Exoneración: Los personajes pertenecen a Hiromu Arakawa. La Rosie se dedica únicamente a profanar. El título del fic y de los capítulos los he robado de Crayola y sus paquetes de colores «Remolinos de plata» y «Resplandecientes». ¿Quién obtiene inspiración de una marca de crayones? Una persona muy desesperada.
N/A: Publicar esta colección con tantos fics en proceso no es algo que yo haya decidido, el amor por la OTP me obliga a participar en la semana LingFan. Y como el primer prompt ha sido «Childhood», naturalmente giré hacia mi musa, Arcade Fire (?), y exigí inspiración a las canciones de su primer álbum, «Funeral».
Como advertencias (mi primer fic para el fandom requiere una introducción, supongo xD): cosas cursis, clichés -quieras o no-, mal uso de la introspección, analogías absurdas, chapucería, lirismo de escritor de tres al cuarto. A veces me viene algo profundo, pero la verdad es que intento mantenerlo relajado. En el primer drabble, Lan Fan no trata a Ling con extrema reverencia, ¿por qué? Porque mi headcanon. Amo a Lan Fan con cada fibra de mi cora, eso también podría ser una advertencia (? Además, sigo sin tener beta.
Guerra avisada no mata soldado, pastelitos.
El rectángulo mágico de los comentarios no se ha comido a nadie... hasta donde yo sé C;
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- Rojo con brillo de plata-
Al llegar a la cima del tejado, la suave ráfaga de viento que soplaba desde las montañas despeinó su flequillo. Aspiró la brisa, su cuerpo se estremeció, abrazado por la ropa mojada; Lan Fan lo había reprendido durante todo el camino sobre el resfriado que pillaría como no regresara de inmediato a su aposento para cambiar de ropa. Ling de cuando en cuando se preguntaba cómo sería vivir en la cabeza aprensiva de Lan Fan. Seguro colapsaría. Sacudió la cabeza y cerró los ojos un momento antes de sentarse, con una pierna a cada lado de la viga. Las tejas de terracota emitieron un sonido característico mientras las presionaba. Detrás de él, Lan Fan permaneció de pie.
—¿Por qué no vienes a sentarte, Lan Fan? —Ling giró un poco el torso para mirarla. Su cabello estaba húmedo y los mechones que escapaban del moño sobre su nuca se le pegaba a la cara. Su ropa escurría agua también—. Apenas has podido seguirme el paso, admítelo. —La comisura derecha de su boca se retorció de la manera más altanera, con el único propósito de molestarla.
Ella le apuntó con su dedo índice.
—Has hecho trampa —lo acusó con el ceño fruncido.
—No es mi culpa que nade mejor que tú —siguió punzándola, sonriente.
—No nadas mejor que yo, llevas ropa más ligera y cogiste un atajo.
—Lan Fan, debes aprender a perder.
—Eres un príncipe insufrible —rezongó con su vocecita.
Al menos no insistió de nuevo en regresar para cambiar las prendas mojadas. En cambio, se cruzó de brazos y miró más allá de él, la ciudad y el lago sobre el cual comenzaron a aparecer los primeros puntos de luz. Rojos, diminutos, ascendían lentamente mecidos por la tranquila brisa nocturna. Ling parpadeó y olvidó que sentía frío y que no había sido la más espléndida de sus ideas nadar en los estanques. Divertido, sin lugar a dudas, pero no brillante en extremo.
Percibió el movimiento de Lan Fan y al voltear, estaba sentada a una distancia de un par de pasos.
—Venga ya, tú siempre ganas en todo —le dijo con intención conciliadora—. ¿Qué si yo gano solo cuando hago trampa? —El ceño de la niña parecía haberse hundido otro poco en su frente. Lo hizo sonreír—. Somos un buen equipo. Mientras tú les pegas de frente, yo me encargo de jugar sucio... Si quieres, puedo enseñarte —ofreció tras un par de segundos.
—Mi maestro me ha enseñado a distraer al oponente —replicó testaruda.
—No es lo mismo que hacer trampa.
Ling no creía que una niña como ella, educada por Fu hasta en el más mínimo de los detalles, fuera capaz de recurrir a tácticas tan deshonrosas. Y la verdad era que la mayor parte del tiempo, ni siquiera lo necesitaba. Incluso si Ling la engañaba y actuaba y jugaba sucio, muchas veces ella seguía ganando en los juegos que complementaban las horas de entrenamiento con Fu y sus otros maestros de combate y defensa.
—Debería ser mejor que tú en esto si voy a protegerte —murmuró. Había remontado las rodillas y apoyaba el mentón sobre la tela mojada.
—Qué arrogante, Lan Fan. Si el maestro te escuchara... —El aire despreocupado y divertido de su comentario se perdió en la mirada de alarma de esos ojos oscuros. En primer lugar, si su abuelo la escuchara hablarle de forma tan familiar, ya le habría arreado un par de golpes. Ling detestaba pensar que llegaría el día en que no podría convencerla de tratarlo como a un amigo antes que como un príncipe. No quería que le arrebataran a su amiga tan pronto para traer a la escolta—. Si te enseño a hacer trampa, también me superarás. —Ling se alzó de hombros. No era algo en lo que hubiera reflexionado en demasía, solo lo sabía: Lan Fan era mejor que él, y aunque en un principio la envidia le revolviera las tripas, con el tiempo se había acostumbrado a lo que era un simple hecho.
Todavía insatisfecha, Lan Fan apretó los labios, pero decidió, de momento, dejar el tema. Después de todo, se suponía que aquello había sido nada más un juego, una carrera tonta a través de la residencia Yao para alcanzar los tejados del área sur y poder presenciar un día más de festejo. Lo ideal hubiera sido mirarlo desde el Balcón de las Mil Estrellas, junto a su madre, como en las noches anteriores, pero en algún momento se le había ocurrido que observar desde un tejado ofrecería un espectáculo diferente. Así que allí estaban, temblando de frío todavía. Sin embargo, desde la altura era más fácil apreciar los faroles alzándose sobre la superficie en calma del lago, y hacía valer la pena los resfriados y la censura que recibirían más tarde.
—Son como luciérnagas rojas —señaló Lan Fan, absorta en la vista—. O como las piedras brillantes en los tocados de Lady Yao.
Él estaba de acuerdo. Las aguas reflejaban como un espejo el fuego de los faroles, y de ese modo había una vastedad de luz que deformaba la perspectiva hasta marearles. Sintió vértigo, pero no era realmente desagradable.
Cuando el primer estallido de color acaparó la oscuridad del cielo, y llovió luz roja entre chispas que le seguían como hilos de plata, Ling descubrió que su mano izquierda apretaba la de Lan Fan sobre la viga en la que se hallaban sentados. A ella no parecía molestarle, y a él le reconfortaba lo cálida que resultaba contra su piel helada. En el firmamento, los colores cambiaron y pronto el amarillo imperial fue el fondo sobre el cual fluía la riada de escarlata de las lámparas de papel.
A Ling se le ocurrió que era el cuarto año que festejaba el inicio de la primavera en compañía de Lan Fan.
—¿Crees que siempre va a ser así? —Encontró su mirada con la de ella, ladeando la cabeza.
—¿Así? —Lan Fan parpadeó rápidamente, como intentando enfocarlo. Luego, agachó la cabeza para fijarse en el punto de unión de sus manos.
—¿Veremos juntos los fuegos artificiales cada año? —Reformuló.
El asomo de una sonrisa tiró de las esquinas de su boca generalmente rígida. Si alguien le hubiera dicho que en un par de años la obligarían a esconderse detrás de una máscara, Ling se habría esforzado más en hacerla sonreír.
—Seré tu incondicional guardiana, Ling Yao —replicó con palabras que solía usar su abuelo para aleccionarla. Ling se sintió un tanto decepcionado por la distante respuesta. Luego, ella agregó—: Yo creo que siempre será de esta manera. —Lan Fan asintió con la cabeza hacia la algarabía de color y luz. Lo miró un instante más y viró hacia el espectáculo de pirotecnia—. Siempre —concluyó con un hilo de voz, casi como si hubiera hablado para sí misma.
—Siempre —confirmó Ling e imitó a Lan Fan.
Vivir el futuro de otra forma no cabía dentro de su pensamiento, notó enseguida. Lan Fan siempre sería su mejor amiga, a través de cada primavera y cada otoño, hasta el final.
