Se encontraba acostada en el frío piso de piedra. No había ninguna ventana o ranura por donde pudiera pasar el más mínimo rayo de luz. Solo había oscuridad. Al final ya se había acostumbrado a ella. Supondría que llevaba encerrada en esa celda aproximadamente dos semanas.
Dos semanas desde que había comenzado la tan temida segunda guerra. La luz contra la oscuridad, el bien contra el mal. Ya ella no sabía cómo llamarla ni le importaba. Por el simple hecho de que había perdido todo. Harry, Ginny, sus padres, todo ser que ella hubiese amado y aunque le sonaba egoísta había perdido a la persona más importante de su vida.
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- Ron- un susurro apenas audible escapó de sus labios mientras de sus ojos empezaban a brotar las lágrimas que pensaba que ya se había agotado. Lloró tanto. Vivir cada día era una tortura. Cada vez que recordaba a los mortífagos entrando en Hogwarts. Matando a todas las personas que para bien o mal había sido parte de su vida. El ver a Harry cayendo de rodillas ante Lord Voldemort totalmente derrotado. Ron y Ginny dando su vida para proteger a los demás, incluyendo a ella misma.
Al ver sus cuerpos no puso hacer más que derrumbarse y llorar con todas sus fuerzas. Hubiese deseado más que nada ella también estar muerta. Pero no le dieron esa posibilidad. Escuchó unos pasos acercándose entre las risas de algunos mortífagos. La persona se hallaba justo en frente de ella.
Levanto la mirada para encontrarse la figura del monstruo que había causado todo esto, el responsable de tantas desgracias, muertes, dolor y sufrimiento. Solo pudo vislumbrar sus ojos rojos como el fuego y una sonrisa de victoria en su cara.
Escuchó la voz de Bellatrix – Mi señor ¡acabemos con esa sangre sucia! Déjeme tener el honor de hacerlo por usted- las risas de los demás mortífagos tras las palabras de la bruja fueron realmente repugnantes.
- No querida Bella, tengo otros planes para ella- el tono divertido en la voz de Voldemort hizo que a Hermione se le pusieran los pelos de punta – Planes mucho más interesantes- tras estas últimas palabras, Hermione cayó inconsciente.
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Desde ese día no había tenido noticias de nada, no sabía que había sucedido. Despertó en esa sucia celda y durante esas dos semanas recibió torturas, burlas y humillaciones por parte de algunos mortífagos. La cantidad de agua y comida que le llevaba era escasa y como lloraba todas las noches, la deshidratación se hacía cada vez más intolerante.
No podía creer que ella siendo una sangre sucia se encontraba allí, encerrada pero viva. No podía dejar de pensar en sus padres, ¿ellos que culpa podían haber tenido? Cada día que pasaba sentía una opresión en el pecho al recordarlos. La desesperación por momentos empañaba su alma haciendo que buscara algún medio para suicidarse. Lamentablemente en la celda no encontró nada que la ayudara a lograrlo. Solo se resignó y no tuvo más alternativa que soportar todas las maldiciones y torturas que los mortífagos le aplicaban para divertirse.
Estaba asustada. Tampoco sabía por qué razón la mantenían viva tanto tiempo, ¿qué harían con ella? Quizás para la próxima vez los provocara para que la mataran de una vez y terminar con eso. La oscuridad y el silencio de la celda eran sepulcrales. Podía escuchar los pasos acercándose y las voces y risas de aquellos que venía cada día a torturarla.
Pero en aquel momento solo se escuchaban unos pasos que iban con mucha lentitud. Nadie hablaba. Hermione encogió las rodillas a la altura del pecho y hundió su cara en éstas. Ya estaba totalmente indiferente a lo que pasara en el exterior. Solo quería paz y descanso. La puerta se abrió suavemente y la luz alumbró la habitación. Sin embargo no cambio su postura y tampoco había levanto la vista hacia la persona que acaba de entrar.
Los pasos se acercaron a ella y Hermione sintió como la figura se encontraba al frente de ella.
- Mírame, niña- la voz alta y fría hizo que Hermione diera un salto, sabía a quién le pertenecía aquella voz, había tenido tanas pesadillas donde esa voz aparecía riéndose de ella y de sus amigos.
Levantó la mirada para encontrarse con la cara pálida y demacrada de Voldemort, el cual la observaba con mucha atención y seriedad. No sonreía, sus ojos no denotaban emociones. Su aura solo imponía poder y fuerza. Sin embargo Hermione no se acobardó
- ¿Que quieres?- Preguntó
Los ojos de Voldemort centellearon – No me hables así, mocosa. Me parece que aún no estás consiente de la situación en la que te encuentras-
- Si lo sé, por eso no me importa que pueda suceder, si vienes a matarme, te lo agradecería-
Voldemort rió por primera vez – ¿Es que acaso deseas morir mi pequeña bruja?
- No vuelvas a llamarme a mí. Me repugna el hecho de que seas la última cosa que tenga que ver antes de morir- Hermione sentía el pánico oprimirle el corazón, sus piernas estaban temblando. Ese hombre le provocaba más miedo con cualquier otro. Sin embargo estaba usando todo su autocontrol para provocarlo, para enfurecerlo y por fin acabar con esta situación.
- ¡Ah! Eso es muy interesante, pero deberías saber que yo no complazco a mis esclavos. Me divierte el verlos sufrir. Y voy a decepcionarte pequeña sangre sucia. No voy a matarte. Y si sigues provocándome solo lograrás que tu agonía sea peor, te dejaré encerrada aquí hasta que me canses y ahí si acabaré con tu miserable vida-
La mente de Hermione quedó en blanco mientras procesaba lo que ese hombre acababa de decirle. Todo su plan se había desmoronado. En la cara de Voldemort había aparecido una sonrisa cruel mientras observaba con diversión el efecto de sus palabras en la niña a sus pies.
-Levántate- ordenó
Hermione lo miró con odio pero le obedeció. Se puso en pie con dificultad y quedó frente a él.
- Así me gusta, que seas obediente- Rió con ironía
Hermione no respondió, se limitó a mirar fijamente la pared que tenía a su lado. Sentía que la sangre le hervía de la rabia que sentía.
- ¿Quieres agua?- preguntó Voldemort
Ella volteó sus ojos hacia él. Parecía saberlo todo. No podía negarle que moría por tomar algo de agua. La sed la estaba matando. No podía ni quería decirle que no así que asintió con la cabeza.
- Bien, vamos progresando. Sígueme- Se dirigió hacia la salida de la celda y ella lo siguió de cerca. Era la primera vez que salía de aquel lugar. Cerró los ojos al sentir el impacto de la luz, hacía mucho tiempo que no la veía. Era como volver a la vida, sentir aire fresco después de tanto tiempo.
- Vamos niña, ven conmigo- ordeno Voldemort con un tono de impaciencia en su voz. Hermione se había quedado de pie atrás de él observando todo como si hubiese recuperado la vista de pronto.
Suspiró y con cierta alegría se alejo de aquella infernal habitación, siguiendo los pasos de aquel hombre adelante suyo, sin darse cuenta de la cruel sonrisa que se formaba en los labios de él.
