Snape's Heaven

Disclaimer: Harry Potter y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de J.K. Rowling. Yo escribo sin ánimo de lucro, sólo por diversión.

Resumen: Su único objetivo era acabar con alguien que durante años había detestado y temido, nunca fue su intención invocar magia oscura. Y si se desmayó por la descarga de magia que sintió segundos después, fue algo a lo que no le tomó importancia.


CAPÍTULO I

Junio, 1977.

Severus Snape se apareció en el lugar, sin hacer el menor ruido; aún cuando apenas había obtenido el permiso para hacer uso de ello. Se felicitó mentalmente del resultado satisfactorio. Aunque de todas formas, el parque estaba a oscuras y no había ni un alma rondando. El viento empujaba un par de columpios que chirriaban, e hizo una mueca amarga al notarlo.

Nunca antes había recorrido el camino a su casa con tanta calma. Con temor, furia o incluso la amargura recorriendo su cuerpo, sí. Pero nunca con calma. Una calma que parecía incluso tétrica.

A unos metros de su casa, observó a un hombre ebrio tambaleándose por la calle. Era conocido de su padre, pero lo ignoró incluso si el hombre hizo amago de reconocerlo, para después negar con la cabeza y seguir su camino hacia su casa. O al parque, a dormir a la intemperie.

Un par de zancadas más y llegó. Ni siquiera tuvo que murmurar un Alohomora, pues la puerta estaba entreabierta. Posiblemente su padre sabía que siendo mago ya era mayor de edad, y no lo esperaba en casa ese verano. Quizás simplemente no le importaba. Sí, seguro era eso.

Depositó el baúl lleno de libros y materiales en el marco de la entrada e ingresó. Frunció la nariz cuando el pútrido olor a alcohol inundó sus fosas nasales. Encendió la varita y recorrió el lugar con la mirada. No se sorprendió en absoluto de encontrar a Tobias a los pies del sofá, con una botella vaciando su contenido en el suelo y algo más a sus pies. Probablemente vómito.

El hombre estaba en un estado entre la inconsciencia y la lucidez, pues al notar la insistente luz apuntándole se cubrió el rostro y parpadeó, intentando acostumbrarse a la luz después de haber estado sumido en la oscuridad tanto tiempo.

—¿Severus...? ¡¿Qué demonios haces aquí?! ¡Creí que no volverías más! — espetó el hombre, arrastrando las palabras. Se sujetó el sofá y se levantó, irguiéndose y haciendo notar que aún seguía siendo unos centímetros más alto que su hijo.

Por milésimas de segundo el adolescente sintió un nudo en su estómago similar al temor que experimentaba desde niño cada vez que hacía algo incorrecto a los ojos de su padre. Pero pronto se recuperó y se reprendió de ello. Ya no tenía por qué temer. Tobias ya no representaba un peligro para él, sólo era el último obstáculo del que se debía deshacer para entregarse a los mortífagos.

Aferró el libro de Pociones Avanzadas -heredado por su madre- que permanecía fielmente escondido debajo de la túnica, cómo recordatorio del por qué haría eso. Y sus intenciones debieron revelarse en su rostro, pues Tobias por primera vez en su vida además de verlo con temor al presenciar sus habilidades, retrocedió, con las manos en alto.

Pero si Tobias no se había detenido antes, él definitivamente no le concedería esa tácita petición.

Avada Kedavra!

El chorro de luz verde salió de su varita e impactó en el pecho de Tobias, en el momento justo en el que podía contemplar un sentimiento peculiar resplandecer en sus ojos antes de que se apagaran. Pero lo ignoró, porque por más remordimiento que su padre sintiera, él jamás lo perdonaría.

Su único objetivo era acabar con alguien que durante años había detestado y temido, nunca fue su intención invocar magia oscura. Y si se desmayó por la descarga de magia que sintió segundos después, fue algo a lo que no le tomó importancia.

Febrero, 1996.

Le estaba costando horrores concentrarse. La ansiedad estaba comenzando a crispar sus nervios, y por más que Snape insistiese en ayudarlo a completar su tarea de asesinar a Dumbledore -o de al menos proveerle alguna poción para que se relajase- él seguía negándose. Porque recibir ayuda sería signo de debilidad. ¡Y él no era débil!

Inhaló aire y lo soltó, sintiendo el frío llenar su cuerpo. Y tal vez su alma también. Probó de nuevo con el armario, pero éste todavía no respondía cómo debía. Todavía no funcionaba lo suficientemente bien cómo para ingresar al castillo la cantidad de personas que necesitaba.

Suspiró frustrado, y pateó uno de los innumerables muebles que se encontraba en aquella peculiar habitación. Un libro cayó a sus pies, y él lo miró con recelo antes de tomarlo entre sus manos y comenzar a hojearlo, en un intento por distraerse un momento antes de continuar con el estrés en el que estaba sumido recientemente.

Una página llamó su atención. No eran la cantidad de Pociones que se mostraban, con apuntes sobre los escritos o incluso lo viejo que parecía el libro. Una simple palabra que resaltó en sus vagos ojos y lo hizo fruncir el ceño, con la rabia naciendo en su estómago.

Sectumsempra: Sólo para utilizarlo en enemigos.

Era el hechizo que Potter había proferido contra él. El que lo había dejado sangrando abundantemente. Cerró el libro con estrépito, guardando el libro en su túnica y saliendo de la Sala de Menesteres a largas zancadas. Estaba claro que sí ese libro le había enseñado a Potter a herirlo, él podría utilizarlo en su contra más tarde que temprano, se dijo.

O incluso, lo guiaría para cumplir la tarea que el Señor Tenebroso le había encomendado.

Éste libro es propiedad del Príncipe Mestizo. —leyó esa noche. E hizo una mueca, mientras comenzaba a hojearlo. Pero pronto perdió el interés al no encontrar algo relevante a primera vista. Las ansias estaban consumiéndolo así que lo lanzó a su baúl despreocupadamente.


Francamente, estoy sorprendida de escribir algo así. Lo juro. Es la primera vez que lo hago, pero espero que les guste.

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¡Saludos!