Siento su cuerpo sobre mí, mis pulmones reclaman por oxígeno pero no me importa con tal de seguir sintiendo sus pechos presionando los míos. Su pierna se cuela por entre las mías y ejerce una presión jodidamente placentera, hace un ligero vaivén de arriba a bajo y de manera inconsciente mis caderas se levantan en busca de su muslo. Me sigue observando con detenimiento, su cabello rubio cae alrededor de su rostro enmarcando sus finas facciones, noto un brillo diferente en su mirada, veo deseo, hay excitación en sus ojos azules, apuesto que ella ve lo mismo en mis ojos.

Su olor envuelve mi sentido del olfato, es una mezcla de lavanda y sudor la que proviene de su piel bronceada. Prende mi labio inferior entre sus dientes mientras que mis manos traviesas se aferran a sus perfectos glúteos profundizando la presión en mi entrepierna. Estoy enloqueciendo de placer, mi libido toma el control de mis acciones, y me incorporo quedando ligeramente sentada en la cama, atrapo su pecho derecho con mi boca mientras mi lengua golpetea su pezón erecto.

¿Escucharon eso? Sí, fue un gemido ronco lo que salió de su garganta, joder, cuando pensé que no podía haber nada más erótico que acariciar su pezón erecto con mi lengua mientras que el sudor resbala por nuestros vientres haciéndose uno al principio de nuestro monte de Venus, escucho su gemido cargado de placer. En definitiva ella superó mis expectativas.

Trato de recuperar un poco del control que cedí e intento sujetar sus caderas con autoridad pero no puedo, ella me envuelve en un manto de seducción y se aprovecha de mi vulnerabilidad. Lame mi cuello, recorre de mi clavícula hasta mi mentón y luego hunde su rostro en mi cuello alternando besos y mordiscos por mi piel sensible.

La quiero dentro de mí, no soporto más esta tortura pero mis necesidades pasan a segundo término, seré yo quien la haga llegar al éxtasis del orgasmo. Con la poca resistencia que me queda, la tumbo hacia el lado izquierdo de la cama, me posiciono entre sus piernas, busco en su mirada azul su aprobación y allí está, esas pupilas dilatadas y el mismo deseo de sexo que vi desde el principio me decía que lo anhelaba, me decía que me necesitaba. Nos besamos con descontrol, se acabaron los juegos previos, llegó la hora.

Mis manos toman las suyas y las sujeto fuerte contra el colchón, ¡ja! como si ella quisiera escapar. Nuestras lenguas se reconocen al instante, ninguna da tregua, otro gemido se escapa de su boca y es cuando aprovecho para tomar su lengua con mis dientes, la succiono con delicadeza a pesar del caos que se está creando en la parte baja de nuestros cuerpos. Dejo sus manos para recorrer sus costados con mis dedos, sin dejar de besarnos, sujeto sus muslos y ella presiona mi espalda baja con los talones, abandono sus labios para empezar el recorrido y encontrarme con sus otros labios al final.

-Te amo- susurro antes de morder su lóbulo derecho. Dejo un camino de besos húmedos por su cuello, al llegar a la clavícula, lamo la piel sobre su hueso visiblemente marcado. Llego al centro de sus pechos, recuerdo que no le presté atención a su pezón izquierdo así que comienzo a recompensarla mordiéndolo sin ser brusca, recorro su aureola con mi lengua, mi mano izquierda sube a su pecho derecho sujetando su pezón entre los dedos. No sé cuanto tiempo ha pasado pero sus gemidos y la humedad mojando mi abdomen me recuerdan que debo continuar. Dejo por fin sus pechos, más tarde volveré con ellos, bajo un poco más para morder su costado izquierdo justo debajo de sus costillas, empieza a reír por el cosquilleo que siente, ella es muy sensible a las cosquillas pero la sensación del ligero ardor de la mordida en esa zona de su cuerpo le encanta. No puedo evitar la tentación y la vuelvo a morder pero ahora en el lado derecho, ella ríe más alto, después de sus gemidos, su risa es mi sonido preferido.

-¡Basta! – me dice entre risas, sonrío por sus quejas y decido hacerle caso por el momento. Beso el lugar donde mordí por última vez, miro hacia arriba y me encuentro con su perfecta sonrisa blanca haciendo que me enamore más de su belleza. Retomando el camino hacia mi destino, me recuesto totalmente fijándome que ya queda poco por llegar. Sujeto sus piernas y las paso sobre mis hombros con su ayuda, mi lengua explora una vez más su estómago y los gemidos no se hacen esperar. Beso sobre su ombligo, me lo he imaginado tantas veces adornado con un piercing pero ella no quiere, dice que no le gustan, la verdad a mí tampoco pero en ella sería un detalle rebelde que rompe con su esquema de "Niña buena" y eso me pone bastante. En fin, con o sin el arete, ella me pone bastante. Mierda, dije que mis necesidades pasan a segundo término pero es inevitable no querer tener un orgasmo cuando la tengo con las piernas abiertas a mi merced.

Trato de dejar mi excitación de lado, ahora sólo importa ella. Acaricio su abdomen con mis manos nerviosas hasta llegar a sus pechos, continuo besando su piel, mi olfato se encuentra con el olor de su humedad, empiezo a salivar al recordar aquel tesoro que me espera con ansias, sus caderas hacen movimientos involuntarios intentando sentirme más cerca y es ahí donde apenas rozo sus labios con la lengua, ella gruñe palabras indecentes apenas audibles a la distancia de donde me encuentro, esa fachada suya de "no rompo un plato" se cae desde el momento en el que entramos en su habitación. Me encanta que reserve su lado salvaje para estos momentos.

Uno, dos, tres besos en su clítoris y mi nombre resuena en la habitación con desespero, separo sus labios con la lengua y la sumerjo dentro de ella explorando ese rincón que solo yo conozco. Claro que mis manos no se pueden quedar quietas y también entran en acción.

Sigo haciéndole el amor con la lengua y mi pulgar de la mano derecha se posiciona sobre su hincado clítoris haciendo movimientos rápidos, mi mano izquierda se encarga de su generoso pecho derecho. Pierdo la noción del tiempo, me desprendo de su entrada recibiendo un quejido de insatisfacción de su parte pero no tardo en llenarla nuevamente con dos dedos, lamo, muerdo, succiono su clítoris y su pecho abultado llena mi mano izquierda, bombeo adentro y fuera de ella con rapidez, acelero los círculos de mi lengua sobre su clítoris, sus gemidos pasaron a ser gritos y la humedad está mojando mi mano entera, ¿cómo es que no se ha quedado seca?

Sus talones presionan mi espalda, mis cabellos negros se enredan en sus manos que presionan aún más mi boca en ella y sus temblores comienzan a ser continuos. El líquido corriendo por mis dedos, su erecto pezón bajo la palma de mi otra mano y esos sonidos ahogados en su garganta me indican que ella ha llegado al clímax. Bombeo un poco más lento acompañándola en su delirio de placer.

Cuando escucho su respiración normalizarse es cuando saco mis dedos, saboreo el resto de sus fluidos dando un pequeño paseo por la parte interna de sus muslos, por fin me posiciono sobre ella para ver su rostro de nuevo. Es más hermosa de lo habitual después de liberar endorfinas debido al orgasmo. Me abraza por el cuello y la beso haciendo que se pruebe en mi, con nuestros labios unidos aparece su sonrisa traviesa de niña siendo atrapada en medio de una travesura.

Me pierdo en su mirada una vez más cuando me empieza a hablar, me dice algo que apenas escucho, ¿por qué susurra? Sus labios se mueven pero apenas le escucho, no leo los labios pero estoy segura que dice mi nombre

-Alex, ¡Alex! – me grita, escucho un bib agudo e insistente, ese sonido lo he escuchado antes- ¡Alex! - todo se vuelve blanco - ¡Ya!- apenas abro uno de mis ojos esperando a acostumbrarme a la luz -¡Levántate o abro la puerta! - Me incorporo en la cama de prisa, volteo a mi lado y la señorita Chapman no está - ¡Te doy tres para que te levantes, estás llegando tarde al instituto!- toco mi frente sudorosa -¡Ya voy, ma, no tardo!- es lo único que atino a contestar aunque mi voz sonó más grave de lo que esperaba -¿estás bien?- pregunta mi madre que sigue al otro lado de la puerta de mi habitación- ¡Sí! – le grito con la esperanza de que no pregunte más. Escucho sus pasos al alejarse -¡El desayuno se enfría!- me devuelve el grito a lo lejos.

Genial, una noche más sueño con su cuerpo y me despierto con ganas de seguir durmiendo. -Lligis tirdi il instititi- arremedo a mi madre con enfado, ¿cómo espera que tenga ganas de ir al instituto si es ahí donde mi sueño se convierte en pesadilla? Estar dos horas frente a la mujer con la que sueño cada noche desde que la vi presentarse como la nueva profesora de Historia Universal no es fácil. Carajo, hoy es miércoles, ¿y saben por qué detesto los miércoles? Porque la primera clase es con Chapman, la profesora Piper Chapman.