Día 1: juegos
Día 2: pelea
Día 3: trabajo en equipo
Día 4: momento kyman
Día 5: personalidades intercambiadas
Día 6: universo alterno
Día 7: libre
1. El sueño del elfo
Abrió los ojos lentamente y en seguida sintió una punzada de dolor detrás de la cabeza. Seguramente lo habían golpeado cuando se separó de Stan en el bosque, un ataque por la espalda, no podía esperar otra cosa de la gente del rey-mago-culo-gordo —como a Kyle le gustaba decirle para que el otro se cabreara enseguida.
De inmediato reconoció el salón de Kupa Keep. Había estado allí hacía muchos años, cuando el rey de los humanos era Tenorman el Bronco, un hombre justo que había cometido la estupidez de tener y acoger a su hijo bastardo quien luego terminó con su familia, según le habían contado sus informantes. Kyle había negociado con él cuando había empezado a reinar y la paz entre humanos y elfos alcanzó a durar hasta que el rey-mago-culo-gordo se hizo con la Vara de la Verdad. A partir de ahí todo se fue a la mierda.
—Al fin despierta el elfo durmiente. —La voz venía de detrás, suave y llena de regodeo como el ronroneo de un gato glotón que acababa de encontrar el ratón más suculento del campo.
Kyle sintió un escalofrío en cámara lenta, como si se tomara tiempo para recorrer cada una de sus vértebras. Una vez que espabiló, se dio cuenta que lo habían inmovilizado con cuerdas y le dejaron las manos sobre la espalda, apresadas cuidadosamente con grilletes para que no pudiera usar su magia. Los humanos habían aprendido bien, Cartman —el nombre del rey mago— les había enseñado bien como el astuto estratega que a veces era, había que admitirlo.
—Princesa Kenny, acomoda al judío —ordenó el rey mago y Kyle se sobresaltó cuando de repente sintió las manos de la princesa Kenny tomándolo por los hombros y girándolo para quedar frente a la gran silla. —Bien, muy bien.
Cartman no había cambiado nada, salvo porque ahora uno de sus ojos era de color azul intenso, como los de la princesa, pero Kyle prefirió no pensar qué sucedió entre ellos. El rey elfo recordó cuando se conoció con Cartman en términos más pacíficos y aunque él había sido informado del asesinado de Ternotman el Bronco, su esposa y el quiebre emocional de su hijo legítimo, Kyle decidió ignorar en ese momento las internas humanas y tener una buena relación con el nuevo rey. Ahora sabía que aquello fue un error.
—¿Qué quieres, culón? —preguntó desafiante, pero para su pesar, Cartman respondió al apodo con una sonrisa ladina.
—Oh, tú sabes qué es lo que quiero. Tus elfos se llevaron lo que nos pertenece y q-
—Querrás decir lo que te pertenece —interrumpió tratando de no dejarse intimidar—. No soy idiota, la Vara es para ti, para perpetuar tu poder todo lo que puedas. Habértela quitado es lo mejor que pudimos hacer para todos los reinos.
—¡No sabes nada! —chilló Cartman y Kyle sonrió por haberlo desestabilizado al menos un poco— Me cansé de tus jueguitos, Kyle, voy a hacerte confesar y no me importa lo que haya que hacer.
Escuchó la risita de la princesa que se había quedado entre las sombras observando todo. Kyle no mostró temor alguno, desde antes que él naciera, los elfos eran entrenados para soportar torturas humanas y en todo caso, para terminar con sus propias vidas si el dolor llegaba a ser insoportable. Nunca traicionaría a los suyos, estaba en deuda con ellos porque ya les había fallado antes y por culpa del humano que estaba frente a él.
—No te diré nada —dijo con firmeza.
—Lo sé —respondió Cartman en seguida y se puso de pie lentamente—. Recuerda que sé muchas cosas de ti y por lo tanto de los otros elfos idiotas. Es difícil hacerlos hablar, lo sé. La princesa Kenny y yo estuvimos pensando mucho sobre cómo quebrarlos, sobre cómo quebrarte a ti, Kahl.
No contaba con eso, o quizá sí y lo ignoraba de forma inconsciente. Cartman lo conocía y Kyle también lo conocía a él, pero ahora quien se hallaba en desventaja era Kyle.
—Vamos —murmuró el rey mago como si quisiera darle ánimos.
Cartman avanzó hasta quedar de pie frente a Kyle. Como este estaba de rodillas, no podía evitar tener que levantar la cabeza para mirarlo cara a cara. «Típico de él y su maldito fetiche con la autoridad», pensó Kyle frunciendo el ceño. Cartman soltó una risita, en su rostro regordete no podía ocultar el placer que le provocaba aquella situación.
—Anda, elfo judío —insistió mientras se levantaba la túnica dejando ver apenas su vientre blanco y blando. Kyle comprendió lo que iba a pasar y se odió por pensar en que la panza de aquel idiota seguro seguía suave y tibia como antes, en vez de temer por sí mismo—. No tengo que cortarte en pedazos, esas cosas las puedes resistir, pero hay otras que no, ¿verdad?
Una oleada de sensaciones empezó a moverse en el interior de Kyle mientras Cartman se bajaba el pantalón holgado y la prenda interior dejando a la vista su pene. No era la primera vez que lo veía, pero de eso pasó tiempo aunque ninguno lo aparentaba. Si bien Kyle sabía que no había escapatoria, salvo que Stan llegara milagrosamente —y no fuera hechizado de nuevo por la princesa como la última vez—, decidió hacer una última jugada por mero placer personal.
—Te creció un poco, ¿fue magia?
Ni siquiera la princesa Kenny pudo reprimir una risita.
—¡Eres un hijo de puta! —chilló Cartman perdiendo el control, su rostro estaba rojo y apretaba los puños con fuerza, pero no lo golpeó—. Ya quisieras tener algo así para ti, ¿verdad? Porque sabes que el de Stan no está a la altura, idiota.
Kenny se puso seria, pero no emitió palabra alguna. Que estuviera de espectadora era un privilegio más que un derecho.
Catman avanzó y apoyó su sexo sobre la mejilla de Kyle. Estaba tibio y aún no erecto del todo. Kyle no dijo nada, no fuera que Cartman decidiera ocupar su boca tan pronto. El rey mago comenzó a moverse, frotándolo como si fuera una criatura buscando cariño y alimentarse de la impotencia que el elfo comenzaba a sentir mezclada con furia y algo de… confusión. Porque Kyle bien podría gritar, maldecir y cerrar los ojos, pero en lugar de eso divagaba de a ratos sobre los testículos de Cartman, sobre el color del vello y sus muslos gordos y pálidos.
A pesar de todo, Kyle no estaba sorprendido, porque un secreto que quizá ni la princesa Kenny sabía, era la obsesión fálica que Cartman tenía desde muy joven.
—Habla, Kahl. Si no lo haces, voy a pensar que esto te gusta, aunque eso no tendría nada de malo, ¿o sí?
Kyle tembló. Sentía la cara ardiendo mientras el pene de Cartman se iba poniendo tieso y con la punta le rozaba la oreja, pasaba por la línea de la quijada y amagaba con deslizarse rápidamente por el mentón para tocar sus labios; pasó a la otra mejilla repitiendo el mismo recorrido hasta la oreja. Kyle oía acelerarse a la respiración de Cartman, saber que la princesa lo estaba observando le causaba escalofríos y también un cosquilleo en el estómago. Pronto lo sentiría más abajo.
—La alianza fue buena mientras duró, Kyle, pero las cosas tienen que cambiar. Te lo ofrecí antes y te portaste como un judío orgulloso, te voy a dar una segunda oportunidad, algo que mi padre no tuvo —murmuró Cartman y apoyó una mano detrás de la cabeza de Kyle para que quedara pegado a su erección—. Si te unes a nosotros, no los mataremos.
Recordó los otros tiempos, donde hacían las mismas cosas entre risitas lascivas y sobre la cama de Cartman. Lo odiaba pero siempre terminaba dejando pasar todo.
«Gordo de mierda.»
Apenas Kyle dio el primer jadeo, Cartman le metió el pene en la boca. Kyle soltó un sonido ahogado y comenzó a pasar la lengua por el miembro para humedecerlo, trataba de controlar la respiración porque hacía tiempo que no hacía una felación. Cartman rió y gimió al mismo tiempo, era un ruido extraño, y luego empezó a mover la cadera en vaivén hacia la boca de Kyle.
—Si te unes a nosotros —dijo entre jadeos— no tenemos que hacer las cosas de esta manera. Pueden ser como antes, Kyle.
Los dedos de Cartman pasaban entre sus rulos colorados y de a poco el ritmo de su cuerpo se volvía más firme y rápido. El cuerpo de Kyle daba espasmos de a ratos, su lengua seguía acariciando el sexo como si lo reclamara suyo, el pecho le subía y bajaba y lo que antes fueron cosquillas ahora era su propia erección y unos deseos de que llegara pronto el semen. Hizo presión contra el paladar y después empezó a succionar entrecerrando los ojos. Cartman gimoteaba y sus piernas de a rato parecía que dejarían de sostenerlo, pero seguía de pie, marcando el vaivén y relamiéndose a la espera del clímax.
—Kyle… Kyle… —repetía el muchacho con un hilo de voz y le tiró el cabello. Kyle lo conocía, sabía que no podría aguantar mucho más y se correría.
Kyle abrió los ojos y se levantó jadeando.
La habitación estaba oscura, el reloj marcaba las cuatro y media de la mañana, se escuchaba la voz de PewDiePie desde la habitación de Ike que seguro estaría por apagar la computadora antes de que su mama lo pillara. Kyle se quitó el ushanka, desde la cabeza bajaban algunas gotas de sudor y respiraba agitado. Se masajeó las sienes y miró el bulto bajo las sábanas frente a él, la prueba de que el sueño no fue una pesadilla, al menos no del todo.
«Hijo de puta...»
Pero no sabía si se lo decía a Cartman, a su erección o a él y su propio inconsciente.
Se quitó las frazadas de encima y caminó en silencio al baño para lavarse; tenía la ropa interior mojada, creyó incluso que llegó a una doble eyaculación porque nunca había derramado de esa manera. De hecho, la última vez que le pasó algo así fue hace años… cuando soñó algo similar aunque menos explícito. Esa fue la razón por la que decidió dejar de jugar a elfos y humanos, pero esto ni siquiera Stan lo sabía.
Mañana ni siquiera iba a poder discutir las estupideces que Cartman dijera sin sonrojarse como un tomate.
Notas: gracias por leer hasta el final.
