Andrea entra cargada de paquetes envueltos en papel de regalo y los deja caer pesadamente al suelo, para luego mirarles con una sonrisa. Detrás de ella aparece un pequeño cargando una cajita pequeña de dulces, con una gran sonrisa.
-Bienvenidos a este nuevo fic. Espero que sea de su agrado y que lo disfruten mucho. Se llama Alas de Cristal, ya que… bueno, mejor no lo digo.- saluda Andrea con una sonrisa, mientras se sienta en el suelo y toma al pequeño entre sus brazo, para luego sentarlo sobre sus piernas. -Este es un fic que escribí para ser originalmente un oneshot, pero la idea se tornó demasiado confusa como para poder plasmarla en un solo capitulo, por lo que nació una historia larga.- comenzó a explicar Andrea, mientras acariciaba el cabello del pequeño. -Ahh, para los que no lo conocen, este pequeño es mi hijo Eriol.- presentó, mientras señalaba al pequeño niño de tres años, de cabello negro, piel pálida y hermosos ojos azules. -Es mi pequeño amor, y el hijo de Sirius y yo.- añadió para luego depositar un beso en la cabecita del menor, que rió alegre.
-Ando algo atareada, ya que en Colombia estamos en Amor y amistad, que en otros países se podría traducir como un San Valentín, solo que en Septiembre.- explicó Andrea, mientras miraba los regalos y una gota aparecía en su rostro.
-Bueno, he de advertirles un par de cosas. Sé que el principio se les hará extraño el que Draco se comporte así, pero tiene su justificación. La cual iré dando poco a poco, ya que si no arruino la trama del fic.- dijo Andrea, mientras abría un paquete de chocolate amargo y tomaba uno para llevárselo a la boca, cuando este es arrebatado por el menor, que se lo comió de inmediato. Sonrió con ternura, antes de continuar. –Y la canción que aparece en este capitulo se llama, Platónico y es del grupo "Los de Adentro".- continuó explicando, para luego llevarse una mano al mentón y recordar algo.
-Se me olvidaba. Este fic va dedicado a mi amiga Alejandra, a quien le prometí un oneshot… que terminó siendo un fic largo. Espero que sea de tu agrado, amiga. Además de que ya saben que Harry Potter y Co. pertenecen a J. K Rowling, excepto Sirius Black, que es mi esposo desde hace mas de un mes.- dijo Andrea con una sonrisa, mientras se colocaba de pie, y dejaba al menor de pie en el suelo, para luego recoger los paquetes. -Bueno, mis queridos lectores y amigos, he de irme. Sirius me espera y aún tengo compras que hacer. Nos vemos, Bye.- se despidió, para luego dejar la habitación, tomando la mano del pequeño Eriol.
Alas de Cristal
Capitulo No.1
Se apoyó en el barandal y echó su peso hacia delante, dejándose desordenar el cabello por el viento y observando atentamente a toda la ciudad que se alzaba ante sus ojos. Suspiró y se echó un poco para atrás, apoyando un brazo sobre el barandal y recostando su cara sobre esa mano. Observó cuidadosamente los vehículos movilizarse por las calles y las personas, que como hormigas, andaban por todas partes, aparentemente siguiéndose unas a otras.
¿Así se verían ellos también? Se preguntó en silencio mientras esperaba a que aparecieran sus acompañantes. Levantó los ojos un poco, aún sin perder su relajada posición y miró hacia el cielo. Las nubes estaban graciosamente grises, pero al parecer esa tarde no llovería. Había algo en su interior que le decía que el cielo no se descargaría ese día. Además, el vestido de verano que tenía no podría soportar la intromisión de la lluvia.
Apenas tenía la varita en su poder, la nota que había ocasionado todo esto y su dinero con ella, ya que hasta la identificación se le había quedado en casa por lo apresurado de la misiva y la aparente urgencia que mostraba. Agradecía el poder llevar la varita amarrada a su muslo, dado a lo extraño que sería ver a una joven de su edad andar por la calle con un palo de madera en su mano.
En la mano libre, la nota jugueteaba entre sus dedos, moviéndose también con la dirección del viento. En un instante, casi se escapa de su prisión, para luego ser fuertemente agarrada. Cambiando de postura, se irguió completamente de nuevo y siguió observando el paisaje que lentamente cambiaba ante sus ojos, tornándose más anaranjado y un tanto más rosa también.
Giró su rostro y notó que estaba sola. La gente se había desaparecido de aquel lugar hace tiempo, sin que ella lo notara realmente. Supuso que tendrían mejores cosas que hacer que quedarse parados frente al barandal de aquel mirador. Pero era una lastima, la vista era maravillosa y casi podías ver el esplendor nocturno que destilaba Londres en su totalidad.
La espera se estaba tornando aburrida y tediosa, dado que no tenía nada con que combatirla. No tenía ningún libro consigo, y su reproductor de música había quedado relegado en el escritorio de su cuarto. Pero aún así, decidió que la música podría amenizar la espera.
Mirando a todos lados, y comprobando que no había nadie cerca o al menos, lo suficientemente cerca como para escucharle o verle cantar, comenzó. Pensando realmente, cual canción podría armonizar con ese efímero instante de apacible soledad y tranquilidad, se decidió por una vieja y olvidada balada de The Beatles. Luego de ello, quiso cambiar un poco el género y comenzó a cantar aquella canción que escuchó en la radio hacía pocos días. Era bastante triste, pero le había encantado desde el primer momento. Carraspeando un poco, comenzó a cantarla.
El ser platónico ya murió
Cogió sus alas y sobrevoló
Por nubes negras y mares azules
Y el ser herido otra conoció
Y entre sus risas el se refugio
Y encontró el cielo vagando en sus nubes
Y empezó a amar al estar
Ganando a su rival
En el mismo juego del amor
Del cual el no saldrá perdedor
Cuando del cielo su santo callo
El bello ángel con el se esfumo
Y el se mortal solo y triste ha quedado
Ha llorado lágrimas de cristal
Que nadie ve y solo el sentirá
Ya que lo bello se fue de sus manos
Ya cansado y en resignación
De su motivación se alejo
Esto me ha causado gran dolor
Porque ese ser herido soy yo
Platónico
Un espontáneo
Platónico
amor volcánico
Ángel divino el lo recordara
Ella por siempre será su ideal
Y ella se quedara sin enterarse
Que un ser herido a ella la amo
Ángel platónico ella se volvió
Como la otra algo inalcanzable
En silencio el conquistara
A una ángel que por ángel dejo
Finalmente dije la verdad
Verdad que solo el ser la vivió
Platónico
Un espontáneo
Platónico
amor volcánico
Y del cielo no caerá
Y el se resigna a olvidar
Frecuentemente esta
Perdido en otro lugar
Había cerrado sus ojos y simplemente sentido en viento rozar su piel, mientras las palabras emergían de su boca y el corazón lentamente marcaba el compás de la melodía. Abrió sus ojos al escuchar aplausos y se sorprendió de no sentir a nadie llegar. Ruborizada y muda, intentó ignorar a cualquiera que fuese. Fijó sus ojos en el cielo y vio como lentamente el sol terminaba por desaparecer, dejando un recorrido naranja en el cielo, dejando su huella de su lento y brillante día.
Escuchó pasos acercándose mientras los aplausos continuaban y nuevamente su rostro se tornó carmín. Suspiró profundo, pensando que se trataba de alguno de los chicos y haciendo desaparecer el intenso rubor que la vergüenza había provocado en ella, se giró para encarar a la persona que la había mantenido esperando por casi dos horas.
Sintió su rostro perder el color y sus tobillos temblar por un instante, antes de que su ceño se frunciera y su boca se apretara hasta casi convertirse en una línea. Observó a la persona que dejaba lentamente de aplaudir y lo miró fijamente en silencio, mientras cruzaba sus brazos y lo miraba a los ojos. Mirando fijamente a esos ojos color tormenta.
-¿Qué haces aquí, Malfoy?- preguntó la joven, tratando de que su voz sonara lo más impersonal posible.
-Eso mismo podría haberte preguntado yo a ti, Granger.- comenzó a decir el rubio, mientras caminaba hacia ella con ese andar seguro que lo caracterizaba en un pasado y que casi había perdido por un tiempo, hasta quedar apoyado en el barandal, junto a ella. -Pero luego de escucharte cantar, supongo que estas buscando el sustento del día a día. Aunque es algo decepcionante, porque toda la vida te vi más futuro como bibliotecaria que como cantante callejera- continuó hablando Draco sin prestarle atención a la expresión enojada de la castaña, ya que sus ojos estaban fijos en el paisaje de Londres y en los últimos rayos de sol. Estaba viendo el crepúsculo.
-Disculpa que no cumpla todas tus expectativas sobre mi existencia, Malfoy.- masculló Hermione con todo el sarcasmo que tenía, notando que ni siquiera afectaba al rubio. -Además, a ti que…-comenzó a decir cuando sintió la fría mano del joven cubrirle la boca.
-Cállate por un segundo, Granger. Y disfruta del espectáculo.- dijo Draco, sin despegar sus ojos del paisaje. -No todos los días tienes la oportunidad de ver un crepúsculo, y mucho menos conmigo.-terminó de decir, mientras soltaba la boca de la castaña, quien soltó un bufido contrariado.
-¿Y se supone que eso es un honor?- preguntó nuevamente usando el sarcasmo, para notar como el rubio la ignoraba por completo. Decidió hacerle caso por esa vez, al notar que el no iba a contestar y se maravilló con lo que veía. Los edificios se veían preciosos y el cielo estaba de un color entre naranja, rosado y violeta. Se quedó mirando el cielo, hasta que se tornó negro y las estrellas comenzaban a salpicar toda la bóveda celeste. Fue allí que se recordó que había estado todo el tiempo acompañada por el Slytherin.
-Por supuesto que era un honor. No todos los días te puedes jactar de pasar tiempo conmigo, Granger.- respondió Draco mirándola con una sonrisa que, extrañamente, no se veía burlona. Ella lo observó en silencio por unos segundos antes de asentir en silencio, para luego dar media vuelta y comenzar a caminar. La habían dejado plantada. -¿Para donde vas, Granger?- preguntó Draco junto a ella. La castaña lo miró enojada y algo contrariada. ¿Cuándo carajo se había movido y porque ella no lo había sentido?
-A ningún lugar que deba importarte, Malfoy.- contestó Hermione a la defensiva, mientras seguía caminando. Draco, dando una simple zancada, logró adelantarla y pararse frente a ella, impidiéndole el paso. Hermione soltó un bufido y llevó una mano a la falda de su vestido, justo donde estaba su varita, mientras que zapateaba el suelo con impaciencia. -¿Qué quieres, Malfoy? Por merlín, déjame ir en paz.- dijo la castaña, exasperada y mirándolo fijamente, mientras notaba como una sonrisa aparecía en el rostro del él.
-Bueno, dado el caso que acudiste a mi cita, creo que sería descortés dejarte marchar tan prontamente, sin haber tenido la oportunidad de dejarte disfrutar de mi presencia.- respondió Draco mientras se encogía de hombros y la miraba divertido, notando como ella soltaba una maldición en voz baja.
-¿Así que fuiste tú el idiota que me mandó esa nota y me dejó esperando por dos horas?- preguntó Hermione, notablemente enojada mientras lo fulminaba con sus ojos cafés. Draco soltó una carcajada que enojó aún más a la castaña, que logró escabullirse y seguir caminando.
-Calma esos arranques, Granger.- dijo Draco con tranquilidad, al momento de alcanzarla. -Que necesito hablar contigo.- completó mientras la agarraba por la muñeca y la detenía. Hermione enarcó una ceja, mientras miraba su mano siendo apresada por la fría mano de él. Intentó soltarse de su agarre, pero este se tornó más fuerte, claro sin llegar a lastimarla. Esa verdad la golpeó duro.
Suspirando derrotada, levantó la vista y se encontró con la mirada fija de él.
-Habla Malfoy, que no tengo toda la noche, como para intentar perderla contigo.- apuró la joven, mientras seguía mirándolo fijamente. Draco enarcó una ceja en silencio con una sonrisa que mostraba su diversión ante las palabras de ella, para luego simplemente asentir.
-Sé que al final de la noche, no dirás lo mismo.- respondió con arrogancia. –Además, sabía que la curiosidad podría contigo Granger. Eres muy predecible.-Añadió en tono conspirador, para luego soltar una carcajada ante la mirada ofendida y enojada de la joven. Sin mirar a ningún lado y sin importarle quien los estuviera viendo, Draco se apareció, llevándose a la castaña con él antes de que esta pudiera siquiera abrir la boca para replicar.
