Disclaimer: Los personajes aquí presentados son propiedad de Nikelodeon y Craig Bartlett. Excepto claro, los creados por mí, para narrar la historia.
Espero que disfruten…
"Nunca traicionaras a tu verdadero amor"
Capitulo 1: Norte y Sur
–oOoOoOo–
Una jovencita de unos catorce años, largo cabello rubio recogido en dos coletas, cubierto por una gorra azul, y vestida totalmente de color rosa, trataba de alcanzar un libro en la parte alta de uno de los estantes de la biblioteca, por mas que se esforzaba no lograba alcanzar su objetivo, recriminándose el hecho de no tener la estatura suficiente mascullaba negándose a acercar la vieja escalera de madera que solía usarse en estos casos. De pronto una mano pasa sobre su cabeza, bajando precisamente el libro que ella intentaba alcanzar.
– ¡Dame eso engendro! – replica al notar que el chico dueño de aquella mano, se llevaba el libro en cuestión.
– ¿A quien demonios le dices engendro Pataki? – replica un muchacho de tez oscura y peinado afro alto.
– ¡A ti tarado! Estaba por tomar ese libro, lo necesito para mi reporte de sociales – le recrimina acercando su cara a la del joven, alzándose de puntitas.
El muchacho mira de reojo el libro, luego de nuevo a la rubia y empieza a reír.
– Ya entiendo, con razón estabas haciendo muecas, era para alcanzarlo, lo siento Pataki será para la próxima yo también lo necesito, ademas yo llegue a él con mas facilidad – repone desencorvándose, con lo que muestra toda su estatura, bastante mas alto que la chica luce orgulloso de su poder dandole un par de golpecitos en la gorra, dando la vuelta después de eso para seguir su camino.
– Eres un… – la chica roja de coraje se le adelanta rapidámente y le mete el pie, por lo cual el moreno pierde el equilibrio y cae cuan largo es soltando el libro.
– ¡Que rayos te pasa! – le grita desde el piso.
La rubia toma el libro entre sus manos y le sacude el polvo.
– Entre mas grandes son… mas fuerte caen… – dice luciendo una sonrisa triunfadora–. De cualquier manera… gracias por bajarme el libro Geraldo, nos vemos… – exclama contenta, yéndose hacia la salida de la biblioteca, mientras algunos de los otros alumnos que ahí habían se quedaban cuchicheando y Gerald apretaba los dientes lleno de rencor, golpeando al mismo tiempo su puño contra el piso.
–oOoOoOo–
– Tú tuviste la culpa Gerald… – expresa Arnold mirando la cara de molestia de su mejor amigo, mientras cuelga su suéter en el armario.
– Si claro defiéndela, si nada mas eso me faltaba – replica fastidiado dejándose caer en el sofá.
– ¿Sabias que ella quería ese libro, cierto? – dice adivinando las secretas intenciones del moreno.
Gerald baja la mirada, odia que su amigo siempre le descubra las ideas.
– La verdad no entiendo cual es tu afán de siempre molestarla…
– No es que quiera molestarla, Pataki no me interesa, lo único que tenemos en común eres tú, pero parece que siempre chocamos, esta vez solo quería el libro, pero la vi ahí sin poderlo alcanzar y simplemente no me pude aguantar las ganas de hacerla enojar con lo mismo – explica riendo con malicia.
Arnold suspira, algunas veces se cansa de estar en el medio de su novia y su mejor amigo.
– Ella estaba muy molesta… de verdad no la culpo por lo que hizo, no fue lo mejor pero… creo que te lo merecías esta vez viejo.
– Ya, ya esta bien, si obtuve mi merecido porque no tengo el libro y ademas ahora me duele el cuerpo por el golpazo – dice frotando sus brazos.
Arnold ríe de lado moviendo la cabeza de un lado a otro y saca algo de su mochila.
– ¡Toma! – le dice extendiéndole el libro por el cual fue el pleito.
– ¿Y esto? – cuestiona el moreno al ver el tomo.
– Helga lo termino de usar temprano y me dijo que te lo diera…
Ese tipo de cosas siempre confundían al moreno, ella podía ser tan mala, tan cruel, a veces despiadada y sin embargo algunas veces tenia detalles como este.
– ¿Y que quiere a cambio? – replica desconfiado alzando una ceja.
– Que seas un poco menos idiota y la próxima vez le preguntes si pueden usarlo ambos.
– ¿Tú la convenciste de eso?
– No, lo que te dije fueron sus palabras textuales. Repito… "Dile a Geraldo que sea un poco menos idiota y la próxima vez me pregunte si lo podemos usar los dos" – dice escenificando a su chica.
Gerald hace una mueca de arrepentimiento y mira el libro fijamente.
– ¿Algo mas?
– No… ah si, que espera que aún te duela el guamazo que te diste.
– Lo dicho ella es totalmente desagradable. La verdad no se como es que después de tantos años aún andas con ella.
– Porque la amo con locura – dice Arnold ilusionado –. Ella es dulce, activa, fuerte, emotiva, egoista, tierna, sincera, misteriosa, ahh, tantas contradicciones en ella misma, para resumir es simplemente perfecta.
– ¡Definitivo, estas loco! Mejor me voy, tengo que hacer ese reporte para mañana – dice el moreno levantándose y dirigiéndose a la puerta, cuando un cuadrito de plástico cae del interior del libro.
– No olvides entregarlo en la biblioteca, Helga uso tu credencial para sacarlo – dice Arnold burlón.
Gerald entiende ahora el segundo motivo por el cual ella le dio el libro, solo respira profundo en tanto rueda los ojos, saliendo derrotado por la puerta.
–oOoOoOo–
Gerald solía mirarlos de lejos, le fastidiaba verlos tan acaramelados, así que la mayoría de las veces evitaba estar cerca de ellos a la hora del almuerzo, y es que desde que Phoebe había sido transferida un año mas y había dejado de ser la mejor amiga de la rubia, él solo se sentía como un salero en medio de los dos, tanto que ni siquiera la presencia de Lila y Brainy junto a ellos cambiaba nada, tal vez se debía a que estos dos parecían a todas luces otra pareja a pesar de que no lo decían abiertamente. Sin embargo este día no había podido encontrar una excusa para no almorzar con ellos así que trataba de soportarlos, sin poder evitar mirar a Helga mientras le daba un bocado de su postre a Arnold.
– ¿Iras entonces? – escucha la voz de su mejor amigo.
– ¿Uh? – responde distraído.
– El cabeza de balón te pregunto si iras con nosotros al juego de béisbol – dice la rubia en tono mandón.
– Ahh… pues supongo… – contesta desganado.
– Estas de un humor de perros desde que empezó el año moreno, si tanto extrañas a la chinita deberías de hablarle por teléfono y hacer cita con ella, a ver si puede dejar de lado una de sus múltiples ocupaciones y hacerte caso – reclama Helga con dolo, pues aun le molesta que Phoebe se haya apartado de ella.
Gerald la mira con una mezcla de disgusto y apatía, que de pronto la hace sentir incomoda.
– ¡Phoebe no es chinita… y la verdad me importa poco que no este aquí, es solo que me fastidian ustedes dos con su amor perfecto! – reclama él levantándose de la mesa y alejándose de ellos dando grandes zancadas.
– Cielos… Gerald si que esta mal – dice Lila mirando como este se aleja.
– Desde que Phoebe dejo de hablarnos se ha estado portando así, y lo peor es que no quiere hablar de ella – explica Arnold recargando su mejilla en la mano izquierda.
Helga lo mira, hasta cierto punto entiende como se siente el chico, ella también perdió mucho cuando Phoebe se alejo, es por eso que ha tratado de ser mas amigable con él, a pesar de que el ultimo se la ha pasado fastidiándola cada vez que puede.
–oOoOoOo–
Gerald miraba el agua del río asomado en el barandal del puente, recordando unos lindos ojos cafés que aun le hacían suspirar.
– ¿Dime a que hora te piensas suicidar para tomarte en vídeo? – escucha una voz tras él.
Gerald rueda los ojos reconociendo de quien es y solo sigue mirando sin hacerle caso. De pronto siente frío en su mejilla derecha, volteando enojado manotea y tira el helado que Helga le había colocado en esta.
– ¡Tarado ese era el ultimo helado de fresa que tenían, ademas me arriesgue a que me provocara salpullido si una gota me tocaba! – recrimina molesta.
Gerald mira el helado derritiéndose en la acera, luego voltea a ver a la rubia a la cara, intentando entender de que se trataba lo que había pasado hacia un momento.
– ¡Toma! De todos modos hoy no quería de vainilla – dice ella ofreciéndole el otro cono que traía en las manos.
El sin terminar de entender lo toma y mira a Helga recargarse en el borde para mirar el agua como él lo hacia hacia un momento.
– Se que no somos amigos Geraldo… no tanto como los demás quisieran… pero creo que sé por lo que estas pasando…
– ¿De que hablas? – replica lamiendo el helado y volviendo a recargarse en la baranda.
– Phoebe… – dice ella volteando a verlo.
Gerald la mira fijamente antes de volver a lamer su postre.
– Arnold dice que no hablas de ella desde que comenzó el año… yo ya lo había notado, y se me hacia extraño pues siempre me pareció que ustedes se llevaban muy bien, cuando empezó a alejarse de mi no me preocupo tanto porque era una probabilidad, después de todo mi amistad la metía en aprietos y la verdad me aprovechaba de ella, pero en serio que con ustedes dos pensé que había algo mas que amistad.
– Ella y yo salíamos en secreto… – suelta el muchacho volteando a ver la reacción de la rubia, que solo alza la ceja por el lado derecho –. Empezamos a salir hace dos años, por alguna razón ella era muy reservada sobre lo nuestro, a pesar de que nos gustábamos desde hacia mucho, ella me pidió guardar en secreto nuestro noviazgo.
– ¡Lo sabia, yo sabia que ustedes tenían algo! – exclama ella apuntándolo con el dedo.
– Si… pero cuando la cambiaron de grado comenzó a alejarse de mi, al principio me decía que trataba de adaptarse al ritmo de su nuevo grupo, luego que tenia que convivir mas con sus compañeros, y al final dejo de hablarme por teléfono, pensé que era por todo lo que estaba pasando en la escuela y decidí dejarla tranquila, pero el colmo fue en las vacaciones, yo le hable y me dijo que saldría de la ciudad con sus papas… no la vi en todo ese tiempo… hasta la ultima semana de vacaciones que la vi saliendo del cine… colgada del brazo de un muchacho obviamente mayor que ella…
– Bueno tal vez había regresado de sus vaca… – replica Helga tratando de aligerar el momento. Pero la mirada molesta de Gerald la interrumpe.
– Sabes perfectamente que ella estuvo en Hillwood todas las vacaciones, Lila me dijo que la vieron como tres veces por el centro comercial – rezonga el moreno viendola fijamente.
– Si… es verdad – dice sonrojada por ser descubierta diciendo una mentira –. Esa pecosa me las va a pagar.
– Ademas la vi besando a ese tipo… ella que siempre fue tan correcta… tanto que yo nunca pude abrazarla en publico, la verdad me decepciono mucho, ni siquiera fue capaz de decirme que no me quería en mi cara.
– Ya veo… lo siento.
– No lo sientas Pataki… así son las cosas, desgraciadamente me sigue doliendo y a veces simplemente no puedo evitar pensar en ella. Y cuando los veo a ti y a Arnold demostrándose su cariño de múltiples maneras de verdad me molesta.
Helga lo mira, de verdad que lo entiende mucho mas ahora, también comprende porque últimamente la molesta mas que de costumbre.
– ¿Geraldo?
– ¿Humm?
– ¿Que te parece si hacemos una tregua?
– ¿Eh?
– Si… yo no hablo de la chinita y prometo ser menos melosa con Arnoldo cuando estés con nosotros… y tú prometes seguir siendo nuestro buen amigo de siempre, porque te extrañamos, aún con tus malas historias urbanas.
Gerald ríe de lado, pues aunque odia admitirlo Helga es una buena amiga.
– Esta bien – dice suavemente mordiendo el ultimo bocado de su barquillo–. Acepto.
Helga solo sonríe, mientras ambos miran la puesta de sol diluyéndose en el lecho del río.
–oOoOoOo–
Aquella tarde fue rara para él, sin embargo se sentía mas relajado y caminaba por la calles tenuemente iluminadas por las luces nocturnas, a lo lejos divisa la casa de su mejor amigo y lo mira a él, sentado en las escaleras pensativo y algo taciturno.
– Hey viejo… ¿que tienes? – le dice al acercarse.
Arnold voltea a verlo, niega con la cabeza y le brinda una sonrisa fingida, que el moreno detecta de inmediato.
– Oye hermano… dirás lo que quieras pero te ves mal…
El rubio suspira encogiéndose en si mismo, tomando sus piernas entre sus brazos.
– Tengo algo que decirte – replica con voz cansina.
– Dime.
– Tienes que prometerme que no le dirás a nadie y menos a Helga – explaya el rubio mirándolo directo a los ojos.
Gerald alza una ceja intrigado y le asiente con la cabeza a su amigo.
– Ok…
Un silencio incomodo los rodea por un buen rato hasta que Arnold suelta las palabras pausadamente.
– Mis padres regresan a San Lorenzo y yo me voy con ellos.
– ¿Que? ¿Cuando?
– Este domingo.
– ¿Que, porque tan pronto? – cuestiona asombrado.
– ¿Recuerdas que prometieron volver para construir el hospital en la región?
– Si…
– Por fin consiguieron los fondos necesarios y el viaje esta decidido.
– Entiendo lo de tus padres ¿pero y tú?
– No puedo perderlos de nuevo Gerald, si volviera a sucederles algo yo…
– ¿Y que pasara con tus amigos, con tus abuelos… con Helga?
– Ustedes estarán bien aquí, Hillwood no es tan peligroso como la selva y pues… se que Helga me entenderá cuando se entere.
– ¿Seguro? – replica alzando una ceja.
La duda se apropia de los ojos del rubio, sabe que se esta mintiendo a si mismo.
– No pienso decirle nada… no hasta que me haya ido.
– Viejo no puedes hacerle eso… – recrimina extrañado.
– No podría verla de frente, no podría soportar despedirme de ella… tengo miedo de lastimarla o de que me odie.
– Viejo la lastimaras y te odiara mas si te vas y la dejas sin una explicación – dice raramente preocupado por la rubia.
– No… si habrá una explicación, sé que tú me ayudaras con eso, tú le dirás la verdad cuando yo me haya ido.
– ¿Como? ¿Estas loco acaso? Yo no creo que…
– Puedes decirle que no contarle fue tu idea, al fin que ella ya te detesta bastante, así que te culpara por un tiempo, pero a mi me disculpara mas rápido – dice Arnold con una rara actitud.
– Estas como demente… Helga no se va a tragar nada de eso, aunque yo se lo diga.
– Hermano necesito que me ayudes con esto, tengo miedo… en serio no quiero perderla.
– Entonces quédate en Hillwood, o enfréntala cara a cara.
– No puedo… mis padres son importantes para mi, no sabes cuanto y Helga… la verdad no quiero ver la tristeza en su cara, no podría soportarlo, tal vez ni podría irme. Trata de entenderme.
– La verdad no puedo… lo intento pero es difícil para mi.
– ¿Di que me apoyaras?
El moreno suspira tratando de relajarse y aunque niega con la cabeza.
– Esta bien viejo… haré lo que me pidas – contesta con una angustia en el pecho a sabiendas que esta misión será muy difícil.
–oOoOoOo–
La mañana del domingo lucia espléndida, y sin embargo a los ojos de Gerald ese esplendor era lastimero y una antelación a un día fatídico.
– ¡Buenos días cabello métrico! – exclama Helga empujándolo por la espalda con ambas manos.
Cuando voltea a verla, no puede reprimir el mirarla con pena, de verdad no le agrada ser el heraldo de semejantes noticias.
– ¿Que te pasa ahora que ni saludas? – rezonga ella alzando la ceja y mirándolo incomoda.
– Nada… ¿como estas Helga? Buenos días - contesta evasivo y artificial.
– Pues estaba bien, pero con esos modos me estas poniendo de malas.
– ¡Buenos días! – escuchan una amable voz.
– Días… Liiila – dice Helga fingiendo molestia pero con alegría de ver a su actual mejor amiga.
– ¿No ha llegado Brian? – cuestiona la pelirroja interesada.
– Nop, ni Brainiac, ni Arnoldo.
– Arnold… me dijo que iba a llegar tarde – miente torpemente el moreno.
– Ahh, bueno, que raro no me dijo nada ayer por el teléfono.
– Err, si es que yo le hable en la mañana y me dijo que tenia algunas cosas que hacer con sus padres.
Helga lo mira intrigada, Gerald luce dubitativo al decir las cosas, algo no muy normal en él.
– ¡Bon jorno! – exclama el chico de pelo canela cuando llega junto a ellos.
– Hola Brain… tu novia ya se estaba impacientando al no verte – dice Helga fastidiosa.
– ¡Helga! – recrimina sonrojada la pelirroja, que le sonríe a Brainy dulcemente.
– ¿Y Arnold? – pregunta este al tomar la mano de la chica de las trenzas.
– Según Geraldo, va a llegar tarde, así que vamos a Slausens y lo esperamos allá – casi ordena la rubia.
Todos asienten y se encaminan al lugar.
– Y yo quiero uno grande de chocolate, con galletas y no escatimes en la crema batida – dice la rubia al mesero una vez que sus amigos ya han pedido.
– No se donde te cabe tanto Pataki, estas como tabla de flaca – indica Gerald fastidiando a su amiga mas por costumbre que por otra cosa.
Ella solo saca la lengua y le hace una trompetilla, por lo que sus amigos comienzan a reír.
De pronto ven entrar a una chica oriental del brazo de un muchacho alto, cabello castaño y ojos color miel, en cuanto los nota su feliz expresión cambia a una mas seria y rara, haciendo como que no los conoce. Los ojos de un chico de color, no pueden evitar seguirla, y de pronto recordar su historia le hace recapacitar acerca de lo que ahora estaba a punto de hacer, mira el reloj de pared del lugar y mira a Helga con angustia, mientras ella le da ánimos poniendo una mano en su hombro.
– ¡Helga, vámonos de aquí! – dice apurado jalándola por el brazo, obligándola a salir por la puerta del establecimiento.
– ¿Qué? ¡Espera pelos de espagueti, no es necesario que huyas!
– ¡No es por mi, es Arnold, debemos ir con él! – le grita mientras para un taxi y sus amigos los siguen de cerca.
Durante el trayecto Gerald iba pensativo y no oía las preguntas insistentes de sus amigos, odiaba lo que iba a hacer, puesto que acababa de decidir que iba a traicionar a su mejor amigo.
Mientras recorrían los pasillos del aeropuerto él jalaba de la mano de Helga, y trataba de escuchar los anuncios de los vuelos que partían. Pronto llegaron a la puerta por donde saldría el vuelo de arnold y sus padres. Gerald logra divisarlo antes de que Helga lo haga.
– ¿Que hacemos en el aeropuerto? ¿Y sobre todo en este vuelo Geraldo?
– ¡ARNOLD! – grita el moreno justo al tiempo que este casi entregaba su boleto de partida.
Cuando Arnold escucho su nombre voltea y los ve ahí, apareciendo entre la gente que se movía de un lado a otro, sus ojos se llenan de sorpresa y desesperación.
Helga siente que el piso se abre a sus pies cuando entiende lo que esta pasando.
– Lo siento viejo… no pude hacerlo, ella merecía saberlo – dice Gerald mirando apenado al rubio – si te piensas ir por tanto tiempo es injusto que ella no te vea por ultima vez.
– ¿Como pudiste traicionarme? – dice con enojo y luego voltea a ver a la chica de su vida que lo mira incrédula – Helga… yo… – trata de hablarle acercándose un poco a ella.
Una sola lagrima cae de sus ojos, lo mira decepcionada y triste, no espera mas y da la vuelta corriendo lo mas rápido que puede siendo seguida por Brian, mientras Gerald y Lila miran con dolor a Arnold.
– Odiame Arnold… odiame… pero en verdad ella no se lo merecía – dice el moreno dando la vuelta también para seguir a su amiga.
– Lo hiciste mal Arnold… no solo arruinaste su vida, sino la de todos – dice Lila extrañamente molesta antes de desaparecer entre la gente.
Arnold mira sin mirar, estático, como si esperara que alguno regresara.
– Hijo… debemos irnos – escucha la voz de su madre al otro lado de la taquilla –. Pero si quieres tú puedes quedarte…
– No mamá… – dice volteando y comenzando a caminar a paso lento – voy con ustedes – entrega su boleto y pasa de largo a sus padres.
Estos se miran entre si angustiados, sin poder evitar voltear hacia donde hacia pocos segundos acababa de desaparecer una chica que casi consideraban su propia hija, poco antes de seguir a aquel que en verdad lo era.
Helga sigue su carrera por las calles yendo hacia el norte de Hillwood, mientras Arnold mira tristemente por la ventana del avión que se dirige con rumbo hacia el sur.
Continuara…
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Si, una nueva historia, la duda es… ¿Me mataran? ¿Me torturaran? ¿O solo me regañaran por hacerles esto?
Se que debo muchas actualizaciones, pero esta historia es maravillosa, eso se los prometo, se que les encantara, y ademas prometo seguir escribiendo y procurare actualizar. ^^
Dejen reviews plis! XD
Sayonara.
Y por cierto nunca traicionen a su verdadero amor. :)
LoveLove ArnoldxHelga.
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(¸.•´ (¸.•`Rei Hikaru Chiba`•.¸) `•.¸)
