Vale, aquí os traigo el primer capítulo de este fic histórico dedicado la pareja de Francia x Fem!España. No es una pareja muy popular, pero históricamente han tenido mucho en común y la verdad es que yo cuando estaba en clase de historia y leía ciertas cosas no paraba de pensar cómo era eso posible. Así que he decidido darle solución y escribir esto para apoyar esta monísima pareja.

Quiero aclarar que el fic va a estar basado en la historia de ambos países pero no va a ser una clase de historia. Voy a evitar poner fechas y nombres de reyes, nobles y de quién sea si no es necesario. Así que no esperéis cosas muy concretas.

Espero que lo disfrutéis.

Hetalia no me pertenece. Es propiedad de Himaruya.


Era una mañana despejada. El sol brillaba en lo alto y apenas se divisaban nubes en el cielo. Como era habitual, el movimiento y el ajetreo en la casa de Roma eran ensordecedores, por lo que el pequeño galo decidió salir a fuera a relajarse. Roma les tenía prohibido alejarse de la casa si no iban acompañados, pero Galia no pensaba ir muy lejos. Salió al vestíbulo y se apoyó contra una de las enormes columnas que lo decoraban observando los terrenos. ¿A dónde podría ir sin que le molestasen? Llevaba pocas semanas viviendo en esa casa y no conocía bien el lugar. Divisó una zona despejada que se encontraba escondida tras unos pequeños olivos y sin pensárselo dos veces se dirigió allí. Cuando encontró una buena zona de hierba, se tumbó y cerró los ojos disfrutando del sol.

Llevaba mucho tiempo huyendo del temible Roma. Había visto como poco a poco se había vuelto más fuerte invadiendo los lugares de su alrededor, y al final, había acabado atrapándole. Le tenía mucho miedo, pero a diferencia de como se lo había imaginado, Roma le trató como a un hijo y le llevó a su casa. Le alimentó, le vistió… incluso algún día había jugado con él, era un buen hombre pero… era su captor y eso jamás cambiaría. Se sentía solo, rodeado de soldados por todas partes y sin nadie de su edad con el que jugar. Había conocido a otras colonias pero ninguna le terminaba de agradar: Grecia era mayor que él y estaba a punto de entrar en la adolescencia. Le había visto en muchas ocasiones discutir con Roma porque había ignorado sus órdenes. Por otro lado había conocido a los nietos de Roma. No eran más que dos bebés que apenas llegaban al año, por lo que el jugar con ellos quedaba descartado. Realmente se sentía muy solo.

Suspiró al cielo y decidió dirigir sus pensamientos hacia un destino más alegre. Ahora tan solo era un niño, alto para su edad, con el pelo rubio un tanto largo, y con unos grandes ojos azules, pero ¿cómo sería cuando fuese mayor, cuando tuviese la apariencia de un hombre? Claramente sería guapo, eso no lo dudaba, y poderoso… tendría a las mujeres más bellas a sus pies y… notó que la luz del sol no le llegaba al rostro. Algo se lo impedía. Abrió los ojos y se encontró con una cara a escasos centímetros de la suya.

-Hola, ¿cómo te llamas?

El galo se incorporó y miró al dueño de la voz, bueno, dueña, aunque parecía más a lo primero. Se trataba de una niña de cabello marrón oscuro, ondulado, o quizás es que estaba… ¿enmarañado? Y que le llegaba por los hombros. Tenía la cara manchada de barro y las piernas llenas de arañazos. Llevaba puesto un vestido andrajoso que en su día debió ser considerado lujoso. A pesar de todo eso, lucía una sincera sonrisa y unos enormes ojos verdes que brillaban de emoción.

-¿Te ha comido la lengua el gato? – la pequeña se echó a reír y se sentó a su lado – Me llamo Hispania y soy una de las colonias de Roma. ¿Tú acabas de llegar verdad? – la chiquilla le tendió la mano y esperó paciente a que el galo la estrechara.

-Sí, soy Galia. Llegué hace un par de semanas, creo. Ya no lo sé seguro.

-Roma me ha hablado de ti, dice que seguramente querrás ser mi amiga, y que en un futuro algo más… ¿se referirá a que vas a ser mi mejor amiga? – la niña dio un respingo y se puso de pie - ¡Qué bien! Siempre he querido tener una mejor amiga.

-¿Mejor amiga? – el rubio meditó sus palabras durante un rato – Yo estoy aquí solo de paso. En cuanto sea lo suficientemente fuerte me iré y crearé un imperio mayor que el de Roma. Así que no voy a ser tu amigo – respiró fuertemente y entonces cayó en la cuenta - ¡Y no soy una chica!

Hispania se quedó callada observándole y se acercó a su cara, provocando un sonrojo en el pequeño.

-Pues nadie lo diría. Eres más femenina que yo. Hasta hueles mejor – el galo fue a rechistar pero la niña parecía tan feliz que se detuvo - ¿Y cómo piensas hacerte más fuerte?

-No lo sé. Entrenaré duro y… me convertiré en un hombre mejor que Roma.

-¿Ah sí? Espero llegar a ver eso algún día.

Un silencio invadió el lugar, mientras los niños miraban al horizonte.

-Y tú, ¿desde cuándo estás aquí?

-No lo sé, desde hace mucho. Era muy pequeña y no recuerdo nada de antes de llegar aquí.

-Y… ¿nunca has pensado en marcharte?

La niña le miró pestañeando varias veces y miró al cielo.

-Pues claro que sí. Cuando crezca lo suficiente me separaré de Roma y crearé un imperio mayor que el suyo. Será el mayor imperio que se haya visto jamás y seré libre para poder hacer lo que quiera – la voz de Hispania sonó muy madura para tratarse de una niña de tan solo ocho años y Galia no pudo evitar sentir cierta admiración – Y comeré todos los dulces que quiera sin que nadie me lo impida.

-Una chica jamás podrá hacer eso. No podéis gobernar. Sois inútiles.

-Yo no soy inútil. Seguro que soy más fuerte que tú.

-Una chica solo es fuerte si tiene a un hombre fuerte a su lado para que la proteja. Me lo dijo Roma cuando llegué.

-Pues Roma se equivoca. Yo…yo… - Hispania se esforzaba por contener las lágrimas – Yo seré la excepción, seré más fuerte que los hombres y… ¡jamás dependeré de un idiota como tú o Roma!

La niña salió corriendo en dirección a la casa, dejando a Galia solo, que no se molestó en seguirla. ¿Quién diablos quería de amiga a una niña débil y llorica? Seguro que todos esos arañazos se debían a todas las caídas que había tenido, seguro que era torpe. Todas las mujeres lo eran.

No volvió a saber de Hispania en el resto del día, ni al día siguiente ni al siguiente. La idea de que algo le hubiera sucedido le rondaba la cabeza ya que nadie parecía haberla visto.

-¿Estás preocupado por ella? ¿Solo la has visto un día y ya estás así? – Roma se echó a reír fuertemente mientras que Galia se esforzaba porque el sonrojo no se le notara.

-No es por eso, es que… - no quería decir lo que le había dicho. Roma le observó y le dedicó una sonrisa paternal.

-Mira, Hispania es un espíritu libre, siempre está en el sitio menos pensado, entrenando o montando a caballo. Es muy buena amazona ¿lo sabías? Algún día llegará a ser una muy buena mujer, ¡ Qué pena que a mí me vaya a pillar tan viejo! – volvió a echarse a reír y se atragantó con el vino mientras que Galia lo miraba intentando comprender cómo ese hombre se había convertido en el más poderoso del mundo.

Al terminar de comer, el pequeño galo se dirigió a las caballerizas a ver si con suerte se encontraba con Hispania. La suerte estuvo de su lado.

-Hola, ¿qué haces aquí? – la niña fue la primera en hablar. Su voz sonaba alegre y volvía a tener esa sonrisa en la cara.

-Nada, quería ver los caballos, ¿y tú?

-Vengo a montar todos los días. Además, me encargo del cuidado del caballo de Roma.

-¿Tú? – la niña le fulminó con la mirada mientras que en su rostro seguía dibujada aquella sonrisa. Al galo le recorrió el cuerpo un escalofrío.

-Sí, ¿por qué lo preguntas?

-Por nada, por nada, solo es que eres muy bajita para cepillarle y… esas cosas…

Fue bajando la voz hasta llegar a un susurro. La niña continuaba con sus tareas canturreando alegremente mientras que el galo buscaba la manera adecuada de disculparse.

-Oye… siento lo del otro día. Yo…

-¿Aún sigues con eso? – Galia parpadeó sorprendido – Los amigos se pelean y se perdonan. No es nada malo.

-¿Amigos?

-Claro, ¿acaso no lo somos? - La niña le sonreía feliz mientras se acercaba a él - ¿Vamos a jugar?

La pequeña le tendió una mano que él aceptó sin dudar. Puede que esa niña no fuera tan mala compañía. Tenían casi la misma edad y Roma había dicho que era fuerte, y eso era muy útil. Además, tenía un encanto que Galia no había sabido catalogar, pero que le había gustado desde el primer momento.

Los días fueron pasando convirtiéndose en semanas, y las semanas en meses. La vida en casa de Roma era muy diferente a la que había tenido antes, pero se había adaptado a ella perfectamente. Se levantaba al amanecer, como los soldados, corría a la habitación de Hispania a despertarla para después ir a desayunar. Algunas mañanas comenzaban el día con un paseo a caballo. No podían ir muy lejos pero se conformaban con los terrenos de alrededor de la casa. Otros días practicaban la lucha con espadas de madera, que Roma les había regalado, con la excusa de que tenían que aprender a defenderse ellos mismos. Después llegaba lo peor, la clase de latín, pero esa tortura no duraba demasiado. Comían temprano junto al resto de colonias, y luego se iban al claro escondido de los olivos donde Hispania se echaba a dormir un rato. Galia lo había intentado, pero para él esa costumbre era imposible, así que se dedicaba a leer aunque, mayoritariamente, se dedicaba a observar dormir a Hispania.

-Parece que os habéis hecho buenos amigos ¿eh? – comentó Roma durante la cena.

-Sí, Galia es muy divertido porque se cae del caballo continuamente.

-¡Eso no es verdad!

-Sí que lo es – respondió la niña sacándole la lengua. Las risotadas de Roma inundaron la sala.

-Sois adorables. Me recordáis a mi cuando era joven – los niños siguieron discutiendo sin hacer el menor caso al hombre - Si esta mujer ya te controla Galia, espérate a dentro de unos años. ¡Ojalá viva para verlo!

Roma continuó riendo el resto de la velada y hablando de sus locas aventuras de adolescente. Las dos provincias terminaron su cena y salieron al jardín a contemplar las estrellas. Aunque estaban en silencio uno al lado del otro, no se sentían incómodos. La complicidad entre ellos había ido creciendo hasta un punto extremo. No necesitaban decirse las cosas en muchas ocasiones porque con una simple mirada les bastaba. Se habían hecho tan amigos que Galia era incapaz de imaginarse que algún día se separarían y que cada uno regresaría a su tierra, que ya no vivirían en esa casa y que todo desaparecería como un sueño. Por fin había encontrado a alguien que le comprendía, y con el que se sentía a gusto y no quería perderla.

-¡Mira, una estrella fugaz! – el rubio miró rápidamente al cielo nocturno y divisó la estela que destacaba en la oscuridad – Corre, pide un deseo.

Hispania cerró los ojos y puso las manos contra su pecho, Galia la miró y repitió los mismos gestos. "Que Hispania siempre sea mi amiga" pidió al cielo.

-¿Qué has pedido? - la niña se había colocado encima suyo y le acosaba con la mirada.

-No te lo voy a decir. Si te lo digo no se cumple.

-Jo… - la niña hinchó los carrillos – Pues tampoco te voy a decir yo el mío.

-De todas formas no ibas a hacerlo.

-Claro que no – Hispania le sacó la lengua y volvió a tumbarse a su lado – No se está tan mal aquí, ¿verdad?

-No… - el galo cerró los ojos – Es casi como estar en casa.

-Sí…

Ambos niños se quedaron adormilados en la hierba por lo que al rato Roma tuvo que recogerlos y llevarlos hasta sus respectivas camas.

-Realmente soy afortunado – dijo el hombre dándole a Hispania un beso en la frente antes de irse a su habitación.

OOOoooooooooOOO

-Hoy va a llegar una nueva colonia a la casa, y quiero que la tratéis bien. Sobre todo vosotros dos – dijo Roma señalando a Hispania y Galia – Tiene vuestra edad, ¿cuántos años tenéis ya?

-Dieeeez – soltó Hispania ya harta de repetírselo constantemente.

-Pues eso, que tiene vuestra edad. Yo no estaré para recibirla así que os dejo de encargados – se colocó entre los dos y agarró a cada uno de un moflete – Mostrar vuestra mejor sonrisa.

Roma se despidió de sus nietos y antes de salir por la puerta se dirigió por última vez a ellos.

-La nueva provincia se llama Britania. Hacerla sentir a gusto – y sin más cerró la puerta.

-¿Tú habías oído hablar antes de ella? – preguntó la niña curiosa.

-Dirás de él. Es un chico – le dio un pequeño golpecito en la frente – Deberías cuidarte esa manía de confundir a todos con mujeres.

-Bueno qué más da. ¿Le conocías? – el galo negó con la cabeza – Entonces es un misterioso desconocido… ¡Qué bien! Un nuevo amigo.

La niña comenzó a recoger la casa para que estuviera lo mejor posible para la llegada de Britania. Estaba entusiasmada con la idea de que hubiera alguien nuevo en la casa, pero él no opinaba igual. El tal Britania no le daba buena espina… y no se equivocaba. El susodicho era un niño raquítico, que aunque tuviera su misma edad, aparentaba ser mucho menor. Tenía el pelo de un color rubio apagado, lacio y bastante sucio. Sus ojos eran verdes, pero ni la mitad de bonitos que los de Hispania, y tenía unas cejas... que le hipnotizaron nada más verle. Hispania se acercó inocentemente a darle un abrazo pero el chico la apartó sin apenas dirigirla la mirada.

En resumidas cuentas, era una persona con la que Galia no quería tener nada que ver.

-Ahora entiendo por qué te juntas con esa idiota. Como es la favorita de Roma te viene muy bien estar de su lado… - el raquítico le estaba esperando en la entrada de la casa, apoyado contra una de las columnas. Había llegado hacía unas semanas a la casa y ya se creía el rey de todo. Se pasaba el día molestando a Galia y persiguiendo a Hispania, cosa que al galo no le hacía la menor gracia.

-Deja de decir tonterías. Acabas de llegar, no tienes ni idea de nada.

-No hace falta estar muy atento para darse cuenta. Eres un aprovechado y ella es… ¿qué palabra se debe usar para alguien como ella?

No se dio cuenta de cuándo su cuerpo se movió, solo sentía que su mano tenía atrapado el cuello de Britania y que lo estaba apretando con fuerza.

-¡Galia! Suéltale ahora mismo – Hispania había llegado corriendo al oír las voces y estaba agarrando el brazo de Galia para que dejara libre al rubio. Jamás le había visto tan enfadado y estaba un poco asustada.

-No voy a soltarle, me ha insultado y también ha hablado mal de ti.

-Galia… a mí no me molesta de verdad, suéltale.

El chico aflojó el brazo y dejó que Britania cayera al suelo. Hispania le sonrió y le agarró cariñosamente para alejarlo de allí.

-Eso, vete con tu novia, que es lo único que sabes hacer.

-¿No…

-…via? – concluyó la niña. Ambos se miraron sin comprender del todo a lo que se refería el rubio por lo que decidieron ignorarle y salir a montar.

Por la noche, mientras Hispania ayudaba a Roma a limpiar las cuadras, recordó lo que Britania les había dicho.

-Roma, ¿qué es una novia? – el hombre se tropezó derramando un poco de agua del cubo que llevaba y miro a la niña.

-¿Galia te ha pedido que seas su novia? Ese niño se está volviendo un tanto revoltoso con las chicas me da a mí… - se llevó una mano a la barbilla y se acarició la barba - Voy a tener que vigilarle más de cerca.

-¿Qué? No. Es que Britania me ha dicho que soy la novia de Galia y… no sé qué es eso.

Roma miró a Hispania durante un instante para luego comenzar a achucharla fuertemente.

-¡Eres adorable! – dijo restregando su mejilla contra la de ella haciendo que la niña se quejara de que la barba le pinchaba - Pero vas a tener que espabilar porque a lo largo de tu vida los hombres te van a acechar que va a dar gusto, y debes estar preparada.

-Pero dime… ¿qué es eso de novia? – el hombre se rascó la nuca y miró al techo pensativo.

-Pues… una novia es una chica que quiere mucho a un chico y está siempre con él.

-Entonces sí que soy la novia de Galia – Roma se echó a reír.

-No, las novias también hacen más cosas pero… son cosas de mayores que tú de momento no tienes que saber – el hombre se acercó a su caballo y comenzó a cepillarlo – Y como me entere de que te has echado novio, lo mataré yo mismo.

Hispania siguió sin comprender nada, por lo que decidió investigar más. Sabía que Roma tenía muchas de esas "novias" y quería saber qué hacía con ellas. Al cabo de unos días, fue corriendo al claro que había en el olivar, donde sabía que Galia la estaba esperando, con la respuesta a su duda.

-¡Ya lo sé, ya lo sé!

-Cálmate que te va a dar algo – Hispania había ido corriendo y tenía toda la cara roja por el esfuerzo - ¿Qué sabes? – la chiquilla respiró un par de veces y sonrió victoriosa.

-Lo que hacen los novios – Galia torció la cabeza observándola – Britania dijo que éramos novios así que he estado investigando. Al parecer es algo bueno porque Roma tiene muchas novias y siempre está muy contento cuando está con ellas. Siempre se están riendo en su habitación. El caso, es que he visto lo que hacen – espero a hablar para añadir un poco de suspense - Se besan.

-¿Besarse? – el galo soltó un bufido - ¿qué tiene eso de especial?

-Que no es un beso normal, se lo dan aquí – Hispania se señaló los labios – Creo que al parecer se siente diferente a uno en la mejilla…

-¿En la boca? Pero… eso es una guarrada. Por ahí se come, y hay babas…

-Jo Galia, si vas a ser tan aburrido no te digo nada – Hispania se cruzó de brazos y se dejó caer derrotada sobre la hierba.

-Vale, qué quieres que hagamos.

-Besémonos.

-¿Para qué?

-Porque es lo único que nos falta para ser novios, y es algo bueno. Así lo conseguiremos.

-Pero los novios se besan porque les gusta, ¿no? ¿Y si no nos gusta?

-Pues eso significará que no somos novios – el galo la contempló, estaba tan emocionada con el experimento que no podía negarse - ¿Probamos? – Galia terminó sonriendo de lado, dándola a entender que estaba de acuerdo.

Hispania comenzó a gatear hasta él y le agarró de las mejillas con las manos. Comenzó a reírse y le apretó más fuerte provocándole una risa mayor.

-¡Pareces un pez globo! – la niña se desternillaba de risa mientras el galo comenzaba a perder la paciencia. No sabía por qué pero estaba nervioso.

-Hispania, a lo que estamos.

-Sí, perdona.

La niña volvió a agarrarle, esta vez sin apretar, y se acercó a su cara lentamente. El galo vio como Hispania cerró los ojos y no pudo evitar hacer lo mismo. De pronto sintió los labios de la pequeña sobre los suyos, provocándole una sensación extraña en el estómago. No era como un dolor de cuando la comida le sentaba mal, era distinto, diría que era hasta agradable.

-Vale, no he sentido nada, ¿y tú? – el galo negó con la cabeza intentando comprender qué era esa sensación -¿Lo habremos hecho mal?

Sin avisar la niña volvió a plantarle un beso que le pilló totalmente por sorpresa.

-No, nada de nada… - Hispania apoyó una mejilla sobre su mano y miró al suelo – Roma dijo que lo entendería solo cuando fuese mayor… ¿quizás sea eso? ¡Quizás cuando eres mayor desarrollas un sexto sentido o algo así! Eso sería genial.

El segundo beso había dejado a Galia todavía más intrigado. La sensación en el estómago era mayor que antes y no sabía por qué.

-Podemos hacer una cosa, cuando seamos mayores, lo volvemos a intentar, ¿vale? – la niña extendió su meñique hacia el niño - ¿lo prometes?

-Lo prometo – dijo el galo estrechando su dedito con el de Hispania.


Pues aquí empieza la historia de estas dos naciones, que al principio tan solo eran unas pequeñas provincias del imperio romano.

Hispania fue conquistada tras la Galia Cisalpina, pero esa parte de Galia corresponde a lo que hoy en día sería Venecia por lo que he considerado que Francia cuando es pequeño, sería la llamada Galia Transalpina, que fue conquistada después de Hispania. Por eso él llega más tarde a la casa de Roma. Y Britania, fue de las últimas provincias en unirse al imperio, por eso su llegada se produce cuando Hispania y Galia ya son un poco más mayores.

Espero que os haya gustado. Gracias por leer.

PD: siento las posibles faltas de ortografía.

PD2: los reviews y los favs me gustan mucho.