Mi propiedad privada
Capítulo uno
Para que sepan todas que tú perteneces
Con sangre de mis venas te marcaré la frente
Para que te respeten aun con la mirada
- Harry… Podmore te quiere en su oficina. Ya. – Ron Weasley tomó asiento frente al escritorio de su amigo y bufó. – Está insoportable. Me recordó un par de veces el fraude de nuestra última misión, parece que está llamando a todo el cuartel de aurores sólo para refregarnos por la cara nuestra incapacidad. Seguro que tiene problema con la esposa.- El muchacho de ojos verdes sonrió mientras terminaba de llenar una planilla.
- ¿El 'ya' fue con grito o sin?
- Con, y un par de hechizos mal dirigidos. – Ron estiró las piernas sobre el escritorio y sacudió su capa de auror, el azul oscuro combinando con el cielo del anochecer. - ¿Crees que nos dejará de hacer trabajar horas extras próximamente?
- Ni en tus más felices sueños, Ron.- Harry apoyó sus lentes sobre el escritorio y apretó sus ojos suavemente con los dedos índice y pulgar. – No con como están las cosas.
- ¿Quién lo habría creído? Después de cinco años de la guerra todo sigue siendo un caos…
Ya habían pasado cinco años desde aquella batalla en el terreno de Hogwarts, donde Voldemort había caído y gran parte de los mortífagos habían sido arrestados. Sin embargo las cosas no habían cambiado necesariamente para bien, con todas las muertes ocasionadas en época de guerra, la población mágica inglesa estaba sedienta de venganza. Infundada por el creciente dolor y el miedo a un posible retorno de seguidores de Voldemort se habían confeccionado grupos que tenían por finalidad erradicar a todas aquellas familias que habían tenido relación con los mortífagos. Las que se habían enterado a tiempo habían abandonado el país, pero no todos corrieron la misma suerte.
- ¡POTTER! ¿Piensas quedarte como una babosa en ese asiento o en algún extraño momento tenías planeado venir a mi oficina? – Sturgis Podmore era un hombre ya de avanzada edad, y si en algun momento había tenido abundante pelo rubio, ahora de eso quedaban unas pocas canas sobre su cabeza pelada. Caminaba apoyando todo su peso en un resistente bastón de ombú y era el Jefe de Aurores. Harry sacudió la cabeza y sonrió a Ron antes de seguir a su jefe a su oficina, mientras éste profería insultos sobre su cuerpo de aurores.
- Sé que fue un error grosero esperar a que ellos aparecieran, pero afortunadamente conseguimos un par de nombres…- Comenzó a decir el joven, mientras tomaba asiento en una silla frente al amplio y atiborrado escritorio de Podmore.
- Cállate, Potter. Ya con todas las veces que escuché este discurso podría repetirlo yo mismo, fecha, hora, hasta de qué color vestían. No es por eso que te llamé.- Sturgis apoyó el bastón contra la ventana, que mostraba un cielo de verano (a pesar de estar en pleno invierno, todavía a Harry le sorprendía que esas ventanas fueran sólo una ilusión), se sentó en su sillón y con un rápido movimiento de varita invocó dos tazas. -¿Té?- Antes de siquiera obtener una respuesta ya estaba llenando la taza de Harry, quién solo se encogió de hombros y agarró la taza entre sus manos. Hacía frío hasta ahí dentro, no se podía imaginar la temperatura que haría en el exterior.
- ¿Una nueva misión? – El joven le dio un largo trago a su té sin sacar la vista de su jefe.
- Por mala suerte. He dejado al escuadrón de Cormack encargado de la anterior, y al tuyo también Potter. Este es un trabajo que debes hacer sólo y con absoluta discreción.- Harry asintió, dejando la taza sobre el escritorio de madera oscura.- ¿Puedes hacerlo, Potter? – Sturgis Podmore era irascible, gruñón, entrometido, pero sabía cuándo suavizar su mirada demostrando su extrema preocupación y dedicación.
- Claro que sí, jefe.
- Genial, Harry, sabía que podía contar contigo. – El jefe de aurores sacó de su bolsillo una bolsa de cuero morada y la apoyó en el escritorio.- Sé lo mucho que te gusta improvisar, Harry. Pero este trabajo necesita estrategia, necesita concentración, te necesito trabajando al máximo. Necesito que sigas los planes al pie de la letra y que hagas lo que sea que te ordene cuando te lo ordene. Tenemos grandes chances de terminar de una vez por todas con una fuerte red de traficantes. Potter, comprende que eres nuestra última esperanza, si algo saliera mal nos quedaríamos con las manos vacías para siempre.
Los dos se sostuvieron la mirada un rato, Harry sentía como le temblaban las manos, estaba nervioso. -¿Por qué a mi? No soy precisamente el más puntilloso para los planes.
- No, muchacho, pero eres el más Slytherin en esta selva de leones. Si alguien que sé puede hacer esto bien, eres tú.
Harry se mordió el labio inferior ¿Él Slytherin? De pronto se sintió como cayendo al pasado pero asintió con la cabeza y bajó la mirada.- ¿Cuándo empiezo?
- Bueno, la subasta es en dos horas.
- ¿Subasta? –El joven volvió a levantar la mirada, dispersando aquellas nubes de la infancia que habían amenazado con estancarse.
Sturgis abrió la bolsa y sacó un par de fotos. – Estos agradables muchachos – dijo señalando a tres hombres que intentaban ocultarse en la foto- son lo que antes se conocía como carroñeros, sólo que ahora funcionan para el otro bando. Capturan ex mortífagos o a familiares de ellos y después los subastan.
- ¿Los QUÉ? – Harry abrió la boca para seguir gritando, pero se dio cuenta que no tenía mucho más que agregar.
- Lo sé, suena a la Edad Media ¿no? Los compran como esclavos o para vengarse personalmente. La sociedad mágica está muy dolida todavía, y esto no está ayudando precisamente a limar asperezas.
- ¿Y qué es lo que tengo que hacer?
- Bueno, tienes que hacerte pasar como un comprador. Tienes que comprar a alguien, Harry, por más horrible que suene. Aquí tienes dinero para realizar ofertas. – Podmore le pasó la bolsa de cuero y le entregó las fotos. – Necesito que consigas un nombre, una dirección. Algo, Harry.
- Te olvidas, Podmore, que no soy alguien difícil de reconocer. – Sturgis sonrió, una vieja cicatriz hacía que su sonrisa pareciera siempre triste.
- En esa bolsa hay una poción multijugos, tu nombre es Arthur Abbot. Supongo que sabes porqué un Abbot buscaría venganza.- Harry asintió. Arthur Abbot era el hermano menor de Hannah Abbot, una antigua compañera de Hogwarts. Luego de finalizada la guerra, unos pocos mortífagos habían atacado a la familia Abbot en el norte de Londres, torturando y asesinando a los padres de Hannah, mientras que la rubia quedó internada en San Mungo a causa de fuertes delirios causados por la tortura. – Bien, Potter, sólo compra a uno, sea quien sea me da igual. Lo escondes, le sacas toda la información posible, y mantienes la boca cerrada hasta que estos tres muchachos estén en Azkaban ¿entendido, Potter?
Si Harry creía que la noche iba a estar fría había cometido un grave error, nevaba literalmente. Se acomodó mejor la capa negra y caminó dejando sus huellas sobre la suave nieve. Cuando divisó el Caldero Chorreante, sacó de un bolsillo de su capa la capa de invisibilidad y la colocó sobre la otra, a esa hora el bar estaba casi vacío. Sólo había un par de magos bebiendo en la barra, apuró el paso y comprobando que estuviera solo tocó los ladrillos necesarios para abrir el camino hacia Dragon Alley. La dirección de la subasta era en Knockturn Alley, como no podía ser de otra forma se dijo Harry amargamente. Obviamente no iban a hacerla en algún lugar que llamara la atención, o algun lugar al cual se pudiera relacionar con la vivienda de alguno de los tres carroñeros.
En la puerta de una casa visiblemente abandonada había un mago parado, haciendo de custodia. Harry sacó el pergamino donde tenía la dirección para comprobar que ese era el lugar al que tenía que ir y apoyándose contra una pared bastante alejada de aquel hombre sacó la poción multijugos. La miró por unos microsegundos, tomando coraje y la tragó de un saque para en seguida sentir la conocida sensación de sus tripas retorciéndose y sus miembros contrayéndose para después expandirse.
Arhut Abbot era bastante más alto que Harry, pero el morocho, ahora rubio, ya estaba preparado para los cambios, guardó la capa de invisibilidad en uno de los bolsillos de la capa de invierno que tenía y observó sus manos, ahora con un par de pecas y muy pálidas. Llevaba más de la mitad de su vida en el mundo mágico, y había tomado más pociones multijugos que el promedio de la población, pero Harry nunca dejaba de sorprenderse. Dio un par de vueltas por Dragon Alley, concentrándose en su nuevo cuerpo y en lo que iba a ocurrir a continuación. Pasaron varios minutos antes de dejar de tropezar por no poder calcular la distancia y fuerza de sus pisadas, cuando se sintió lo suficientemente seguro caminó hasta el hombre encapuchado y le entregó la invitación a la subasta sin decir palabra.
- ¿Abbot? Bien bien, hoy vas a encontrar algo que te va a encantar ahí. – Harry levantó la mirada hacia el hombre, que era apenas más bajo que él, y sonrió de costado.
- Más les vale, no pienso gastar mi dinero en cualquier cosa.
- No se preocupe, señor. No se va a arrepentir. Ah, señor, su varita si es tan amable…– Sturgis Podmore le había dado una varita de repuesto y Harry no dudó en alcanzarle esa. El hombre abrió la puerta y Harry entró a un salón bastante oscuro, ya bastante lleno. Tomó asiento en una de las primeras filas pero al costado derecho, donde había más sombras y observó al resto de la audiencia. Descubrió para su sorpresa a muchos trabajadores del ministerio y se hizo una nota mental llena de nombres y caras.
- Señores, tomen asiento por favor, que la subasta está por empezar. – Harry vio cómo de pronto, los asientos que antes estaban en su mayoría vacíos se iban llenando de a poco. Había una especie de escenario en la parte de adelante, hacia la que todas las sillas miraban que se encontraba tapado por un telón negro. Ante ellos, el que había hablado, era uno de los que Podmore había señalado en la foto. – Creo que no hace falta que haga ninguna introducción, todos saben porqué están acá. Como siempre las reglas son simples, el que paga más se lleva a su mortífago. – Harry apretó los dientes al ver la cara de satisfacción de muchos de los asistentes. - ¡Que empiece la función! – Gritó el presentador y con un movimiento de varita las cortinas se abrieron.
Por ahí Harry Potter no sabía que esperar, después de todo nunca había ido a una subasta, ni que hablar de una subasta de seres vivientes. Pero ahí estaban, tres figuras vestidas en harapos, sucios, atados. Presos.
- Para empezar, tenemos a las hermanas Greengrass, Daphne… - Otro de los hombres de la foto agarró por los pelos a la más alta de las dos mujeres que se encontraban ahí. Daphne Greengrass tenía los ojos fieros de una bestia atrapada y cuando la pararon frente a todos los espectadores sonrió.
-Ah que les gusta, ¿no? Basuras hipócritas. – El gritó que siguió al crucio que el hombre le había mandado a la orgullosa joven, no salió de ella, quién mantenía los ojos cerrados y la boca apretada, sino de la otra mujer, de la hermana.
- Mortífaga. Encargada de varias muertes de los pequeños niños de Hogwarts en la batalla final.- Harry desvió la mirada, Daphne había empezado a sacudirse con violencia. Cuando cayó inconciente, la volvieron a atar a la pared.
- La segunda Greengrass, la querida Astoria.- La rubia apretó la mano de la otra figura que se encontraba en las sombras y avanzó, sin dejas que el hombre la toque. Los ojos le brillaban llenos de lágrimas y Harry sintió que el corazón le explotaba, aquella niña debía tener menos de dieciocho años. Claro que no tenía la presencia que derrochaba su hermana, ella era una niña con mejillas rosadas, cuerpo delicado y pestañas espesas que le daban un aspecto de muñeca frágil. – Hija de mortífagos, hermana de Daphne y bueno, miren ustedes si es que acaso no es una preciosura. – El presentador, un hombre de espeso cabello canoso se acercó a la rubia para arrancarle el vestido, y Astoria Greengrass bajó la cabeza, sus lágrimas dejando pequeñas gotas sobre la madera empolvada. Ahí desnuda, expuesta, Harry decidió que era a ella a la que salvaría. Ella que era una muñeca frágil y rota frente a las miradas lascivas de la venganza.
- Para terminar, la cereza del postre… - Dijo el presentador, mientras empujaba a la rubia y la volvía a atar. – Un deseado por todos mortífago, hijo del que durante muchos años fue la mano derecha de quien no debe ser nombrado. Pero parece que ni para eso era bueno, ¿no, Draco Malfoy?- Harry, quien durante todo este tiempo, había mantenido la mirada fija en la adolescente giró el cuello bruscamente. En el lugar que antes ocupara la rubia, estaba su antiguo nemesis. Escuchó los murmullos de los magos y se removió inquieto en la silla. Malfoy, mucho más delgado que antes, con moretones horribles en la cara y las manos, sólo estaba ahí parado. No tenía la mirada arrogante que solía tener cuando eran adolescentes, estaba ahí como una marioneta sin vida. Los ojos perdidos en algún punto del suelo roñoso. – Fue él el encargado de que permitir el ingreso de los mortífagos a Hogwarts la noche que Dumbledore fue asesinado. También fue él, quién torturó a varios compañeros suyos, el muy despiadado.
- Te faltó que fui yo quién destruyó gran parte de Hogwarts, me gustaría escuchar mi curriculum completo. De paso sepan que violé a todas vuestras hijas, y que si tienen nietos bastardos, bueno ya tienen a quién culpar.- Draco Malfoy se inclinó a modo de reverencia y Harry llevó las manos, inconcientemente, a los oídos apenas comenzó la sesión de tortura.
- Bueno, creo que sin duda la subasta comienza con este caradura ¿Quién da más?
- 3000 galeones. – Dijo un hombre de la primera fila.
- 3500.
- 5000
-7500
- 10000 – Dijo el hombre que se había sentado a su lado.
Por Merlín, lo van a torturar hasta la muerte. Pensó Harry con horror, mirando a Draco Malfoy, quién se encontraba parado en medio de la habitación y el que parecía irónicamente fascinado por la situación.
- 25000
- ¡Vendido!- Gritó el presentador y Harry apretó los ojos con fuerza. Había comprado al maldito engreído de Malfoy sólo para salvarle el pellejo a más del triple de lo que tenía en aquella bolsa.
Bueno, ayer empecé uno, hoy otro. Lo que es terminar la facultad. Como siempre, NADA me pertence, me encantaría, pero es de Rowling, Este fic va a ser SLASH (sisi chicoxchico), la cancion es de Soledad (o bueno al menos ella la interpreta) Espero que lo hayan disfrutado. :)
