A veces la espera es eterna
Murió hace casi ya tres años, para nosotros los días pasan rápido, pero para ella, la viuda, los días son lentos esperando que ella llegue. ¿Cuántas veces la espero cuando tenía reuniones en el extranjero y se iba por días?
Todo paso tan rápido que pocos lo asimilaron.
Fueron solo cuatro meses.
Le detectaron cáncer terminal, le habían dado unos años más de vida con quimioterapias, pero solo sería un gasto de dinero y tiempo, así que decidió que no lo haría y dudaría lo que tuviera que durar, vivir lo que le quedaba de vida.
Su esposa no lo asimilo, guardaba la esperanza de que se recuperaría, que saldría de esta como había salido antes, que volverían a estar juntos. Obviamente no fue así, la salud de su esposa deterioro rápidamente y luego falleció un 16 de septiembre.
Asistieron muchos a su entierro, familiares, amigos, empleados y conocidos. Era querida y respetada.
Todo se acabó, la empresa que manejaban cerró, se despidieron sus trabajadores, se pararon sus movimientos. Todo se detuvo. Incluyendo el reloj de vida de la Viuda.
Los primeros meses se las paso llorando todos los días, su corazón no asimilaba que se había ido, y así lo hiso, era más fácil creer que un día de estos, cualquiera, ella volvería.
Pasa los días esperando que llegue, a pesar que todo se detuvo, ella va a las oficinas de la ahora inexistente empresa, abre la oficina de su esposa y limpia, esperando que ella regrese de donde sea que este.
Sacude su escritorio, sus libros, todos sus documentos. Deja todo tal como su fallecida esposa lo dejo antes que partiera de este mundo, su oficina se mantiene de la misma forma siempre. Sacude su asiento, lo observa y se pregunta cuándo volverá, cuando volverán para estar juntas otra vez.
La espera, con la esperanza de que entre en esa oficina, le abrace, le bese y que susurre palabras a su oído.
- "Estoy de vuelta, Nozomi"
- "Bienvenida, Elichi"
Decidí escribir esto cuando mi padre me contó lo que estaba pasando una persona que yo quiero y admiro, "La Viuda", ella hace ya unos tres años perdió a su esposo, el murió de cáncer.
Debo admitir que cuando mi padre me contó que ella limpiaba la oficina de su esposo, que la ordenaba tal y como la había dejado el antes de morir, mis ojos se llenaron de lágrimas. Y se llenan cada vez que pienso en eso.
Se amaban, no sé cuánto tiempo estuvieron juntos, pero eso no importa, lo que importa es el amor que ella le profesa aun después de haber muerto.
Sé que ella nunca leerá esto, y no importa, pero le dedico esta historia a ella, a la Viuda de Carrasco.
