Disclaimer: Los personajes y los shanpiros pertenecen, por supuesto, al grandioso Darren Shan.


El actual fic participa en el mini-reto: Y si del odio al amor hay un paso... Del foro Anteiku.


Espero que se adapte al reto, porque al final no ha quedado como quería...


Odio a los vampiros

Wester nunca lo aceptaría en voz alta, pero a veces cuando las estrellas brillaban en el cielo y fingía dormir su mente dejaba caer aquel pensamiento con rabia: «Odio a los vampiros». Lo peor era saber que era cierto: una parte de él lo hacía, porque sin aquellas criaturas de la noche no existirían los Vampanezes y su familia seguiría viva. Él tendría un hogar y una vida normal.

A veces no podía sentir más que odio, a veces… porque su mente siempre volvía a la única cosa buena que le había sucedido alguna vez, corrección, su mente siempre volvía a la única persona que valía la pena en todo aquel embrollo, a aquel muchacho pelirrojo que lo había salvado de su propia estupidez e ignorancia. Siempre pensaba en Larten Crepsley.

Él era la luz en su oscuridad, era todo a lo que podía aferrarse.

Exactamente por eso había propuesto sin pensar que se uniría a Seba para convertirse en lo que odiaba, no habría podido sobrevivir sin Larten, ni siquiera en el Cirque.

Cuando miraba los oscuros ojos de su amigo no podía más que adorar a los vampiros, por haberle dado la oportunidad de conocerlo a pesar de todo. Así era su vida, un constante ir y venir entre el odio y el amor. Un día despertaba con el impulso de clavarle a Seba una estaca mientras dormía y continuar con su venganza y al otro con ganas de besar a Larten y anclarse a él por la eternidad.

Porque había otra cosa que no atrevía más que a confesarse a sí mismo, aunque creía que Seba lo había sabido antes que él, era un pequeño secreto que luchaba por esconder, pero que con el transcurso del tiempo se notaba más: estaba enamorado —o a punto de estarlo— de Larten Crepsley.

Fue algo que comenzó de poco a poco y luego se le estrelló en el pecho de golpe… pero todavía existía el odio…

Una sacudida le hizo abrir los ojos, una figura recortada por el firmamento lo observaba, la figura atlética y llamativa de Larten. Un sentimiento cálido creció en su pecho, al igual que una sonrisa en el rostro.

Ambos sabían cuáles eran sus deberes, así que no cruzaron palabra antes de comenzar a caminar en busca de una presa, pero el pelirrojo le cogió del hombro y plantó un beso casto sobre sus labios antes de perderse en la oscuridad.

Ahora lo sabía, no podía odiar nunca a los vampiros, porque gracias a Larten los amaba.