PRÓLOGO

NI SAILOR MOON, NI SUS PERSONAJES ME PERTENECEN, TODO ES PROPIEDAD DE NAOKO TAKEUCHI.

Hanami

Estacionó el auto que rentó en Koishikawa Korakuen, según le había comentado su informante ella estaría en ese lugar para reunirse con sus amistades más cercanas. A pesar de tantos años no había cambiado, conocía que aquella temporada era muy especial para ella, algo que disfrutaba era mirar con atención las flores de cerezo, hacer un picnic y después tomar fotos de aquel evento natural que tanto le gustaba a su ex. Ajustó el retrovisor de aquel auto y tomo una mascada de la bolsa que había dejado en el asiento del copiloto, cubrió su hermoso cabello con ella, suspiró…

-Debo hacerlo, se fuerte- Se dijo a sí misma, sus manos le temblaban, un nudo en su garganta se le formaba; dudo por un momento. Respiró profundamente, no era momento de acobardarse, tomó las gafas obscuras que dejó en la guantera y salió de aquel auto.

Mientras juntaba las fuerzas para encontrarse con ella, meditaba bien las palabras que le diría, no bastaba con una simple disculpa, un "me equivoque" o el típico "no te he olvidado". ¿Qué le diría? Ese discurso que había preparado en el avión ahora parecía insuficiente, absurdo e innecesario. Su mundo se detuvo al fijar la mirada en una silueta que conocía a la perfección. Ahí estaba ella, esa rubia iba lo más casual que podía llegar a vestir, un jersey morado, unos jeans de mezclilla, y esos tenis negros, su cabello rubio cenizo se movía con el viento. Extendía una hermosa manta sobre el césped, Haruka Tenoh sonreía orgullosa, había encontrado un hermoso lugar debajo de un frondoso cerezo. Desde la distancia pudo distinguir que la rubia llevaba una mochila a sus espaldas. Se quedó petrificada y pensó un momento el acercarse a ella.

Mientras tanto la rubia de mirada esmeralda sonreía de felicidad, la primavera siempre fue su estación del año favorita. Claro los japoneses disfrutan de las estaciones, viven ese tránsito de manera distinta que los demás seres humanos y eso la llenaba de orgullo. Lo que pasaba era que la primavera era especial para ella y ahora que su vida había dado un giro de 180 grados, no dejaba de recordar su infancia y que siendo adulta nada había cambiado. El día simplemente era hermoso, miro que apenas la gente se estaba congregando para disfrutar el espectáculo que ofrece el Hanami, familias, amigos y parejas, todos reflejaban la emoción que un día feriado brinda.

Miro su reloj, sus amigos llegarían en una hora… "Quizá Usagi llegue dos horas después, siempre se pierde", sonrió después de todo la esposa de su amigo Mamoru era muy despistada, pobre hombre vivir con esa mujer debía ser un poco desesperante.

-Llegas tarde, todas estaban preocupadas por ti.

-Haruka- Usagi la miró con los ojos llenos de lágrimas- ¿Ya se terminó verdad?

-Sí… Sí…- Cómo se ponía nerviosa al ver a esa rubia de peinado de odango hacer un berrinche. -Iba a ir al camerino de Michiru ¿quieres venir?- Usagi movió su cabeza afirmativamente y se colgó de su brazo izquierdo llorando.

Haruka sonrió ante aquel recuerdo, ver a Michiru tocar el violín de esa forma tan apasionada y magistral le erizaba la piel, es que mirarla compartir su talento con el mundo siempre le hizo sentirse orgullosa de la chica de cabellos aqua. Michiru había transformado su mundo y amaba los millones de sentimientos que ella le despertaba. Hermosa e inteligente, talentosa y calculadora, pasional y objetiva, amaba tanto esas características de Michiru Kaioh. Recordó esos tiempos en los que a su lado recorrió todo el mundo, giras por Viena, Múnich, París, New York, Sídney, Roma, Madrid, San Francisco o Bóston, todos a lado de aquella diosa marina. Fue una excelente vida, ahora después de tanto tiempo la nostalgia se apoderaba de ella; su vida actualmente era mucho más tranquila, Tokio era su hogar de nueva cuenta. No se arrepentía, desde antes de conocerla su vida fue similar a la que hoy llevaba y recordó aquellas palabras que una fría noche de invierno le dijo Michiru "mi hogar es donde sea que esté contigo", de esa forma habían terminado una plática de planes a futuro, recostadas sobre la alfombra de ese cuarto de hotel, desnudas. Haruka estaba absorta en sus recuerdos que sólo al aspirar aquel perfume le hizo regresar a la realidad, hacía tanto que no olía esa fragancia, ya casi la había olvidado.

-Haruka…- La mujer detuvo sus palabras, sus lágrimas amenazaban con traicionarla.

-No es un buen momento.- Dijo la rubia en voz baja.

-¡Necesito hablar contigo!- Un llanto la dejó sin habla. Vio que la rubia frunció el ceño, hizo malabares para dejar aquella mochila en la manta y entonces notó que lo que ella pensaba era una mochila era realmente una silla de bebé. Haruka tomó a la pequeña que lloraba desconsolada y escondía su rostro en el pecho de ésta, con su brazo derecho cargaba a la niña de cabellos cenizos y con su mano izquierda le daba palmadas para tranquilizarla. En ese momento notó que en su dedo anular resaltaba una argolla dorada.

-Por eso te pedí que habláramos después.- Le dijo muy molesta, ella se había quedado sin habla.

Continuará…