Holaaa =)

Espero que estén todos bien, así que ni siquiera lo pregunto jijiji

Bueno, aquí os traigo otras de lo que podríais llamar "locuras", y ando muy emocionada con este fic, así que espero de corazón que os guste jeje La idea al principio no está muy clara, pero tened paciencia y todo irá mejorando, bueno más bien, ira poniéndose interesante jeje

No se como se me ocurrió hacer este fic, y la verdad lo escribí hace tiempo, y cuando lo encontré en mi ordenador por casualidad, me entraron unas enormes ganas de continuarlo, y todas las ideas que en un principio tuve por este fic, me vinieron por si solas jejeDramione que hago, quizás al principio no lo sea tanto, pero lo sera jeje Pero no os puedo decir nada mas, porque entonces seria revelarlos la historia xDDBonny, por aguantarme y por tener tanta paciencia conmigo jeje Que por cierto es mi beta en el foro de , ya que mi historia esta publicada alli tambien jeje

Creo que será el primer

Se que estaréis impacientes por leer más, pero antes de dejarlos, quería darle las gracias a una persona que me esta ayudando mucho en lo que se refiere a redacción y trama en el fic :) Gracias

Y sin mas que decir ya os dejo con el principio de esta historia jeje

Espero que os guste y esperaré emocionada vuestros comentarios, criticas, maldiciones o lo que tengáis preparado para mi jeje

Un besoo muy grande :)
Cuídense y...

¡A leer!

Prólogo: Añoranza

El fuerte viento que sacudía las ventanas de las oscuras calles londinenses, el sonido del repiquetear de unos zapatos sobre el asfalto y el mecer de las copas de los árboles, rompían el silencio en el que estaba envuelto New King. El oscuro manto de la noche, que casi era opacado por las elegantes mansiones, daba un toque siniestro a las calles apenas iluminadas por escasos faros viejos y oxidados.

Sus ojos grises y oscuros, brillaban con fuerza bajo la tenue luz de la luna llena que se elevaba en el cielo. Su pelo rubio, normalmente bien peinado, estaba revuelto a causa de la brisa que corría y, hasta tal vez, a causa del agotador y largo viaje, que se vio obligado a hacer, para llegar hasta allí.

En sus hombros colgaba el único objecto que traía por todo ese largo viaje hasta el lugar en que, durante su infancia, había sido su hogar. Aquel sitio que tanto malos, como buenos recuerdos le traía, de todo lo que había visto y vivido allí.

Los recuerdos lo enajenaron a medida que se acercaba a la mansión, con cierta melancolía y temor de que todo volviese a ser real, dejando de formar parte de sus recuerdos.

Solo tres años se había visto separado de aquella que fue su casa, pero para él había sido como una eternidad. Tras la caída de Voldemort, todo había cambiado y él se sintió obligado a abandonar todo, al igual que mucha gente se vio obligada a hacerlo, ya que no había sido el único.

El mundo mágico se vio obligado a desaparecer durante algunos años, ya que los muggles habían descubierto muchas cosas de las que no deberían y algunos intentaron llegar más allá de lo que había quedado a la vista. Todo lo que tenía relación con la magia debía ocultarse, incluso a los magos se les prohibió hacer uso de sus varitas ya que, todo aquel que la usará, le sería confiscada y se le borraría la memoria.

Todos tuvieron que fingir ser lo que no eran, camuflarse entre personas de a pie y dejar en el olvido todo lo que tenía que ver con el mundo mágico. Muchos se negaron, los cuales sufrieron las consecuencias, a otros no les quedo mas que aceptar y esperar el día en que todo vuelva a ser como antes, en el que puedan usar magia, vivir sus vidas tal como lo hirieron una vez, en paz y tranquilidad, tranquilidad que fue corrompida por culpa de la guerra, y el gran mago tenebroso que había caído en ella.

Draco en cambio, tenía otros problemas mucho más importantes que poder o no usar la magia. Varios mortífagos habían escapado de Azkabán e iban en su búsqueda, ya que le culpaban de alta traición y de la caída del señor tenebroso. Tenían sospechas de que había ayudado a Potter para acabar con Voldemort, algo incierto, ya que, a pesar de que nunca había estado de acuerdo con él, nunca lo había traicionado, se había mantenido fiel a él, ya que fue la única manera que pudo proteger a los seres que quería.

Lucius, aquel hombre que se consideraba su padre, para él había muerto en la guerra. Aunque recordaba la última vez que lo vio, entre los presos de Azkabán paseando de aquí para allí y tan demacrado. Se lo merecía, pero en cierto modo, le dolía verlo de aquella forma. Narcisa seguía viva, huyendo de las garras de los mortífagos que la perseguían por el mismo motivo que su hijo y a la que Draco no había vuelto a ver desde hacía dos años. Recordaba la última vez que la había visto, recordaba las veces que iba a visitarla el primer año, obligado por él mismo, y siempre le hacía sentir el mismo dolor y vacío en su pecho. Ella le había enseñado a odiar, quizás algo obligada por su esposo, y por eso, no la terminaba de culpar de su ruin y mísera vida llena de rencor.

El odio que había sentido hacia Harry Potter había desaparecido, convirtiéndose en simple ignorancia. Hacía mucho que no veía el trío dorado, pero si que había oído rumores de ellos. Weasley se había casado con Granger y seguramente tendrían muchos niños, ya que era típico en la familia de la comadreja procrear hasta la saciedad. La pequeña de los pelirrojos también había contraído matrimonio con el amigo de su hermano. Nada de eso le extrañaba, pero si que le resultaba extraño pensar en que el ratón de biblioteca, así la había llamado muchas veces en sus días en Hogwarts, estuviese casada y con hijos.

Entonces llegó delante de la gran mansión. Las blancas paredes estaban cubierta por musgo, algo viejas y desconchadas. El jardín estaba descuidado, la hierba había crecido a algo más de dos palmos del suelo y estaba seca, la vieja fuente de un ángel sentado sobre, lo que parecía un tronco, no echaba agua y estaba vacía. El camino de adoquines, que llevaba hasta la puerta principal, apenas se podía divisar entre los hierbajos.

Al ver el pésimo estado de la mansión Malfoy, aquella que había sido tan señorial y deslumbrante y que ahora se había convertido en ruinas, le hizo sentirse apenado. Al fin y al cabo aquella había sido alguna vez su casa, tenía recuerdos de cada rincón de la mansión y ahora los rememoraba.

Se abrió paso entre los hierbajos, mirando a su alrededor y caminando con sigilo. Temía que entre las ruinas de la mansión se encontrase algún mortífago y no pudiese defenderse.

Al llegar a la vieja puerta de madera, que estaba descuidada y desgastada por la lluvia, los cambios de temperatura y el viento, la empujó, abriéndose paso hacia el interior de lugar. Las bisagras chirriaron, erizando los pelos de la nuca del rubio.

El interior estaba sumido en la penumbra, así que, dejando su mochila a un lado de la puerta, sacó su varita y con un pequeño movimiento de varita, hizo que un destello de luz saliese de su punta.

El polvo se alojaba por cada rincón, las telarañas decoraban las esquinas del techo y la lampara de la entrada. Las escaleras, que llevaban al segundo y tercer piso, estaban aún adornadas por la vieja y polvorienta alfombra verde esmeralda. Su padre siempre se había empeñado en decorar según los colores de Slytherin, algo que nunca llegó a entender y que simplemente pasaba por alto. La puerta del comedor, que se encontraba a su izquierda estaba cerrada y los cuadros que cubrían las paredes tapados por unos trapos, que supuso, fueron blancos en su tiempo.

No recordaba haber dejado así la casa, quizás su madre se había esmerado en cubrir lo mejor posible para que no se estropease nada.

Se paseó por la entrada, observando cada detalle y haciendo memoria. Recordó que la cocina se encontraba tras una puerta, detrás de las escaleras. Ese era su lugar favorito desde muy pequeño, pues siempre que su padre lo buscaba allí se escondía y a Lucius nunca se le ocurría que Draco estuviese por aquel antro. Recordaba la cocina llena de elfos, que a medida que él iba creciendo, se quedaban bajitos y siempre se reía de eso. "Yo soy grande y vosotros unos enanos sirvientes, que no servís para nada". Resonó en su cabeza aquellas palabras, con aquel tono burlón y prepotente que solía imitar de su padre.

La puerta de la alacena estaba cerrada, bajo un oxidado candado, que seguramente le costaría abrir. Los fogones estaban apagados, pero aun reinaba allí el olor a gas y fuego. Otra de las puertas que allí había daba hacia el jardín, el cual se podía ver a través de los cristales y pondría los pelos como escarpia a cualquiera menos a él. La lámpara que allí colgaba no era tan majestuosa como la de la entrada, pero aún así no perdía la elegancia que caracterizaba a aquella casa.

La tercera puerta y quizás la que más temor le causaba a Draco también estaba cerrada, al igual que las anteriores. Tras ella se encontraba el lugar donde Voldemort, tras haber ocupado su casa, encerraba a sus prisioneros.

Caminó hacia la escalera, y se detuvo a los pies de la misma, pasando el dedo indice por el posa manos, comprobando que estaba impregnado de polvo. Mientras sacudía los restos que habían quedado en su mano, subió los escalones uno a uno, oyendo como crujían levemente ante su peso. Al llegar arriba, volvió la vista percatándose de que nadie lo seguía, y caminó a lo largo del pasillo.

Recordaba cada una de las habitaciones, con esas lujosas camas de dosel, cubiertas por sabanas de seda negra y un enorme edredón de pluma de oca color verde.

Fue hacia la habitación del fondo, la cual le había pertenecido durante mucho tiempo y con temor giró el oxidado pomo. Todo estaba revuelto, la cama estaba fuera de su lugar y el colchón tirado en el suelo, los cajones de su armario abiertos y algunos incluso rotos. Su mirada se dirigió al frente, donde pudo observar que el cristal de la ventana estaba hecho añicos y por allí entraba la brisa nocturna.

Entró con temor, ya que sin darse cuenta se había quedado petrificado en el umbral de la puerta. Aquella imagen de su habitación destrozada le había afectado más de lo que podía esperar.

Paseó lentamente, haciendo crujir pequeños trozos de madera y cristal. Algo tirado en el suelo llamó su atención y se agachó a recogerlo. Sopló un poco, apartando el polvo, y pudo reconocer su viejo álbum de fotos. Al abrirlo pudo ver fotos con Crabbe y Goyle, Pansy, algunas chicas de Slytherin, un par de amigos y por último a Granger.

Fue uno de sus mas ocultos secretos, el amor prohibido, clandestino, admirable y con un poco de desprecio al verla junto a los panolis de Potter y Weasley. La castaña le hacía contradecirse a si mismo, sentirse como en las nubes y caer de sopetón de entre ellas. Sabía que nunca la tendría, que ni si quiera lo podía ver, pero le bastaba con sentir aquello que le hacía sentir mejor persona.

Había conseguido recuperar su casa, recomprándosela a la inmobiliaria que la tenía en venta. La chica le había informado de que nadie había querido nunca esa casa, que se rumoreaba que por las noches se escuchaban ruidos extraños y que había ido perdiendo valor adquisitivo. Era de lo más barato que había por allí, ya que, ya era vieja, antigua y casi en ruinas. Solo la había adquirido por los recuerdos y por saber que había pasado con ella. Ahora que estaba allí, acuclillado en el suelo, y mirando a las paredes no sabía como sentirse.

Había fingido su muerte para salvar su propia vida, había huido de los mortífagos y ahora volvía con el peligro de que lo pudiesen capturar, pero todo aquello ya le daba absolutamente igual. Quería vivir, volver a su hogar, del lugar que partió y tener una vida tranquila.

La foto de Hermione colgaba aun de su mano, pues la había despegado del álbum, cuando se levantó. La acaricio lentamente, sintiendo un nudo en el estomago, soledad, y sobretodo sintiéndose un cobarde. Cobarde por no haber aceptado lo que sentía por ella, por haber disfrazado ese sentimiento que había despertado en él, en odio y haberla hecho daño hasta no poder, porque había tenido miedo aceptar lo que sentía.

Esa era la razón por la que odiaba Weasley, tenía lo que a él le hubiese gustado tener, una familia con la mujer que amaba, Hermione, la pequeña y odiada Hermione, pero al pensarlo mejor prefirió que fuese así, él no tenía nada que ofrecerle, él no sabría como hacerla feliz y él sabía que ella no le perdonaría nunca lo de haber sido uno de esos mortífagos que tanto odiaba y menos todos esos años que se pasó metiéndose con ella y sus amigos...

Entonces recordó ese día en el que ella se encontró en su casa, recordó sus gritos de dolor, cuando Bellatrix la torturaba y recordó como su cuerpo se estremecía con cada grito que ella hacía, y lo mucho que quiso ayudarla pero no lo hizo por miedo. Él fue un cobarde y demostró serlo, al dejar que la torturasen e hiciesen daño a la única mujer que amó de verdad, aunque ella no supo nada de ese sentimiento.

Se pasó una mano por su pelo rubio, agotado, suspirando. Sentía añoranza, pena y soledad que no conseguía apagar. Los ojos le escocían, amenazando con derramarse por sus mejillas y dejando escapar con ellas su vacío interior.

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Continuará...