—¡YA DÉJAME EN PAZ!
Crystal gritó repentinamente, deteniéndose y mirando a Gold molesta, con los ojos entrecerrados por la lluvia. Gold… se quedó callado. Simplemente eso. Esperó un comentario sarcástico o una respuesta chocante, pero no, nada salió de Gold quién parecía impresionado por su grito.
Ella no se quedó a esperar a que reaccionara y la continuara siguiendo. Ella se fue casa, apurando el paso, no iba a hacer las compras, solamente quería llegar a casa rápidamente.
No se sentía bien.
Notas finales de capítulo: ¡Hola a todos! Sí, estoy casi (no mucho) de vuelta a Pokémon, y esta vez es un Spin-off de Reyes y Vasallos, fanfic creado por Dan G. Panterita (como dije en el Disclaimer) centrado en la relación de Gold y Crys como Vasallo y Reina respectivamente. Si no has leído todavía el fanfic... ¡¿qué estás esperando?! ¿Es necesario para entender este fic? Sí, bastante, yo puedo hacer un Spin-off de los personajes que más me gustaron, pero no puedo explicar todo el universo y su complejidad como lo haría el fanfic original, por eso les recomiendo mucho ir a leerlo, no es más, VAYAN A LEERLO.
Dicho esto, espero hayan disfrutado la lectura, ¡nos leemos!
