Importante… Esta es una continuación del FanFic "¿Qué es el amor?"… si no lo has leído te invito a hacerlo para que entiendas mejor la historia que ya arrastra cada personaje (pincha mi seudónimo y ahí podrás encontrarlo). De todas maneras, la decisión de hacerlo o no es tuya XD.

Este Fic contiene personajes de propiedad de Riyoko Ikeda (Pertenecen al Manga/Animé La Rosa de Versalles) y otros personajes creados netamente por mi. Los mismos han sido utilizados sólo para recreación y sin fines de lucro.


El Inicio...


Oscar observó a su hija mayor en silencio. La jovencita de dieciséis años estaba concentrada mirando a través de la ventana de la berlina que las transportaba. Apenas podía creer que ya era una señorita. -Hija... ¿Has decidido cuanto tiempo te quedarás?- le preguntó después de un rato.

-No, aún no lo he pensado- contestó la adolescente sin despegar la vista del paisaje.

-Sabes que Axel y Sofía viajan a Bélgica sólo para estar contigo, no me parece correcto que aún no decidas cuánto tiempo durará tu estadía, ellos no pueden depender de tus voluntades- insistió.

-Maman... no seas tan estricta- Isabelle sonrió resplandeciente, hizo una morisqueta tratando de hacer reír a la elegante mujer que estaba frente a ella, al ver que su madre continuaba seria cambió su semblante y agregó –Pappa jamás ha sido tan formal conmigo.

-No sigas actuando como una niña, tienes dieciséis años y debes empezar a comportarte con más madurez, te aprovechas de que Axel cede a todo lo que le pides- Oscar trató de reprenderla aunque no pudo evitar corresponder la sonrisa de su preciosa hija.

-Maman…- dejó el asiento que compartía con Gabrielle para ubicarse al lado de Oscar –No te molestes conmigo por favor- buscó su abrazo.

-No estoy molesta, pero debes hacerte responsable de tus actos y decisiones- la abrazó y besó con suavidad su frente, miró sus pies y sonrió –Sofía te reprenderá por usar un vestido con botas de montar.

-Vivimos en el campo- susurró la chica con simpleza –Las botas son más cómodas- sonrió levantando la cabeza para mirar los ojos de su madre.

Oscar arregló con cariño un suave mechón que había escapado del elegante moño de su hija -Así es, son más cómodas- suspiró –Al menos accediste a peinarte- sonrió nuevamente.

-¡Oh! No pienses que fue idea mía- la adolescente rió y se acomodó en el asiento para mirar nuevamente por la ventana -Nana insistió- miró traviesamente a Gabrielle.

La aludida movió la cabeza divertida y se concentró nuevamente en el bordado que estaba realizando. Un suave golpe en el techo del carruaje alertó a Isabelle, la chiquilla comenzó a moverse inquieta, ante esa señal. Gilbert estaba anunciando la llegada a destino.

-Isabelle espera al menos que el carro se detenga- la reprendió Gabrielle. La adolescente asintió sonriendo mientras movía los pies de forma impaciente. En cuanto el coche se detuvo Isabelle abrió la puerta y bajó corriendo.

-¡Pappa!- gritó mientras saltaba con alegría.

Los fuertes brazos que siempre la recibían con amor y protección la levantaron del suelo -Skatt av mitt liv(1)- Fersen la recibió sonriendo –Jag saknar dig dotter(2)- besó sus cabellos.

-Jag med pappa(3)- Isabelle refugió la cabeza en su amplio pecho –Jag saknade dig så mycket(4)

-Vi är tillsammans, min älskling(5)- contestó emocionado.

La adolescente asintió contenta y se separó de sus brazos para correr a abrazar a su tía Sofía que la esperaba unos pasos más atrás.

El Conde sueco se acercó a la berlina y extendiendo una mano ayudó a bajar del coche a Gabrielle mientras Gilbert descargaba las maletas.

-¿Cómo está Gabrielle?- saludó a la Nana de su hija.

-Muy bien Señor- hizo una pequeña reverencia –Un poco más vieja quizás- sonrió.

-Todos lo estamos- contestó divertido. Levantó la vista y vio descender a Oscar, sus ojos brillaron al ver como su cabello rubio se despeinaba con el viento. Como siempre, aguantó las ganas de ayudarla y esperó con paciencia que ella llegara a su lado.

-Axel- la rubia lo miró con ternura mientras se acercaba a él.

-Que gusto verte- el sueco tomó una de sus manos y la besó con cariño –No entiendo como lo haces…- sonrió mirándola a los ojos.

-¿A qué te refieres?- lo miró sin comprender.

-Los años no pasan por ti- sus ojos grises brillaron contentos.

Oscar se acercó mientras sonreía. Se abrazaron con fuerza. –No malgastes tu galantería conmigo… además tú tampoco estás muy diferente- susurró contra su pecho mientras se abrazaba a su cintura. Sus cuerpos tenían memoria.

Fersen sonrió mientras hundía la nariz en su cabello, después de unos minutos se separaron -Dile eso a mis canas- sonrió divertido –Además ya no puedo comer como…

-¿Como un animal de arado?- Oscar bromeó.

-Iba a decir como antes- encogió los hombros divertido –Pero creo que tu descripción es bastante acertada.

-Sólo buscas cumplidos- lo miró divertida –Estás igual que siempre, es mas, estoy segura de que sigues causando sensación entre las mujeres.

-No me puedo quejar- el sueco guiñó un ojo con picardía –Aunque te enorgullecería ver mi discreción, tengo un hijo al cual debo dar un buen ejemplo.

-Axel…- Oscar trató de hablar.

-No insistas en que me case…- la mirada de Fersen se oscureció por unos segundos –Tú serás mi única esposa y la única que volvería a tener. Ella asintió en silencio y levantó una mano para acariciar con cariño su mejilla. -Basta de hablar de mi ¿Cómo estás?- el sueco tomó la mano de su ex esposa para caminar hacia el interior de la casa, cambiando el tema de conversación -¿Cómo están André y Augustin?

-Están muy bien- Oscar sonrió mientras acariciaba con su pulgar el dorso de la mano de su ex marido –Te envían muchos saludos, debido a que el trabajo en la hacienda ha aumentado André no nos pudo acompañar y como sabes, Augustin jamás se aleja de su padre- sonrió enternecida al pensar en su hijo menor, era un niño alegre, vivaz y completamente devoto a su figura paterna.

-La primavera y los potrillos- apuntó Fersen sonriendo.

-Sí, la primavera- Oscar contestó resplandeciente –Debido a eso me marcharé en unas horas, en cuanto los caballos hayan descansado regresare con Gilbert.

-Hace mucho solo vienes a dejar a Isabelle... ¿Cuándo te quedarás más tiempo?- la miró anhelante –Extraño tanto nuestras conversaciones.

-Isabelle ya no es una niña y puede quedarse sin necesidad de que yo la acompañe, lo ha hecho durante años- lo miró tranquila –Gabrielle se quedará acompañándola.

Fersen asintió, sabía que no tenía sentido discutir -Lamento que mis nuevas obligaciones no me permitan viajar tanto como quisiera.

-No te preocupes, ya bastante esfuerzo haces ausentándote de tus responsabilidades y pasando una temporada aquí sólo para estar cerca de nuestra hija- lo tranquilizó. Gracias a la llegada al trono de Gustavo IV Adolfo en 1796 Fersen había recobrado todos sus cargos y beneficios permitiendole regresar a Suecia sin peligro alguno.

Sofía irrumpió en el recibidor y abrazó con cariño a su ex cuñada. -Que gusto verte Oscar- la tomó de las manos –El té está servido- arrastró a su hermano y a la madre de su sobrina al salón principal –Isabelle me comentó que te vas en unas horas... espero alcances a ver a Charles, está ansioso de verte.

Los tres tomaron asiento en el salón.

-¿Charles viajó con ustedes?- Oscar miró a Axel contenta –Hace años que no lo veo.

-Este viaje coincidió con un tiempo de descanso que le fue concedido en la academia militar- contestó orgulloso.

-También me gustaría verlo- la rubia sonrió a Sofía. Había dejado de ver a Charles en cuanto ingresó a sus estudios superiores, desde eso, ya habían transcurrido casi cuatro años.

-¿Isabelle ha pensado en su baile de debutante?- la hermana de Fersen cambió de tema sorprendiéndolos a todos –Ya está en edad de asistir a fiestas y comenzar a relacionarse con gente de su nivel, esa será la única forma de que encuentre un pretendiente a su altura- sostuvo la mirada de su hermano y ex cuñada, sabía que era una cuestión delicada para ellos pero no estaba dispuesta a dejarlo pasar, sentía que era la única que se preocupaba de ese tema y no iba a perder la oportunidad de hablarlo.

-No- contestó Oscar –Eso no es algo que nos preocupe, Isabelle aún es una niña.

-Ya tiene dieciséis años- apuntó Sofía -Axel y yo asistimos a nuestro primer baile a los catorce años... y creo que tu también lo hiciste a esa edad- insistió.

Oscar miró seria a su ex marido, él entendió de inmediato.

-Sofía, agradecemos tu preocupación en tan importante materia, pero te pido que no insistas… Isabelle nos dirá a su tiempo cuando desee asistir a algún baile- trató de poner paños fríos a la conversación que en cualquier momento podría transformarse en una discusión.

-Además, te recuerdo que en Francia ese tipo de eventos son muy mal vistos y nos hemos esforzados en que Isabelle tenga intereses más bien intelectuales- agregó Oscar.

-Te contradices- interrumpió Sofía -No entiendo para que fomentas tanto su intelecto si en Francia las mujeres tampoco pueden estudiar- los ojos grises de la Condesa Von Fersen brillaron exultantes. Nunca dejaba pasar la oportunidad de un buen debate, menos aún con su ex cuñada, a quien consideraba una mujer tremendamente inteligente –Quizás Isabelle debiera vivir con nosotros en Suecia por un tiempo.

-Hermana- Fersen la interrumpió -Creo que eso es algo que incumbe sólo a André, Oscar y a mí.

-También es algo que le incumbe a Isabelle- contestó Sofía molesta mirando a su hermano.

-Es suficiente- la ex militar se puso de pie –La educación de mi hija, o su participación en sociedad, no es una materia que esté dispuesta a discutir de forma tan liviana.

-Oscar por favor- Fersen trató de interceder. Sabía que Oscar estaba controlando su temperamento.

-No es necesario que te molestes- Sofía habló despacio –Sólo me preocupo por mi sobrina... que ya es una señorita.

Fersen miró a su hermana e hizo un gesto apenas perceptible solicitándole que no continuara con la discusión. La Condesa asintió y levantándose de donde estaba sentada habló sonriendo. –Oscar te pido disculpas si me excedí de alguna forma- sin esperar respuesta de la aludida, hizo una elegante reverencia y salió del salón. Sin percatarse de que la joven por la cual discutían estaba tras la puerta del salón.

-¿Vamos a dar un paseo?- Axel se puso de pie y la invitó a salir de la casa. Le ofreció un brazo. Ella dudó unos segundos, finalmente aceptó y comenzó a relajarse. Caminaron en silencio por el jardín. -No te molestes con Sofía- le habló despacio.

-No me molesto con ella… de cierta forma tiene razón- Oscar suspiró incómoda –Con André hemos hablado muchas veces acerca de la educación de Isabelle… sabemos que después de la Revolución las mujeres están prácticamente anuladas en Francia- movió la cabeza apesadumbrada.

-Te entiendo- soltó su brazo y la abrazó con cariño de los hombros –Pese a eso Isabelle es una niña brillante y culta gracias a ustedes.

-Gracias a ti también- sonrió mirándolo –Sé que te esfuerzas en que estudie con los tutores de Charles cada vez que se queda contigo.

-A propósito de Charles...- su ex marido detuvo su caminar y sonrió orgulloso mientras miraba al joven que llegaba en esos momentos.

Oscar creyó retroceder en el tiempo al ver al alto y elegante joven que acababa de dejar su caballo en el establo. Cuando Charles dio media vuelta, mostrando su apuesto rostro, agradeció que André y Girodelle lo hubieran rescatado de Temple. El hijo de María Antonieta era la viva imagen de Fersen, habría sido imposible que alguien no hubiera sospechado acerca de la verdadera identidad de su progenitor si lo vieran ahora. -¿Aún no le dices que eres su padre?- habló en apenas un murmullo al ver que Charles se acercaba a ellos.

-No… para él sólo soy su protector- contestó rápidamente –No quiero mancillar la imagen que tiene de su madre- sus ojos se humedecieron –No quiero que lamente ser fruto de una infidelidad.

-Axel, es tu viva imagen… Charles ya debe intuirlo- Oscar bajó la voz, el joven de pelo castaño claro y ojos azul-grisáceo ya estaba casi frente a ellos.

-Veo que ya comenzaste a poner al día tu vida social- Fersen habló cambiando de tema mientras sonreía a su hijo.

-Sólo algunas visitas que tenía pendientes- contestó él resplandeciente –Lady Oscar, que gusto verla- hizo una elegante reverencia a la mujer que estaba frente a él mientras sonreía con el mismo encanto de su padre.

-El gusto es mío- contestó su saludo sonriendo –Hace años no te veía.

Charles se acercó a ella, y tras dudar unos segundos, la abrazó con cariño. Siempre estaría agradecido de esa mujer y su familia por haberlo rescatado para devolverlo a la vida. Le había costado años superar las pesadillas y temores, y sólo lo había logrado gracias a la dedicación de Sofía, pero sobre todo, gracias al amor y protección que le brindaba el hombre a quien consideraba su padrino y protector.

Oscar palmeó con cariñó la espalda del joven hombre que la abrazaba con delicadeza, no pudo evitar compararlo con Fersen. A sus veintiún años, Charles tenia la misma estatura, complexión y elegancia que su ex marido. Sólo los diferenciaba el color de ojos y algunos rasgos casi imperceptibles, la suave fisonomía de su madre lo hacían poseedor de una gallardía superior a la de su padre.

-¿Dónde está la pequeña saltarina?- preguntó Charles cuando rompió el abrazo.

-Imagino que te refieres a Isabelle…- sonrió Fersen –Está instalándose en su habitación, llegaron hace sólo unos instantes.

-Iré a saludarla- sonrió galante –Le traje un obsequio que estoy seguro le encantará- hizo una reverencia y se alejó de ellos.

-Has hecho un excelente trabajo- Oscar habló en un murmullo en cuanto vio a Charles ingresar a la casa –Te felicito, debes estar orgulloso… se ve que es un joven excepcional- sus ojos azules brillaron emocionados.

-André y tú también lo han hecho- la abrazó con cariño –Isabelle y Augustin son niños maravillosos– besó su frente.

-Lamento que hayas tenido que esperar a que tu padre muriera para darle tu apellido a Charles- susurró contra su pecho –De haber sabido la verdad estoy segura de que te hubiera apoyado.

-No te preocupes por eso- sonrió –Las cosas son como tienen que ser y lo importante es que Charles cuenta con todos los beneficios de ser mi hijo sin cuestionar siquiera el por qué, le basta saber que todo lo he hecho para protegerlo.

Oscar se separó del sueco y lo miró a los ojos -Axel… Quizás no sea una mala idea que Isabelle pase una temporada con ustedes en Suecia- suspiró apesadumbrada y volviendo al tema que había impuesto Sofía -En un par de meses François se irá a un internado en París y ella quedará sola en Arras.

-¿Qué quieres decir?- la miró preocupado.

-Conozco a mi hija… y se parece más a mí de lo que quisiera. Creo que no podemos ofrecerle todo lo que ella necesita- se lamentó.

-Sabes que puedes contar conmigo para lo que quieras, esperemos a ver qué pasa- trató de tranquilizarla –Isabelle es muy feliz viviendo allá, en tu ausencia sólo habla de ustedes.

Oscar asintió y miró el atardecer -Aunque no quiera aceptarlo ya no es una niña- volteó a mirar a Fersen –En poco tiempo ya no le bastará con montar a caballo, tocar música para nosotros o estudiar conmigo.

El Conde sueco la miró en silencio y asintió, él también conocía a su hija y así como Charles era la viva imagen suya, la adolescente de cabello negro era la personificación de su ex esposa en muchos aspectos de su personalidad.

-o-

Isabelle se asomó a la ventana de su habitación y vio como sus padres conversaban en el patio bajo los últimos rayos de sol del atardecer. No podía dejar de pensar en lo que había escuchado en el salón, las palabras de su tía Sofía habían calado hondo en su interior. Desde que François había sido aceptado en Lycée Impérial, anteriormente llamadoLycée Louis-le-Grand, sentía que su infancia se estaba acabando a pasos agigantados. Ella también quería estudiar, soñaba con ser periodista, investigar y dar su opinión acerca de los acontecimientos de su nación, pero, tan sólo por ser mujer, no podía hacerlo. Ahora que su amigo se marcharía a cumplir sus sueños, ella quedaría sola y relegada a un destino incierto, tampoco tenía amigas que compartieran sus intereses, las jóvenes que conocía de su edad ya estaban pensando en los pretendientes que tenían para casarse, algo en lo que ella jamás había pensado.

-Adelante- contestó distraída a los suaves golpes en la puerta de su habitación.

-Creo qué es la primera vez que te veo quieta por más de quince segundos.

La adolescente volteó contenta a saludar al joven que entraba en su habitación, se detuvo unos segundos antes de correr a sus brazos, como siempre lo hacía. No veía a Charles desde hace más de dos años debido a sus estudios en la academia militar. Sus mejillas se tiñeron de un suave rubor al mirarlo. Ya no era el adolescente desgarbado con el cual jugaba ajedrez o competía a caballo.

Al verla dudar, Charles se acercó rápidamente y la abrazó -¿Cómo estás pequeña saltarina?- trató de revolver sus suaves rizos negros en un habitual gesto.

-¡Mi peinado!- Isabelle trató de arreglar su cabello mientras sus mejillas se sonrojaban violentamente –Eres un bruto- lo reprendió sonriendo.

-Tú y tu temperamento...- sonrió mientras la miraba con cariño, sacó de su bolsillo un pequeño paquete envuelto en papel de seda –Es para ti- extendió su mano.

Isabelle recibió el obsequio en silencio y se sentó en una de las sillas de su habitación para desenvolver el paquete. Sus ojos brillaron al ver un delicado caballo de cristal entre sus manos. -Es magnífico- susurró y levantó la vista contenta –¡Charles es precioso!- se levantó de la silla y corrió a sus brazos.

-Lo vi y supe que te gustaría- susurró contra su cabello. Sonrió al sentir su familiar aroma a lavandas silvestres –Has crecido pequeña saltarina- se separó de ella sonriendo mientras reparaba en su alta y espigada figura.

-Tú también- sonrió –Me alegra ver que ahora usas ropa de tu tamaño- bromeó al recordar cómo en la adolescencia, el joven se empeñaba en usar ropa de su padre con el fin de verse elegante.

Charles encogió los hombros y sonrió. Desde que conoció a Isabelle, siendo sólo un asustado niño, la había adorado. Pese a ser casi cinco años menor que él, su inagotable alegría lo había sacado en innumerables ocasiones de la tristeza en la que solía sumirse durante los primeros años bajo el cuidado de Axel y Sofía, esa presencia constante en su vida hacía que la considerara como a una hermana menor. Los recuerdos más alegres de su niñez estaban siempre poblados por su presencia, por su perspicacia, por su risa cristalina y por sus intensos ojos azules siempre atentos a todo lo que la rodeaba.

-Estoy lista para darte una paliza en ajedrez después de la cena- habló la jovencita mientras sonreía orgullosa.

La dulce voz de Isabelle lo sacó de sus recuerdos, sonrió -Te propongo que lo dejemos para mañana- acarició con cariño uno de sus negros rizos y lo colocó detrás de su delicada oreja.

-¿Te estás acobardando? ¿No me digas que en tu academia no hacen nada más que jugar con armas?- rió divertida.

Cuando Charles le había contado que ingresaría a la mas prestigiosa Academia Militar de Suecia ella se había enfadado hasta las lágrimas, le era imposible entender como alguien podía ser militar por opción propia. Sólo el cariño que sentía por él la había convencido de apoyarlo en su decisión.

-He quedado con algunos amigos después de la cena para ir a un baile- contestó sonriendo -Pero te prometo que mañana te daré la oportunidad de vencerme- tocó con la punta de un dedo la delicada nariz de la adolescente que tenía frente a sí.

-Entiendo- contestó incómoda –No te preocupes… tengo muchas cosas que hacer- encogió los hombros tratando de parecer despreocupada.

-Isabelle- la voz de Gabrielle, acompañada por golpes en la puerta, los interrumpió.

-Dime Nana- abrió la puerta.

-La cena está servida.

-Vamos enseguida- miró a Charles invitándolo a acompañarlas.

-Las alcanzo en el comedor- contestó el joven -Pasaré por mi habitación primero.

Isabelle lo miró en silencio y asintió con los ojos brillantes. Gabrielle observó detenidamente la escena mientras notaba como las blancas mejillas de la niña que adoraba se teñían de un rubor apenas perceptible.

La cena transcurrió entre amenas conversaciones. Una vez que terminaron, y Gilbert le informó a Oscar que ya podrían regresar, ella se levantó de la mesa y comenzó a preparar todo. Isabelle la acompañó hasta el patio principal.

-¿Maman estás segura de que es seguro viajar de noche?- se refugió en el pecho de su madre mientras la abrazaba con ternura.

-No tienes nada de qué preocuparte- besó la frente de su hija.

-Los extrañaré- susurró contra su pecho con los ojos llenos de lágrimas -Dile a papa que piense en mí y a Augustin que no practique con los caballos en mi ausencia, es muy pequeño… y que por favor cuide a Jacques- suplicó al recordar a su adorado perro. Le había costado dejarlo al cuidado de su hermano, pero la avanzada edad de su mascota le hacia imposible viajar junto a ella como lo había hecho los años anteriores.

-Le diré, no te preocupes… también te extrañaremos- la rubia la abrazó con fuerza mientras respiraba profundo para que sus emociones no la dominaran, adoraba a su hija y cada vez que tenía que separarse de ella sentía que su corazón se rompía –Sabes que en cuanto quieras regresar te vendré a buscar de inmediato.

-Lo sé- la adolescente secó sus lágrimas rápidamente en un gesto que Oscar reconoció como propio –No me hagas caso… estoy muy feliz de estar con pappa, tía Sofía y Charles- sonrió.

-Lo sé hija- beso su frente nuevamente –Lo sé.

-Perdóname si fui imprudente- Sofía se acercó a despedirse –Sabes que no es con mala intención.

-No te preocupes- Oscar sonrió tranquila mientras la abrazaba con rapidez.

Sofía abrazó a Isabelle de los hombros para entrar a la casa, se detuvieron al ver salir a Charles -¿Saldrás nuevamente?- preguntó a su sobrino.

-Regresaré temprano tía... te lo prometo- el joven sonrió y la besó rápidamente en la mejilla –Recuerda nuestra partida de ajedrez saltarina- le habló a Isabelle mientras le guiñaba un ojo pícaramente. Se alejó rápido rumbo al establo.

-Es igual a su padre…- murmuró de forma distraída mientras movía la cabeza con preocupación.

-¿Conociste al padre de Charles?

La voz de Isabelle la asustó, había olvidado completamente que la joven estaba a su lado.

-Perdona… quise decir que es igual a tu padre- sonrió disimulando –Vamos, quiero mostrarte algunas telas que pedí, escogeremos las que más te gusten para tus nuevos vestidos- abrazó nuevamente a su sobrina y la guió al interior la casa.

-Ve tranquila, estará bien- Fersen tomó las finas manos de Oscar entre las suyas tratando de infundirle confianza.

-Lo sé- sonrió –Sé que a tu cuidado estará bien… pero eso no lo hace más fácil- suspiró –Cada vez que me separo de ella…

-Sientes que tu corazón se rompe- él completó la frase con cariño.

-Sí… así es- lo miró a los ojos –Cuídala por favor- apretó sus manos.

-Con mi vida- susurró mientras la atraía para abrazarla –Te quiero- susurró en su oído.

-Y yo a ti- contestó ella contra su pecho mientras se abrazaba con fuerza a su cintura. Se separó lentamente de él mientras sonreía y subió al carruaje. -Es mi turno- se sentó al lado de Gilbert y le quitó las riendas de las manos.

-El jefe se va a molestar si se entera que la dejé conducir de noche- el capataz sonrió divertido.

-Entonces no le digamos nada- contestó Oscar sonriendo mientras levantaba una mano para despedirse de su ex marido. Una vez que él contestó su seña, fustigó los caballos para regresar a Francia.


Oscar entró a la habitación que usaban como despacho, biblioteca y sala de estudios, la casa estaba completamente sumida en el silencio. Observó sonriendo cómo su marido terminaba de revisar los libros de cuentas de su negocio.

En cuanto André escuchó como la puerta se abría, levantó la vista y sonrió. Su esposa lo miraba desde el umbral sosteniendo una palmatoria en la mano, se restregó los ojos en un gesto cansado. Ella se acercó sonriendo, dejó el candelero en la superficie del escritorio y luego de levantar un par de papeles tomó las gafas con montura de plata que estaban olvidadas entre los libros.

-Usándolas no tendrías que esforzarte tanto- extendió los anteojos.

-Aún no me acostumbro a utilizarlas- recibió las gafas y sonrió -Creo que me estoy poniendo viejo.

-No lo creo, sólo estás cansado- Oscar se acercó y se apoyó en el escritorio -Vamos a descansar, ya todos están dormidos.

-Aún debo revisar los libros de la imprenta- André tomó un cuaderno que estaba a un lado, sobre una pila de documentos.

-Debieras vender tu parte- lo miró preocupada –No necesitamos ese dinero y estoy completamente segura de que Alain insistió tanto en que tuvieras una pequeña parte del negocio sólo para que te hicieras cargo de las cuentas.

-¡Por supuesto que esa es la razón!- rió divertido mientras tomaba de la cintura a su mujer y la acercaba a él -Sabes que no es bueno con los números- encogió los hombros en un gesto resignado.

-Quizás debieras enseñarle desde ya a François, después de todo Rosalie también es dueña del negocio- apuntó Oscar.

André apoyó la frente en el plano estomago de su esposa y suspiró -François se hará cargo de esto pero sólo cuando termine sus estudios- después de unos segundos levantó la vista y sonrió -¿Estás segura de que todos duermen?

-¿Y si Rosalie lleva las cuentas?- insistió Oscar, no le gustaba ver a su marido tan cansado -¿O crees que no es capaz de hacerlo?- lo miró con reproche.

-Sabes muy bien que jamás subestimaría a una mujer- sonrió divertido –No quiero abrumarla en estos momentos, sé que no lo está pasando bien con la idea de que François viva en otra ciudad por tanto tiempo.

-Tienes razón- suspiró ella mientras revolvía con cariño el cabello de su marido, sonrió al ver que algunas hebras plateadas resplandecían entre su pelo siempre negro y brillante.

-No me has contestado… ¿Estás segura que todos duermen?- insistió André después de unos minutos.

Oscar comenzó a reír -Todos es mucha gente... Con Isabelle y Gabrielle en Bélgica sólo quedamos nosotros, Augustin y Anne.

-¿Y Augustin ya está dormido?- los ojos de André brillaron con picardía.

-Sí, está profundamente dormido abrazado a Jacques… me impresiona la paciencia de ese perro pese a sus años- Oscar suspiró antes de continuar hablando –En cuanto a Anne, me avisó que pasará la noche fuera... seguramente se quedará donde Alain.

-¿Gilbert y Clarice tampoco están?- insistió.

Gilbert se había casado hace algunos meses con una hermosa joven que había conocido en una aldea vecina. Ambos se habían mudado a la hacienda y ocupaban la casa habilitada para el capataz del predio. Clarice trabajaba en la casa ayudando con las labores domesticas a Anne y Gabrielle mientras su esposo era la mano derecha de André.

-Ellos ya se retiraron a su casa hace un par de horas- contestó la rubia.

-Tengo una idea entonces- André deslizó la palma de su mano por el interior de una de las piernas de su esposa.

-¿Aquí?- preguntó ella sonriendo.

-Sí... aquí- se levantó de la silla, puso llave a la puerta y añadió -Finalmente Augustin ha crecido lo suficiente para que no temamos que aparezca en cualquier momento- se acercó a ella y la besó con pasión.

Oscar sonrió divertida mientras desabotonaba la camisa de su marido -¿Quién iba a decir que ser padres sería tan demandante?

-Es agotador- contestó él contra sus labios mientras enredaba los dedos en su suave cabellera rubia –Pero no lo cambiaría por nada del mundo. Se recostaron riendo sobre la alfombra. Un temblor recorrió la espalda desnuda de Oscar. -¿Tienes frío? ¿Quieres que cierre la ventana?- preguntó André apartando por un segundo los labios del cuello de su esposa.

-No… no es frío- contestó entre suspiros.

André sonrió y levantó un poco su cuerpo para mirarla a los ojos. Enlazó su mano a la de ella y se entregó a amarla con calma y ardor.

Cuando todo acabó, Oscar descansó la cabeza sobre el amplio pecho de su marido y detuvo su vista en sus manos aún entrelazadas -Te extrañé- susurró contra su tibia y bronceada piel.

-Yo también- soltó su mano y la abrazó con fuerza –Sé que fueron pocos días pero cuando estoy lejos de ti me cuesta incluso respirar.

-Creo que eres un tanto exagerado- se acomodó sobre el cuerpo de su esposo mientras él la cubría con su camisa –Tenemos que hablar- lo miró a los ojos mientras cruzaba las manos sobre el pecho de André y apoyaba el mentón en ellas.

-Lo sé- suspiró acariciando su suave cabello rubio –¿Hablaste con Fersen?

-Sí, Sofía planteó el tema antes de que lo hiciera yo... es muy perceptiva- su corazón comenzó a latir rápido ante la posibilidad de que su hija viviera lejos de ellos –Le comenté a Axel que Isabelle estará muy triste cuando François se vaya- suspiró apesadumbrada.

-Lamentablemente hay tan pocas posibilidades para ella en Francia- André miró los ojos azules de su esposa. Sonrió al pensar en su hija, sus ojos eran iguales -Gracias a ti tiene una educación de excelencia, pero además de eso no hay nada más que pueda estudiar o que podamos ofrecerle- respiró profundo haciendo que su pecho se levantara -Y ella es un espíritu tan libre e intrépido que no se conformará con continuar aquí acompañada sólo por nosotros… y...

-París no es ninguna opción- Oscar completó la frase.

-Con Napoleón, Francia no es ninguna opción- acarició el cabello de su esposa desde el nacimiento del mismo.

-Lo sé- suspiró apesadumbrada. Sonrió divertida cuando sintió la mano de su marido recorriendo su muslo –No entiendo como dices que estás viejo y cansado- lo miró con picardía.

-Debemos aprovechar que estamos solos- contestó él mientras se sentaba y acomodaba a su mujer en su regazo –Puedo cansarme del trabajo en la hacienda pero de esto jamás- su voz sonó ronca por la excitación.

Oscar se aferró a sus hombros y ahogó un gemido en su cuello al unirse a él. Sentía la piel en llamas, envolvió con sus largas piernas la estrecha cintura de su marido en una danza que, pese a practicarla por años, no dejaba de maravillarla.

-¡Papá! ¡Mamá!- Augustin golpeó la puerta del despacho con fuerza mientras gritaba entre sollozos –¡Algo le pasa a Jacques!

Se separaron asustados.

–¡Un momento hijo!- gritó André mientras se vestían de prisa.


1) Skatt av mitt liv/ Tesoro de mi vida

2) Jag saknar dig dotter/ Te extrañé hija

3) Jag med pappa/ Yo también papá

4) Jag saknade dig så mycket/ Te extrañé tanto

5) Vi är tillsammans, min älskling/ Ya estamos juntos cariño mio


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